Sara y yo llevamos ocho años de casados, al principio todo era sexo. A pesar de sus dos hijos, ella siempre estaba dispuesta a complacerme y yo a ella. La niñera, una cajamarquina de 17 años, solía mirarme con los ojos vivarachos cada que salía del cuarto a la cocina para tomar algo. Los desayunos post mañanero se volvieron toda una joda, la muchacha se ponía la ropa más ceñida abajo y encima siempre tiritas con escote. El calor limeño dejaba notar un poco de sudor caer entre sus pequeños pero redonditos senos. Yo desayunaba con la mirada fija en el plato. Mientras, Sara no se iba a dejar atrasar por una empleada, el golpe a su ego hubiese sido brutal, asi que la despidio sin más que decir ni preguntar, simplemente lo hizo. Luego me dijo que estaba llegando a casa su hermana, la última vez que la vi tenia 12 años, era un poco gordita y los brackets parecían querer atrapar todo lo que pasara cerca a el. Pero bueno, 7 años después Camila se había desarrollado de forma distinta. De los brackets ya no existía ni rastro, su cabello recortado a la altura de las orejas le daban ese toque sexy que Sara había ido descuidando. "Cuñado, ahora te voy a tener loco" fue lo primero que me dijo sonriendo, mientras mis ojos se posaban en sus enormes senos que parecían querer correr a abrazarme. Sonreí como quién no quiere y le dije que suba al auto y que no vaya a comer nada adentro. Sara me miró como diciéndome "déjala, debe estar cansada" y yo rematé. "Ensucias y limpias". Iba serio todo el camino, pero pensando en tremendos melones que me habían enviado desde Piura. Esta historia es demasiada larga como para contarla completa. Lo cierto es que una noche tomé su celular como buen cuñado que soy y leí dos conversas que llamaron mi atención, una con un chibolo pulpo que le hablaba de sexo todo el rato y ella lo alucinaba, le decía que era mucha vaca para tan poco toro. Qué era mucho poto para tan poca chicha. Él le hacía recordar que una vez bajo la escalera le había metido su sobada y que faltaba el premio mayor. Ella como tremendo lote que era, se cagaba de risa del muchacho. Y otra conversa con su amiga fue más impactante. Le contaba que su hermana era una frígida, que ella con un hombre como yo, ni pensaría en salir de la cama. Qué se me notaba disgustado y que ella, solo ella tenía la cura para ese mal genio. Luego de eso no la volví a mirar con los mismos ojos. Yo ya me había decidido a comérmela y así lo haría en cualquier momento. Adrede dejaba la puerta del baño abierta mientras me bañaba, o salia con un buzo que dejara notar mis erecciones mañaneras haciéndome el que no se daba cuenta. Me la cruzaba en la cocina y sus ojos bajaban rápidamente a mirarme la verga. Tenía que dar otro paso para ver sobre que terreno pisaba. Así que idee algo. Cada vez que me la cruzara en algún rincón de la casa la asustaría. Y entonces pasaba, dónde la veía, la asustaba y en ese susto que le daba aprovechaba para tomarla por la cintura y pegarla ligeramente a mi. Ella no se quejaba y por el contrario se pegaba un poco más. Hasta que una tarde no resistí y la jalé hacia mi haciéndole sentir todo el presupuesto. Nunca voy a olvidar el rostro que puso aquella vez, giro la cabeza hacia mi, abrió los ojos a mas no poder y se mordió ligeramente los labios. Para luego decirme "soy tu cuñadita". Eso lejos de alejarme, hizo que la presionara más hacia mi y le dijera "tienes que portarte bien en casa, si no ya sabes lo que te va a tocar" e hice un ademán con la mano simulando un palmazo. Continuará...
