Dominando a mi ex (parte 2)

Tema en 'Relatos Eróticos Peruanos' iniciado por Beyonder, 27 Mar 2021.

    Beyonder

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    Cofradía lectora, les dejo una continuación de un relato que hice hace tiempo. Nuevamente me fui en floro y, a pesar de que tiene continuación creo que quedó muy largo. Igualmente, ¡espero que lo diafruten!

    Todo hombre tiene una parte ficción en su propia historia. En esta, mi nombre es Santiago y la realidad se mezcla con la teatralización, todo lo necesario para ocultar identidades y todo lo conveniente para que valga la pena ser leída.


    Era algún mes de la segunda mitad del 2017 y estaba en una sala ajena intentando atar cabos. En unas horas tendría que rendir el examen final del curso de estadística que llevaba como parte de la especialidad y con poca anticipación había cedido a una propuesta de Lourdes, mi compañera y tóxica ex; a quien hacía poco más de un mes había sometido a una breve sesión de dominación sexual, que culminó conmigo vaciándome en su cara luego de haberla cogido por los tres lados (https://perutops.com/foro-relax/threads/dominando-a-mi-ex-parte-1.455158/). La propuesta consistía en ayudarla a estudiar y salir directamente a la universidad, para rendir el examen y continuar con las clases.

    -Entonces, Lourdes, antes de saber qué prueba estadística usar, hay que determinar si la distribución es normal o no, y para eso se usarán las pruebas de Kolmogorov o de Shapiro-Wilk.
    -Ay Santi, qué pesado y aburrido es esto. Apenas estoy interiorizando lo de cuantitativa, cualitativa, dependientes e independientes.
    -Ya, pero eso es de la unidad pasada. Se supone que ya lo sabes para poder entender esto. Si no, nos vamos a quedar todo el día.
    -Ya, Santi, ya. ¿Por qué tan aburrido, tan serio? Hay tiempo, y de sobra. A ver -Lourdes me miró de frente y abrió los ojos todo lo que pudo a la vez que sonreía- a ver dame un Shapiro.

    Había dejado de ver la pantalla de su laptop para verla fijamente. Estábamos sentados en su mesa de comedor, la distancia de nuestras sillas era cortísima. Su rostro estaba congelado en una expresión de coquetería pasiva, como de pendeja que se hace la inocente; pero no por eso me parecía más atractiva. La verdad, aunque no era fea, tampoco me parecía especialmente bonita y, en ese momento, ninguno de sus atributos realzaba. La veía totalmente desprovista de brillo, no sé si de valor; pero definitivamente ajena.

    - ¿Ya Santi, te animas o qué?

    Estaba arrecha, frente a mí, y dispuesta. Creo que la situación la excitaba. Quizá proyectaba alguna forma de admiración hacia mí por conocer el tema, mezclada con lujuria a causa de nuestro último encuentro y con una pizca de sentimentalismo debido a ser mi ex. No sé, y me importó un caraj0. Lourdes era para mí, en ese momento, un instrumento de mi placer sexual. En ese instante no la vi como amiga, ex, amante o mujer siquiera; solo como una hembra para cachar, únicamente como la anónima integrante de un harén, como un súcubo en trama de hentai; como un objeto sexual, únicamente.

    -Ya debes saber, Lourdes, que conmigo solo puede ser de una forma. Si quieres que te coja, va a ser como la última vez.
    - ¡Eres un pervertido! Jejeje. La verdad que eso me excita. Es como un juego de rol, me gusta que me hables fuerte y que me digas cochinadas. Pero es como una actuación, ¿ya?
    -Ya vas a ver qué tanto nos metemos en personaje. -La acerqué a mí hasta poder besarle el cuello justo debajo de la oreja- y vas a ver qué tanto te la meto. ¡Quítate la ropa!

    Quedamos uno frente al otro, sentado cada quien en su silla y ligeramente inclinados el uno hacia el otro. Nos quitábamos la ropa como en aquella escena de Mimi, metalúrgico herido en su honor () y cuando estuve sin polo la tomé de las caderas hasta tenerla de pie entre mis piernas, dándome la espalda, para despojarla del pantalón.

