Crónicas del Placer Don Pepe, un viejo gordo y libinidoso (Parte 13)

Tema en 'Relatos Eróticos Peruanos' iniciado por Salta Montes, 14 May 2024.

    Salta Montes

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    El ambiente dentro del cuarto de limpieza se cargaba con una tensión palpable mientras Don Pepe se acercaba a mí, sus ojos ardían con un deseo intenso que me envolvía por completo. Cada paso que daba aumentaba la anticipación, como si estuviéramos a punto de sumbullirnos en un océano de pasión.

    A pesar de mi deseo de mantener la luz encendida, mis ojos buscaron instintivamente las rendijas de la puerta. Don Pepe, siempre atento a mis preocupaciones, leyó mis pensamientos y actuó con rapidez para tranquilizarme. Con un movimiento decidido, cerró las cortinas con una tela gruesa y oscura, creando un santuario de intimidad donde pudiéramos entregarnos sin preocupaciones. Su gesto me llenó de alivio, disipando cualquier temor que pudiera haber existido.

    Bajo el manto de la madrugada, el mundo exterior se sumergía en una paz apacible, ajeno a la intensidad que se desatando entre nosotros. Encerrados bajo siete llaves, como si fuéramos los guardianes de un secreto profundo, estábamos en el interior del cuarto de limpieza a punto de entregarnos al éxtasis de la intimidad. La luz de la bombilla eléctrica permanecería prendida, será un testigo silencioso de nuestra pasión que se desbordaría irremediablemente.

    Ante la imponente presencia de Don Pepe, me dejé llevar por su dominio magnético. Mientras masticaba chicle, con una mirada apenas perceptible, me indicó que me quedara quieta para deshacerme del largo saco que me cubría, dejándome únicamente con la bata transparente que apenas velaba mi piel. Los ojos de Don Pepe, como llamas danzantes en la oscuridad, reflejaban una satisfacción profunda, como si cada chispa de deseo compartido encendiera un fuego en su interior. Su mirada hablaba sin palabras, revelando un placer compartido que envolvía el espacio entre nosotros.

    Deseaba verme por completa, así que me dio una vuelta lenta y elegante, como si estuviéramos danzando en una melodía invisible. Sus ojos, llenos de deseo y pasión, recorrían cada centímetro de mi ser, saciándose con la visión de mi cuerpo. En ese momento, su mirada era más elocuente que cualquier palabra, revelando un anhelo que ardía en lo más profundo de su ser.

    Con gracia y confianza, me acerqué a la colchoneta donde Don Pepe se había sentado, sus ojos, como dos imanes, seguían cada movimiento que hacía. Con un gesto sensual, me pidió que caminara como una vedette en un cabaret, y yo, dejándome llevar por el deseo de satisfacerlo, me moví con elegancia y seguridad, disfrutando del poder que emanaba de cada paso. Sus ojos hipnóticos parecían grabar en su memoria cada contorno de mi cuerpo mientras avanzaba, creando una atmósfera cargada de anticipación y seducción.

    Con cada paso sentía, como la confianza y la elegancia me envolvían, mientras recorría la mini habitación con la gracia de una modelo en una pasarela, dejando al descubierto la curvatura de mi cuerpo con cada movimiento. Cada volteo de mi cadera parecía encender aún más la pasión en los ojos de Don Pepe, quien, hipnotizado por la escena, no podía apartar la mirada de mí. Sus ojos brillaban con deseos, atrapados en el hechizo de mi danza, creando una tensión palpable en el aire cargado de excitación.

    En medio de esta improvisada pasarela, cada giro era una invitación tentadora, un destello de piel a través de la seda transparente de mi bata. Sentía su mirada ardiente seguir cada movimiento, cada curva mientras la excitación bailaba entre nosotros en el aire cargado de anticipación. Con cada vuelta estratégica, levantaba ligeramente la tela para revelar un destello de piel de las comisuras de mis nalgas, un atisbo imperceptible de lo que él ansiaba, y en ese instante, su rostro se dibujaba en una expresión de puro deseo y satisfacción. Era como si cada movimiento, cada gesto incendiera una llama más intensa en la vorágine de pasión que nos envolvía.

    En este encuentro clandestino, cada gesto se convertía en un juego de seducción sin límites. Al soltar el improvisado moño que aprisionaba mis cabellos, sentí como la libertad fluía a través de cada hebra, un eco de la pasión que nos envolvía. La caída de mi melena fue como una cascada de tentaciones, un gesto tan simple que encendió aún más una chispa de deseo en los ojos de Don Pepe.

