Las mujeres del esquizofrénico

Sería una tarde, luego de terminar mis trabajos y estudios en Villa el Salvador, que me encontré con Janeth; nos dábamos besos de pico, yo tomándola de las caderas, jalándola hacia mi, mientras ella me tomaba los hombros o rostro sin barba.

Cuando se descuidaba le tomaba las nalgas al caminar, bajo esa ropa de sastre se escondía un cuerpo carnoso y suave; ella depilada y con ese perfume que me hacía desearla más.

Nos sentábamos en parques de Santiago de Surco, o en algún muro de la Universidad Ricardo Palma, la poca luz era cómplice de nuestros besos y mis manos se mojaban dentro de su ropa interior.

De pronto parábamos de jugar y tan solo nos abrazamos ante la venida de algún peatón en esas veredas solitarias, testigos de nuestros breves encuentros. Estábamos con meses de relación y ya nos deseábamos con intensidad.

Sería el año 2013 y ya había pasado por mi intervención cerebral, ya no tendría mi memoria completa, pero mi físico estaría en su mejor rendimiento.

Janet y yo subíamos al hotel, ella frente a mi con un vestido enterizo color crema con flores, pegado al cuerpo y revelador de su prenda íntima blanquita, que yo deseaba tocar, lamer y retirar para empezar a comerme esos labios genitales, con su olor y sabor a deseos y orgasmos.

Al entrar y cerrar, tras de mi, la puerta de la habitación, era sacarme los zapatos y desabrocharme la correa mientras ella me desabotonaba la camisa, era una carrera contra el tiempo hasta quedarme desnudo frente a ella, con una erección que la hacía arrodillarse para degustar mi pieza con sus labios, salibas, lo engreía y se daba cachetadas con mi miembro hasta verla roja y con mis testículos encogidos, latiendo para ella, para su boca y para sus entrañas jugosas.

No aguantaba más y tenía que ponerla sobre la cama para verla agachada y con el vestido recogido dejándome sus dos nalgas con su truza que no demoraba en sacársela para verla completa con sus endiduras, primero deslizar por sus muslos y luego por una rodilla y luego la otra, y en mis manos la olía y colocaba sobre la mesa de noche.

 

Tenía su cuerpo una posición que podía saborear de su clítoris y recorrer con mi lengua esa pepita suya. Me puse tras de ella y le colocaba la punta despacito y la volvía a sacar, mientras le terminaba de acariciar su nuca, su espalda hasta terminar con sus piernas. Volvía a introducir la cabecita y ella suplicaba que se la meta entera. Yo le preguntaba - te gusta? - ella suplicaba por que la penetre. La tomé de los cabellos y la embestí con mis caderas sonando con sus nalgas, mientras ella soltaba un genio ahogado y profundo como su útero, con un movimiento se la saqué y volví a metérsela, agarré mi celular y la grababa con una ida y venida, golpe con amor en su ser. - Te gusta? - Sí! Sigue!
Luego de grabar esos minutos dejé el celular y con las dos manos tomaba sus caderas hacia mi, con cada embestida, ella tenía apoyada la cara a la cama y se entregaba con placer, gimiendo bajito como faltándole la respiración. Con mi mano derecha usaba mi pulgar para explorar su ano, y tan solo le colocaba la yema del dedo en su entradita para verla alocarse con esa caricia.

Descansamos brevemente mientras la puse en misionero, con sus piernas recogidas y co sus manos en las rodillas me invitaba a poseerla, me colocaba arrodillado con las piernas abiertas y jugueteaba con mi falo efecto mientras ella se mordía los labios y jugaba con sus senos y yo me colocaba sobre ella lamiendo sus pezones. Ella volvía a lubricarse y la penetraba al ritmo de nuestros corazones agitados. Luego le tomaba las manos y ella me decía - viólame - yo la cachaba con empujones fuertes y alternando con ritmos suaves como zapatero que atraviesa el cuero - eres mi punta? - sí - si qué? - si soy tu puta - y mis movimientos se aceleraban para ella venirse en un orgasmo placentero y mirada al vacío.
La tarde se hacía noche y nos dispusimos a bañarnos, temperé la ducha mientras ella orinaba en el retrete, luego se amarró el cabello con una liga pulsera y me abrazó por la espalda y yo giré mi cuerpo para besarla, la puse contra la pared y tomé sus senos mientras mis piernas se torcían para impulsar mi penetración, una vez bien erecto ella sacó su colita hacia mi y yo la cogí con uno dos y tres movimientos ya la tenía clavada. Aunque algo incómodos la pude bombear mientras el agua discurría por su espalda y mi pecho, cerré el agua y la llevé a la cama casi tropezando y la puse sobre su espalda en la orilla de la cama y yo parado le di una lamida a su vagina para meterle mi pene en su rico agujero, la tomé de sus brazos y ella de los míos, así las embestidas eran más intensas hasta venirme en su vientre casi explotando y ella mirándome con sus dientes y boquita deseosa, me la limpió con sus labios y lengua. Terminamos de bañarnos y salimos a comer algo, para luego ir cada uno a su casa, yo con la cara oliendo a concha, pero satisfecho de esa hazaña.

 

Un fin de semana en primavera Janeth y yo pactábamos vernos en la noche, ella traía sus ropas y zapatos de tacón en su bolso marrón, era mi casa el punto de encuentro. Íbamos a salir a bailar en alguna discoteca; pantalones crema, camisa manga corta, una casaca marrón, gel en el cabello, zapatos marrones; ella un vestido de tiras color azul noche con flores como cucardas, la casaca crema, maquillaje que encendía sus ojos achinados, labios rosa, con perfume que me ponía el estómago blandito.
Tomamos una movilidad y comimos una amburguesa, compraba agua minerales y guardaba ambos celulares como mi billetera y las llaves de mi casa, así como papel higiénico y un peine azul.
Subimos al local, con la noche ya entrada en horas, nos acomodamos en una mesa de dos, fui por sangría a la barra mientras no despegaba mi mirada a nuestra mesa cuidando a mi compañera; volví con la jarra y los vasos y serví para ambos. Ella se activaría con la música, unos minutos más y el alcohol hacía efecto en sus mejillas y nuestras miradas.
Sonaba una salsa y nos fuimos a la pista de baile siempre viendo las casacas de nuestra mesa. Ahora cambiaría a un merengue y luego un reguetón nos hacía mover más sensuales. Cambiaría a una suave y nos sentábamos mientras tomaba mi agua mineral.
El local empezaba a llenarse y las parejas llenaban las mesas cercanas a la nuestra. El olor a sudor, alcohol y cigarrillos invadía todo el local. En la pista bailábamos haciendo pasos sensuales y rítmicos; de pronto sentí unas manos tocar mis nalgas, voltié y una mujer con su chibolo bailaban frenéticamente, ella me miró y apretando los labios levantaba sus brazos con un vaso y una botella de cerveza. Janeth escuchó mi explicación y nos fuimos más allá.
Cumbias van, salsas que se convertían en bachatas y la atracción nos ganabael deseo de tenernos. - Vamos? - le dije y ella respondía con un yap. Era tomar las casacas y enrumbamos a mi casa. Una combi estacionada con pocos pasajeros me llevó a decidir por un taxi de 10 soles.
Los dos sentados atrás en el taxi, la abracé y entre los besos mi mano la cojía de las caderas luego ella se acomodaba para permitirme deslizar mi mano por sus nalgas y dedear su rajita, era la sensualidad, erotismo, adrenalina de hacer cosas pudiendo ser vistos; ella se contorneaba mientras yo exploraba sus adentros.

