El tatuaje de la mariposa

Tema en 'Relatos Eróticos Peruanos' iniciado por Beyonder, 19 Ago 2020.

    Beyonder

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    Qué tal cofradía lectora. Hace tiempo tuve la idea de escribir algo, idea que degeneró en reunir mis experiencias sexuales desde la juventud e intentar novelarlas, y que degeneró aún más en un simple cuaderno con anotaciones de temas y unos escuetos bocetos en Word. Hoy, haciendo limpieza, encontré mis viejas anotaciones y el viejísimo USB de 500 MB con el pretensioso Word.

    He aquí mi debut en la zona.

    Todo hombre tiene una parte ficción en su propia historia, en esta; mi nombre es Santiago y la realidad se mezcla con la teatralización, todo lo necesario para ocultar identidades y todo lo conveniente para que valga la pena ser leída.

    En aquel momento me parecía inevitable llenarme de pensamientos mientras andaba; no sé desde cuándo habría sido así, el hecho es que entonces no podía ser de otra manera. Con cada metro que avanzaba una idea nacía, o se negaba, o crecía; jugaba con recuerdos y escenas que nunca sucedieron, maldecía; todo mientras caminaba y veía, no sin algo de ansiedad, los autos avanzando debajo del puente que cruzaba. “¿Cuánta gente atraviesa la Javier Prado cada día?, ¿cuánta gente va a su destino derrotado, como yo?”.
    Cruzar esa avenida se acompañaba con un ligero vértigo, que no parecía ser otra cosa que el preludio de una tortura, mi sistema límbico alertándome que más allá de la avenida estaba el escenario de mi tragedia, exagerada, naturalmente, pero tragedia, al fin y al cabo. Lo sorprendente, más aún visto desde la distancia, era mi racionalización del asunto; pues procuraba sistematizar el análisis del hecho, identificar sus causas y explicármelo hasta la justificación. Y claro, por más justificación que se me ocurría el hecho no cambiaba, ni mucho menos sus pesadas consecuencias. Había llegado, nuevamente, y tenía que soportarlo otra vez.
    Me senté en la cafetería de la facultad y me entregué al ejercicio masoquista de examinar las tres nefastas consecuencias que me hacían sentir como si usara un gorro de plomo ajustado hasta las orejas. Primero, ante el descubrimiento de que mis amistades eran más amigos de ella que míos, mis relaciones sociales se habían vuelto distantes; segundo, haber durado casi toda la carrera me hacía blanco de preguntas y silencios incómodos, además de dificultar mi apego emocional a nuevas personas y tercero, la hija de put* junto con su nuevo gil estaban en mi ciclo, lo que no solo me obligaba a compartir clases con ambos, sino también a encontrármelos en los reducidos espacios comunes de la entonces pequeña facultad, comiendo, besándose y cogiéndose de la mano en los mismos lugares en los que habíamos venido haciendo eso durante casi 4 años. Una mierd*.

    En fin, ahí estaba yo, con mis 20 años, odiando que el nuevo gil sea una de los 4 únicos putos huevones más altos que yo; bebiendo mi jugo de papaya, cuando llegó esta flaca de nombre Alhelí.

    -Hola Santiago, qué tal, me siento un ratito ¿ya?
    -Sí, claro. -Le extiendo la silla para que se siente
    -Ay Santi, ¿te puedo decir así?, así te dicen tus patas. Santi, ¿cómo vas en la clase estadística? A mi me va fatal, la verdad no sé para qué nos va a servir eso. Prefiero dedicarme más a la práctica de laboratorio, ahí si siento que hago algo útil.
    -Bueno, la verdad me desagrada igual, aunque supongo que ha de ser útil para la tesis. Además, no le cierro las puertas a la investigación, aún no defino mi línea de carrera; pero me gustaría iniciar lo antes posible, una vez graduado, claro.
    -Ay, hablas chistoso, como en noticiero, jaja, no te molestes. Ay, me voy volando a mi clase. Chau. – y me hizo un gesto tipo waifu (término que no existía en ese entonces en Lima) antes de irse.