    Él se recostó en la colchoneta con una despreocupación que enardeció aún más el ambiente, sus brazos extendidos como alas abiertas, se vislumbraba su ancha y peluda barriga y revelando el poderío de su masculinidad en todo su esplendor. Su cuerpo se convertía en un templo de pasión, un santuario donde los deseos ardientes danzaban al compás de nuestros latidos acelerados.

    Con una sutil orden con su mano, me invitó a arrodillarme frente a su magestuoso órgano. Abrí mi boca todo lo pude, la gran cabeza ligeramente torcida quedó insertada dentro de ella y no entraba más, ni siquiera era la tercera parte. Lo saqué para lenguetearlo una vez , después otra vez, y todas las veces que yo quería, como un rojo chupetín colombiano. Mis manos recorría sus peludas piernas y voluminosa barriga, sintiendo un deseo irresistible de ser poseída. Ansiando devorarlo con ganas, mis manos no lograban agarrar con suavidad el grosor. El estaba allí, imperecedero y magestuoso como un fierro listo a fraguar. Mis labios besaban insistentemente cada milímetro de piel ¡Todo era exquisito! al saborearlo a lenguazos. Con mis delicadas manos lo moví con lentitud, haciendo que el coloso entrara en contacto con mi cara, sintiendo una explosión de placer en mi interior era cálido y suave, mientras me hundía a succionar sus testículos cubiertos por una selva inexpugnable. Mis manos se empequeñecieron ante la gigantesca piel escrotal, parecían dos bolsas colgantes, sentía chispotazos de electricidad cuando lo agarraba a aplastarlos suavemente, un torrente eléctrico fulminaba mi cuerpo. Desde la raíz, recorrí toda la pinga lentamente hasta la cabeza, una y otra vez, fueron interminables veces que lo recorrí, estaba enloquecida de placer. Y en cada recorrido era mejor que la anterior, disfrutaba como una diosa en el paraninfo del deseo y placer. Unas incipientes gotitas seminales empezó a derramar, lo chupé con rapidez, ese néctar encendió mis sentidos, luego siguieron más brotes de líquidos seminales que salian como puquiales de un cerro virgen y que terminaban en mi interior, hechizando de magnetismo mi cuerpo.

    Con delicadeza y determinación, me posicioné sobre él encontrando su mirada intensa que parecía atravesar mi alma. Cuando me senté sobre su enorme masculinidad, un vértigo de emociones recorrió mi ser como un torrente de placer que inundaba cada fibra de mi de mi ser. Sus ojos, ahora inundado de deseo, me mostraban el camino hacia un mundo de pasión desenfrenada y éxtasis compartido.

    Con gracia y elegancia mis manos se posaron sobre su velluda barriga, mientras comenzaba a cabalgar sobre él, como una jinete en busca de la gloria, cada movimiento era un baile de deseos y pasión, llevándome a un paisaje desconocido donde solo existíamos nosotros dos. Entre gemidos que emitía, anunciaban el éxtasis inminente que se acercaba haciéndome delirar de placer por varias veces, mientras él, embriagado de excitación se entregaba por completo al placer que compartíamos. Era un momento de conexión intensa, donde el tiempo se detenía y sólo existía la sinfonía de nuestros cuerpos unidos en un baile eterno de placer y deseo.

    El éxtasis me envolvió del todo, dejándome exhausta y satisfecha, mi cuerpo quedó arqueado sobre su pecho velludo, jadeando en cada inhalación. Sentí el latido acelerado de mí corazón resonando en el silencio pequeño de la habitación, mientras Don Pepe con suma delicadeza, me ayudó a incorporarme. Con con un gesto gentil, me posicionó en una pose de perrito, preparando el camino para continuar explorando los límites del placer y la pasión en esta clandestina unión.