 

Me tocó guiar al taxista, bajamos a por la puerta de enfrente de mi casa, pero entramos por la puerta de la vuelta, la de la cocina. Hicimos algo de ruido y avisé a mi madre que habíamos llegado. Janeth se fue a los servicios mientras yo acomodaba un par de colchones en la sala, pues teníamos ese espacio para los dos. Un par de sábanas y sacarme los zapatos mientras ella venía ya sin tacones. Poníamos los celulares en modo avión y nos recostamos juntos, mientras nos besábamos yo exploraba su rajita, y oh sorpresa, ya no traía braguitas, eso me arrechó y ella me ayudó a desvestirme y ya desnudo ella me acarició tocando mi rostro con sus manos y besó mi labios mordiéndolos con pasión, ella iba por mi pecho y bajaba hasta tocar mi pieza, apretaba con cariño mientras yo desabrochaba con una mano su brazier y le bajé el vestido para chupar sus pezones, jugaba con ellos, soplaba mordía y apretaba sus senos.
Ella se acuesta sobre su espalda y sus manos sensibilizaba sus pechos mientras yo fijaba mis atenciones a su pubis, mi lengua tenía una papa por rellenar, supe estimular esa zona para tenerla lubricada con sus jugos.
Ella estaba tan exitada que me puse de rodillas entre ese par de columnas piernas de color leche con una pizca de café. Aún a oscuras estábamos iluminados por las luces de la calle entrando por las ventanas, tan suficientes para ver su carita de deseo.
Estando erecto me puse sobre ella, con todo mi peso en mis codos mientras con las manos acariciaba su rostro, sus cabellos, la comía a besos mientras ella botaba gemidos y le salían vapores de satisfacción, ella me abrazaba, tomaba mi espalda, mis glúteos, y yo atravezandola; me aparté y la puse en posición fetal y mis rodillas hacían espacio en las de ella para poder penetrarla, la tomé de un brazo para poder tirar de ella y hacer más profunda cada metida y sacada.
Ella se contenía, concentrada en disfrutar - sigue, ya casi, ohh dame, así rico, no pares hummm - hice una pausa y ella se alocó y de pronto se lo hice rápido - oh ou uff - se vino, su cuerpo se puso duro y luego blandito al terminar; se la saqué y había una espuma blanca, eran sus jugos batidos como la mayonesa de una papa rellena, me recosté a su lado y ella se acomodó en mi pecho con una pierna sobre mis piernas, ella transpiraba y su mano agradecía a mi falo por tanto placer que habíamos recibido; se lo comió de un solo movimiento, yo estaba siendo succionado por su boquita, una vez bien dura ella se me montó, desapareciendo mi pieza con su chuchita, guié con mis manos esas caderas para luego jugar con sus senos, mientras ella tomaba ritmo con sus caderas a su cabalgata. Eran noches de calor y más con ella mojábamos las sábanas. Se agachó ella a besarme y yo con un dedo lubricado por sus jugos, jugaba en su anito, ella aceleraba sus movimientos y tiraba la cola hacia detrás para hacer más profundo el juego con mis dedos.
Me levanté antes de que termine por eyacular, la puse de perrito y sin perder tiempo se la metí mientras tomaba sus cabellos jalándola con fuerza alternando con penetradas suaves, luego le hice la del perrito sin contacto con sus nalgas, tan solo mi pene chocaba con ella, eso la volvía loca, me paré y ella aún de perrito la tumbé a la cama para poner todo mi cuerpo encajando con el suyo, y la bombeaba, entrelazamos nuestros dedos de ambas manos y la penetré con buen ritmo. Tanto aceleré que salí de ella y frotándome con la mano eyaculé en sus nalgas y espalda. Un poco de papel y quedó abrigarnos marcando el inicio de esa madrugada, una de tantas.

 

Cuando la locura es un estigma, difícilmente puedes hacer una vida "normal", pero puedo dar fe con mi vida que es posible ser un hombre más en este país de los Incas.
Un muchacho puede idealizar a su pareja, y ahora de grande podría reconocerme como un enamoradizo, pero solo llegaban a ser ilusiones volátiles que dependían de cada lugar donde viví en mis años de escolar, y eso por el trabajo de mis padres.
Fueron muchos colegios y con ello varias compañeras y vecinas o alguna prima, más nunca las di por enteradas, todo quedaba en miradas y sonrisas de un pequeño estudioso que le gustaba tomarse fotos con su diploma en cada fin de año escolar.
Mis años de secundaria las tomé en dos colegios de varones en provincia, y por ello mis potenciales amores se limitaban a las vecinas o alguna trabajadora del negocio de mis padres.
Las pajas detrás de una ventana alta o detrás de una cortina se llevaban todas las fuerzas que yo podía ganar en mis preparaciones para los desfiles escolares.
Al término de mi secundaria no conocí labios de mujer, ni discoteca, ni trago, ni cigarrillos; aunque los videojuegos ya eran de mi adicción en algún alquiler del parque o cochera de mi elección.
Por ese entonces Ada era mi ilusión de barrio, su familia tenía apellido "chino" como sus ojitos que tanto me gustaban al verla sonreír cuando jugábamos en nuestra cuadra con los demás pequeños.
Su piel blanca y esas mejillas rosadas mezcladas con el sudor en sus cabellos negros que contemplaba en cada juego, de piernas largas y dedos redondos, con sus manos lisas de tanto trabajar ayudando a su madre en la venta de comida.
Cada mañana podía escucharla salir muy temprano cargando baldes y ollas o bolsas con su hermana mayor, tiempos de necesidad con el "chino" fujimori estabilizando el país.
Ada era de un carácter fresco, una carcajada atrevida, una piconería de temer y la broma en cada oportunidad de su ocurrencia. Los veranos eran mis preferidos por sus pantalones cortos y blusas reveladoras de ese cuerpo de niña convirtiéndose en mujer.
Recuerdo una mañana estar sentado con la manchita del barrio, todos menores a mi, cuando en eso sale Ada de su casa con un vestido de colores pero me abochorné y no le dije nada, es más preferí no verla de la pena.
Alguna vez logré leer un slam de mi hermana y ahí aparecían los datos y tespuestas de Ada, donde ella confesaba gustarle un homónimo mio, pero mi hermana me mataba la ilusión al decirme que aquel no era yo.
Yo la comparaba como la actriz protagonista de novelas como María la del Barrio, era mi Thalia y sus novelas mexicanas.
Eran finales de los 90's cuando tuve que hacerme a la idea que pasaría mucho para volverla a ver, pues la capital me esperaba con mi futura carrera, era romántico pensar que volvería como un profesional para convertirla en mi pareja.