    Estuve pensando en clases, vagamente, sobre esa pequeña charla. Mi autoestima estaba por los suelos, mi apariencia algo desalineada y nunca habíamos sido cercanos, nunca. Pero yo había notado su presencia. El primer día de clases del primer ciclo me tocó sentarme detrás de ella. Usaba un top lo suficientemente corto como para dejarme de ver, por primera vez en mi vida, ese clásico tatuaje de mariposa, en ese mismo lugar del cuerpo, que años más tarde me sería tan familiar ver. Desde esa vez la mariposa revoloteaba por mi cabeza. Sus alas, entre verde oscuro, tinta negra y piel trigueña me hacían fantasear con verlas aletear. El caso es que nunca se dio, nunca convivimos más allá de una mesa grupal o multitudinarias clases teóricas, nunca fue amiga mía ni de mi eterna flaca durante la carrera, felizmente.

    Ese mismo día almorzaba con un pata (uno de los pocos que se detenían a oír mis letanías) y me dijo:

    -Oe, vi que en la mañana la chata Alhelí se puso a conversar contigo, ¿te dijo algo?
    -Nada fuera de lo común, ¿por?
    -Mira Santi, creo que es tu oportunidad. Escucha. Sabes que la huevona baila danza árabe, le vacila la danza y para con gente que da talleres, baila en eventos; hasta ha bailado en unas presentaciones. La gente con la que para habla de cine Latino, independiente, lee libros de webadas fumadas; como tú. Le puedes caer.
    -Ja, no creo. Yo no bailo un caraj* y no creo que me quede prestigio suficiente como para levantar nada más que monedas en esta facultad.
    -Jaja, ¿ves? Ese tipo de respuestas cojud*s le vacilan, te digo algo más. Mira, yo me la comí hace dos años, se mueve de ptmr y es la cagad* manejar esa cinturita. Pero escucha, nunca fuimos flacos, solo tiramos, y mi prima también esta en la nota de organizar esas webadas de baile… la cosa es que fuera de la universidad he estado parando con ella y su gente del baile, y como hay confianza a veces me cuenta sus cosas. La otra vez chupamos en grupo y me contó esta webada: Víctor (el csmr nuevo gil de mi ex) la cagó. Esa webona quería estar con él, según ella los dos se tiraban maíz; hasta que un día estaban en el carro del webon, sin tragos encima, y la chata se lo chapa, lo agarra del cuello y ya le ponía una pierna encima; pero el csmr la paró en seco. Le dijo “no, Alhelí, estás confundida. Contigo no me pasa nada como para estar o nada” ¡La cagad* con el webón! Según ella le dijo que no le gustaba, la bajó del carro y se quitó. Luego se mensajearon y el pata le dejó en claro, put*, la chata me enseñó el mensaje en el que le decía que no le provoca nada con ella.
    -A la mierd*
    -Ahí no acaba. Luego de dos semanas el webón se metió con Carmen (esa csmre que me traicionó), pero oficialmente, como enamorados, con foto en el Face y toda la webada.
    -Sí, ya sé.
    -Bueno, pero la cosa es que, tu sabes como anda él, con esa cara pavo, cargándole la mochila y dejándole papelitos en las teorías; toda una parejita.
    -Te digo que ya sé.
    -Ya, sorry, pero escucha. Luego de enseñarme el mensaje la chata se fue en floro contra Carmen. Que la webona poca cosa, que con su carita de mosca muerta, que ese webón que chuch* se cree… No sigo porque la mayoría eran insultos para Carmen… aunque tú y yo ya hemos hablado de esa webona, pero no importa. La cosa es que está ardida, ardida como mierd*. Hasta me dijo que tiene ganas de rayarle el carro y… ahí entras tú.
    - ¿Yo?
    - Sí webón, tú. Escucha, la flaca está dispuesta a jod*r a Carmen, a hacerla quedar mal. Y no me estoy inventando, me lo dijo. Está tan herida en su orgullo porque el webón la despereció y, en cambio, la escogió a ella. Oséa fíjate, le arrochó un polvo con ella y a la otra la hace su flaca, supuestamente sin tirar ni nada todavía. La cosa es que la webona está dispuesta a usarte.
    - ¿A usarme?, ¿como en American Pie?
    -Eso, esa son las cojudec*s que le debes decir. Sí, a usarte webón, a usarte. ¿Qué mejor forma de joderl* que tirando con su ex reciente? Además, si se convierte en tu paño de lágrimas en la reu de fin de parciales le cuenta a todo el mundo que Carmen es una hija de put*, diciendo que tú eres una noble víctima y, de pasada, que Víctor es un imbécil o que no tiene códigos.
    -Me parece muy fantasioso.
    -No seas webón. Mira, ella va estar recuperando en tu práctica de laboratorio, yo también. Anda ahí y pulséala.