Sara y yo llevamos ocho años de casados, al principio todo era sexo. A pesar de sus dos hijos, ella siempre estaba dispuesta a complacerme y yo a ella. La niñera, una cajamarquina de 17 años, solía mirarme con los ojos vivarachos cada que salía del cuarto a la cocina para tomar algo. Los desayunos post mañanero se volvieron toda una joda, la muchacha se ponía la ropa más ceñida abajo y encima siempre tiritas con escote. El calor limeño dejaba notar un poco de sudor caer entre sus pequeños pero redonditos senos. Yo desayunaba con la mirada fija en el plato. Mientras, Sara no se iba a dejar atrasar por una empleada, el golpe a su ego hubiese sido brutal, asi que la despidio sin más que decir ni preguntar, simplemente lo hizo. Luego me dijo que estaba llegando a casa su hermana, la última vez que la vi tenia 12 años, era un poco gordita y los brackets parecían querer atrapar todo lo que pasara cerca a el. Pero bueno, 7 años después Camila se había desarrollado de forma distinta. De los brackets ya no existía ni rastro, su cabello recortado a la altura de las orejas le daban ese toque sexy que Sara había ido descuidando. "Cuñado, ahora te voy a tener loco" fue lo primero que me dijo sonriendo, mientras mis ojos se posaban en sus enormes senos que parecían querer correr a abrazarme. Sonreí como quién no quiere y le dije que suba al auto y que no vaya a comer nada adentro. Sara me miró como diciéndome "déjala, debe estar cansada" y yo rematé. "Ensucias y limpias". Iba serio todo el camino, pero pensando en tremendos melones que me habían enviado desde Piura. Esta historia es demasiada larga como para contarla completa. Lo cierto es que una noche tomé su celular como buen cuñado que soy y leí dos conversas que llamaron mi atención, una con un chibolo pulpo que le hablaba de sexo todo el rato y ella lo alucinaba, le decía que era mucha vaca para tan poco toro. Qué era mucho poto para tan poca chicha. Él le hacía recordar que una vez bajo la escalera le había metido su sobada y que faltaba el premio mayor. Ella como tremendo lote que era, se cagaba de risa del muchacho. Y otra conversa con su amiga fue más impactante. Le contaba que su hermana era una frígida, que ella con un hombre como yo, ni pensaría en salir de la cama. Qué se me notaba disgustado y que ella, solo ella tenía la cura para ese mal genio. Luego de eso no la volví a mirar con los mismos ojos. Yo ya me había decidido a comérmela y así lo haría en cualquier momento. Adrede dejaba la puerta del baño abierta mientras me bañaba, o salia con un buzo que dejara notar mis erecciones mañaneras haciéndome el que no se daba cuenta. Me la cruzaba en la cocina y sus ojos bajaban rápidamente a mirarme la verga. Tenía que dar otro paso para ver sobre que terreno pisaba. Así que idee algo. Cada vez que me la cruzara en algún rincón de la casa la asustaría. Y entonces pasaba, dónde la veía, la asustaba y en ese susto que le daba aprovechaba para tomarla por la cintura y pegarla ligeramente a mi. Ella no se quejaba y por el contrario se pegaba un poco más. Hasta que una tarde no resistí y la jalé hacia mi haciéndole sentir todo el presupuesto. Nunca voy a olvidar el rostro que puso aquella vez, giro la cabeza hacia mi, abrió los ojos a mas no poder y se mordió ligeramente los labios. Para luego decirme "soy tu cuñadita". Eso lejos de alejarme, hizo que la presionara más hacia mi y le dijera "tienes que portarte bien en casa, si no ya sabes lo que te va a tocar" e hice un ademán con la mano simulando un palmazo. Continuará...