 

La besaba, sus labios, sus mejillas, su cuello, yo y mis manos sabias la acariciaban así parados ambos con prendas íntimas ella tocaba mi bulto y me llevó a sentarme en su cama y besándome me acostó, ella tenía el control del momento, pero yo le pediría se quite el brazier tocando con los dedos y jalando su pecho, y ella con una mano detrás se desabrochó y se cubrió delante con el otro brazo, para luego con ambas manos descubrir ante mis ojos ese par de globos al cielo.
Yo me dejé desnudar mientras veía agitarse ese par de melones, me haría una paja rusa que me dejó fierro, también le daba besitos en la punta pero no un oral completo, ella parada en el piso se bajó el calzoncito de tela y me lo aventó al rostro.
Ella se sentó en mi y lego de encajarse y acomodarse en mi placer erecto puso sus manos en mi abdomen y se movía frenéticamente delante y detrás, una dos y tres velocidades cuando la tomé y puse mis manos en sus caderas, moviendo mis caderas de abajo hacia arriba, entrando y saliendo de ella, se inclinó hacia mi pecho y recibía como jinete galopando, luego arqueó la espalda mientras entrelazaba nuestros dedos de ambas manos mientras yo me deleitaba con sus dos frutas de leche.
La volteé y ahora yo sobre ella la puse al filo de la cama para controlar los movimientos, lamí, besé y saborié cada rincón de su entrepierna que pude con esas sangres de calor en nuestros cuerpos, gélidos y gritos de ella me decía - qué rica la tienes - - hacemos ensaladas con tus melones y mi plátano que ya sale la leche condensada - le dije.
La puse de perrito y yo con una pierna sobre la cama y la otra en el piso me abría ángulo para cojerla con una mezcla de fuerza mía y entrega suya, eso la hacía pedir y mi pelvis ya era suya. Me subí sobre ella aún de perrito y la bombeaba, ella apoyada en su pecho recibiendo todo mi peso que amenoraba con cada sentadilla que hacía, ya luego me apollaba sobre su espalda o cama para tener más empuje con toda la pieza dentro.
Luego la puse sobre su espalda piernas al hombro y se dejó hacer el amor suavemente aunque pedía acelere yo con mis movimientos y zas se la metía sin perdón, así varias veces a ese ritmo; ella se vino contorcionando el cuerpo, desándome con sus piernas entrelazadas en mi espalda y mordiéndome el cuello y pecho.
Así bien arrecha ella sobre su espalda le acomodé las almohadas en la cadera y con sus piernas sobre la cama empecé a bombear lentamente, sus jugos la habían lubricado lo suficiente para permitirme invadirla con mi ser. De repente ella me dijo vamos a la ducha y con el agua deslicé mis manos en su cuerpo, con su cuerpo apoyado en la pared yo la clavaba desde detrás y en un momento todo mi cuerpo estaba apoyado al suyo y le hice una chancadita a la pared.
La jalé a su ventana y se la veía culear desde la calle y con esa emoción de ser vistos ella me dijo - cáchame que soy una chica mala, así amor -- que te vean que eres mi mujer -. En esa noche no pasaba mucha gente pero ella era una puta decente, cerró la ventana y en esos avatares no la dejé que se desprenda de mi cuerpo, de un movimiento la clavé y se hizo dueña de toda mi esperma.
Nos bañamos y en la ducha logré amasarle todo lo redondo que tenía en su cuerpo, mientras ella se amarraba el cabello y se me erectó de la sensación para ella ponerse de cuclillas y sacarme la última gota con una rusa. Se colgó de mi cuello y me dijo - con esto y mucho más seré siempre tuya -.

 