    -Santi, me encanta que me toques. Este juego me excita.
    - ¡Silencio!

    Le di una nalgada durísima y sonora. Tenía en mis manos su culo de nalgas mestizas, algo anchas, con una trusa delgada que no llegaba a ser hilo.

    -¿Querías que te viera así, no? Ya habías planeado que te viera así. Pero yo soy el que te va hacer desear a ti que te la meta. ¿Entiendes? ¡Di que entiendes!
    -Sí, Santi, sí.

    La interrumpí con otra nalgada y la acerqué a mí hasta sentarla con el culo pegadito a mi falo. Ya estaba desnudo, de modo que mi pene erecto descansaba en los últimos centímetros de su espalda. Le abrí las piernas y empecé a sobarle el clítoris a mismo tiempo que manoseaba sus pechos, que eran su mejor atributo, siempre destacaban en sus escotes y, desnudos, se veían más grandes que el promedio, aunque sin ser exagerados. Sentía sus pezones marrones erectándose y mi pene se estimulaba con el movimiento de sus caderas. La besaba en el cuello todo lo necesario para que lo estire al máximo. La cosa se puso algo romántica cuando Lourdes, sentada de espaldas a mí y gimiendo suavemente, me acarició el rostro con una mano, después la nuca y yo respondí alternando besos y mordidas a su oreja.

    -Santi, me encantas.

    Su voz rompió la inercia de mis actos y retomé mis intenciones puramente carnales. Dejé de besarla y la tumbé, dejándola inclinada con el culito hacia mí y su pecho sobre la mesa. Rápidamente le azoté y mordisqueé las nalgas, me puse frente a su culo y se lo levanté lo suficiente para acceder a su vagina desde ahí. Le besaba los labios, metía la lengua y chupaba el clítoris sin descanso, rapidísimo y constante. En cuanto sentí que se mojaba me detuve y volví a mi silla de rey, para dirigir el espectáculo.
    Ya sentado, pegué su culo a mi falo y lo coloqué entre sus nalgas, apuntando hacia arriba, con la intención de pajearme con ellas, como en una rusa, pero con sus nalgas (no sé si haya jerga para eso).

    -Lourdes, ¿sientes mi pene entre tus nalgas? ¡Responde!
    -¡Sí Santi, sí lo siento!
    -¡Solo de que sí! -le metí otra soberana nalgada- ¿Sientes mi pinga en tus nalgas?
    -Sí Santi, ¡sí!
    -La sientes ahí, perrita, y la vas a empezar a pajear mientras te pongo el culo rojo a nalgadas, ¿entiendes?
    -¡Sí Santi, sí!

    Me dispuse a estimularla ya no para proporcionarle placer, sino a causa de un frenesí morboso, de pura lujuria, que me llevaba a querer someterla cada vez más. Le di no sé cuantas nalgadas mientras ella se movía de arriba abajo, con mi pene atrapado entre sus nalgas enrojecidas.

    -Muy bien, perrita, -otra nalgada- muy bien, mueves bien ese culito. Ahora tócate los pechos. ¡Sóbatelos! ¡Quiero que toques los pechos como una perra en celo!

    Mientras le decía eso tomé el control de sus caderas y las amasaba para sentir mejor la tibieza de sus nalgas presionándome el pene. Luego de un rato metí mi mano entre sus piernas y la masturbé con dedicación.

    La tenía pajeándome con su culo, en la mesa donde comía con su familia, probablemente donde hablaba con sus parientes sobre cuando y con quién le gustaría casarse. Me pajeaba y se tocaba los pechos cada vez más; intuí su excitación al momento que se mojó.

    -Di que te gustan mis nalgadas
    - Ah, ah me gustan tus nalgadas Santi
    -¡Nada se Santi! ¡Quién es tu papi, perra!
    - ¡Tú… tú eres mi papi!
    -¡Muy bien! ¿Te gusta mi pichula?
    -¡Sí, papi, sí!, ¡me gusta tu pichula!, ¡me gusta tu pichula!
    -Tanto te gusta que te pones así. Yo te domino, mi pinga te domina. ¡Pídeme que te la meta! ¡Ruégame que te la meta, perrita!

