"Concurso Relato 2019": 12 NOCHES

No tengo muchas palabras para presentar este relato (¿?), es, en realidad, la crónica de 12 noches, mis peores y mejores 12 noches, contada en cuatro tiempos.

Estimado lector, quedo en tus manos.

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DESENGAÑO

«Ya no quiso escucharme
Si sus labios se abrieron
Fue pa decirme
Ya no te quiero...»
Vicente Fernández​

—El 24 es el aniversario de la muerte de mi suegro… de su papá... —se corrigió, quizá presintiendo haber herido a su amante.
—¿Se lo dirás ese día?
—Ese día o al día siguiente, cuando su papá murió él quedó muy mal, y no quiero dejarlo antes de ese día.
—Lo comprendo, no tienes que explicármelo. Te amo.
—También te amo, ¿hablamos después?
—Bueno. Un beso.
—Adiós.

Camila me va a dejar.

Un mensaje puede ser la cosa más inofensiva y el arma más cruel. ¿Cómo terminé revisando los mensajes de Camila por primera vez tras 8 años de estar juntos? No lo sé, y creo que ahora ya no importa.

La muerte de mi viejo ha sido lo más difícil que he tenido que sobrellevar, la enfermedad consumió cobardemente al hombre más fuerte, terco y valiente que he conocido, lo acompañé desde el primer día, y cuando murió, un poquito, también, me morí yo. Sin Camila a mi lado quizá no hubiera podido resistirlo. El día de la cremación, sin decir palabra la tomé del brazo y la llevé al baño de la funeraria, la arrinconé, quería decirle que el dolor me estaba acogotando, que no me dejaba respirar. Mirándola directamente a los ojos, las lágrimas se negaban a caer aunque las sentía incontenibles. Ella me besó, los ojos abiertos, siempre me besó con los ojos abiertos. Le metí la mano bajo de la falda, el calor de su sexo me pareció el del fuego eterno, el olor del coito comenzaba a llenar el pequeño ambiente y el gemidito que se le escapó cuando le pellizqué el clítoris me hizo insoportables las ganas de estar dentro de ella, cerré el puño apretando su minúscula ropa interior y la arranqué de un solo jalón. Sin dejar de mirarla. Otro gemidito. Fija la mirada. Los ojos ensangrentados de mi dolor, y sin permitirle a ninguna lágrima caer, guié mi verga hacía su centro, su humedad me recibió amorosa y en un pestañeo estábamos cogiendo. Cogida de las nalgas la dirigía fácilmente, ella había enredado sus manos en mi cuello, gemía suavecito y profundamente mojada se estremecía. Un estertor le hizo entrecerrar los ojos y una bocanada de aliento dulce me llegó a la nariz, yo no estaba ni cerca de terminar, pero no me importó. La abracé sintiendo su orgasmo. Camila comenzó a sollozar, cada vez más fuerte, lo hacía por mí.

Era imposible no amarla, al parecer ella no fue tan imposible ¿Me amó alguna vez? Sí, estoy seguro que en algún momento me amó, pero nunca lo suficiente, ¿fue mi culpa? ¿Fue algo que hice o que no hiciera? Ahora ya es tarde para esas preguntas, lo sé, pero mi mente no deja de dar vueltas.

Camila me va a dejar y no hay nada que pueda hacer.

 

AMOR

«Supongo que algunos nacemos con el abandono en la frente»
William Blake​

Camila se irá. Un vaso de whisky, no conozco otra forma de evadirme, desde la mañana que descubrí su engaño no he podido pensar en otra cosa, la ira se fue transformando en el dolor más agudo.

Pienso en nosotros, pienso que se llevará consigo todo lo suyo, pienso que no me llevará a mí, y yo soy suyo. Faltan 12 días para el 24. Se irá y quiero gritar. Nublado entre mis pensamientos me encuentra Camila. Tarda unos minutos en abrir la puerta, siempre se le complica abrir esa cerradura.

—Hola ¿Estás tomando? —me dice al encontrarme apeado a la ventana, mirando la calle.
—Sí. —no quiero que se me noté el profundo dolor que siento, y disimulo preguntando— ¿Cómo te fue?
—Un cliente quiere que cambie todos los planos, no sabe de nada, pero como paga entonces jode ¡Me espera una noche laaaaarga! —grita desde la cocina entre el ruido de ollas y platos.
—Pedí pizza, deja eso.