Era 2015 y llegaría este año con un trabajo nuevo esta vez cerca a una playa. Todo bien con el trabajo hasta que llegó un reemplazo de una colega, Dejanira; bajita, risueña y con braquets, cabello ondulado, buena delantera y poco defensa en el equipo.
Sería en un compartir que nos acercó, ella era de un espíritu competente y siempre atinada. Me gustaba sus consejos y mucho de eso me hizo apreciarla. Coincidimos varias ocasiones en el bus que nos llevaba al trabajo y luego salíamos juntos.
Intercambiamos números y saludarnos por la noche nos llevaría a conversaciones personales o íntimas, la clásica pregunta si tenía pareja, desde cuánto sola y cómo terminó la última relación. Risas van, risas vienen y la relación se hacía de confianza.
La vi un día triste porque las cosas no le salieron bien las cosas. Yo la consolé y le llevé un plato de chicharrones para alegrarle el día, esa tarde saldríamos juntos y la chica se mudaría a un departamento sola.
Un atardecer fuimos a la playa y nos quedamos alumbrados por las estrellas y luces lejanas de la costa. Ella se abrió conmigo contándome detalles de su vida y yo me acerqué más a ella y terminamos abrazados, esa noche probaría de sus labios y empezamos una relación.
Pasaron algunas semanas y me llevaría a su departamento, con la confianza y esas miradas cómplices de saber que pasaría algo más; sus besos eran intensos como su lengua juguetona, me sacó la ropa de arriba y ella se sacaría su blusa y vi de más cerca esos prchos que siempre me los imaginaba tras sus vestidos de traje. Yo me saqué la correa y los pantalones, me paré frente a ella y mis manos recorrían su espalda y sujeté sus nalguitas más con un dedo logré comprobar lo lubricada que estaba.
La besaba, sus labios, sus mejillas, su cuello, yo y mis manos sabias la acariciaban así parados ambos con prendas íntimas ella tocaba mi bulto y me llevó a sentarme en su cama y besándome me acostó, ella tenía el control del momento, pero yo le pediría se quite el brazier tocando con los dedos y jalando su pecho, y ella con una mano detrás se desabrochó y se cubrió delante con el otro brazo, para luego con ambas manos descubrir ante mis ojos ese par de globos al cielo.
Yo me dejé desnudar mientras veía agitarse ese par de melones, me haría una paja rusa que me dejó fierro, también le daba besitos en la punta pero no un oral completo, ella parada en el piso se bajó el calzoncito de tela y me lo aventó al rostro.
Ella se sentó en mi y lego de encajarse y acomodarse en mi placer erecto puso sus manos en mi abdomen y se movía frenéticamente delante y detrás, una dos y tres velocidades cuando la tomé y puse mis manos en sus caderas, moviendo mis caderas de abajo hacia arriba, entrando y saliendo de ella, se inclinó hacia mi pecho y recibía como jinete galopando, luego arqueó la espalda mientras entrelazaba nuestros dedos de ambas manos mientras yo me deleitaba con sus dos frutas de leche.
La volteé y ahora yo sobre ella la puse al filo de la cama para controlar los movimientos, lamí, besé y saborié cada rincón de su entrepierna que pude con esas sangres de calor en nuestros cuerpos, gélidos y gritos de ella me decía - qué rica la tienes - - hacemos ensaladas con tus melones y mi plátano que ya sale la leche condensada - le dije.
La puse de perrito y yo con una pierna sobre la cama y la otra en el piso me abría ángulo para cojerla con una mezcla de fuerza mía y entrega suya, eso la hacía pedir y mi pelvis ya era suya. Me subí sobre ella aún de perrito y la bombeaba, ella apoyada en su pecho recibiendo todo mi peso que amenoraba con cada sentadilla que hacía, ya luego me apollaba sobre su espalda o cama para tener más empuje con toda la pieza dentro.
Luego la puse sobre su espalda piernas al hombro y se dejó hacer el amor suavemente aunque pedía acelere yo con mis movimientos y zas se la metía sin perdón, así varias veces a ese ritmo; ella se vino contorcionando el cuerpo, desándome con sus piernas entrelazadas en mi espalda y mordiéndome el cuello y pecho.
Así bien arrecha ella sobre su espalda le acomodé las almohadas en la cadera y con sus piernas sobre la cama empecé a bombear lentamente, sus jugos la habían lubricado lo suficiente para permitirme invadirla con mi ser. De repente ella me dijo vamos a la ducha y con el agua deslicé mis manos en su cuerpo, con su cuerpo apoyado en la pared yo la clavaba desde detrás y en un momento todo mi cuerpo estaba apoyado al suyo y le hice una chancadita a la pared.
La jalé a su ventana y se la veía culear desde la calle y con esa emoción de ser vistos ella me dijo - cáchame que soy una chica mala, así amor -- que te vean que eres mi mujer -. En esa noche no pasaba mucha gente pero ella era una puta decente, cerró la ventana y en esos avatares no la dejé que se desprenda de mi cuerpo, de un movimiento la clavé y se hizo dueña de toda mi esperma.
Nos bañamos y en la ducha logré amasarle todo lo redondo que tenía en su cuerpo, mientras ella se amarraba el cabello y se me erectó de la sensación para ella ponerse de cuclillas y sacarme la última gota con una rusa. Se colgó de mi cuello y me dijo - con esto y mucho más seré siempre tuya -.

 

Cuando aún usábamos el fin para hacer llamadas, existían también los centros comunitarios y mi casa se convirtió en uno. Y junto a mi madre vino a trabajar Diana.
Era trigueña y de cabellos ondulados, uñas rojas como sus labios y cuerpo espigado de una mujer que a penas había superado los 20 años. De madre chola y algo morena, además de resultar siendo la hermana mayor de un compañero de mi colegio secundario.
Habían veces en las que imaginaba su cuerpo como las mujeres de los calendarios o revistas de adultos qué encontraba a la mano. Y no dejaba a veces nada a la imaginación con sus pantalones ajustados qué solía ponerse.
Espiarla en el baño o rozarla alguna vez en la oficina era mi morbo qué aumentaba con la misma fuerza en que mis eyaculaciones pegaban alguna revista "zeta" o "playboy", manteniendo los relatos intactos para fantasear.
Diana tenía varios pretendientes, conocí a dos o tres de ellos, pues venían a por una llamada. Alguno era casado y otro soltero, pero yo la contemplaba más que ellos durante el día y las tardes.
En sus enredos, Diana se ganó un problema con su enamorado y su madre, por eso tuvo que pasar a vivir unos días con con nosotros, durmiendo en nuestra sala, y sus duchas o truzas en mis deseos qué daría mucho por recordar haberlas tenido en mis manos, ojos y piel.
9 meses la desaparecieron para luego verla una tarde a ella lánguida y con una bebé en brazos. Ella nos vino a visitar y yo tuve sentimientos de pena en saberla como madre soltera.
Tuvieron que pasar 16 años para volver a ver el rostro de la hija de Diana gracias a Facebook y creo que vi un parecido conmigo.
Diana ya tiene una familia formada y con un esposo que se hizo cargo de su pequeña. Mi madre se llegó a contactar y le va bien en la repostería allá en provincia.

 

Allá en el 2015 segundo semestre me saqué una cuenta en una aplicación de parejas "mi media manzana" y así contacté a Elizabeth una chica de mi edad, cabello lacio sonrisa amplia, senos pequeños pero contás piernas masisas y caderas bien duritas.
Luego de una cita volvimos a salir pero ella me llevaría a su cuarto qué alquilaba, era una visita para ayudarle a subir unos archivos a una plataforma; más sería una excusa para pasar la noche con ella.
Primero avanzamos los archivos en la tarde, luego salimos a comprar medio pollo, así cenamos y estuvimos contándonos nuestras vidas, ella tenía metas, esas se veían en su habitación con recortes y escritos pegados en su puerta y almanaque, anhelos de viajes, ahorros y una casa, progresista la llamaría.
Ya entrada la noche, avanzamos los archivos en un 80% y decidimos que yo me quedaría para terminarlo por la mañana, así nos acomodamos en su cama sin zapatos y con los pantalones desajustados.
Estando recostados la abracé y empecé a besarla, me contó ella qué tuvo pocos hombres y nunca tuvo orgasmos plenos en sus encuentros. Yo la acariciaba como a una gata, estimulándola hasta que tenga más deseos, acariciaba sus hombros, bajaba por sus pecho, caderas, toqué sus glúteos y probaba de sus labios y a ella le gustaba morderme de lo excitada qué la tenía.
Ella se bajó los pantalones y pude con una mano acariciarla sobre su trusita, ella se puso de pie y terminó de sacarse los pantalones y su camiseta, yo la repliqué y me quedé solo en bóxer, ella me miraba sentada en su cama y me acerqué a besarla y con las manos acariciar sus mejillas, tomaba su rostro, sus orejas, su cuello.

