Las tetas del Misti

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me cree si le digo que nos pusimos a jugar ajedrez?

 

Jajaja

 

LO QUE PASÓ

Esa vez era distinta porque Nadia estaba participando voluntariamente, no era yo tratando de ahogarla en su propio calor. Le saqué el elegante sostén mientras la besaba. Manoseé sus tetas y pasé a sacarle lento la tanga que llevaba. Ya no tenía que preocuparme por acelerar, podía tomarme mi tiempo. Disfruté cada segundo mientras la despojaba de su prenda, dejándola completamente desnuda ante mí una vez más. Yo también me desnudé y puse mi cabeza sobre la almohada de la cama. Nadia fue hacia mí y se llevó mi pene a la boca voluntariamente.

-Te la chupo pero te pones el condón luego, ¿ok?

Obviamente yo asentí. Gozaba tanto con el tacto de los labios de Nadia sobre mi verga como con el reflejo de ella desnuda en el espejo de la pared, calata y haciéndose cargo de hacerme sexo oral. Además de estar más buena, chupaba mejor que ***. No podía dejar de pensar cómo los labios de mi amante se sentían mucho mejores que los de mi novia. Nadia me chupaba los huevos y se comía mi pene entero, lamiendo y usando abundante saliva. En verdad era una situación muy distinta.

-Ven. Siéntate en mi cara.

Ella obedeció. Ya con su rajita depilada a milímetros de mi cara empecé a devolverle el favor mientras ella no dejaba de comerse mi pene. No tardé en saborear su humedad en mi lengua y oír sus gemidos de placer. Quizá si lo hacía bien se olvidaba de los condones. Finalmente no lo hizo, a pesar de lo empapada que dejé su intimidad. Cogió uno de los condones de la mesa y me lo entregó, no quise negarme.

Cogimos un rato así hasta que eyaculé. Me saqué el molestoso condón lleno y lo tiré a un lado de la cama, no estaba completamente contento porque la diferencia era bastante notoria y no para bien. Nadia se apresuró al baño para orinar. Mientras esperaba que regresara, una llamada entrante me puso frío el corazón: *** estaba llamando. No había quedado en nada con ella ese día, así que me cogió por sorpresa. No estaba seguro de responder, el sentimiento de culpa regresó como un ciclón y me golpeó con fuerza. Mientras dudaba Nadia salió del baño y me encontró en pánico. Le mostré la pantalla del celular. Ella no dijo nada, solo tomó asiento sobre el colchón.

-¿Crees que piense algo?

-No creo, pero igual. Le parecerá raro que no conteste.

-Si vuelve a llamar, mejor contesta. No haré ruido.

Una segunda llamada. Contesté el teléfono pero, para mi sorpresa, al momento que lo hacía Nadia tomó mi pene y se puso a masturbarlo, buscando recuperar su dureza. Esta no tardó en llegar, me endurecí casi de inmediato. Nadia, ni corta ni perezosa, fue a encargarse de mi verga erecta con su boca de nuevo. Traté lo mejor que pude de disimular la sorpresa inicial fingiendo que no oía bien lo que *** me decía. El cansancio de mi voz lo pude atribuir a una salida para correr, pero la forma en que Nadia me estaba excitando apenas la podía controlar. Estaba más metida, me mamaba el pene con fiereza pero sin mucho ruido, golpeando mi glande con sus pezones y haciéndome una rusa con sus riquísimas tetas naturales. Apenas podía seguir lo que mi novia me decía, sentía que el alma se me iba del cuerpo.

Sin embargo, la temperatura subió todavía más cuando Nadia dejó de mamarme la verga y se subió encima mío mientras hacía la señal del silencio con un dedo. No se introdujo mi pene de inmediato, sino que sobó su raja mojada encima de mi pene erecto, compartiendo su humedad. La excitación era suprema, ocupé mi mano libre en pellizcar fuertemente uno de los pezones de Nadia. Ella pudo haber gritado por el dolor, pero aguantó con una mueca de placer que casi me vuela la cabeza. *** seguía hablando cuando Nadia se introdujo por fin mi pene en su interior. Empezó a moverse suavemente mientras mi novia seguía hablando al otro lado de la línea, ignorante de lo que estaba ocurriendo.