Luego de ese jueguito, esperé a Sara con una cena(comprada) y dos botellas de vino aprovechando que sus hijos se iban de campamento con el papá. La sorprendí y eso la excito mucho al parecer. Desde que estábamos en la mesa los roces y toqueteos se daban y no paraban. Con la imagen de mi cuñadita en la cabeza, yo esa noche le daría curso a mi mujer. Y ella pareciera haber aguardado por este momento. Metí mis dedos por debajo de su vestido y al tocar su vagina estaba totalmente húmeda. Era una vagina ansiosa y yo estaba dispuesto a complacerla. La cargué y la senté sobre la mesa, me miró y me pidió ir al cuarto porque su hermanita entraba en cualquier momento. Nos fuimos al cuarto y dejé la puerta semi abierta. Ya en la cama, comenzó a comerme a besos, para que. La flaca aún recuerda meter sus buenos chapes y por ratos me mordía los labios levemente. El vino había hecho su trabajo y ahora me tocaba a mí hacer el mío. Levanté su vestido y se lo quite completamente dejándola en ropa interior, un calzón que parecía herencia de su vieja y un sostén de los años 70 guardaban sus mayores tesoros. En qué momento se volvió tan mojigata no lo sé. Pero esa noche había parecía haber vuelto a ser la de antes. Se arrodilló ante mí, cogiendo mi pene con una mano y acomodándose el cabello con la otra empezó a hacerme un oral espectacular. Estaba tan concentrada en su chamba que no se percató que había sonado la puerta. Era mi cuñadita, quién más. Continuará
Luego de ese jueguito, esperé a Sara con una cena(comprada) y dos botellas de vino aprovechando que sus hijos se iban de campamento con el papá. La sorprendí y eso la excito mucho al parecer. Desde que estábamos en la mesa los roces y toqueteos se daban y no paraban. Con la imagen de mi cuñadita en la cabeza, yo esa noche le daría curso a mi mujer. Y ella pareciera haber aguardado por este momento. Metí mis dedos por debajo de su vestido y al tocar su vagina estaba totalmente húmeda. Era una vagina ansiosa y yo estaba dispuesto a complacerla. La cargué y la senté sobre la mesa, me miró y me pidió ir al cuarto porque su hermanita entraba en cualquier momento. Nos fuimos al cuarto y dejé la puerta semi abierta. Ya en la cama, comenzó a comerme a besos, para que. La flaca aún recuerda meter sus buenos chapes y por ratos me mordía los labios levemente. El vino había hecho su trabajo y ahora me tocaba a mí hacer el mío. Levanté su vestido y se lo quite completamente dejándola en ropa interior, un calzón que parecía herencia de su vieja y un sostén de los años 70 guardaban sus mayores tesoros. En qué momento se volvió tan mojigata no lo sé. Pero esa noche había parecía haber vuelto a ser la de antes. Se arrodilló ante mí, cogiendo mi pene con una mano y acomodándose el cabello con la otra empezó a hacerme un oral espectacular. Estaba tan concentrada en su chamba que no se percató que había sonado la puerta. Era mi cuñadita, quién más. Continuará
Confra el relato jala, no nos haga esperar mas por la continuación de la historia. Saludos Cordiales.
Confra el relato jala, no nos haga esperar mas por la continuación de la historia. Saludos Cordiales.
Había dejado olvidado este relato. Pasa que mi ahora ex, lo leyó y se me vino un broncón. En la que tuve que irme de la casa. Bueno, de lo que recuerdo. Sara empezó a chuparme las bolas. Saboreaba todo mi pene. Y yo sentía que nos estaban mirando. El piso de parquet es delator de espías. Cogí el tapaojos que usaba ella para dormir, de encima de la cama y se los fui poniendo mientras le decía que no deje de chuparla. Esbozó una sonrisa que tal vez y no olvide jamás. Se relamió los labios y una vez puesto el tapaojos, continuó. Hasta que la cargué a la cama. Me dijo que quería sentirme en misionero. Así que obediente comencé a penetrarla con movimientos suaves, mientras con sus piernas se iba trenzando a mi cuerpo para que no me saliera, no pensaba hacerlo, ni así nos cayera un terremoto. Cuando le dije que quería que me cabalgue, me dijo "no, que vas a pensar de mi". Ocho años después, fue la frase más cojuda que le escuché. Luego remató "yo, no soy una de tus putas". No sé a cuáles se refería ni como las conocía. Me sacó totalmente de la situación. Se sacó el tapaojos y me dijo que ya había terminado. Cogió sus pastillas del velador, agarró la jarrita de agua y se las tomó. Se echó en la cama. Y no pasó mucho rato para que se quedara dormida Ya en ese momento, sinceramente ni pensaba en mi cuñada. Ni en nada, me sentía