 

Ya recostados jugamos con las ropas interiores puestas, me frotaba con ella recostada, ella me dijo que me ponga preservativos, así lo hice y empecé a juguetear con su hoyitos ya descubierto, quería provocarle excitación, y sé que iba por buen camino.
Ella se acariciaba con las yemas de los dedos, y empecé a lamer sus peones jugueteando con la lengua y soplando viéndolos efectos. Pasé mi lengua por última vez en su rajita y pude penetrarlas con un movimiento, y es que ella estaba empezando a mojarse ahí abajo.
Penetrarla no era de mi gusto usando preservativos, y le propuse hacerlo sin, ella dudando aceptó me lo quitara y así lo hice. Ahora si pude sentir sus carnes, sus calores, sus jugos de hembra. Ella no había sentido antes el placer qué ahora lle daba, pues solo tuvo un par de parejas pasando la adolescencia, qué no le hicieron mucho.
Mis brazos estuvieron bajo los suyos mientras ella me abrazaba y clavaba las uñas con cada embestida qué le daba, su piel poco explorada era sensible a mis caricias, un beso en el cuello la hacía retorcerse, un gemido y una piel de gallina era su comunicación de placer.
Sus piernas las sentía suaves y cálidas a mi tacto, la voltié poniéndola en perrito dejando a mi vista esas ricas caderas, ella apoyada en sus brazos su rostro sobre la almohada me dijo - hazlo despacio - y yo parado sobre el piso empecé a meterme dentro de ella tomando sus nalgas pálidas qué en mis manos se calentaban.
La tuve jadeando con mi vaivén, mientras ella respiraba entre sus cabellos y me dijo - me gusta lo que me haces – te va a gustar más cuando terminemos - le dije, y cuando la tomé de sus cabellos empujaba mi pelvis frenéticamente y salí de ella antes de venirme y froté su clítoris con mis dedos y ella se tumbó en posición fetal mientras se contraía, llegaba a su orgasmos y abrazó su almohada, la dejé gozar esos instantes y me mssturbé en sus piernas dejándola chorreada y pegajosa.
Nos limpiamos y nos turnamos en ir a la ducha de su baño compartido, luego la tuve durmiendo en mi pecho y a esa hora ya había tomado mis pastillas de la noche, quedaría dormido con ella hasta el sábado en la mañana.

 

Las reuniones familiares nos traían a conocer amiguitos desconocidos en casa de los abuelos, y sí, éramos muy pequeños para entender a los adultos qué nuestros amiguitos eran nuestros primos.
A los tres años de edad tuve una celebración qué a penas recuerdo en fotos, imagínate que los adultos venían en sus autos y hacían alborotos en tu casa, buscsndo siempre algo, una silla, un sofá, una botella, una copa, la aspiradora, una vela, una cámara, un saludo, un pedazo de torta o uno de sus hijos extraviados.
Se mezclaban amistades de mis padres con mis parientes así también en el entierro de un tío o la boda de una tía, circunstancias familiares donde contar lo bueno de la familia y callar las penas.
Las niñas de mi edad eran de jugar o querer más pastel o mirar y curiosear la casa de mis padres o abuelos paternos y maternos, estaban las tranquilizas, las traviesas, las gritonas, las calladitas.
Algunas tenían rostros de princesas y otras de caricaturas. Recuerdo me gustaron dos primas, de parte de mi madre Rosario, de parte de padre Karem. Sus fotos son siempre como de la "marijuaquina" de las reuniones.
Ya de grandes nuestras vidas se alejaron, en buena parte por mis mudanzas y las de Rosario, pero me gustó mucho volverla a ver un verano de finales de los 90's a puertas de mi posible preparación preuniversitaria.
Siempre respeté a mi prima, pero no a su falda negra con flores pequeñas rosadas, rojas y amarillas. La única travesura qué recuerdo haber manchado una ropa con la que le vi puesta alguna mañana.
Su carrera debía ser dentista ya qué sus padres así lo quisieron. Más ahora se dedica a la venta de alimentos venezolanos con su esposo de la misma nacionalidad qué sus alimentos, con quien ya tiene dos hijos en la actualidad.
Debo mensionar qué cuando vivía en breña acudía a una academia en Salaverry con Cuba "Cruz Saco". Ello gracias a mi padrino que veía en mi a un muchacho que podía seguirle los pasos de ingeniero.
Con las matemáticas y las ciencias yo era muy bueno, atracción perfecta para Anett, una muchacha alta, cabellos claros y rizados, piel blanca y un par de piernas como columnas.
Verla desde atrás a ella sentada delante mío, dos bancas delante, me llevó a perderme de las explicaciones de biología, o confundirla con alguna diosa de la "Iliada" en clases de literatura.
Merecida comparación con la protagonista de la novela colombiana "Café con Aroma de Mujer" de los 90's qué recuerdo vi dos veces pasar en televisión peruana, dos veces como las dos que pude sentir ese par de piernas blancas en shorts qué no volvieron a aparecerse al siguiente mes de academia.

 