¿Podría mantener mi cordura y evitar que se enterara de lo que pasaba en ese mismo momento?

 

Cómo lo sabríamos cofrita ?

 

Probablemente se revele todo en la próxima temporada.

 

DESATADOS

Mi cerebro no podía procesar la situación que estaba ocurriendo. No solo por lo excitante de la misma, sino porque hace muy poco nada más hubiera pensado imposible que Nadia pudiera prestarse a algo así. No podía contenerme, pero no podía pensar en alguna salida. Simplemente opté por colgarle a mi novia y apagar el celular para arrojarlo a un costado. Tomé las tetas de Nadia y me puse a cogerla con un brío renovado por lo que acababa de ocurrir y la ausencia del detestable condón.

Al tener los huevos menos llenos por la corrida anterior, pude tener más control. Probé a Nadia en diversas posiciones, con ella ya completamente entregada al placer y berreando como una puta en celo. Me encontraba penetrándola furiosamente frente al espejo del cuarto, con las manos apoyadas sobre la superficie mientras reflejaba su expresión de placer profundo y el bamboleo incesante de sus tetas con cada una de mis estocadas, cuando sentí que estaba por terminar una segunda vez. Fue diferente a antes, porque en ese momento ella me pidió activamente que me viniera dentro, que la llenara, que no me contuviera. Yo, por supuesto, cumplí su deseo.

Empujando su cara y sus tetas contra el espejo la penetré hasta dejar mi pene metido hasta el fondo de su intimidad. Eyaculé con ganas, suelto, sudado, excitado, eufórico por la licencia que se me había concedido. Nadia recibió alegremente mi semen en su vagina con un gemido de aprobación. Probablemente sus intenciones eran reales en un principio y solamente quería un polvo para sacarse el estrés y la culpa, sin esperar que llegara a tanto. Sin embargo, la sensación de mi semen caliente en su interior y el tacto de nuestros cuerpos ardientes nos indicaba que habíamos pasado un límite.

Nadia se movió y cayó rendida sobre el colchón. Al estar boca arriba, podía ver claramente su vagina rezumar el semen que le había inyectado. Ninguno dijo nada por unos momentos, sabíamos bien lo que acababa de suceder y lo que significaba. Finalmente Nadia se levantó, fue a orinar brevemente y regresó a la cama. Conversamos brevemente, con cierta incomodidad, aún sin tener las cosas por completo claras. Cogimos más, nos bañamos, cogimos en la ducha de nuevo y dejamos el hotel quedando en chatear en otro momento. Tiré el resto de condones sin usar en el primer tacho que encontré, junto a la boleta por el cuarto de hotel.

¿Había abierto por completo la caja de Pandora o quedaba tiempo para cerrarla?

 

UN PASO MÁS

Aquel encuentro inesperado había distorsionado mi percepción de la realidad. Ni siquiera sentía que era yo mismo el que le respondía a *** con mentiras malas sobre mi ubicación luego de abandonar el hotel. Sentía que una parte de mí se había quedado o roto en ese cuarto junto a Nadia, que se había quedado entre cuatro paredes y seguía teniendo sexo con ella sin parar. Incluso mientras tecleaba mis mentiras estaba pensando en ese yo separado de mí, envidioso de él porque podía seguir junto a Nadia sin preocuparse por nada.

Los días no me terminaban de dar claridad con respecto al siguiente paso. No me atrevía a escribirle de vuelta a Nadia, y por suerte el trabajo mantenía ocupada a mi novia. No tenía que verla y era fácil evadirla, no tenía que mirarla a la cara y afrontar la culpa de lo que había hecho y de lo que quería hacer. Revisaba regularmente los perfiles de Nadia y las fotos que tenía, me masturbaba furiosamente con ellas y pensaba en escribirle, pero no me atrevía.

Estaba empezando la tarde el día que abrí uno de sus estados de Whatsapp y vi que había puesto un selfie de estado. Estaba ligeramente maquillada y sus gruesos labios tenían un color rojo suave. Vestía con una blusa blanca bastante escotada que no le había visto antes que hacía ver sus labios mucho más labios y mucho más rojos. No pensé demasiado en mandarle un comentario al estado: qué ricas tetas se te ven con esa ropa, le escribí ya con mi vergüenza acallada por mi calentura.