fastidiado. Me puse el pantalón del pijama y fui a la cocina por una lata. Cuando entré mi cuñada estaba con un short diminuto y un polo de tiritas. Sin sostén, estaba rallando queso parmesano y tenía sobre la mesa tipo isla un plato de pasta. Con todo el enojo, sinceramente se me olvidó asustarla. Ni si quiera el ver sus enormes senos moverse al ritmo del rallador, me hizo pensar en lo que pasaría esa noche. Seriamente la saludé y abrí la refri. Cuando cerré la puerta, se había acercado un poco más y me preguntó "no me das una". La palabra "das", me reconectó con lo que tenía al frente "te doy las que aguantes'. Se sonrió y me dijo "yo no soy mi hermana, tú te dormirías primero que yo ". Todo en doble sentido o en un solo sentido. Entonces saqué una lata más y me acomodé en una silla frente a su plato de comida. Cogí dos vasos y las servi. "Salud por las que no se duermen", le dije y me dijo "salud y que se hasta la última gota". No voy a decir que tuvimos la conversación más interesante del mundo. Es más, yo solo la veía mover los labios, no me interesaba lo que decía. Y si es que tenía algo que decir, yo estaba ahí para darle, pero no consejos. Ya para esto, había sacado un zacapa del bar y nos lo íbamos tomando sentados en el mueble, mientras en la tele sonaban los temas de Sabina. No sé cómo ni en qué momento, ni que dijo, que me abrazó supuestamente llorando y me hizo sentir todos sus senos duros en el pecho. Luego levantó los ojos hacia mi y me dijo "tú me vas a cuidar verdad". La verdad ni sabía de qué, en ese momento solo le dije que sí, por inercia. Pensando que no podía ser tan salado, esa noche me estaba viendo como su papi o su hermano mayor. Tal vez. O lo que es peor, el amigo gay. Entonces, le di un beso en la punta de la nariz y le dije que tranquila, que ahí con nosotros estaba segura. Y me devolvió el beso a la altura de los labios, agradeciendo. Cuando iba a bajar el rostro para acomodarse nuevamente en mi pecho, le levanté el mentón y le di un beso en los labios. Ya estaba en ese momento en el que si entraba la policía, iba a dejar que me disparen, pero yo me la iba a tirar. Mejor dicho, no me interesaba nada. Ni que se levante Sara. O que mi cuñada me delatara. Correspondió el beso, como cachorrito desesperado cuando siente la teta de la mamá. Y yo empecé a meterle mi lengua para comenzar a manejarle el ritmo. Para qué, luego de esos besos. Ya no parecía una chibola alocada que recién iba a probar pene, desaceleró y mientras nos besábamos, metió su mano en mi pantalón de pijama y comenzó a pajearme. Lo hacía de una forma en que me hacía pensar en que quería que eyaculara en su mano y buenas noches. Entonces no podía permitir que eso pasara. Le arranqué el polo de tiritas y sus senos enormes cayeron sobre mí. Tenía unos pezones enormes y marrones. A los que sin perder el tiempo comencé a mamarlos. Eso hizo que ella dejara mi pene y comenzara a acariciarme el cabello, despeinarse. Hacía suaves masajes en mi cabeza. Mientras me pedía que cambiara de seno cada cierto rato. La arrecosté en el sofá y puso cara de resignación. Bajé a comerme su vagina, quería probarla con mi boca, mi lengua. Antes de penetrarla. Y me confesaría después que nunca en su vida le habían hecho un oral, que se lo pedían a ella, pero no se lo hacían. Y que cuando la eché pensó que tiraríamos en misionero y que los chibolos con los que había estado solo hacían esa, terminaban y se dormían. Y que había visto que su hermana también y que pensó que, así sería este encuentro también. Volviendo al momento. Me comí su deliciosa vagina a mis anchas. Me sentía un sobreviviente a un ataque zombie, luego de encontrar comida después de meses. La arrechura ya me gobernaba. La hice poner en 4 y comencé a besarle las nalgas. Chicas, pero en esa pose, dejaba formarse una pequeña pera, necesitada de trajín. Luego de besarle y darle algunas mordidas a las nalgas, le metí mi lengua por ese culo selladito. Hizo un ademán como que me salga de ahí, pero luego