Sería una tarde del 2015, 31 de octubre y saldría a verme con Elizabeth. En mano traía una bolsa blanca con dos turrones de los que prepara mi madre, estos tendrían un par de dueñas. Quedé en verme con Eli por un centro comercial, ya habíamos pasado la hora del almuerzo, así que tocaba solo almorzarnos.
Así que alquilé una habitación para entregarnos, y nos tomó casi nada estar solo con ropas interiores, ella con sus ropitas interiores negras y yo blancas. Nos dimos un abrazo sintiendo nuestros cuerpos, con las manos recorriendo nuestros cuerpos, ella tomaba mi rostro y yo sus nalgas, amasándola así bien duritas.
Nos tumbamos a la cama, ella se acomodó con las almohada y yo empecé a darle picos de besos ricos en cada parte que descubría al sacarle sus ropas menores. Me retiré el bóxer y quedamos desnudos, ella llena de deseos me jaló hacia sí, mis codos apoyados a la cama y mis manos jugando con sus cabellos mientras miraba sus ojos achinados de tanto placer qué nos dábamos. Me arrodillé sobre la cama y bajé a su entrepierna a tocar mis labios con sus labios vaginales, hinchados los tenía de todo el calor de tantos deseos qué ella traía.
Esta vez ya no usaría preservativo y así me coloqué sobre ella con mi pieza recta; siendo cuidadoso me introduje en ella mientras veía su cabeza moverla hacia arriba dejándome su cuello para recorrer con mis labios y lengua, subiendo a su oreja izquierda y llegar a sus labios con una dulzura, ella succionaba mi lengua de tanto besarla.
Hice un movimiento y sus piernas estaban en mis hombros mientras le batía el chocolate con mis movimientos, tomaba yo su cuerpo y lo hacía jalándola de sus piernas o manos para que ella sienta mi cuerpo empejársela con fuerza, giré y sus piernas juntas estaban hacia la derecha mientras yo seguía arrodillado penetrándola.
Esta vez se estiraría y aún penetrándola posaria mi cuerpo sobre ella, encajábamos y entrelazamos los dedos mientras la escuchaba gemir, ella se sentía sometida y le gustaba serlo, sus caderas las arqueaba más para que mis movimientos choquen con fuerza y la penetre a gusto, ella buscó mi rostro y le di un beso de media luna con nuestras lenguas juguetonas.
Esa tarde ella no se vendría tan fácil, levanté mi tórax apoyado en mis manos, para luego arrodillado ponerme a masajearle la espalda; le encontré un par de contracturas qué empecé a frotar, ella era doblemente atendida con mis manos y mi pené en sus adentros. De pronto ella daba apretones ahí abajo, se estaba viniendo; que rico era tenerla en esa posición con sus líquidos.
No pude contenerme y me vine dentro de ella, con tres empujones secos, dejé todo mi semen dentro de ella y no le importó qué lo hiciera, incluso me dijo - qué caliente siento todito abajo– yo me haría a un lado y la abracé en cucharita. Luego de intercambiar unos cumplidos y palabras de cariño, me fui a bañar. Le dije - entregaré el otro turrón a mi prima en casa de mi tía– y a ella no le pareció bien terminar tan pronto nuestra tarde.
Se bañó mientras yo me ponía la ropa y al salirse de la ducha se avalanzó sobre mi y me tumbó en la cama dejándome un chupetón en el cuello, en la parte izquierda. Sus celos eran fundados, pues la verdad era que yo me vería en mi primera cita con Evelyn.

 

buenas historias, continue con sus relatos

 

Recuerdo que en 6to de primaria me mudé a casa de mi padre en la capital, en compañía de mi hermana, quién estudiaría su 1ero de secundaria. Seríamos 5 personas, contando a la pareja de mi padre y la nueva bebé.
Conocí a mi compañeros y vecinos: Jesús y Gina. Ella sería un amor platónico, de padre italiano y madre peruana, tes clara, ojos claros como miel y cabellos castaños. Su sonrisa de coneja y la amistad mía con Jesús en el aula me hacían olvidarme de la falta de mi madre en casa de mi padre. Pero supe sortear mi pena con sus visitas desde provincia hasta mi colegio.
Era días y noches de prueba para mi padre en su capacidad para hacerse cargo de nosotros. Yo creo que no le di problemas, no como mi hermana y sus notas falsificadas con "liquid paper".
Gina vivía a la siguiente esquina de la mía, pero no salíamos a jugar en la calle como sí lo hacía en provincia; por ello era la escuela la mejor oportunidad de jugar y aprender con mis amigos.
La preocupación de mi madre nos hizo volver a provincia a mitad de año. Con mis mochilas y bolsas subí al bus una noche y entre lágrimas me despedí de mi padre, los perros, y en el pensamiento de Jesús y Gina, mientras escuchaba a los "Enanitos Verdes" y la carretera me mostraba sus líneas blancas qué me alejaban de un destino para llevarme a otro.

 

La tarde del 31 de octubre del 2015 la pasaría con mi cuello y la marca de Elizabeth cubierto con una casaca de cuero hasta la garganta, qué aunque ya era tarde, me haría transpirar todas esas horas de primavera hasta despedirme de mi segunda salida, Evelyn.
Ella era bajita, cabellos lacios, piel clara, ojos de soñadora, sonrisa amplia, con lo justo de caderas e igual en su pecho. Mención a la canción de "Alejandro Sanz, A que no me dejas". Me encontré con ella en San Bartolo, la tuve que recoger de allí pues ella se estaba despidiendo o diríamos cerrando ciclos. La traje más al norte hacia Lima para que pueda hallar vehículo de retorno.
Recuerdo nos sentamos en una banca cerca a un parque, ella me cayó en gracia, la hice sonreir varias veces y luego la invité a cenar algo, pero me dijo que prefería comer en su departamento; caminamos y la embarqué a su destino, luego esperaría su buen retorno por WhatsApp.
Al llegar a mi casa lo primero fue sacarme la casaca y la camisa húmedas de sudor, darme un baño y ponerme cucharas heladas en el cuello. Desvanecer esas marcas me tomaría un par de días. Hablé con Elizabeth, qué no debió hacerme esa marca; más ella pensó que yo le iba a agredir a ella esa misma tarde en el hotel, pero yo no soy así. A pesar de mi esquizofrenia, no tuve malas reacciones con pareja alguna.
Con Evelyn salimos un par de veces y las risas y congeniar ambos nos gustamos, a pesar que yo iba más a las ciencias y ella a letras, recuerdo que a ella le gustaba la forma pulcra al escribirle en WhatsApp, le gustaba mi silvido también, nunca me dijo el porqué, pero sería algún varón de su pasado. A mi me gustó mucho su manera inteligente de conversar, coqueterías más y cumplidos nos llevó a la cama. Pero no en su departamento aún, pues ella quería respetar su espacio. Yo atiné a encontrar un hotel no tan expuesto a las avenidas principales, entramos y ya en la habitación nos besamos apasionadamente; ( llevamos casi un mes de conocernos, pero como dos semanas de estar formalmente, pues le pedí ser mi enamorada en un parque de Lima); ella empezó a desvestirme y estando yo en bóxer ella se sacó el vestido que traía, quedando en dos prendas íntimas blancas. Su piel era suave, olía a perfume, nos recostamos juntos sobre la cama mientras mis labios la llenaba de besos jugando con mi lengua así como mis manos y dedos jugaban en sus caderas y entrepierna.
Con la arrechara ella se me subió encima y yo la cogía de su cintura así como ella se inclinaba a besarme por todo lo mío que podía, ella bajaba y con sus manos en mi paquete se puso a darles caricias a mi miembro, primero con las manos y luego con la boca; habíamos comprado con dones por las puras, pues estábamos resueltos a continuar sin usarlos me dije.
Le saqué el brazier y la trusa se la bajé delicadamente, mientras yo terminé de sacarme el bóxer, en eso ella me dijo - ponte el pre - no sin antes darle más cariño a mi pené - ya está listo y yo mojada - ; yo tenía mis favoritos "Gents rojos" y un lubricante sin preferencia. Mientras me ponía el preservativo ella se movía en la cama apretando las piernas y mirándome con deseo. Le di unas buenas nalgadas y la puse sobre su espalda mientras con mis manos acariciaba todos sus redonditos qué traía en su cuerpo, hasta bajar a su entrepierna y comerme esa almejita, la más rica que había comido qué recordaba.
Vi su rostro, sus mejillas rosadas y sus manos tocándome la cabeza para pedirme más placer en su húmeda vagina; sin perder tiempo la penetré en misionero, desde un ritmo lento a moderado, con sus besos que la ahogaban con tan solo comerme su aliento, ella me abrazaba y me decía - si si si - apretaba sus dientes, sus labios de puchero como diciendo - hu hu hu - ella llegaba a su primer orgasmos, tenía el punto exacto qué la hacía venirse entre mis brazos.
Descansamos ella en mi pecho y una pierna sobre mi, mientras yo la acariciaba con mi mano izquierda y olía su mezcla de perfume, sudor y jugos vaginales; nos limpiamos para luego ella decida montarme con otro preservativo puesto.
Sabía ella como cabalgar, movimientos ondulante y de delante a tras; pequeña pero entregada, una mujer que sabía sus artes, mientras yo la observaba detenidamente. Ella se puso de cuclillas y se daba sentó es, luego puso más adelante sus pies mientras se apoyaba con las manos en mis piernas, ganando su ritmo y arcadas qué hacían más ricas y profundas mis penetraciones.
Ella me estaba haciendo venir, se detuvo y con las manos y boca me sacó la última gota de semen, fue breve sí, pero delicioso. Nos bañamos ella con su cabello en un moño y la jaboné y enjuagué cada rincón ; tuve una necesidad de contarle sobre mi esquizofrenia y ella casi desencajada me aceptó seguir con la relación, me cuestionó en algún momento mi tan pronta revelación y así marcaría el inicio de nuestro fin.