La respuesta de Nadia tomó unos diez minutos que yo sentí como horas. No fue una respuesta verbal, sino una foto: un selfie como el del estado que acababa de responder, solo que enfocando más la zona del escote. Tragué un poco de saliva.

Qué ricas tetas tienes, le escribí con la mente turbada. El doble check azul apareció casi de inmediato, seguido tras una breve pausa que a mí se me hacía demasiado larga. Una foto más, parecida a la primera, pero juntando los brazos para acentuar el ya de por sí apetitoso escote.

-Como quisiera ser tu sostén para cargar con esas tetas, mamita.
-JAJAJAJAJA, qué pendejo que eres. Esa no es forma de hablar.
-Yo no quiero hablar, yo quiero ordeñarte esas tetazas.
-Ni que fuera vaca, pendejo.
-No, pero igual quiero ordeñarte. O si quieres mejor me sacas la leche tú a mí.
La excitación estaba haciendo florecer mi descaro y mi creatividad. El doble check azul indicaba que Nadia me había leído. Qué difícil era esperar, carajo. Me sudaban las manos al ver el “escribiendo” bajo su nombre de contacto.
-Nunca me han hecho eso, ahora que lo pienso.
-Me apunto como conejillo de indias.
-Jajajajaja, no hables huevadas.
-Si me pones una teta en la boca ya no las digo, lo prometo.
-Pendejo.
-Pendejo, pero por ordeñarte esas tetotas ricas que tienes.
-Estoy ocupada.
-Puedes desocuparte y yo también si es que estás involucrada.
- ¿Ahora?
-Sí. Ven a mi casa.

El intervalo de 10 minutos que Nadia tomó en responder mi proposición me pareció un siglo. El corazón me dio un vuelco al ver que aceptó, solo bajo condición de que le pagara el taxi y no se quedara demasiado. Yo, hombre arrecho, hubiera aceptado lo que ella pidiera en ese momento, por supuesto.

Llegó casi una hora después, pero cumplió con venir. No estaba enteramente seguro de que lo haría, aquel era un paso importante más en el juego peligroso que estábamos jugando. Apenas cruzó la puerta la besé con pasión, recorriendo mi cuerpo con sus manos. Ella correspondió mi beso con sus labios carnosos y se dejó llevar por mí hasta la sala y el sillón, donde estaban abiertas las cortinas. Nadia se dio cuenta después de sacarse la blusa escotada y me pidió que las cerrara, pero yo le respondí con un beso en el cuello y apelando a su calentura. La ayudé a desvestirse y me senté en el sillón con la pinga rocosa, dándole una sola y concisa orden: chúpamela.

Nadia acabó obedeciendo, cada vez más rendida al placer y a la situación. Me sentí como un rey estando allí cómodamente sentado, desnudo y con mi ex amiga, ahora convertida en amante, arrodillada ante mí venerando mi pene. Le pellizcaba los pezones y se los jalaba para guiar su mamada, ya completamente entregada, voluntaria y babosa. Nadia me succionó los testículos y me hizo rusas espectaculares con sus tetas, embabándolas de su propia saliva.

La hice incorporarse tomando su cabello. Ya a mi lado en el sofá me llevé sus pezones a la boca, devorándolos. Había sido un arrebato creativo del momento, pero ahora con sus tetas en la boca sentía genuina curiosidad por averiguar si era en verdad posible cumplir con su función básica y sacar leche de ellas. Quería averiguarlo o al menos divertirme descubriendo.

Lacté de sus tetas como un poseso, masajeando, lamiendo y succionando de diferentes formas, por un lapso de tiempo que me resultaba incierto. Al menos Nadia no se quejaba por mi experimentación, recibiendo mi boca con gemidos de placer.

Interrumpí mi investigación para echarme sobre el sofá y colocar a Nadia encima de mí. Ella sabía lo que tenía que hacer, se metió ella misma mi pene dentro de ella y se puso a cabalgar. En esa posición podía seguir castigando sus glándulas mamarias con pellizcos y golpes que ella siempre recibía con una mueca de ardor.
Cuando dejé de ver a mi amante a la cara, mientras la penetraba de perrito, me llegó la punzada de culpa. En aquel mismo sofá había estado sentado junto a mi novia, habíamos compartido películas, conversaciones, planes y preocupaciones, pero ahora estaba Nadia dándome la espalda con el cabello alborotado, desnuda mientras la penetraba sin protección. Me sentí una caca, pero no podía dejar de bombear a aquella guapa y tetona arequipeña que se estaba entregando por completo a mí.