    Todo el diálogo me dejó pensativo. Pensé “Alhelí no tenía por qué sentarse en la cafetería, solo pidió una botella de agua que podría haber sacado de la máquina. Además, noté que me miraba, no fijamente, más bien como si me estudiara; no sé. Ciertamente había algo de sentido en lo que me decía… y era Alhelí, ¿Cuánto mediría, 1,58 máximo? Esa cinturita era tan pequeña, sus piernas cortas parecían firmes en sus jeans, incluso en el pantalón del uniforme, que es holgado y tiene una carita… Pero no sé. Esta actitud de mierd* no me ayuda, aunque fácil es la razón de haber estado en una relación que termina conmigo con el papel de gran cojud*, qué sé yo.” Visto ahora me avergüenza mi patetismo, aunque entiendo que era necesario para forjar el carácter, así como era necesario que esté en aquella práctica, con Alhelí o no.
    Así que llegó el día de la práctica. Iba algo adelantado en el curso así que terminé con 40 minutos de anticipación. Vi a mi pata donde estaban los que recuperaban, algunos para adelantar la práctica; me hizo una seña y ahí estaba Alhelí, la chica del tatuaje. Me acerqué donde mi pata y empecé una conversación rutinaria. Saludé a Alhelí y vi que entre sus cosas tenía un dvd, reconocí la portada, era “El secreto de sus ojos”. Supongo que si hubo un inicio de mi recuperación anímica fue ahí. La verdad, cuando vi el dvd el asunto de levantarme a Alhelí pasó a segundo plano; quiero decir, era una oportunidad genuina de hablar con una flaca que conocía de vista, sobre un tema -aparentemente en común- que me interesaba, en un contexto familiar y sin consecuencia negativa posible. Fue como si estará en estado de meditación, invadido de tranquilidad y sin apego: el inicio de la madurez.

    -Ah, ¿ya viste la película? -le dije- ¿te gusta el trabajo de Darín o más la trama?
    Se bajó la mascarilla, noté que sus ojos eran muy redondos y medianos, pero en su cara se veían grandes, resaltantes y atrayentes.
    -Bueno, la película es bravaza. Mezcla lo policial con lo íntimo, además la dupla de Darín con Soledad Villamil es casi mágica. En general, me encanta como actúa ese hombre.
    -Sí, tiene todo un estilo; supongo que le viene de familia. También me pareció genial la dupla con Villamil en “El mismo amor, la misma lluvia”; pero creo que la verdadera dupla es Darín y Campanella, el director de ambas, suele trabajar con Darín y obtiene escenas memorables. ¿Sabías que dirigió algunos episodios de Dr House?

    Ese comentario dio pie a toda una conversación sobre la filmografía de Ricardo Darín, del papel dramático de Francella, de los libros latinoamericanos que se habían adaptado al cine (los que conocía) y un unánime desprecio por el Chi cuadrado. Fue tan fluida la conversación que compartimos lugar durante las practicas siguientes. En esas andábamos hasta que un día almorzaba solo y el pequeño restaurante estaba lleno de universitarios con poco presupuesto. Vi por un espejo que Alhelí estaba en la esquina del restaurante, no nos notamos y yo esquivé el reflejo, de pronto entraron los innombrables; la csmre que me traicionó y su gil. Se cogieron de la mano y avanzaron hasta el medio del local, hicieron un gesto meloso y se fueron, a los segundos, Alhelí se sentó a mi mesa.