    Cuando le dije esto no solo le metí una soberana nalgada, sino que mi mano en su chuch@ se movía como una batidora y sus caderas estaban enloquecidas. Lourdes gemía y, sospecho, estaba deseosa de sentir mi pene dentro de sí.

    -¡Papi, metémela, papi! ¡Papi!
    - ¿Qué es eso? ¿Así se ruega? -le recontra sobé el clítoris- ¡Pídemelo bien! -otra nalgada- ¡Ruega por mi pinga!
    -Ay Papi, Por favor, méteme la pichula, papi, dame tu pinga, ¡dámela por favor!
    -¿Quieres mi pinga?
    -Sí papi, quiero tu pinga, métemela ya por favor
    -Bien, así me gusta. Te has ganado el privilegio de que te coja.

    Sabe Dios qué mecanismo psicológico le disparaba a Lourdes la arrechura en esa situación. Lo que a mí me importaba es que me seguía el juego, así que la senté sobre mí dándome la espalda y, ya con el condón puesto, se la metí. La veía en el espejo de su sala, montando mi pene y gimiendo, yo tomando sádicamente sus pechos, hasta que la cosificación de Lourdes llegó a tal punto que su existencia solo tuvo sentido para mí si estaba en cuatro, con su culo hacia mí podría prescindir del resto de su cuerpo.
    La volví a apoyar sobre la mesa, pero esta vez Lourdes se apoyó con sus manos. Mis embestidas hacían tambalear y sonar esa mesa de comedor, cuyos chirridos de mueble raspando el suelo de parquét se mezclaban con los gemidos de mi perrita, con el choque de su culo contra mi pelvis y con los maravillosos diálogos que se nos ocurrían.

    -¡Eso, eso, perrita! ¿Así te gusta que te coja? ¡Di que te gusta que te coja!
    -¡Ay, ay, ah, ah, ah! Me gusta, me gusta que me cojas, papi, ¡me gusta que me cojas!
    -¿Está rica mi pinga?, ¿Te gusta mi pichula?
    -¡Aaaah ah,ah! ¡Sí, ah, ah! Está rica, rica!
    -¿Qué cosa está rica? ¡Habla completo perrita!
    -Me gusta, me gusta tu pichula, me gusta, ¡que me gusta tu pichula Santi!
    -¡Di que esta rica, que te encanta! -Le metí una nueva nalgada- ¡di que a mi perrita le encanta mi pichula!
    -¡Ahh, ahhha ay Santi, ay Santi!
    -¡Dilo!
    -¡Ayyy Santi, esta rica, tu pichula, tu pichula esta rica, riquísima! Ayy, ahh, ah, ah, ah. ¡Que rico pene! Me gusta, me encanta que me la metas Santi.
    -¿A quién le gusta? ¿A quién, quién eres tú ahorita? ¡Eres mi perra! ¡Dilo, dilo todo o no te cojo más!

    Me moví más fuerte sosteniéndole con gran firmeza las caderas.

    -Ay Santi, Santi, ¡A mí, a mí, a mí me gusta, a mí! Ahhh, a, a mí me encanta tu pichula, me encanta tu pene y soy tu perrita, soy tu perra ¡Soy tu perra, soy tu perra Santi, tu perra! ¡Cógeme más Santi!
    - ¡Anda, de que a mi perrita le encanta mu pichula!
    -Aaayyy, Santi, ¡soy tu perrita!, ah, ah, ah, aaah mi me gusta, me gusta, a tu perrita le gusta tu pichula Santi, tu pinga, me gusta que me la metas Santi AAAAhhhh!