Solo paré para mover la cara de Nadia hacia mi pene a punto de estallar. Eyaculé copiosamente sobre su cara y sus tetas, dejándola manchada de blanco pegajoso. A pesar de mis huevos vacíos, la vista de mi semen en la cara de Nadia era una que no podía dejar de adorar.

 

CUERNOS CONSUMADOS

Una vez me dijeron que en la mayoría de mujeres hay una perra que no siempre logra salir a la luz, que pocos logran realmente gozar. El último encuentro que había tenido con Nadia consiguió despertar por completo a esa perra que vivía dentro de ella. Había perdido el pudor y yo también, nuestra relación pasó a ser de amantes descarados y sin tapujos. Yo ya no me cortaba al momento de cancelar algo que hacía o ponerle excusas baratas a mi novia con tal de tener sexo con Nadia. A veces yo iba a su casa y cachábamos en su cuarto, en el sofá y la ducha, a veces ella venía y lo hacíamos hasta en la cocina, otras quedábamos en un cuarto de hotel y teníamos sexo furioso y desinhibido viéndonos al espejo y sabiendo la que estábamos haciendo. No pocas veces mi novia me mandó mensajes mientras estaba junto a Nadia, incluso me llamó para contarme de su día mientras que yo la oía a duras penas mientras pellizcaba los pezones de mi amante. Una mrda completa, en otras palabras.

Nadia tampoco se quedaba atrás. Entregada por completo a su faceta de perra, no volvió a pedirme condón una sola vez. Me dejaba venirme dentro, pero le había agarrado gusto a eyacularle en su cara de puta viciosa y generosas tetas naturales. No pocas veces se había tomado una foto con la cara y las tetas manchadas de blanco, como si celebrara una victoria. Parecía otra persona a la chica que había conocido no hace tanto tiempo atrás.

El trabajo de *** era suficientemente exigente como para mantenerla ocupada la mayor parte del día y cansada a la salida. Vivíamos relativamente alejados, lo cual me permitió en no pocas ocasiones quedar con mi amante toda la noche en un cuarto de hotel, donde cachábamos a placer y no dejábamos de lado un sano mañanero. Nadia incluso llegó a quedarse en mi casa, donde repetíamos la rutina. Con el pene erecto no podía pensar, como ya imaginarán, pero cuando mis bolas quedaban vacías pensaba en cuánto tiempo podríamos mantener una relación así. No sabía qué pasaría: mi novia se enteraría? nos encontraría en pleno? me acabaría enamorando de Nadia?

Con Nadia cachábamos mucho y hablábamos menos, sobre todo desde que nuestra relación de amantes se había consolidado. Ella podía andar completamente desnuda por la casa, pero sentía que su mente estaba más cubierta que una monja.

Unas semanas después, acabado un polvo, ella se volteó hacia mí y me contó que iba a volver a Arequipa "un tiempo" para visitar a la familia. Quise saber exactamente cuánto, pero ella persistió con el incierto "un tiempo". En ese momento me sentí raro. Sabía que no le quedaba mucho más de carrera, su estadía en Lima era también una incertidumbre. No supe cómo sentirme cuando me lo dijo. Debí sentir alivio porque así no continuaba con esa locura, pero la verdad no deseaba renunciar a Nadia y a todo el placer que ella me proporcionaba. No quería dejar de sentir sus generosos labios, su cuerpo moldeado por el ejercicio, su culo duro y sus tetas naturales.

Quedaba una semana hasta que volviera al sur.

 

Se agradece las fotos y la historia. Esas fotos son referenciales? donde es?

 

no sé dónde es cofrita, tampoco es relevante, solo ella lo es jaja

 

claro, como dices no es relevante.

 

EL FUTURO

La noticia del viaje de Nadia fue una alarma de la realidad. Había dejado pasar los días y las semanas como agua bajo un embudo, gozando irresponsablemente de aquella relación prohibida. Si mi novia no se había enterado era un milagro, pero estaba sin duda presionando mi suerte. No estaba seguro de lo que ocurriría más adelante, qué pretendía con Nadia o si íbamos a poder seguir saliéndonos con la nuestra mucho tiempo más. Además de ello, presentía que aquel viaje cambiaría las cosas de una manera u otra, solo que no sabía si para bien o para mal.