de sentir mi lengua, comenzó a moverse en círculos. Siguiendo en 4, acomodé mi verga en su vagina y comencé a penetrarla, tomándola de la cintura. Cuando recién la metí, sentí todo el calorcito de su vagina joven y el "cuñadito", seguido de un alarido. Hizo que me sadiqueara. Le di como a cajón malogrado. Luego la eché dándome la espalda y cuchareamos, mi mano derecha apretaba sus senos. Y con mi pierna la tenía apretada contra mi. Su vagina estaba recontra mojada. Y cuando pasé mi lengua por su oreja, logré decirle que, de tanto asustarla varía noches, no podía dejar de pasarle huevo. Sonrió y me pidió cabalgar. Me senté y se puso encima mío. Primero puso sus manos en mis muslos, mientras la penetraba y se las sujeté haciendo un poco de presión sobre ellas. Luego en el movimiento, levanté una de sus piernas sobre mi hombro y luego la otra. No dejaba de moverse y sus alaridos se mezclaban con la voz aguardentosa del español. Le bajé las piernas nuevamente y la apreté sobre mi pecho para sentir sus senos mientras seguía cabalgando. Se abrazó fuerte de mi cuello y comenzó a decirme que se orinaba. Le dije que siguiera, que ahí era. Cuando pensé que soltaría un grito que despertaría hasta los adornos. Me metió una mordida en el hombro, de satisfacción. En ese momento dejé salir todo adentro de ella. Nos limpiamos. Fui a darle una mirada al cuarto y volví a la sala para seguir conversando. Aunque no me acuerdo de qué hablamos, tampoco me interesaba. Tiramos dos veces más. No le di por el culo esa noche, ni ninguna otra, pero si me la chupó varias veces. Y tirábamos en distintos lugares de la casa. Las chupadas eran el saludo de buenos días, buenas tardes, buenas noches. Se estaba apropiando de mi pene. Y yo seguía el juego, esperando que pronto vuelva a Piura o se consiga un gil. No podía cortar yo, porque el despecho me podría tirar todo abajo. Y bueno, cuando al fin me animé a escribir este relato. Habían pasado apenas unos meses. Al fin se consiguió un chibolo que la llevaba a bailar, que iba al cine, a comer. Caminaba de la manito. Pero siempre, todas las noches, entraba al estudio para saludarnos. Tal vez y el chibolo todavía no sabía cómo hacerla terminar. O qué sé yo. Yo más que nadie esperaba que encuentre al indicado para que me la saque de encima. Yo de alguna forma tormentosa, amaba a Sara y lo de su hermana era solo una ayuda familiar a lo que ella había descuidado. La noche que me animé a escribir sobre esto, Camila se había ido a una fiesta, llegó llorando como a las dos horas a casa y entró al estudio. Me abrazó, se sentó en mis piernas y se puso a hablarme de no sé qué huevadas. Mientras me llenaba de besos. Yo me quedé inmóvil. Petrificado. Mirando a Sara que me miró como nunca nadie me había mirado en mi puta vida, no podría describir lo que vi en sus ojos. Esa noche Sara no tomó sus pastillas, me estaba contando que creía que su hermana estaba enamorada de alguien y que no era su gil de ese momento. Yo le hablaba esperando que pronto se vaya a dormir para continuar escribiendo, pero no se iba y en ese momento entró mi cuñada. Y en ese momento, me paré y me fui. Ya sabía que esa cojuda me iba a quitar todo, menos leche. No había explicación que dar. Perdí. Y bueno, así es la vida. Se gana y se pierde. Fin. Ah, mi cuñada me seguía jodiendo para tirar. Pero ya no tenía nada que ocultar. Así que la pude chotear sin asco, después de unas cuantas veces más. No era fea, ni mala persona. Pero eran solo polvos y ya se había puesto intensa. No la iba a llevar a mi nuevo departamento, la metía a telos y se arañaba. Así que le dije que tenía una amante con la que engañaba a su hermana y que una vez que se acabó, la formalicé y nos íbamos a casar. No era verdad, pero le di en el ego y se alejó. Felizmente. Alguna vez la vi como anfitriona en algunos eventos. Me daban ganas de pulsearla a ver si caía, pero recapacitaba y no me acercaba. Tal vez más madura y menos intensa si me la tiraría. Tal vez si buscaba solo eso, tirar.