 

A finales de mi secundaria se nos dio por la fonomímica a un grupo de compañeros de colegio. Y era el grupo "Adolescentes" de Venezuela los que nos hacía gracia imitar, aunque la salsa no era lo mío aún.
Era tantas las presentaciones qué me acuerdo que teníamos que ensayar 2 veces por semana y es que el grupo tenía integrantes de varios colegios y barrios. Sumarle el aniversario del distrito, de colegios y algunos eventos en el coliseo.
En uno de los ensayos llegué a conocer a Cecil, bajita tes blanca, ojos negros, cabellos con rulos en la frente y patillas, dedos de uñas cortas, nariz redondita y risueña.
Mis compañeros se dieron cuenta de lo bobo qué andaba por ella, más nunca le dije algo a ella. Y recuerdo la salsa de esos años // loco, que pasa loco, contrólate muchacho, qué esa vida no es para ti… //
Estar loco por la Cecil era mi Chaplin de esos últimos meses de promoción, pero no sería el único motivo de tal chapa.
Recuerdo que una tarde fui al colegio y al volver de clases recordaba todo los eventos con todos los pormenores, con mis impresiones e interacciones con cada persona de esa tarde.
Se me ocurrió por contarle a mi madre todo, y luego a mi hermana que escuchaban atentamente mi relato, así como veían mis emociones y palabras atropelladas; todo eso las impresionó, y fue el llanto de mi hermana lo que me extrañó, y más aún sus palabras - mamá! Mi hermano se volvió loquito!-.
Mi suceso lo pude definir mucho después, era una hypermnesia. Siempre tuve buena memoria para los exámenes, pero esto fue diferente, me sentí como bicho raro, más todo terminó con una ducha fría y buena cena qué me invitó a dormir y superar ese evento.

 

Llegaría 31 de diciembre, teníamos con Evelyn 2 meses de conocernos y poco más de un mes de relación. Salí esa tarde a recogerla, nuestro destino era una playa del sur. Primero nos instalamos en un pequeño hotel, dejamos nuestras cosas, ropa, un vino y unas galletas dulces qué trajo ella.
Fuimos a cenar a una pollería, y luego nos fuimos a una discoteca de Playa en los balnearios del sur. Sería en el silencio, con ritmos de salsa del momento, sonido en vivo y personajes de luces. Pedí un ron con colá y ella una margarita, pediría luego un par de aguas "San Mateo" para la sed de tanto bailar y eso que era con techo abierto.
Nos abrazamos en el conteo de la media noche, bailamos hasta pasada las 2 am y luego tomaríamos un taxi a nuestro hotel. Ya en el camino nos veníamos con besos intensos y con una mano tocaba sus pecho al abrazarla, ahora quedaba hacerlo en la habitación sin ropa; una ducha y verla desnuda con el agua mojar su cabello me llevó a acariciarla jabonándola, todo eso me excitar sobremanera recorrí mis manos en todas sus hendiduras y nos mojamos bajo la ducha, destapé el vino mistela y tomamos más de la mitad conversando de cosas sin importancia y jugaba con mis manos en su desnudez.
Era como las 3 am y tomé mi zipracidona a pesar del alcohol, pero tan rápido tenía la digestión qué me dopó. Le dije a ella que necesitaba algo dulce y ella me dió sus galletas acarameladas para mantenerme despierto y funcionó. Ella se alarmó un poco pero luego le expliqué qué esas cosas a veces pasan con mi medicación. Reaccioné y hasta con erección incluida, era ahora el ponerle la bolita en el hoyo.
Ella me hizo un sexo oral con unas ganas hasta dejarlo rojito, se lo tragaba y lamia con su succionada, yo estando de pie y ella de rodillas mientras se tocaba ella con una mano. Ella se puso sobre la cama y me acerqué a ella y mientras revisaba la hora con el celular y le tomé una foto que por ahí debe estar archivada.
Estando bien recto me puse un preservativo y me monté sobre ella en su espalda, qué rico sentir sus nalgas redonditas bombeadas por mi pelvis, ella apretaba abajo como sus manos apretaban la almohada, la voltié sobre su espalda me comí sus pechos, su cuello, su oreja izquierda, su nuca la acariciaba con la mano izquierda apoyado en mi codo. Nos pusimos luego en cucharita, ella alzó una pierna para permitirme entrar más profundo mientras con mi izquierda le tocaba esa pepita suya, así la tenía y besaba con lengua a media luna.
Volví a ponerme sobre ella y le puse las almohadas en su vientre para tenerla más empinada. Y esta vez me puse de rodillas mientras la bombeaba; ella gemia y estaba llegando a su primer orgasmos sintiendo su cuerpo relajarse, era la pasión y el vino qué la puso arrecha.
Me retiré el preservativo y se la metí de nuevo, ella lo aceptó pudiendo tomar ella una pastilla del día siguiente, así que le di no más; ahora sí se sentía todo su calor, piel con piel, sexo a sexo, con mi sudor en su espalda.
Cuando la tuve gimiendo otra vez la jalé de las caderas para ponerla en perrito, ella ya se dejaba hacer de todo, con su cabeza sobre la cama yo alcé una pierna y la clavaba abriéndola de un lado a sus paredes vaginales, veía como aparecía y desaparecía el largo de mi miembro; casi por venirme aguanté y ella me dijo para ponerse arriba; qué rico sentirla montar! Ella tenía todo el control de la situación, nos tomamos las manos entrelazando los dedos, rica mi chata! , ella sabía montar y así la disfruté esa noche.
La puse al filo de la cama y ella sobre su espalda en la esquina de la cama para tener más profundidad en mis movimientos. Le di duro hasta que ella cerraba sus ojos y los abría como sus piernas, tomándola de sus brazos y acariciando sus pechos también, luego con un dedo frotar su clítoris, me excité y me vine sobre su piel, salpicando su vientre y sus costillas. Tomamos el resto del licor ella en vaso y yo de a pico, nos limpiamos y acostamos abrazados hasta despertar con la luz de la ventana. Ese 1ro de enero sería de Playa y ceviche, incluso me encontré un billete de 20 soles doblado en la calle. Suerte y felicidad de estar acompañado con Evelyn, 2016.