    En esos instantes me moví rápido, pero solo durante unos segundos. Se la saqué y la puse de pie para darle un chape violento, acompañado de un apretón de nalgas; luego me senté nuevamente y la puse de rodillas. Arrojé el condón bruscamente y empecé a sacudirle mi miembro en la cara. Sabía que le había cortado el rollo al parar tan abruptamente, pero nada importaba en esta puesta en escena sino llegar al gran final que yo, y solo yo, deseaba.

    -No gritas bien, te falta para ser sumisa. ¡No mereces que te coja!
    -Ay Santi..
    -¡Silencio! -le di golpes más fuertes con mi pene en toda su cara- ¿Ves? ¡Aquí se hace lo que digo! Y te digo que no mereces que te la meta. No te has ganado mi pinga, pero… ¿La quieres?
    -Sí, Santi, quiero que me la metas, ¡quiero tu pinga!

    Me dijo esto cogiendo mi pene y masturbándolo, mirándome desde abajo.

    -Entonces te la vas a ganar haciendo lo que digo, porque eres mía, ¿entiendes? ¡Eres mía!

    Le hice sacar la lengua y se la sacudí encima varias veces, después le ordené que me masturbe con mi glande reposando en su lengua.

    -Eso, perrita ¿Quién es tu papi?
    -Tú eres mi papi
    -Ahora dilo teniéndolo en la boca
    -Tfu edes me papie
    -¡Varias veces!
    - Tfu edes me papie, Tfu edes me papie, Tfu edes me papie, cof, cof.
    -Eso, eso. Tose y chupa la punta, solo te has ganado la puntita. -ella chupaba delicadamente mi glande, tenía experiencia. Lo ensalivaba, lo rodeaba con su lengua en su boca y presionaba la cabeza entera con ambos labios- Muy bien, muy bien. ¿Quieres más de la pinga de tu papi?

    - ¡Sí, sí, papi, la quiero toda, toda tu pinga papi!
    -Primero abajo. Chúpame las bolas primero
    -¿Así, así está bien que te las chupe, así Santi? -Con una mano me hacía una paja lenta mientras se engullía, una a una mis bolas- ¿Te las estoy chupando bien?
    -¡Silencio! Ya te he dicho que yo soy el que habla. Di que mis bolas están ricas
    -Están ricas Santi, tienes unas bolas riquísimas.
    -Jaja. Ya, ahora sí, ¡métetela toda en la boca Lourdes!
    - Cloc, cloack, cloack, cloack.
    -Eso, perrita, eso. Chúpamela bien, ¡Chúpala toda!

    Lourdes amunetó la velocidad y se metía mi miembro lo más que le cabía, sacándolo de cuando en cuando para rápidamente volver a chupármelo. Esa mamada rápida y profunda se sentía excelente, junto con ese ruidito "glock, gloack, gloalck... Aahh" que era toda la comunicación que teníamos. Pero yo quería un poco más.

    -Ahora quiero que te atragantes ¡atragántate con mi pinga!
    -Og, og, glooogg -Lourdes me hizo como dos gargantas profundas seguidas que me dejaron el falo ensalivado y a ella los ojos llorosos- gloack, gloack... Aah, a, aaah.
    -Eso perrita -le sacudía con fuerza el pene en la cara y de cuando en cuando se la metía por la boca- ¿te gusta chuparme la pinga?
    - Sí Santi, sí. Aah, me gusta chupártela.
    -¡Chuparme qué! ¡Dilo completo!
    - Me gusta -me decía esto recibiendo latigazos de mi pene en la cara y chupándolo de rato en rato- me gusta chupártela. ¡Ah, glog, glog. Me gusta chuparte la pinga, glog, me gusta chuparte la pinga Santi!
    -Jaja, eso. ¿Te encanta mi pichula, no? ¿Te gusta mi pinga en tu boca perrita?
    -Golg, glog, Oooaagh. Me encanta Santi, me encanta tu pichula, me encanta. Glog, glog. ¡Me gusta tenerla en la boca!
    -¡Di que la tengo rica! ¡Di que te gusta tener mi pinga en tu boca! ¡Di que te mueres por mi pene!
    -¡La tienes rica Santi!, ¡Que rico pene tienes! Me encanta. Me gusta tener tu pinga en la boca, Cloack, cloack, sacúdemela, atórame con tu pene Santi... ¡y métemela!
    -Estás como loquita por mi pene. Ahora que te mueres porque te la meta, dímelo, ¡Di que te mueres por mi pene! ¡Que no puedes vivir sin mi pinga!
    -Ayy, Santi... Ya no te pases... Tampoco soy una puta...