Había dejado olvidado este relato. Pasa que mi ahora ex, lo leyó y se me vino un broncón. En la que tuve que irme de la casa. Bueno, de lo que recuerdo. Sara empezó a chuparme las bolas. Saboreaba todo mi pene. Y yo sentía que nos estaban mirando. El piso de parquet es delator de espías. Cogí el tapaojos que usaba ella para dormir, de encima de la cama y se los fui poniendo mientras le decía que no deje de chuparla. Esbozó una sonrisa que tal vez y no olvide jamás. Se relamió los labios y una vez puesto el tapaojos, continuó. Hasta que la cargué a la cama. Me dijo que quería sentirme en misionero. Así que obediente comencé a penetrarla con movimientos suaves, mientras con sus piernas se iba trenzando a mi cuerpo para que no me saliera, no pensaba hacerlo, ni así nos cayera un terremoto. Cuando le dije que quería que me cabalgue, me dijo "no, que vas a pensar de mi". Ocho años después, fue la frase más cojuda que le escuché. Luego remató "yo, no soy una de tus putas". No sé a cuáles se refería ni como las conocía. Me sacó totalmente de la situación. Se sacó el tapaojos y me dijo que ya había terminado. Cogió sus pastillas del velador, agarró la jarrita de agua y se las tomó. Se echó en la cama. Y no pasó mucho rato para que se quedara dormida Ya en ese momento, sinceramente ni pensaba en mi cuñada. Ni en nada, me sentía fastidiado. Me puse el pantalón del pijama y fui a la cocina por una lata. Cuando entré mi cuñada estaba con un short diminuto y un polo de tiritas. Sin sostén, estaba rallando queso parmesano y tenía sobre la mesa tipo isla un plato de pasta. Con todo el enojo, sinceramente se me olvidó asustarla. Ni si quiera el ver sus enormes senos moverse al ritmo del rallador, me hizo pensar en lo que pasaría esa noche. Seriamente la saludé y abrí la refri. Cuando cerré la puerta, se había acercado un poco más y me preguntó "no me das una". La palabra "das", me reconectó con lo que tenía al frente "te doy las que aguantes'. Se sonrió y me dijo "yo no soy mi hermana, tú te dormirías primero que yo ". Todo en doble sentido o en un solo sentido. Entonces saqué una lata más y me acomodé en una silla frente a su plato de comida. Cogí dos vasos y las servi. "Salud por las que no se duermen", le dije y me dijo "salud y que se hasta la última gota". No voy a decir que tuvimos la conversación más interesante del mundo. Es más, yo solo la veía mover los labios, no me interesaba lo que decía. Y si es que tenía algo que decir, yo estaba ahí para darle, pero no consejos. Ya para esto, había sacado un zacapa del bar y nos lo íbamos tomando sentados en el mueble, mientras en la tele sonaban los temas de Sabina. No sé cómo ni en qué momento, ni que dijo, que me abrazó supuestamente llorando y me hizo sentir todos sus senos duros en el pecho. Luego levantó los ojos hacia mi y me dijo "tú me vas a cuidar verdad". La verdad ni sabía de qué, en ese momento solo le dije que sí, por inercia. Pensando que no podía ser tan salado, esa noche me estaba viendo como su papi o su hermano mayor. Tal vez. O lo que es peor, el amigo gay. Entonces, le di un beso en la punta de la nariz y le dije que tranquila, que ahí con nosotros estaba segura. Y me devolvió el beso a la altura de los labios, agradeciendo. Cuando iba a bajar el rostro para acomodarse nuevamente en mi pecho, le levanté el mentón y le di un beso en los labios. Ya estaba en ese momento en el que si entraba la policía, iba a dejar que me disparen, pero yo me la iba a tirar. Mejor dicho, no me interesaba nada. Ni que se levante Sara. O que mi cuñada me delatara. Correspondió el beso, como cachorrito desesperado cuando siente la teta de la mamá. Y yo empecé a meterle mi lengua para comenzar a manejarle el ritmo. Para qué, luego de esos besos. Ya no parecía una chibola alocada que recién iba a probar pene, desaceleró y mientras nos besábamos, metió su mano en mi pantalón de pijama y comenzó a pajearme. Lo hacía de una forma en que me hacía pensar en que quería que eyaculara en su mano y buenas noches. Entonces no podía permitir que eso pasara. Le arranqué el polo de tiritas y sus senos enormes cayeron sobre mí. Tenía unos pezones enormes y marrones. A los que sin perder el tiempo comencé a mamarlos. Eso hizo que ella dejara mi pene y comenzara a acariciarme el cabello, despeinarse. Hacía suaves masajes en mi cabeza. Mientras me pedía que cambiara de seno cada cierto rato. La arrecosté en el sofá y puso cara de resignación. Bajé a comerme su vagina, quería probarla con mi boca, mi lengua. Antes de penetrarla. Y me confesaría después que nunca en su vida le habían hecho un oral, que se lo pedían a ella, pero no se lo hacían. Y que cuando la eché pensó