    Se estableció detrás de mí, arrodillado. Con una mano guío a su pene a la entrada del placer, y con la otra mano me sujetó las anchas nalgas. Y en esa pose excitante, dónde mi cuerpo quedaba arqueado sobre la colchoneta, mi boca se hundía en las sábanas. De un solo empujón llegué a la luna, dejé escapar un gemido débil y riquísimo. Don Pepe había llegado demasiado lejos, estaba en las mismas profundidades de mi alma, inundado en un mar de placeres. Y él seguía frenéticamente ingresando y saliendo a placer, mientras yacía inerte con la cara enterrada en la sabana, babeando y con los ojos blanqueando. Él me daba de alma, el golpe insesante de sus testículos contra mis nalgas, creaban una excitante y monótona sinfonía musical. El inmenso grosor de su virilidad, dibujaba dentro de mí una ancha entrada, de principio a fin. Las explosiones volcánicas exitantes, venían a mí una tras otra, nunca en mi vida había sentido ésto. Hasta que llegó el momento culminante, como un loco depravado y dueño de mi, me inundó toda. Era suya totalmente, sin restricciones, en ese instante me convertí en su esclava de placer. Él gimió a voz apagada y recibí un mar de semen en mi interior, quedamos allí conectados el uno con el otro, no sé cuánto tiempo. Solo sentía los espasmos frenéticos y eléctricos de su miembro imponente desencadenando un estremecimiento sin límites en mí.

    Después de bañarnos en un océano de placer, el aire en la habitación se volvió denso como el vapor en una sauna, impregnado del calor de nuestros cuerpos entrelazados. Con la delicadeza de un amante experimentado, Don Pepe me ayudó a sentarme sobre la colchoneta, una ligera sensación líquida despedía de mi abierta vagina. Y compartimos nuestro éxtasis en el santuario de nuestra intimidad.

    El sudor perlaba nuestros cuerpos, testigo de la pasión desatada, mientras nuestra respiración estaba entrecortadas llenaban el espacio con un ritmo frenético. A pesar del cansancio, el brillo de satisfacción en nuestros ojos, reflejaba la plenitud de haber alcanzado la cima del deseo compartido.

    Frente a mí, el espejo actuaba como un testigo silencioso de nuestro encuentro íntimo, reflejando la sonrisa de satisfacción en mi rostro. En ese instante en la quietud de la habitación, me sentí completa, habiendo saciado mis apetitos más profundos en la danza de un encuentro prohibido.

    Después de un momento de reposo en la colchoneta, mientras volvía en mí, me atreví a preguntarle a Don Pepe cuánto tiempo habríamos estado en aquí en éxtasis compartido. Con su habitual calma y dominio de sí mismo, me aseguró que no había motivo de preocupación que solo habían pasado un par de horas. Extrajo un reloj del bolsillo de su pantalón y con una sonrisa, anunció que ya eran las cuatro y cuarenta y cinco de la mañana. Sentí como un puñal atravesó a mi estómago ante la idea de que mi esposo pudiera estar despierto, porque ya amanecía.

    Sin embargo, la mirada serena y juguetona de Don Pepe calmo mis temores. Con voz suave, me aseguró que no debía temer, que lo más probable era que mi esposo siguiera durmiendo, embriagado por la cerveza que había consumido en abundancia. Sus palabras trajeron un alivio momentáneo en mi corazón agitado, aunque una chispa de ansiedad empezaba a danzar en el fondo de mi mente.

    —Vamos a idear un plan para salir de aquí —declaró Don Pepe con determinación, como si fuera un estratega planeando una misión. Yo me sentí como una conejita enjaulada, sin saber qué hacer ni qué rumbo tomar en medio de aquella situación inesperada.

    Con una gentileza que contrastaba con su decidida actitud, se levantó de la colchoneta y me ofreció su mano para ayudarme a incorporarme. Aunque su gesto era amable, sus ojos no dejaban de recorrer mi cuerpo, como si estuviera grabando cada detalle en su memoria.

    Siguiendo sus indicaciones, comencé a vestirme con la ropa que había dejado cerca, me puse mi sujetador y mi calzón y encima mi bata transparente, y encuentre con mi mirada el saco largo sobre una silla pequeña. Mientras tanto, él también se dispuso a vestirse, pero su atención permanecía completamente centrada en mí, como si fuera incapaz de apartar la mirada.

    Desde la penumbra del cuarto de limpieza, con el corazón latiendo desbocado, esperaba ansiosa el momento oportuno para salir. A mi lado, Don Pepe, con su presencia dominante, parecía estar en calma, pero sus ojos chispeaban con anticipación.

    Con una señal apenas perceptible, Don Pepe miró por la puerta entreabierta, un aire fresco inundó la habitación, sintiendo la tensión aumentar a medida que nos acercábamos al momento crucial. ¿Qué nos esperaría al otro lado? ¿Lograríamos salir sin ser vistos? Me hize mentalmente muchas preguntas, cómo si Don Pepe me las fuera a resolver.