    Bastaron esas palabras para cagarme de risa internamente y para intuir sus límites. Indudablemente está arrecha y seguro que desea terminar el polvo con una buena penetración, sin embargo...

    -Entonces te voy a coger... ¡Pero por la boca!

    Me apresuré en tomar su cabeza con ambas manos y a penetrarla por la boca. Sus arcadas eran masivas, su respiración fuerte y mis caderas respondían al placer que su húmeda boca le daba a mi falo, moviéndose con mayor intensidad.

    -Es lo que te has ganado, solo que te coja por la boca; hoy no te has ganado mi pinga para coger, ¿entiendes?
    -Oaagh, oaagh, mmmuu, oagh -hizo un gesto con la cabeza que interpreté como afirmación pero que podría haber sido cualquier cosa- oaagh, cloack, cloack, cloack.
    -Si quieres que te la meta, pídeme que te siga cogiendo la boca.
    -Cloack, cloack, ooaaah -se la saqué de una- ah, ah, ah, ay Santi, cógeme la boca, ah, ah, ¡sigue cogiéndome por la boca!
    -Esa boquita, ¿es mía, para qué es mía?
    - Es tuya Santi, tuya -se la metía ella misma para seguir chupando- ¡mi boquita es tuya para que te la cojas!, ¡mi bfoca esf tuooya pga que gla cooaggjas!

    Esto último me lo dijo con mi pinga entre su paladar y la lengua. La volví a tomar de la cabeza para follarla sin compasión, decidido a solo un cosa.

    -Aah, Lourdes, la chupas como una verdadera sumisa. ¡Te has ganado tu lechecita! Pero pídemela, ¡pídeme la leche!
    - ¡Sí Santi! ¡Quiero tu leche Santi! ¡Dame toda tu leche papi!
    - ¡Te la vas a tomar toda, mi perrita! ¡Te vas a tomar toda mi leche!
    -Sí, Santi, sí ¡Me encanta tu leche! Cloack, cloack ¡Me la voy a tomar toda, todita! Glog, glog, gloag. ¡Te la voy a chupar toda, papi, todita!
    - ¡Muy bien, mi perrita, así habla una sumisa!
    -Mmm, mfu, mfu, gloack, gloack, gloack.

    No resistí mucho tiempo. La penetración de su boca era prácticamente una paja compulsiva. A la vez que la sensación física era de lo más placentera, mi excitación psicólogica no podía ser mayor, al ver a esa tóxica y algo aprovechada ex mía, despojada de todo pudor, haciendo arcadas, arrodillada y desnuda, con los ojos cerrados de arrechura y mi miembro llenándole la boca; dispuesta a recibir toda mi vaceada. La sentía totalmente dominada y covertida en mi juguete sexual.

    -Aah, ahí viene mi leche, perrita. Te la vas a tomar toda, ah, ¡toda! ¡Aaaahhhh!
    -Mmmu, ¡Mmmuu, fu, fu, pfu, pfu! !Ooog, oagh, oack, oack!

    Los espasmos de mi eyaculación dictaban la fuerza con la que mis manos cogían la cabeza de Lourdes. Me vine en su boca sin sacarla y la sensación de terminarle dentro, de disparar hacia su garganta, mi glande rozando su paladar cuando acababa, fue genial. Sin perderla de vista se la saque y le dije "¡abre la boca, quiero ver que la tomes!". Ella abrió su boquita y dejó ver el líquido blanco y espeso que retenía, al mismo tiempo que le escurrían algunos chorritos y desde mi falo a su boca se extendían un par de líneas "Muy bien, ¡ahora trágatela!" Con algo de esfuerzo cerró la boca y se pasó mi semen.