Sus manos me rodean por la cintura y siento su respiración caliente en mi espalda, su cuerpo, por el contrario, está helado. Algo quiere decirme. Sé lo que es. No dejo que lo diga, creo ilusamente que, mientras no lo diga, no será cierto. La jalo delante de mí, sus ojos están tristes y no me miran, su cabeza gacha esconde culpa. Se ve tan indefensa y hermosa, oscura, quisiera poder coleccionar este momento para cuando se vaya, no sé cómo hacerlo, ¿cómo hace la gente para atrapar momentos? Yo no puedo, yo necesito el contacto físico, para mí los recuerdos no tienen diferencia de los sueños, las fantasías o las alucinaciones. Yo necesito carne, olor, sabor, sudor. Quiero decirle que no sufra por mí, que estaré bien, aunque no sea cierto, quiero quitarle la culpa. La abrazo fuerte y contra todo impulso por permanecer calmo me comienza a excitar su olor, mi dolor, su culpa. El bulto en mi entrepierna comienza a tomar tamaño y saludarla inocente a sus piernas, entre sus ojitos culposos aparece una sonrisita cómplice y coqueta.

—¿Éste tiene vida propia, no? —me dice arrodillándose mientras pone sus dos manos en labor de bajarme el pantalón.

Ya sin culpa me sujeta fuerte con una mano el tronco del pene y con la otra me acaricia los huevos, me pajea mientras da besitos cariñosos en el turgente glande. Sin aviso previo se lo mete entero en la boca y comienza a sorberme el alma. Con cada chupada siento que voy a terminar en un largo grito, trago aire para evitar correrme, aguanto la respiración, pero en el momento cúlmine Camila deja de chupar y me mira.

—Ven —la levanto jalándola de las axilas—, eres la cosa más hermosa que he visto en mi vida.
—Ya me lo has dicho… —la callo con un beso profundo, invadiéndola con mi lengua caliente. Sus ojos, como siempre, abiertos, me miran.

Comienzo a desvestirla. Es delgada, siempre lo ha sido. Ha perdido peso, pienso mientras dejo caer su blusa. Sus tetas pringosas se alegran de verme, las beso y sus pezones son fresas maduras, saltan a mi boca, suicidas.

—Te amo —digo enredado en el momento sexual y dos segundos después reacciono. Es tarde.
—Yo te amo más —dice ella sin darme tiempo de reaccionar.

En el piso le separo las piernas, la magia de su sexo me atrapa, acerco mi cara y cuando me propongo comenzar sus jugos me inundan la boca, no me importa, emprendo con mordidas, lamidas, chupadas, lengüetazos mientras ella musita entre corcoveos: Ya, ya, ya… ya, ya. No me alejo y yo sigo hasta que suelta otra vez un chorro que me bendice. La trepo como a una montaña sagrada, con respeto, fe y un profundo temor, le sobo el glande en el clítoris preparando la embestida…

—Breeeeeeeeee —el horrible timbre que Camila me obligó a comprar me interrumpe y me hace odiarlo más.
—Debe ser la pizza. —me dice suavecito, sacándome del momento religioso en que la iba a profanar.

Se levanta y camina como sólo ella puede caminar, menea su desnudez delgada, sus nalgas redondas de casi treintañera, sus tetas, quizá más pringosas que antes, los pequeños rollitos que asoman en su cintura. El mundo se menea alrededor de ella. Busca en su bolso y saca un billete, va hacia la puerta, abre y la sonrisa babosa del repartidor de pizza me confirma que mi mujer es la más hermosa, la más arrecha y la más chingona(*) de este mundo. Cómo no amarla.

—Te he dado cien y me estás devolviendo noventa, ¿así está bien?
—Perdón —dice el babeante repartidor recibiéndole otra vez los billetes y sin dejar de mirar el sexo de Camila, el líquido que le rueda hasta las rodillas lo hipnotiza.
—¡Tengo hambre! —sale mi grito desde la oscuridad—, pero no de pizza, je je.

El babeado repartidor da un salto, asustado intenta contar sus billetes y monedas queriendo, al mismo tiempo, no perder detalle del cuerpo de mi diosa, finalmente, entrega lo que cree correcto y se despide sin dejar de mirar.

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*Me disculpo por el mexicanismo, pero la madre de Camila es mexicana y siempre me contaba cómo ella decía de sí misma que era la más chingona, y Camila siempre quiso ser chingona, y la verdad es que no he conocido mujer más chingona que ella.

 

ESPERANZA

«al rodar,
para salvarte
solo supe
hacerme odiar.»
Enrique Santos Discépolo​

“No quiero dejarlo antes de ese día”, “Yo te amo más”. Me ama, es muy fácil comprenderlo. En esas dos frases está encerrada la solución del problema. Quizá sólo necesita más atención, nadie deja a quien ama ¿Cierto? Además dice en la primera frase que quiere estar conmigo el día del aniversario de la muerte de mi viejo, ¿eso es amor, cierto?