    -Oye Santi, estoy organizando algo en mi jato, es un depa pequeño así que va a ser algo tranquilo. Va a ir gente que le gusta el cine, la idea es ver una o dos pelis y piqueos y algún cocktail. ¿Te animas?
    -Claro, es más, se tengo una, “Siete Reinas”. Es bravaza y sale Darín.
    -Bravazo entonces, quedamos para el viernes, te paso mi dirección y la hora, a eso de las cuatro, ¿puedes?
    -Sí, tengo clases hasta las dos, aunque es el parcial y seguro salgo más temprano.
    -Ok
    Gracias a Dios dominaba el curso y no tuve que estudiar mucho, lo que sí hice fue coordinar con mi pata; de hecho, él coordinó conmigo. “No te preocupes” -me dijo- “somos yo y tres puntas más; pero yo me encargo de que cancelen en el último momento; llega temprano nomás”.
    -Oye, ¿te ha dicho algo de mí?
    -No jodas

    Entonces llegó el día. Salí a eso de la una y cuarenta, pasé por un Plaza Vea y compré un Pisco Tres Gallos, quebranta; lo mejor más decente que mi presupuesto daba. El depa quedaba en San Luis así que me tomé mi tiempo, tres y cuarenta estaba tocando el timbre.
    Alhelí vestía unos leggins azules, supongo que los usaba para ensayar su danza. Nunca le había visto las piernas tan torneadas, los muslos y las caderas eran un perfecto paréntesis en miniatura. Tenía también un top corto, dejaba ver su ombligo y un abdomen plano, pero no marcado, algún esbozo del marco abdominal, pero no fitness; así como unos pechos pequeños y paraditos. Se cubría con una especie de blusa abierta, de tela delgada como un pareo. Nos saludamos de beso en el cachete.
    -Llegaste algo temprano, ¡iremos preparando los chilcanos!
    -Si, salí temprano del examen y me vine de frente, espero no molestar.
    -Sonso

    Con una sonrisa me dejó pasar, era un depa con la cocina en el mismo ambiente de la sala, separados por una barra tipo granito. Me indicó donde poner el Pisco, yo aproveché para confirmar con pata, la respuesta fue inmediata: el campo está libre.

    (Perdón por irme en floro y no llegar a la carnecita. Parce que me excedí, ojalá sea de su agrado y la continuación tenga aCogida )
     
    Beyonder, 19 Ago 2020

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    Diacar

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    Buen inicio Cofra, esperamos los demás capítulos.
     
    Diacar, 20 Ago 2020

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    Muy bueno el relato, descuida que no todo es sexo, lso previos y en este caso, el contexto, es fundamental para darle fuerza al relato, no te apresures con ir directo a la matanza, a veces es mejor ir de a pocos para dar la estocada de mataor!!! Jajajajajajaja Esperamos la continuación, un éxito cofrade.
     
    richard garcia, 20 Ago 2020

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    Excelente manera de iniciar el relato... El preámbulo también es importante cofrade. Bien ahí!!
     
    sic2005, 20 Ago 2020

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    LECHERO69

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    Continúa cofra está bueno el presmbulo
     
    LECHERO69, 20 Ago 2020

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    Bueno, cofradía lectora, no seré yo quien contribuya a las historias abiertas; así que he aquí extensa segunda parte de este extenso relato.

    -Uy Santi, Tres gallos ¡Tú sí ah!
    -Bueno, está recomendado por el Instituto del Vino y del Pisco, para preparar Pisco Sauer.
    -Me mientes. Eso no existe.
    - ¡Cómo crees! Búscalo en Google y verás. Es parte de la USMP, de hecho, sus publicaciones son populares en la feria del libro.