Creo que está de más decir que por esa época no pensaba mucho con el cerebro de encima de mi cuello, sino con el que estaba bajo mi ombligo. Si Nadia se iba a ir lejos, quería disfrutar de ella al menos una vez más a todo dar.

No le escribí a mi amante por los siguientes días, en los que me preocupé por ser un novio modelo y preocupado. Me asusté de lo poco mal que me sentí durante esos cuatro días, porque mientras bañaba a *** de cariño solo pensaba en cuanto deseaba tener a Nadia sometida a mí una vez más.

Finalmente le escribí. O mejor dicho, le mandé la foto de la preciosa lencería negra de VS que le había comprado.

-Para ti. ¿Te gusta?
-No me gusta, me encanta.
-Eso quería leer. Date un tiempo este sábado, quiero ver cómo te queda.
-Ya me han dicho para salir el sábado.
-Ya pues, te vas a ir de viaje y no te veré en un tiempo. Encontré un sitio bueno con jacuzzi.
-¿Jacuzzi? ¿en serio?
-Obvio, una despedida digna al menos. Además quiero ver cómo lucen tus tetotas con esa lencería.
-Oye, tengo culo también.
-Si quieres te lo cacho después de chuparte las tetas. No te hagas, sé que te encanta.
-Nunca me han dado por el culo.
-Bueno, te lo nalgueo después de comerme tus tetas.
-Eres un idiota.
-Mucho, pero te gusta que este idiota te chupe los pezones. Sábado, habrá vino y jacuzzi.
-Ya, ok. Podría en la mañana. Tú dime dónde.

Tenía ya lista la excusa que le iba a poner a ***. Ya no sentía la culpa agobiante de antes, había quedado completamente opacada por el deseo que sentía por Nadia. Si por alguna razón esa iba a ser la última vez que tuviera sexo con ella, quería que valiera la pena. Tenía ganas de llevarme sus tetazas a la boca y tratar de derretirlas como un helado.

 

NADIA UNA VEZ MÁS

No había llevado antes a mi amante a un sitio con jacuzzi. Eso no significa que tuviéramos sexo en lugares de mala muerte, no, pero no pasaban de hoteles decentes como los que encuentras en Lince. Es más, ni siquiera con *** había ido, no sé por qué a pesar del tiempo que llevábamos juntos. Sin embargo, aquel sábado no reparé en gastos y reservé un sitio con jacuzzi espacioso, cama matrimonial e incluso un par de botellas de vino. No se lo dije a Nadia, pero además de la lencería que le había mostrado tenía un par de conjuntos más, incluyendo un disfraz de colegiala. Quería en realidad despedirme de ella por todo lo alto si es que ese era el caso.

Mi amante y yo ingresamos al cuarto a las once de la mañana. Ella, por supuesto, estaba sorprendida por el lujo y se puso a mirar con detenimiento el jacuzzi. Yo aproveché su distracción para ponerme detrás de ella y sujetarle las tetas por encima de la ropa mientras le daba besos suaves en el cuello. Estuvimos a punto de iniciar allí mismo, pero para variar el que se detuvo fui yo para entregarle la fina bolsa de VS.

-Te doy un tiempo para que te LOS pruebes.

Ella, sorprendida, miró dentro de la bolsa y encontró los otros conjuntos que había comprado para ella.

-Vaya, no te conocía tan generoso. ¿Cómo quieres que te pague? por plin o yape?

-Nada de eso, depósito directo. Pero yo te deposito a ti, ya sabes.

-Jajajaja, carajo. Ok, ya vuelvo.

Nadia se tomó un tiempo en salir del baño, uno que tomé para procesar bien la situación que estaba viviendo en aquel momento. Toda la culpa que había acumulado durante aquel lapso de tiempo se esfumó cuando vi salir a Nadia vestida con la lencería roja. Me puse duro de inmediato, me acerqué a ella y la besé mientras la tomaba del culo. Nos encendimos como el color de la ropa que ella llevaba, pero una vez más me detuve. Saqué de mi bolsillo el pañuelo negro que había traído y le dije que quería que se lo pusiera para poner más picante nuestro encuentro. Ella dudó un poco, pero acabó cediendo a mi proposición sin demasiada resistencia. Le amarré el pañuelo sobre los ojos y volví a besarla apasionadamente mientras recorría sus curvas. La idea había tenido un efecto inmediato, sentía cómo el cuerpo de Nadia se calentaba como una tetera a gran velocidad.