Fumo en largas caladas, su cuerpo desnudo yace a mi costado, el sudor se le ha secado y dibuja extrañas formas en su piel. Amo, siempre he amado su olor y el rostro que pone al dormir, después de follar. Se abandona, se aleja de su cuerpo, de mí, de todo. Imagino que viaja miles de kilómetros mientras su cuerpo reposa profundamente como un cascarón abandonado. Varias veces la he tocado, la he fotografiado, la he penetrado, he hecho de su cuerpo mi burdel mientras dormía, ella ni lo ha notado, apenas se ha movido o ha sonreído, diminuta.

No se irá. No la dejaré hacerlo. Tengo varios días antes de que se anime a decírmelo, muchos días en los que demostrarle que somos lo mejor que le pudo pasar al otro. Le beso la frente y su olor de largo abandono me incita. La abrazo y me duermo entre sus cabellos.

El día se pasa rápido, lo apuro evitando pensar. Al llegar a casa Camila está de rodillas limpiando el piso, se le cayó un florero e hizo un desastre.

—Te voy a hacer la cola —le digo al oído tomándola por las caderas.
—Oye —me responde con su voz más arrecha y un golpecito en la pierna.

Descargo mi peso sobre ella y le agarro las tetas que quieren reventar esa camiseta apretada. Le restriego el pene aún flácido en su culo redondo. Camila gime suave como sufriendo, el pantalón de jean que la aprisiona le forma la silueta perfecta, me levanto y miro sus formas precisas.

—Sigue limpiando, te quiero coger así, hacendosa. —le digo sin poder quitar los ojos de esa guitarra perfecta que me voy a comer.

Camila hace como que no estoy y sigue limpiando, mueve sin exageración el culo, me lo refriega lo suficiente para que mi verga responda presta. Le desabrocho el pantalón, lo bajo, pero sólo lo suficiente para mostrarme mi recompensa, hago a un lado su calzoncito negro, se me muestran su vulva totalmente depilada, inmaculada, y su agujerito oscurecido que contrasta con el color de su piel. Le abro las nalgas y le meto el pulgar derecho. Apenas un sobresalto, Camila no sale del personaje, ahora hasta canturrea. Dos gotitas lúbricas brillan saliendo de su coño, las recibo con mi otra mano y con dos dedos las regreso al fondo. Mi dedo, cada vez más profundamente, va invadiendo su culo. Por fin Camila da muestras de estar ahí, suspira suavecito en espaciados espasmos. Lo está disfrutando, pienso, cada vez está más mojada. Retiro mi dedo y no me hace falta empujar mi verga contra su ano, no presenta resistencia, entra todo, resbala, el trémulo gritito cuando mis testículos rebotaron en su coño rompieron su actuación, comenzó a retorcerse, sus nalgas golpeaban en mis piernas y mi pene completo se perdía dentro de sus entrañas. No soy un aficionado a la vía maldita, pero con Camila todo era un espectáculo, y casi siempre un espectáculo erótico. Cuando por fin me corrí estábamos arrodillados sobre un tremendo charco, me imagino que una parte era líquido de florero y la otra parte líquido de Camila.

En el sillón, acurrucados, le prometí amor eterno, ella también me lo juró. Mi felicidad estaba completa, aún tenía varios días para que me amara todavía más y que ni pensara en dejarme. Sus palabras de amor flotaban en el aire y yo en mi ebriedad sexual las admiraba, estiraba las manos para atraparlas.

—Me encantó, me encantas tú. Pídeme lo que quieras, tu fantasía más cruda, más prohibida, lo que quieras, quiero complacerte como tú lo acabas de hacer. —le dije entre susurros agotados.
—¿Lo que yo quiera? —su sonrisita picarona me intimidó, pensé que me iba a decir que la dejara ir.
—Lo que quieras —repetí temeroso.
—Bueno, déjame pensarlo.

Apenas terminó de hablar, se durmió, se abandonó otra vez, se fue lejos dejándome su cuerpo. Ni siquiera intenté luchar contra mi bajeza, la acomodé y le volví a hacer la cola, así, lejana, ausente.

Los días siguientes fueron todos felices y muy parecidos. Una mamada en el cine, en la primera fila de una sala semivacía, los pocos que presenciaron nuestro desenfreno fueron el marco silencioso perfecto de nuestro morboso impulso. Sexo en el parque, es que mientras esperábamos que Alejandro, el perro, hiciera sus necesidades, nosotros dejábamos rodas las nuestras. Le hice una visita en su estudio y debajo de la mesa de planos le comí el coño hasta que su falda y su silla quedaran empapados.