    Esa mención llevó a que Alhelí se extendiera en su experiencia recorriendo los stands de la última FIL, a que hablara de sus libros favoritos y de ahí al origen de su pasión por la danza. Mientras hablábamos trataba de recordar las recomendaciones que le oí al tío Vargas de RPP para hacer Pisco Sour, felizmente salió bien. Le serví un shot de prueba y la flaca empezó a profundizar sobre la admiración de su madre por antiguas artistas y musicales. Para ese punto eran las cuatro y cuarenta, nadie llegaba y ya tenía cierta información; sus viejos estaban en su tierra por una semana y la flaca en general pasaba temporadas sola. Notamos la hora y Alhelí reaccionó.

    -Pucha, parece que nos plantaron -me leyó un mensaje de uno de sus patas que decía “no la hago, sorry”- voy a llamar a Alex.

    Alhelí llamó a mi pata, quien no le contestó para nada; así que cortó con un “ya fue”. Esa era mi señal. Recordé los eventos antes de mi ruptura, lo escalado en mi crecimiento personal, las flacas que ya me había tirado; me sentí capaz luego de casi dos meses y, sobre todo, superado.

    -Bueno, ya que estamos aquí -le dije todo lo varonil que podía impostar la voz- que no se desperdicie la película. -Saqué el dvd y luego de una elegante pausa rematé- Ni el Pisco Sour.

    Una sonrisa coqueta y unas manos tan pequeñas como delgadas tomaron el dvd; luego de ponerlo golpearon el sofá dos veces, indicándome mi puesto. Me acerqué con dos vasos del trago y empezamos a ver la película. “Siete Reinas” es un peliculón, pero la combinación de haberla visto ya con mis ganas de tocar la mariposa posada al sur de su espalda me tenía intranquilo. Hacíamos comentarios de cuando en cuando, hasta que se me ocurrió ofrecerme a comprar piqueos.

    -No, no te preocupes, aquí tengo. Más bien hay que ponerle pausa y los traemos.
    Nos levantamos y al fin pude ver, mientras se estiraba para alcanzar un tazón, esa gloriosa mariposa tatuada, el premio que quería en mi red, así que le solté:
    -Alhelí, ¿y cuánto tiempo te llevó dominar la danza árabe?
    -Bueno, no mucho. Aunque he practicado baile en general desde chica. ¿por qué preguntas, quieres tomar clases? Jejeje.
    -No, no es tanto eso. Es que imagino que debe ser difícil. Más aún para mí, que soy un negado del ritmo.
    - ¡No te creo! Eso dicen todos. Lo que pasa es que eres tímido. Mira, este es un paso simple. -Ella se puso una mano en la cadera y empezó a mover la otra, subiéndola, con la palma libre extendida.
    -Ven, ponte atrás.

    Yo obediente, pero masculino, me acomodé.

    -Ya, ahora sigue mi movimiento, pero sin pegarte mucho. -Luego de moverme como si tuviera una pequeña convulsión me reí y le dije “no, jeje, esto no es lo mío. Mejor me sirvo un poco más de pisco”. Ya con ambos vasos llenos nos sentamos en el sillón y continué.
    -Tal vez, si hubiera pasado algunas horas ensayando el baile no estaría como estoy. Supongo que debo resignarme con el alcohol.
    - ¡Ay qué dices! No tienes porqué estar así.
    -No sé -la corté un poco- es que pienso en cómo no me percaté que se iba marchitando mi relación. Y siento que debí haber fallado en varios aspectos, pero el mayor es en no ser capaz, incluso ahora, de darme cuenta de cuáles fueron.
    -Bueno Santi, y disculpa que te lo diga directamente, pero tu has sido un enamorado ejemplar. La pareja que hacías con Carmen era ejemplar y, déjame decirte, de entre los dos tú eres mucho mejor partido. Es más, con el que está ahora ni se acerca a la calidad de persona que eres.
    - ¿Aunque no sepa bailar?
    -Sonso. Mira -ambos estábamos reclinados, mirándonos muy de cerca; tanto como para notar su pequeño rostro redondeado. Sus ojos se veían muy vivaces, su boca y su nariz parecían del tamaño perfecto- tú eres tan atento, sabes de cosas interesantes, no te va mal con los cursos y, déjame decirte, no eres para nada feo. Aunque estás flaco, tienes tu atractivo.