Pasada la sesión de besos tomé la cabeza de Nadia para que se agachara frente a mí. Antes de bajarme los pantalones saqué mi celular cuidadosamente del bolsillo y lo apunté al rostro vendado de mi amante y el exquisito escote que formaba la lencería cara que le había comprado. Ya estaba duro, por supuesto, así que le di la orden de chupar. Nuestra velada recién estaba empezando.

 

Grabé diez minutos de Nadia chupándome la pinga hasta venirme en su boca. Ella tragó obedientemente y yo cuidé de colocar el celular en una posición que no levantara sospechas. Le quité la venda a mi amante y la manoseé todo lo que pude mientras la besaba con tanta energía que podía electrificar un distrito entero. Yo seguía durísimo a pesar de la corrida y Nadia goteaba de lo mojada que tenía la vagina. Le introduje mis dedos mojados de sus fluidos en la boca y ella lamió dejándolos impecables.

Le arranqué el elegante sostén que llevaba puesto y gocé de sus tetas por unos segundos que se me hicieron cortos antes de ponerla en cuatro sobre la cama. Le dejé el calzoncito puesto, solo se lo hice un lado para meterle la pichula por fin bien hasta el fondo. Nadia gimió mientras sentía cómo la enculaba, gimiendo como la puta que era pidiendo más. Yo no le negué lo que quería, pero me acabé deteniendo porque me moría de ganas de probar el jacuzzi. Me sentía una porquería, ni siquiera a *** la había llevado a un sitio así, pero allí estaba yo esperando a que llenara la tina para poder meterme junto con Nadia. Le dije que me la chupara mientras esperábamos y ella obedeció. Gocé de la vista de su sumisión en el amplio espejo del cuarto, que mostraba fielmente la escena de Nadia arrodillada frente a mí atorándose con mi pene. Yo sonreía y disfrutaba mientras le cachaba la boca o le pellizcaba los pezones, sin cortarme en decirle lo puta que se había vuelto.

Ella entró primero a la tina y yo la seguí pocos segundos después. No dejé de ser un buen amigo y la enjaboné con mucho cuidado, no quería que estuviera sucia, le dije. Ella solo atinó a reír mientras sentía mis manos pasearse sobre sus glándulas mamarias. Si era posible el agua me había calentado todavía más, no podía dejar de besar animalmente a Nadia mientras nos revolcábamos en el agua y el jabón.

-Chúpamela.
-¿No has tenido suficiente?
-No. Obvio que no. Chúpame la pinga.
-Maleducado, ¿no sabes decir por favor?
-No me hagas repetirlo, puta.

Le sujeté los pezones con fuerza. Por el gemido de placer doloroso que emitió, lo había sentido. Continué con los dedos aferrados a sus pezones mientras le repetía la orden y le decía que debía ser una puta obediente.

-El oral es extra, amor.
-¿De qué hablas?
-¿No me estás diciendo tú mismo que soy una puta? las putas cobran, y esto es un extra.

Sinceramente no esperaba que Nadia siguiera el juego de esa forma, pero no tardé en subirme al barco del rol.

-¿Y cuánto cobras por chuparla sin pre?
-50 extra, mi amor.
-Mira pues, no tenías pinta de puta cara. Estás cobrando caro.
-Es que lo valgo pues amor.
-Entonces dime el resto de tus precios.

Nadia sonrió con mucha lujuria y atrapó mi pene entre sus tetotas cuando comenzó a hablar. Una sorpresa grata, por decir lo menos.

-Bueno... también me trago tu leche por un extra, amor.
-Mira pues, qué buen servicio.
-Obvio, para que vuelvas a atenderte conmigo, bebé.
-Veo que estás muy implicada en tu oficio. ¿Cómo te llamas? me gustaría llamarte para atenderme otro día...
-Mmmmm... Nathaly.
-Bien, Nathaly, estoy casi convencido de volverte a llamar.
-¿Casi? ¿por qué no seguramente?
-Es que no estoy seguro de que aceptes lo que quiero.
-¿Y qué quieres?
-Quiero tomar tu servicio sin pre.
-Oh.... pero eso es peligroso, no sé si aceptaría atender así a un cliente.
-Vamos bebé, más rico así.