Camila se quedará, se quedará conmigo para siempre.

 

ABANDONO

«Y mañana...
cuando no tengas esperanzas en el pobre corazón,
si precisás una ayuda, si te hace falta un consejo,
acordate de este amigo que ha de jugarse el pellejo
p'ayudarte en lo que pueda cuando llegue la ocasión.»
Carlitos Gardel​

—Ya sé qué te pediré ¿Todavía está en pie la oferta, no?
—Hum, ¿una fantasía sucia? —había estado esperando su respuesta varios días, Camila es realmente perversa cuando quiere.
—Algo así.
—Claro, una promesa es una promesa.
—Conoces a Marcela, es la nueva arquitecta del estudio, ¿la conoces?
—Sí, sí. —se ponía bueno, en mis adentros anhelaba ver a Camila poseyendo a esa torneada muchachita que no debía pasar los veinte años.
—Bueno, quiero que te la tires.
—¿Eh?, espera, pero, ¿esa es tú fantasía? —mi extrañeza era real, no me interesaba tirarme a nadie más, y había otro detalle— ¿y qué te hace pensar que ella quiera?
—Dijiste lo que fuera, ¿no?, bueno, eso quiero.
—Pero… —no pude elaborar más porque su explicación me lo dejó claro todo.

Camila lo había pensado todo, me explicó que llevaba tiempo diciéndole a Marcela sobre su fantasía, que ella había mostrado interés. Nos habíamos visto un par de veces y, siempre protocolares, habíamos sido atentos el uno con la otra.

La noche de la cita con Marcela, Camila se mostró por demás nerviosa. El plan era sencillo, saldríamos los tres a cenar, luego un vino en casa y que pasara lo que tuviera que pasar. Camila, para mi placer, no descartó un trío, y yo deseaba, en realidad, un dúo. Ellas dos, extasiadas y yo mirando.

Sucedió casi como lo imaginó Camila: cena coqueta, muchas risas y confesiones. Marcela tenía el rostro pequeñito, le faltaba menos de un mes para cumplir diecinueve, su vestido holgado delataba unas caderas bien formadas, espalda delgada y la piel tostada por el verano recién terminado. Cuando llegamos a casa ya habíamos dado cuenta de cuatro botellas de vino. No hizo falta nada para que la muchacha me saltara encima y comenzara a besarme desesperada, en el sillón de enfrente, Camila, me miraba cómplice. Apreté esas nalgas que me montaban, las estruje y seguí su redondez hasta tocarle el coño húmedo, mientras más lo tocaba más rezumaba. Me metía la lengua profundamente, su aliento a vino era dulce, luché contra las ganas de metérsela, quería disfrutar de la cara de Camila un buen rato más. Marcela, como casi todas las muchachas, no esperó, y se puso de rodillas entre mis piernas, me sacó la verga tiesa y la comenzó a chupar dejando sólo los huevos a salvo de su voracidad. Por momentos ambos mirábamos a Camila que se masturbaba con los ojos abiertos, se lamía dos dedos y continuaba, se arrechaba viéndonos y nosotros también disfrutábamos verla. Me distraje y dejé escapar el disparo de semen en la boca de Marcela que no desperdició ni una gota, trago todo con prisa.

—Te toca —me dijo Camila sin dejar de meterse los dedos.

Obedecí y levanté a la liviana muchachita hasta poner su coño a la altura de mi cara. Tenía la tanga mojadísima, chupé primero encima de la tela húmeda, luego la aparté y continué con mi labor. Era tanta la excitación de Marcela, y la mía, que no noté que terminó por lo menos un par de veces y que sólo mis brazos la mantenían erguida, la solté y cuál animal muerto, se derrumbó en el sillón, agonizando. Yo tenía la pieza entera otra vez, le levanté las piernas y se la metí despacio, mi verga fue bien recibida por ese coño joven. Su poca experiencia se notaba en la mamada de principiante y en cómo intentaba un cuasi movimiento pélvico mientras yo la taladraba. Ya no miraba a Marcela sino sólo a Camila, la amaba y que disfrutara de esto la hacía la mujer perfecta. Reforcé los empujones y Marcela se dobló, yo sólo veía a Camila que estaba por venirse, logré hacerlo al mismo tiempo. Terminé en un escalofrío, le descargué potente toda mi simiente al coño de una jovencita que se pellizcaba fuerte los pezones. Me separé de mi amante ocasional y fui junto a Camila, la besé en los labios. Nos quedamos todos dormidos.