    Con un gesto decidido, Don Pepe salió primero, deslizándose por el umbral con una facilidad que me dejó maravillada. Mi respiración se detuvo mientras esperaba su señal.

    Entonces, como un rayo de esperanza, llegó su mensaje susurrado. Era el momento de actuar. Con pasos ligeros y el corazón en la garganta, me uní a él en el pasillo, moviéndome con la gracia de una sombra en la noche. La puerta se cerró sóla, dejando encerrado los fantasmas sensuales de nuestro encuentro.

    Cada paso era una prueba de nervios, pero avanzamos con determinación, guiados por la necesidad de evitar cualquier encuentro no deseado. En medio de la prenumbra, confiábamos en nuestro instinto y en la promesa de la libertad que nos aguardaba más allá de aquella puerta de mi apartamento.

    Con la estrategia bien planeada, nos separamos en medio de la semi oscuridad, cada uno con su papel que desempeñar en este juego de sombras. Mientras Don Pepe se encaminaba hacia el segundo piso, su figura se perdía entre las sombras de los pasillos, llevando consigo una escoba y un recogedor como señuelos perfectos para su disfraz de barredor.

    Mientras tanto, yo continuaba mi travesía entre los pasillos del segundo piso, cada paso resonaba en el silencio de la madrugada, llevándome más cerca de mi objetivo. Pasé frente a la puerta del apartamento de Daniela, un silencio total con las luces apagadas. El corazón me martilleaba en el pecho, el nerviosismo y la anticipación se mezclaban en una danza frenética.

    Finalmente, llegué al tercer piso, donde las puertas de los apartamentos se alineaban como guardianes silenciosos de sus secretos. Ante la puerta de mi propio apartamento, mi mano temblaba ligeramente al buscar las llaves en mi bolsillo, el miedo a ser descubierta aumentaba con cada segundo que pasaba.

    Recordando las palabras de Don Pepe, me preparé para cualquier eventualidad. Si mi esposo estuviera despierto y se preguntara dónde estaba, le diría que me había ido a ayudar a Daniela a limpiar su casa después de la fiesta. Mientras tanto, confiaba en que Don Pepe estaría cumpliendo su parte del plan, asegurándose de que mi esposo no sospechara nada mientras yo regresaba a salvo a mi apartamento.

    En el momento crucial en que mis dedos se acercaban temblorosos hacia la cerradura de mi apartamento, un destello de luz rompió la penumbra de la madrugada en un departamento distante, lanzando sombras inquietantes sobre los pasillos desiertos. Aunque mi corazón amenazaba con escaparse de mi pecho, luché por mantener la calma y seguir adelante.

    Cada latido de mi corazón resonaba como el eco de un tambor en el silencio de la noche, marcando el compás de mi nerviosismo y anticipación. Con manos temblorosas, giré la llave con cuidado, abriendo la puerta lentamente hacia un mundo de incertidumbre y expectativas.

    Al cruzar el umbral, fui recibida por la tranquilidad apacible de mi hogar, un oasis de paz en medio del caos de la noche. Mis ojos buscaron instintivamente el dormitorio donde dejé a mi esposo descansando, y lo que vi allí me dejó sin aliento, con la boca abierta en asombro y sorpresa.

    CONTINUARÁ...

    *******
    P.D.
    Sí hasta aquí llegaste leyendo, te lo agradezco mucho. Espero que te haya gustado la historia interesante lleno de intrigas, sensualidad y giros extraordinarios. Y quiero que sigas siendo cómplice activo y pasivo de la historia de Marta con Don Pepe.
    *********

    Dale un LIKE, y si es posible un COMENTARIO para dilucidar algunas inquietudes que tengas estimado lector o lectora.
     
    Salta Montes, 14 May 2024

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    Josephsen

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    Daniela con el esposo de Marta.
     
    Josephsen, 15 May 2024

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    Hola @Josephsen

    Lo que mencionas puede ser una opción, común, aunque muy predecible para otros lectores.