 

Recuerdo que con mi familia volvimos a mudarnos, esta vez con mi madre y hermanos. La mayor iría a la academia "Aduni" y yo a la "Cesar Vallejo", mientras el menor terminaba la secundaria.
A los 17 años me convertí en un ratón de biblioteca. Aprendí mucho y recuperé muchas habilidades matemáticas. En agosto intenté ingresar a la "UNI" postulando para conocer cómo era el proceso.
Y pues no ingresé y me tocó ir a por otro ciclo semestral. Y en marzo volvía a intentar, sin buenos resultados, así como la política de Fujimori y su asesor Montesinos.
Cuando postulé por tercera vez ya sabía todo en trámites, la foto, el carnet, las aulas, así que me inscribí solo, ya con mejor convicción a ser ingeniero de sistemas egresado de la UNI.
Los días a premiaban, tenía que ser un viaje pasando 5 o 6 distritos con dos morbilidades mi alarma la programé la noche anterior y mi desayuno me lo calenté, papel higiénico, peine, lápices, borrador, tajador, paisajes y dinero para unos caramelos de limón.
Los exámenes en la UNI tocaba en tres días. Lunes de RM y RV, ya era las 5am empezaba el show. Estuve en la primera movilidad y por puente alipio se produjo un accidente qué duró mucho tiempo de tráfico lento. Eran las 9am y me bajé a penas en Grau con Abancay, descartando llegar hasta la universidad sin mérito a entrar.
En aquellos años no habían celulares de sobra como ahora, ni tenía para pagar un taxi. Volví a mi casa y mi familia se sorprendió mi pronto retorno. Aún así acudí el miércoles y viernes. Fallido intento y así habían terminado 3 años de academia. Era la última vez que mis padres me ayudaban a postular. Pero el destino me tenía preparado un buen futuro con todas las matemáticas qué yo sabía.

 

Sabía llegar al departamento de Evelyn por dos rutas, era una constante ir a verla. Ella hizo una reunión con sus amigos y me fue fácil integrarme al grupo, mis conversaciones eran amenas con sus amigos y amigas.
Ese día terminaría con quedarme en su habitación a pasar la noche con ella. Yo ya venía preparado, esta vez con un preservativo de sabor menta creo, era verde y a ella le gustó y se engolosinó con mi paquete.
Se había puesto una bata y nada debajo, ella se subió a la cama y yo de un salto subí a la cama y ella de rodilla seguía con el felatio, yo solo con un par de medias y me arrodillé frente a ella, le saqué el vestido y pude disfrutar de su cuerpo, sus senos con esos dos peones claros duritos a mi lengua, me senté y ella se clavó a mi pené, uff que rica sensación, así yo la tomaba de su espalda mientras ella se sujetaba de mi cuello y movía sus caderas de arriba a bajo, de delante a tras, así rico se movía ella, me besaba la cara y seguía en su afán sexual, me tumbó a la cama y con sus manos en mi pecho, yo la disfrutaba tomando ese par de pechitos que me ofrecía.
Con las piernas estiradas yo la tomé de las caderas y apoyado en mis talones yo rebotaba para penetrarlas con cada subida y bajada mientras ella se sostenía sentada de piernas, ya sobre mi pecho ella me dejó el trabajo con mi bombeo. Ella se dejaba hacerse de placer mis manos abría sus nalgas, acariciaban su pubis desde tras, sujeté su rostro mientras la veía en su mirada perder la conciencia de todo a su alrededor, solo eran su cuerpo y el mio. De repente sus uñas se clavaban en mis hombros con una cerrada de piernas, pues ella apretaba ahí abajo arrancándole gemidos y luego gritos pidiéndome seguir, se venía en espasmos agitada y casi sin fuerzas cayó sobre mi pecho y luego a un costado y yo la abracé, luego fui por agua a la cocina y luego le traje un vaso para ella también.
Mientras se lo tomaba sentada, con sus dos rodilla sobre la cama, y me cambié de preservativo y puse un poco de lubricante, ella vino hacia mi y le dió cariño con la mano a mi miembro y me besaba intensamente. Yo la volteé poniéndola frente a las lunas de su balcón, ahí la clavé inclinándome un poco con las rodilla hasta entrar en ella con dos o tres movimientos y ella con los pies de punta con sus manos en las puertas de vidrio a oscuras alumbrados con la poca luz de la calle alumbrando nuestros sudores.
La tomé de los brazos y la puse sobre la cama queriéndole penetrarte de perrito y yo parado en el piso, pero su cama era muy alta, así que la puse boca abajo y puse todo mi peso Có mi virilidad sobre ella; la estuve moviendo así empalada con cada movimiento soltando, ella, sus gemidos. Luego nos pusimos de rodillas para clavársela de perrito.
Quería hacerla venir otra vez, pero el que se vino fui yo, llenando el preservativo dentro de ella con su vaina rosada de tanto coger. Le besé esas nalguitas y me fui a limpiar. Me llené los ojos viéndola tomar un baño y le tomé una foto que luego borraría al cambiar de memoria el celular.
De esas salidas fuimos al "Parque de las Guas" y le compré una rosa qué ella colgaría de cabeza en un armario de su departamento, así para disecarla y mantenerla viva como nuestro amor.