—Despierta —la voz de Camila me sacó de un sueño que no recuerdo aunque lo intuyo trágico.
—Ven a la cama, hoy es domingo.
—Es domingo, pero tenemos cosas que hacer, Marcela ya se fue y hoy es 24 de marzo, debemos ir al cementerio.

Se pone todo más difícil ahora, querido lector, por lo menos para mí.

Camila nunca cambió su plan de dejarme, no lo hizo ni por un solo momento. Me lo dijo al salir del cementerio, me tomó fuerte de la mano como quinceañera, y me lo soltó sin anestesia.

—12 noches —dije como un bobalicón, el licor aún no abandonaba mi entendimiento.

Ella por supuesto no entendió nada, ni siquiera hizo un esfuerzo por entenderme. Continuó. Dijo que mientras yo creía darle 12 noches de razones para no dejarme, ella usaba cada noche para despedirse de mí, para amarme y agradecerme por todo lo que nos dimos. Dijo que Marcela sería una buena novia, se ha quedado encantada y podrás aprender a amarla. Yo quise decirle que nada funciona así, que no se busca un reemplazo como cuando dejas un trabajo, no ofreces a tu novio como en una oferta. Así no funcionan las relaciones. Ella dijo que me amaba, que no había dejado de hacerlo nunca y que nunca se acabaría su amor por mí. Le creí. Me dijo que se iba porque comenzó a amar a otra persona, pero sobre todo porque ya no tenía nada más que darme, que estaba vacía.

—Me has enseñado a amarme más que a nadie, y por eso me voy, porque quererte me está matando, te amo y me agoto, ya no puedo hacerlo más. No tengo nada más que darte y se me está acabando la vida en amarte. Lo lamento. —me besó en la mejilla y salió cerrando despacio la puerta detrás de ella.

 

EPÍLOGO

Los finales felices me son, a despecho mío, esquivos. La vida suele darnos buenas folladas o buenos amores, pero buenos de verdad. Ninguno, querido lector, dura mucho, y nunca vienen juntos, aprende a disfrutarlos, en eso consiste la vida.

Hay una historia que me contaba mi abuelo sobre un pescador que un día se encontró con un pez gigante, el hilo de su caña se estiró hasta casi romperse, el viejo no soltó a su presa, mientras el pez tiraba con más fuerza el viejo rejuvenecía y repetía “no te escaparás, puto pesca’o", nunca me dijo el final de la historia, no logré saber si el viejo cenó pescado o si el pez logró tumbar al viejo de la barcaza, pero quiero pensar que mi abuelo me quería decir que no importa si somos peces o pescadores, debemos asumir nuestro papel en la vida, aceptarlo como viene y luchar con todas nuestras fuerzas.

Todavía sueño con Camila, ya acepté que no podré amar a nadie más, y no lo he intentado. La vi un par de veces en la calle, ella quiso saludarme y yo hice como si no la hubiera visto. Estaba más hermosa que nunca, y se le veía muy feliz. Camila, si estas líneas te encuentran algún día quiero que sepas que no he podido amar a nadie como te amé a ti, que me dueles todavía pero que verte como te vi, feliz, hace que valga la pena.

Está va por ti, princesa.

 

Muy buen relato, gracias.

 

Wow verdad o fantasía no importa en verdad pero es un magnífico relato brother Suerte

 

Mucho sucedió como en el relato y otra parte tuve que cambiarla para no recordar.

Gracias a ti por leerme, Carlos Eduardo.

 

Muy buen relato.
Felicitaciones!

 

La suerte no te sea esquiva.
Lo mejor del concurso está aquí.
Si no llegas al puntaje merecido será por la envidia de los otros.
Delicioso.

 

Excelente!!! Felicitaciones cofrade!!

 

Gracias César, aunque estoy un poco oxidado.

Gracias Vidiapol, hay otros muy buenos relatos.
Lo que realmente me alegra es que te haya gustado.
Un abrazo.

Gracias por leerme Sic.

 

Relato repartido en secciones, muy bueno¡¡¡

Saludos

 

Un poco tarde hermano Sansk pero te felicito por el tiempo de escribir y organizar este magnifico relato.

Un abrazo,
El Apostol

 

Apóstol, después de muchos años regresé al país y al foro, no planeaba ganar, al principio ni participar, creo que quería quitarme el óxido de encima, quizá saber si aún podía escribir algo digno de leerse. Vivir en otro idioma te mata al escritor y resucitarlo a estas edades ya no es sencillo. Gracias por leerme, hasta otra.