    Desde mi silla la contemplé, cogida, desnuda y arrodillada; con los ojos llorosos, restos de maquillaje corrido de sus ojos y líneas blancas de mi semen surcándole el mentón desde sus labios. Ante ello, solo podía decir una cosa.

    -Lourdes... Acércate... ¡Acércate y limpiámela! !Chúpamela, chúpala hasta que no quede ninuna gota!

    Lourdes, que parecía en transe, me la chupó tiernamente, o mejor dicho, con suavidad, hasta que la integridad de su longitud quedó libre de todo fluido, salvo por un poco de su saliva.

    -Eso, Lourdes -le sacudí la pinga en en la cara y en la lengua- Di que mi leche estaba rica, ¡dame las gracias por venirme en tu boca!
    - Santi, ah, tu leche está rica... Gracias por darme tu leche en la boca.

    Estás últimas palabras me las dijo susurrando, con los ojos abiertos y mirándome, pajeándome también desde la base y chupando lentamente mi glande. Los eternos segundos que duró este diálogo se interrumpieron para que ella fuera al baño.

    Mientras oía el ruido de la ducha, el caño y el cepillo de dientes volvía a intentar atar los cabos del principio. ¿Será que ella lo había planeado?, ¿será que le importa tres pepinos el curso de estadistica?, ¿será que estuvo fantaseando todo este tiempo con que la domine de nuevo? Desde el tiempo que habíamos sido enamorados sabía que era una mamona y siempre intuí que quería explorar algo, pero cuando se lo proponía no aceptaba. ¿Quizá su vacilón era que la traten fuerte?

    -Oye Santi, ¡te pasas eh! -Lourdes salió del baño oliendo a mentol e interrumpió mis pensamientos- me has echo rogar por tu pene. Jajaja. Nunca me imagine que le diría a alguien "¡por favor, quiero tu pinga, métemela por favor!" Jajaja. Te pasas, la verdad.
    -Pero te gustó, ¿o no?
    -Bueno sí... No sé. En ese momento me excita y... Como que no pienso y me dejo llevar. Es excitante.
    -¿Pensabas en un encuentro así dede la última vez?
    -Sí, alucina. A veces, cuando estaba con ganas me imaginaba haciéndolo solamente así. Jajaja, ¡que loco! Pero hoy a sido ¡uff! Y encima me has dejado con las ganas...

    Lourdes hizo una pose llevándose las manos a la cadera y un gesto sensual con los ojos y la boca; además de una sonrisa, muy femenina.

    Viéndola así empece a sentir algo que no identificaba bien, una débil intuición que solo pude comprobar más tarde, ese mismo día, porque, como había dicho ella más temprano; había tiempo, y de sobra...
     
    Beyonder, 27 Mar 2021

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    Continúo con el relato, tratando de no irme tanto en floro.

    Pasó el rato, almorzamos y estudiábamos pero la tensión sexual iba en aumento. Cada revisión de la laptop o de las diapositivas era un excusa para rozarnos, luego para tocarnos y en más temprano que tarde ya estabamos chapando.

    Aún así, con todo y chape, no se movió en mí un ápice de ternura, ni afecto; solo sentía el urgente trayecto de mi sangre hacia los cuerpos cavernosos de mi pene. Estábamos sobre su sofá (el mismo de) y mis manoseos se prolongaban. Ya le había acariciado cada centímetro cúbico de muslos, nalgas, espalda y vientre; pero ella estaba algo ansiosa, seguro por haberla dejado a medias en el polvo anterior.
    -Santi, ya pues, ¿acaso no quieres esto?
    Lourdes señaló todo su cuerpo y se contorneó como en una danza árabe.

    -Mmm, no sé. No sé si me apetece, la verdad.
    -Ah, ¿ve este?, ¿con esas no?

    Se pusó de pie y dejó caer su pantalón para mostarme el culo con una pose coqueta, levantando una pierna.

