Sí, me cogía a mi hijastra

Sexo y Poder: Historias secretas del sátiro chotano, Pedro Castillo

Sí, me cogía a mi hijastra
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Uno de mis grandes placeres durante mis años en Chota era horadar el Aníbal Torres de Jennifer Paredes. Seguramente la conocen como mi hija putativa, aunque su comportamiento, desde muy wawa, tiende a inclinarse más hacia lo "puta" que a lo "tiva". Más allá de los delitos por tráfico de influencia de la honorable hermana de mi repudiable esposa, Jennifer era una joven encantadora. Llegó a nuestras vidas a la temprana edad de 8 años, cuando mi esposa Lilia y yo decidimos adoptarla. Debo admitir que traté de mantenerme alejado lo máximo posible de su cuidado, ya que mi apetito por los vicios de la lujuria y la perversidad era voraz, y estar cerca de ella avivaba la flama de mi locura, el diablo me susurraba tentadoras propuestas al oído.

No señalen mi perversidad, fariseos, Lilia, a sus quince años, tenía una presencia notable y apetecible, ella generaba una reminiscencia de la belleza de una diosa ancestral. Con el tiempo, al llegar a los 22 años, su cuerpo experimentó terribles cambios, atribuibles en parte al uso prolongado de anticonceptivos desde temprana edad por mi gran culpa. Aunque procuraba mantener distancia, su atractivo resultaba prohibido para mí. Fueron incontables las ocasiones en las que, de manera "accidental", la observé desnuda en momentos cotidianos, como cuando se bañaba con delicadeza utilizando un pequeño balde. Era un manjar de dioses observar ese cuerpo cobrizo y su vagina limpia de vellosidad púbica gritar por tener ya mismo un castigador, un domador que le haga sentir lo que es un Tayta. Aunque mis acciones eran invasivas, nunca desaprovechaba oportunidades para observar por un huequito de la pared de adobe las tiernas duchas de Yenifer.

Recuerdo con fascinación aquella vez en la que Jennifer descubrió la masturbación mientras jugaba con una manguera. Era conmovedor observar su inocencia al experimentar el placer al dejar que el agua acariciara su sensible clítoris. En silencio, la vi sonreír y morderse los labios, lo que me impulsó a explorar mis propios deseos de forma privada, me introduje, como tantas veces, a las nobles artes de la masturbación. Mis manos se movían con suavidad, mientras ella, detrás de la pared de adobe, cerraba los ojos, mientras experimentaba una sensación que le era nueva y emocionante. Jennifer, tan simple y pura, irradiaba un brillo especial debido a su juventud y delicadeza. Me di cuenta de que ella también alcanzó el orgasmo, sus labios formando una 'o' de asombro, y sus ojos mostrando el placer de su primer clímax. Yo también llegué al clímax, y siento vergüenza al recordar que tuve que limpiar mi propia satisfacción con algunas hojas que encontré, que resultaron ser exámenes de los alumnos del colegio donde trabajaba. Era, soy y seré un monstruo.

Sin embargo, lo más bizarro que esta noble alma del señor, yo, Pedro Castillo, redentor andino, heredero de Atahualpa, Prometeo del Peru, Cesar del Peru, Cristo de la justicia social, Pericles de los andes, Mesías de la revolución peruana, apóstol del cambio, profeta del nuevo amanecer, salvador de las almas oprimidas, ungido de la gran transformación, ultimo bastion de la esperanza, magnifico guerrero de los andes, espartano de Chota, titan castigador del letargo limeño, piedra angular del nuevo imperio, forjador de un futuro radiante, gran protector de la tradición incaica, arauto de la nueva naciòn, ultima trompeta de Jerico, ultimo azote de dios contra la capital, guardian de los andes, heraldo de la justicia, arquitecto del nuevo amanecer, redentor del dolor pasado, renovador de la política peruana, heredero digno de Tupac Amaru, custodio de la justicia popular, hizo, fue robar unos calzones de Barbie que poseía mi hija adoptiva, para masturbarme con sus prendas interiores después de dictar clases en un pequeño colegio de chota.

 

Esta es una continuación, podrás encontrar los primeros relatos aquí:
-Betssy Chávez, la insaciable
-Cerrón, con el inició todo
Sexo y Poder: Historias secretas del sátiro chotano, Pedro Castillo

 

continua el relato, se nota que hay mucho por contar