Nadia no había dejado de hacerme una rusa mojada mientras sosteníamos aquella extraña conversación. Era una escena que bordeaba lo surreal.

-No lo sé amor...
-Te pago 100 más, bebé.
-150 y trato, amor.

Me coloqué detrás de Nadia y apunté mi pene hacia su objetivo. No podía aguantar mucho más, la ensarté hasta el fondo y ella empezó a gemir.

-Más rico así, ¿verdad?
-Claro que sí amor... no pares.
-Qué rica puta que eres.

 

Que gran historia cofra, esperando el desenlace

 

La inesperada dinámica le agregó incluso más picante a una situación que yo pensaba no podía serlo más. Con cada atuendo que se probaba tomaba su rol de "Nathaly" y me volvía loco. Cachamos como desquiciados, le dejé hasta la última gota de leche dentro de la concha, dormimos exhaustos, nos bañamos, comimos y volvimos a cachar. Nunca antes había tenido una maratón semejante. Para cuando nuestros cuerpos dijeron basta, ya era de noche. Había ignorado los mensajes de mi novia o respondido como podía, desesperado por volver con Nadia. No podía sentir mis extremidades, estaba más exprimido que trapo de pollería, con una mezcla rara entre la satisfacción de haber cachado como nunca pero ya sin nada pero nadita de leche en el cuerpo que pudiera aliviar mi culpa.

Nueve de la noche, pero yo no tenía fuerza ni para alzar un clip. Esperé junto a Nadia a que llegara su taxi, los dos en silencio. No sabía ya qué decir porque todo lo que sentía lo había demostrado con mis actos a lo largo de aquellas horas. De todos modos sentía que debía decir algo.

-¿Te quedas mucho tiempo?
-No lo sé.
-Bueno... espero que me des un descuento la próxima vez, al menos.
-Je... puede ser.
-Me gustó tu servicio, Nathaly.
-Qué bueno, amorcito.

Caí rendido al llegar a casa. Desperté al día siguiente casi a la hora de almorzar. Tenía mensajes sin responder de ***, pero preferí ver antes los videos que había grabado con "Nathaly" el día anterior. Recordar es volver a vivir, aunque haya sido hace tan poco.

 

y se volvió a cachar a la tetona cofra? sigaaaaa

 

Si no lo hubieran baneado, hubiera terminado la historia, quería leer el final

 

• 

La ausencia de Nadia se prolongó por varios meses. Las primeras semanas trajeron ansiedad, muchas pajas, muchas reproducciones a los videos que había grabado con ella chupándome la pinga, saltando sobre mí, poniendo sus tetas en medio de mi chorizo. Yo era un infiel pero no era un pendejo, mantuve los videos caseros para mi disfrute y, de hecho, los consumí menos a medida que pasaba el tiempo. La lejanía de Nadia en el sur era como si fuera un adicto que pierde su droga, poco a poco recuperé mi anterior ser de buen novio, bien portado y atento, pero esta vez honesto y no como tapadura de decenas de infidelidades. Mi novia, estúpida como ella sola, no sabía de mis múltiples encerrones con Nadia y así planeaba que se mantuviera. Ahora cachaba sólo con ella, ya ni siquiera me provocaba ir por otras chicas que suplieran el papel de “la otra” que Nadia cumplía. Ella ni siquiera me escribía y yo tampoco revivía el puente, la vida era buena y mejor.

Fue así por nada más y nada menos que 8 meses. Me encontraba almorzando, en mi hora de refrigerio, cuando recibí el mensaje de mi ex amante. Que quería ponerse al día, que quería conversar, que quería que la visitara para conversar. ¿Qué hice yo? muchachos, la carne es débil, fingí una infección estomacal repentina y puse rumbo hacia la dirección que ella me había mandado. Tomé un taxi y no me demoré en llegar, ella me esperaba sentada en una banca de parque. Se había dejado crecer el cabello y lo llevaba sedoso. El short que vestía y la blusa blanca escotada resaltaban unas bondades físicas que se notaban pulidas por el ejercicio. Qué piernazas has sacado, le dije acariciando suavemente su generosa piel expuesta.