    Ahora que te parece estás opciones:


    1. Marta encuentra a su esposo dormido en paz, sin sospechar nada.
    2. Marta descubre que su esposo está despierto y tranquilo, aparentemente sin darse cuenta de lo sucedido.
    3. Marta encuentra a su esposo despierto, pero en un estado emocional perturbado.
    4. Marta se encuentra con una figura sombría o fantasmal que ocupa el lugar de su esposo.
    5. Marta descubre a su esposo con los ojos vacíos y la boca cosida, sugiriendo una presencia siniestra.
    6. Marta es recibida por un esposo con el rostro distorsionado y un brillo maligno en los ojos.
    7. Marta encuentra a su esposo tendido en el suelo, inmóvil y cubierto de sangre, rodeado de sombras danzantes.
    8. Marta encuentra a su esposo que a vomitado por todos lados producto de la cerveza.

    Si gustan podría arrancar con cualquiera opción o podrían sugerirme otra que no está aquí.

    Saludos
     
    Salta Montes, 15 May 2024

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    podría ser que se sorprenda porque al lado de su esposo este don pepe que se las ingenió para llegar primero a su departamento listo para meterse el 2 polvo pero esta vez llevando a un segundo nivel la culpabilidad, complicidad y adrenalina cuando nuevamente la haga suya pero esta vez en su cama con su esposo presente durmiendo plácidamente por los efecto del alcohol, logrando así una mayor sensación de placeres y logrando en marta llegue a su clímax y sepa que se convirtió en la mujer de don pepe y que la hará suya cundo quiera y donde sea.
     
    Taemon, 15 May 2024

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    También fue lo primero que pensé, sin duda es lo más predecible. Entonces debe ser que su esposo está muerto y ahora se quedará viuda y Don Pepé sacará provecho y aplicará todos los días.
     
    JC-OL-10, 15 May 2024

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    Hola @Taemon

    Exactamente, según lo que se ha establecido en la historia, Don Pepe tenía la intención de permanecer en el segundo piso mientras Marta regresaba a su apartamento toda asustadita ella. Por lo tanto, es poco probable (imposible) que haya logrado ingresar don Pepe, antes que Marta.

    Es importante mantener la coherencia con los hechos previamente establecidos en la trama, para que otros lectores no se pierdan o encuentren inconsistencias, y se desilusionen de la historia, por lo que estoy tratando de que esta ficción sea lo más coherente posible, los lectores deben encontrar continuidad de los eventos según el desarrollo de la trama.

    Es comprensible tu punto de vista, mi estimado lector, porque podría generar un giro inesperado en la trama, pero hay que recordar nuevamente lo vuelvo a escribir que Don Pepito, había ideado un plan para quedarse en el segundo piso mientras Marta regresaba a su apartamento, a no ser que halla subido por otro lado, sin que la propia protagonista (Marta) lo haya visto.

    Sin embargo, este tipo de comentarios me demuestran la variedad de interpretaciones que puede tener la historia y cómo ustedes los lectores están comprometidos con la trama.

    Gracias por tu apreciación.

    Un saludo
     
    Salta Montes, 15 May 2024

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    Hola amigo @JC-OL-10
    Jajaja, me has hecho reír ¡De qué manera!
    Pero vamos a analizar tu hipótesis

    Si Marta se quedara viuda según la hipótesis que me mencionas, habría varios cambios significativos en la historia.

    La muerte del esposo de Marta tendría un impacto significativo en su vida y en el desarrollo de la trama, afectando sus relaciones, su estabilidad emocional y su situación económica:


    1. Cambio en la dinámica de poder: Con su esposo fallecido, Marta perdería su principal fuente de apoyo y protección. Esto podría hacerla más vulnerable y susceptible a la influencia de Don Pepe, quien podría aprovechar la situación para ejercer un mayor control sobre ella y someterla sexualmente, peor que una esclava.

    2. Consecuencias emocionales: La muerte de su esposo tendría un profundo impacto emocional en Marta. Podría experimentar sentimientos de culpa, tristeza y confusión, especialmente si su relación con él no estaba en buenos términos antes de su fallecimiento.

    3. Independencia económica: Marta podría enfrentarse a desafíos financieros al perder el sostén económico de su esposo. Esto la obligaría a buscar trabajo o depender de otras fuentes de ingresos, lo que cambiaría su estilo de vida, sus prioridades y sus apetitos sexuales.

    4. Relación con Don Pepe: La relación entre Marta y Don Pepe podría intensificarse si él se convierte en su principal apoyo emocional y financiero después del fallecimiento de su esposo. Esto podría llevar su relación a un nivel más profundo y comprometido, o incluso generar conflictos con la familia de Don Pepe, hay que indicar que el viejito Don Pepe es un jubilado. ¿Qué apoyo le daría a Marta?
     
    Salta Montes, 15 May 2024

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