    El siguiente paso era crucial. No sé si era notorio, me sentía lívido, muy consciente de cada movimiento. Me fijé en su cuello tan delgado, en sus pechos pequeños y turgentes; quería tomarla bruscamente; pero fui mejor que eso y me contuve.

    - ¿Mi atractivo? Ja, son lindas palabras, pero sin hechos. Hechos como que ella y Víctor ahora mismo se han de estar besando, y un poco más; mientras que yo, junto a una mujer preciosa, me limito a ver una película. Estos años solo con ella me hacen sentir que no puedo hacer nada para atraer a nadie.

    Empecé a decir esto mirándola fijamente, a la mitad de mis palabras había extendido mi brazo derecho todo lo que daba sobre el respaldar, al final ya su rodilla estaba pegada a mi muslo.

    - ¿A no?, ¿has tratado?
    -Ciertamente no. -pausa dramática- ¿Me dejarías?
    -A ver

    No creo que exista medida de tiempo tan pequeña para registrar la velocidad entre el final de su frase y mis labios en los suyos. La tomé por debajo de los brazos y la pegué a mi cuerpo. Pasé de besarla con suavidad a hacerlo fuertemente, bajando hasta su cuello. Luego de un rato por fin atenacé esa gloriosa cintura. ¡Por Dios!, ¡mis dedos casi se juntaban de lo pequeña que era! Cuando la subí sobre mí, su blusa ya estaba en el suelo. A pesar de mis jeans sentía en mi miembro el calor de su pubis. Le di una nalgada doble y después de acariciarle el culo le bajé los leggins hasta la mitad.

    -Sabes -le dije jadeando- siempre quise ver cómo vuela esa mariposa tuya.
    -Eres un pillín. Pásame el pisco.

    No terminó de decirme eso y ya nos habíamos quedado con el torso desnudo. Le alcancé el vaso y después de tomar un sorbo lo derramó en sus pequeños pechos y abdomen. Acepté su invitación; así que lamí y relamí el licor de su piel, mientras mordía con delicadeza sus pequeñísimos pezones y no dejaba de acariciar sus nalgas, duras y torneadas por el baile. Aunque no eran grandes, se sentían firmes, tan lozanas como puede ser la piel a los 20 años y mis manos, tan ansiosas como pueden ser las manos a los 20 años, tiraron de su calzón hacia arriba.

    -Oye, me dijo casi susurrando- Ahh, estás un poco ansioso.
    -No seas modesta, más que ansias es tu cuerpo montado en el mío lo que me pone así.

    Mientras ella jadeaba poseía sus pechos con mi boca, rodeaba y latigueaba con mi lengua sus pezones erectos; a la vez que presionaba la totalidad de cada uno de esos pechos que cabían enteros entre mis labios. Ya sin una gota alcohol en su cuerpo ella tomó mi vaso y vertió lo que quedaba de pisco en mi pecho, ahora era ella quien se embriagaba desde mi piel. Sentía esos mordisquitos, chupetones y lamidas como pequeñas descargas que se distribuían por cada milímetro sensible de mi piel, para luego concentrar un relámpago de voltaje en mi pene. Ya sentía intolerable la presión de mi pantalón, así que lo desabroché y antes de notarlo ella estaba ayudando a bajarlo. Mi pene apuntaba a su ombligo a la vez yo presionaba su cabeza contra mi torso; ella se desvivía por no dejar una gota de licor y yo dibujaba flechas en su vientre con la punta de mi miembro, flechas que ascendieron de su abdomen a su pecho, pero que abruptamente cortaron su camino. Alhelí se volvió a montar en mí y chapamos, chapamos como poseídos, sobrestimando la capacidad embriagante del pisco para esconder nuestra arrechura acompañada de un sutil rencor hacia mi ex y su gil.“ Ven, párate.” Le dije esto y la hice subirse al sillón, conmigo entre sus piernas; así, de pie y con su pubis ante mi cara la desprendí de todo lo que le quedaba de ropa.

    -A ver – le dije imitando, según yo, a Schwarzenegger en Mentiras verdaderas- baila para mí. Sexy, que tus manos sean tu amante.