    -No me digas que no te provoca esto... O será que no se te para... Uuuyy, ¿a Santi no se le para? Jaja. ¿Necesitas dormir un rato, tal vez descansar hasta mañana?
    -Oh, muy bien, con que no se me para muy bien, muy bien. Entonces...

    Entonces la tomé bruscamente, la eché sobre el sillón y tomé sus piernas sobre mis hombros. Diligentemente le lamí y chupé eñ clítoris, tanto como para hacerla jadear, estirarse de goce y decir "Ay , Aaaayy, Santi" como si fuera un largo gemido. Después la volteé y me monté sobre ella de perrito, con la sola intención de tocarla. Mis manos presionaron sus pechos con fuerza hasta que deslicé mi mano en su entrepierna para estimularla. Todo esto fue concatenado y preciso, a la velocidad ideal (al menos así escojo recordarlo), de modo que mi mano en su chuch@ le causaba harto placer.

    -Ay Santi, Santi, ya me mojaste, ya me mojaste Santi, aahhh. Vamos a hacerlo Santi...ah, ah
    -¿No que no puedo?, ¿no que no se me para?
    - Déjate de cosas
    -Bueno, ¿sabes como ayudar a que se me pare?
    -¿Quieres que te masturbe?
    - Con la boca
    -Pero Santi, aaah, otra vez por la boca...
    -Tú ya sabes, como es conmigo. Si quieres coger, solo es de una forma, y ahora me la tienes que chupar primero.

    Le decía estas cosas mientras nos movíamos como si en verdad estuvieramos cogiendo. Mis dedos habían logrado que se moje y erectar sus pezones, además, su jadeo y la manera en que se estiraba me hacían pensar que, sabe Dios cómo, la estaba excitando idealmente.

    -Ya Santi. Te la chupo, ¡pero no te vayas a venir ah! Mira que ahora te quiero sentir adentro.
    -¿Cómo, crees que es así nomás? No, Lourdes no (le seguía sobando la vagina con óptimos resultados) ¿Qué no recuerdas que conmigo tienes que ser mi sumisa? Anda, ¡dime que me quieres chupar la pinga!
    - Ay Santi, te quiero, te quiero chupar la pinga.
    - No, no, no. Más tierna, más sumisa, pídemelo como si te murieras por chupármela. ¡Pídeme permiso!
    -Ay Santi, Santi ¿por qué serás tan enfermo?
    -¡Pídemelo o me quito!
    -Ay, Santi, por favor, ¿puedo chuparte la pinga?
    -Jaja, otra vez

    Dejé de montarla y me senté, jalando su boca hasta mi pene. Quedó horizontal, con el culo al alcance de mi mano derecha y mi falo apuntando a su cachete.

    -Así, de costadito se ve mejor, con tu culo a mi costado (le di una nalgada) Pídeme de nuevo permiso para comerte mi pichula.
    -Santi, tu pichula... Tu pichula es riquísima, me encanta, me encanta tenerla en la boca. Por favor, Santi, ¿me dejas chupártela?, ¿puedo chuparte la pinga, por favor? (Me dijo esto mientras besaba mi glande y los costados de mi miembro erecto)
    -¡Muy bien, Lourdes, muy bien! ¡Así habla una sumisa! Ahora sí, te has ganado el honor de chuparme otra vez la pinga. ¡Anda, hasta la base!

    La hice hacerme un suculento fellatio a la vez que yo le acariciaba el culo. Le daba nalgadas y deslicé mis dedos nuevamente entre su raja. Al mismo tiempo que sentía sus labios y su lengua recorrer todo mi miembro, la masturbaba con mano derecha.

    -Eso, eso perrita sumisa, así, chúpala así.
    -Glop, glop, glop. Oack, oack, glop.

    Me hacía garganta profunda y de cuando en cuando mi pene le empujaba el cachete desde adentro, antes de salirse de su boca, ante lo cual ella lamía sacando toda su lengua y abriendo bien la boca.

    Seguí masturbándola y empujando su cabeza de arriba a abajo, le di una nalgada y me dispuse a clavarla de una vez.