Ella sonrió un poco. Me dijo que venía de pasada, que su bus salía en la madrugada para volver definitivamente a Arequipa con su familia, su nuevo trabajo y su novio. Me sorprendí un poco de que me lo soltara todo de un sólo disparo, pero no era tampoco algo que me sorprendiera. Habíamos perdido el contacto durante un tiempo considerable, no sabíamos mucho del pasado reciente de cada uno.

Le dije si quería unos polvos de despedida, fui frontal con ella porque no había razón para no serlo a pesar del tiempo pasado. Ella tenía sus ganas pero también sus dudas, una cosa era ser la amante cuando ella no tenía novio pero ahora lo tenía y no sabía lo que tenía que hacer.

Evidentemente quería empujarla hacia una decisión. Le acaricié las piernas, le sobé las yucas mientras que ella se resistía teatralmente, luego aproveché la ausencia de gente para agarrarle una teta por encima de la blusa primero, después más fugaz pero más intensamente por debajo de ella. Qué ricas tetas, cómo las extrañaba, cómo me moría de ganas de pellizcarle los pezones de nuevo y hacerla gemir como una puta. Le manoseé bien rico las tetas e incluso llegué a sacarle una fuera de la ropa para pellizcarle más rico el pezón y chupárselo breve pero ricamente.

Cedió cuando le dije que Nathaly, cuánto me cobras por tu servicio. Le brillaron los ojos antes de responder su tarifa ficticia y levantarse de la banca para seguirme hacia el hotel decente más cercano. Ya allí le volví a besar los labios carnosos, le introduje la lengua hasta las entrañas y la desnudé para comprobar el efecto positivo del ejercicio en su cuerpo.

Me la chupó con ganas, como antaño, pero me pidió ponerme condón porque no estaba tomando anticonceptivos. Acepté a regañadientes, y el primer polvo fue así. No era lo mismo, yo lo sabía y en mi interior estaba seguro de que ella también. Después de que eyaculé ella chupó mi pinga brevemente y se montó, so pretexto de provocarme, encima de ella sin metérsela. Se sobó con mi pinga durísima y yo sentí su humedad encima de ella hasta que finalmente se introdujo dentro. Tomé ambos pezones entre mis dedos y jugué con ellos para provocarla hasta que finalmente ella misma se terminó de clavar entera.

-Ok sigue, pero no te vengas dentro.

No le dije nada porque hubiera mentido vilmente. Le pegué una cachetada y me metí su pezón derecho a la boca mientras la penetraba rítmicamente, notando lo mucho que había extrañado la sensación infiel de su vagina.

La estuve clavando un rato así, chupando sus ricas tetas mientras sentía su vagina sin condón de por medio, hasta que empecé a cambiarla de posiciones. Echaba vistazos al espejo mientras me la cachaba, rememorando buenos tiempos, mientras ella berreaba como una perra en celo. Su interior ardía. Evidentemente no me corté en eyacular dentro de su vagina, por más que ella se quejase al principio. Lo has disfrutado, puta, le dije pegándole una cachetada y un pellizco en el pezón.

Claro que lo había hecho, no volvió a mencionar el detestable condón en lo que quedaba de tarde. Nos bañamos juntos para secarnos el sudor, nos besamos apasionadamente bajo el chorro de agua helado y yo manoseé y chupé sus tetas empapadas todo lo que pude. Así, sin secarse apenas, salimos de la ducha y la arrojé a la cama para seguir metiéndole pinga sin condón hasta desfallecer. La penetré en todas las posiciones imaginables por varias horas hasta que mi cuerpo me dijo basta, no te pases de cachero ctm. Aun así le di un polvo más, eyaculando lo poco que me quedaba de semen en sus ricas tetas sureñas.

Nadia, en efecto, se fue más tarde. Me imagino que habrá dormido a pierna suelta en el bus de regreso a Arequipa después de la tremenda culeada que le metí. No volví a verla, quedó en mi pasado y en las decenas de videos que grabé con ella. Los veía de vez en cuando, pero no le volví a escribir nunca más, nuestra historia había acabado.