que tiraríamos en misionero y que los chibolos con los que había estado solo hacían esa, terminaban y se dormían. Y que había visto que su hermana también y que pensó que, así sería este encuentro también. Volviendo al momento. Me comí su deliciosa vagina a mis anchas. Me sentía un sobreviviente a un ataque zombie, luego de encontrar comida después de meses. La arrechura ya me gobernaba. La hice poner en 4 y comencé a besarle las nalgas. Chicas, pero en esa pose, dejaba formarse una pequeña pera, necesitada de trajín. Luego de besarle y darle algunas mordidas a las nalgas, le metí mi lengua por ese culo selladito. Hizo un ademán como que me salga de ahí, pero luego de sentir mi lengua, comenzó a moverse en círculos. Siguiendo en 4, acomodé mi verga en su vagina y comencé a penetrarla, tomándola de la cintura. Cuando recién la metí, sentí todo el calorcito de su vagina joven y el "cuñadito", seguido de un alarido. Hizo que me sadiqueara. Le di como a cajón malogrado. Luego la eché dándome la espalda y cuchareamos, mi mano derecha apretaba sus senos. Y con mi pierna la tenía apretada contra mi. Su vagina estaba recontra mojada. Y cuando pasé mi lengua por su oreja, logré decirle que, de tanto asustarla varía noches, no podía dejar de pasarle huevo. Sonrió y me pidió cabalgar. Me senté y se puso encima mío. Primero puso sus manos en mis muslos, mientras la penetraba y se las sujeté haciendo un poco de presión sobre ellas. Luego en el movimiento, levanté una de sus piernas sobre mi hombro y luego la otra. No dejaba de moverse y sus alaridos se mezclaban con la voz aguardentosa del español. Le bajé las piernas nuevamente y la apreté sobre mi pecho para sentir sus senos mientras seguía cabalgando. Se abrazó fuerte de mi cuello y comenzó a decirme que se orinaba. Le dije que siguiera, que ahí era. Cuando pensé que soltaría un grito que despertaría hasta los adornos. Me metió una mordida en el hombro, de satisfacción. En ese momento dejé salir todo adentro de ella. Nos limpiamos. Fui a darle una mirada al cuarto y volví a la sala para seguir conversando. Aunque no me acuerdo de qué hablamos, tampoco me interesaba. Tiramos dos veces más. No le di por el culo esa noche, ni ninguna otra, pero si me la chupó varias veces. Y tirábamos en distintos lugares de la casa. Las chupadas eran el saludo de buenos días, buenas tardes, buenas noches. Se estaba apropiando de mi pene. Y yo seguía el juego, esperando que pronto vuelva a Piura o se consiga un gil. No podía cortar yo, porque el despecho me podría tirar todo abajo. Y bueno, cuando al fin me animé a escribir este relato. Habían pasado apenas unos meses. Al fin se consiguió un chibolo que la llevaba a bailar, que iba al cine, a comer. Caminaba de la manito. Pero siempre, todas las noches, entraba al estudio para saludarnos. Tal vez y el chibolo todavía no sabía cómo hacerla terminar. O qué sé yo. Yo más que nadie esperaba que encuentre al indicado para que me la saque de encima. Yo de alguna forma tormentosa, amaba a Sara y lo de su hermana era solo una ayuda familiar a lo que ella había descuidado. La noche que me animé a escribir sobre esto, Camila se había ido a una fiesta, llegó llorando como a las dos horas a casa y entró al estudio. Me abrazó, se sentó en mis piernas y se puso a hablarme de no sé qué huevadas. Mientras me llenaba de besos. Yo me quedé inmóvil. Petrificado. Mirando a Sara que me miró como nunca nadie me había mirado en mi puta vida, no podría describir lo que vi en sus ojos. Esa noche Sara no tomó sus pastillas, me estaba contando que creía que su hermana estaba enamorada de alguien y que no era su gil de ese momento. Yo le hablaba esperando que pronto se vaya a dormir para continuar escribiendo, pero no se iba y en ese momento entró mi cuñada. Y en ese momento, me paré y me fui. Ya sabía que esa cojuda me iba a quitar todo, menos leche. No había explicación que dar. Perdí. Y bueno, así es la vida. Se gana y se pierde. Fin. Ah, mi cuñada me seguía jodiendo para tirar. Pero ya no tenía nada que ocultar. Así que la pude chotear sin asco, después de unas cuantas veces más. No era fea, ni mala persona. Pero eran solo polvos y ya se había puesto intensa. No la iba a llevar a mi nuevo departamento, la metía a telos y se arañaba. Así que le dije que tenía una amante con la que engañaba a su hermana y que una vez que se acabó, la formalicé y nos íbamos a casar. No era verdad, pero le di en el ego y se alejó. Felizmente. Alguna vez la vi como anfitriona en algunos eventos. Me daban ganas de pulsearla a ver si caía, pero recapacitaba y no me acercaba. Tal vez más madura y menos intensa si me la tiraría. Tal vez si buscaba solo eso, tirar.