    -¿Ya quieres que te la meta?
    -Sí Santi, glop, glop, glop, ¡ya métemela!
    -Pero primero agradece, ¡agradéceme que te deje chupármela!
    -Glop, glop, glop, gloack, gloack, gloack, gloack, Aaahh, ¡Gracias por dejarme chuparte la pinga Santi! Gloack, gloack, gloooock ah!

    Casi al instante de que su boca dejó mi falo, ensalivado, la tendí sobre el sillón y le abrí las piernas.

    -Ahora sí, te has ganado que te coja, dime, ¿te gusta cuando te la meto?
    -Aaay Santi, (ya con el condón puesto se la metí suavemente) sí, sí me gusta ¡me gusta, me gusta! ¡Me gusta que me la metas!
    -Muévete, muévete así perrita, ¡muévete así!

    Lourdes se movía mientras yo la tenía piernas al hombro, y se movió más cuando la tomé de la cadera y me fui acercando a ella. Llegó un punto en el que nuestros rostros estaban casi enfrentados, muy próximos, tanto que alcanzaba a besarle el cuello.

    - ¡Santi, Santi, Santi! ¡Qué rico pene! ¡Entra justito, lo siento todito! Ahh, ah, aaay, ¡qué rico es el sexo csmr!
    -¡Silencio! ¡Ya te he dicho que yo soy el que manda! ¡Y el que te cacha! ¿O quieres que pare?
    - No Santi, aah, ah, ¡qué rico! Aaay no pares Santi, ¡no pares, no pares!
    -Entonces dime que quieres... Que quieres que te cache, ¡di que te gusta que cache!
    -Me gusta Santi, ¡me gusta, me gusta, me gusta!
    -¿Qué te gusta? Di que te gusta que te cache
    - Que me caches Santi, ¡que me caches! ¡Me gusta que me caches! ¡Que me caches!
    - ¡Pídeme que te siga cachando!
    - Aaay, ¡Cáchame Santi, cáchame! ¡Sigue cogiéndome! ¡Cógeme, cógeme! ¡Aaah!
    - ¡Pídeme que te cache!
    -¡Ay Santi! ¡cáchame Santi, cáchame! ¡Cáchame, cáchame, cáchame!
    - Tanto te gusta mi pichula, ¿ah?
    - ¡Sí Santi, sí, aahh, tu pichula, aahh, me gusta tu pichula Santi! ¡Aaah!
    - ¿Quién es mi perrita, Lourdes? Me estoy cachando a mi perrita ¡Di que eres mi perra!
    -¡Ay Santi, Ay! ¡Soy tu perrita, ay, ah, ah, soy tu perra! ¡Soy tu perra!, ¡soy tu perra!, ¡soy tu perra! !Aahhh, Santi! ¡Aahhh!

    Me apoyaba en el sillón aprisionando sus brazos, su aliento resoplando me hacía desear más su cuerpo, querer sentirlo mío. Será por eso que ver su cara de arrechura al final de todas mis frases me hizo venir a mil. Acabé con furia, tomando su cuerpo como supongo se hacía al inicio de los tiempos.

    -Aahh Santi... Santi... Ah...eres... Eres una bestia... de mierd@... Un imbécil... ah... un enfermo... enfermo... de mierd@...

    No sé cuantas horas pasaron. Ya había entregado mi examen de estadística y la vi caminar hasta el escritorio de la profesora. Su cuerpo no me despertaba nada, y eso que llevaba un pantalón apretado. Verla ahí me convenció de aquello que antes solo había intuido: había convertido a Lourdes en mi fetiche, solo podía verla cachada en mi mente, con su cara llena de semen o con mi falo atravesándola. Sentí que podría ser el inicio de una peligrosa obsesión, una de esas situaciones que se salen de control a causa de lo adicitivo del placer que brindan.

    Sin embargo, fue algo que tuvo un pronto desenlace, pero esa, es otra historia.
     
    Beyonder, 28 Mar 2021

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    un interesante relato de la fulana se diría bueno
     
    joshenco, 28 Mar 2021

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