    Ignoro si entendió la referencia o si admiraba a Jamie Lee Curtis, pero me leyó el subconsciente al mover el vientre, las manos y las caderas; sus brazos desnudos ondeando eran más provocativos que los de las odaliscas cubiertas de cintas doradas: era una bailarina danzando los siete velos, sin velos, a menos de 10 centímetros de mi cara. Veía su pubis al ritmo de sus pequeñas caderas, de un lado a otro, como si se revelara el tesoro oculto de la Venus de Botticelli y se moviera tan ondulante como sus cabellos, o como el mar, o como el soplo de los dioses. No sabré cuántos minutos o segundos duré contemplando, el hecho es que rompí el embrujo de su danza, la tomé del culo y la acerqué a mi rostro; iniciando ella otra danza de movimientos frenéticos y gemidos, que solo se hicieron uniformes cuando mis dientes atraparon su clítoris.

    En ese punto la oía gemir, la sentía estirarse y tambalearse; presionando con sus manos mi cabeza hacia ella y extendiendo las palmas de cuando en cuando. No podía verla, pero la imaginaba estirando las piernas, poniéndose de puntas sobre el sillón para acomodarse a mis lamidas, a mi cuidadosa pero intensa succión de su clítoris y la penetración lingual a la que estaba sometiendo a su vagina.

    Ya tenía un buen rato de estarse mojando, así que tomé el condón que había sacado antes de quedarme sin pantalones, me lo puse, tomé firmemente sus caderas y, contemplando la escena como en cámara lenta, la enfundé en mi pene.

    - ¡Aaay, Santi, me quiero venir contigo!
    -Esa es la idea.
    -Pero no sé si acá… ay, mejor vamos al cuarto.
    -No, ya estamos acá.

    Entonces presioné mis manos en sus caderas y empecé a llevarla de arriba abajo, de arriba abajo hasta que la velocidad nos agitaba. Ella apoyaba sus manos en mi pecho mientras yo complementaba con un sostenido empujón pélvico. “Ay, Santi, ay Santi” sus jadeos acompañados por el clásico choque de nuestros cuerpos era el sonido de la gloria. Un gemido profundo precedió a que se apoye ahora en mis rodillas y se recline formando conmigo un hermoso ángulo obtuso. No estaba seguro de poder mantener esa postura por mucho tiempo, así que le dije:

    -Alhelí, siempre me ha fascinado tu tatuaje. Déjame verlo mientras te mueves.
    -¡Ah que mañoso! -Su voz eran jadeos- ¿quieres ver mi mariposa?
    -¡Quiero verla volar!
    -Ay no sé.

    La corté en seco y la acerqué para chapármela. Le violé sus pechos con mi lengua a la par que mis manos la nalgueaban y acariciaban todo lo acariciable a mi alcance. “Voltéate”, me sorprendió el tono de mando con que lo dije. Alhelí se paró, ahora en el suelo, dándome la espalda, la empujé hasta reclinarla y la hice sentarse en mi pinga. Por fin veía esa gloriosa mariposa y no podía esperar a verla volar. La cogí de la cintura con mis dos manos y comencé a moverla ferozmente, sentía como me apretaba con su humedecida y aumentaba la velocidad; las alas de la mariposa seguían el quiebre de sus caderas, era un culito formado pero pequeño, en esa pose una verdadera perita. Alhelí gemía cada vez más, apoyó sus manos en la mesita de la sala y comenzó a moverse más rápido. Estaba tan excitado viendo volar a esa mariposa de arriba abajo que la cogí del cabello y con mi otra mano de la cintura, le di dos nalgadas sonoras y le grité “¡más rápido! ¡muévete más rápido!”

    -Aaayyy, ¡pero no me jales!
    -¡Qué te muevas! La jalé más y luego la tomé del hombro. Ya se hacía incómodo y estaba sobreexcitado, así que me paré y quedó en cuatro, ambos de pie y ella recostada con los brazos dobladas sobre la mesita de la sala, con las caderas alzadas y mi pene atravesándola. Ni un Goya es figura tan hermosa
    -¡Ahora sí! -le di más nalgadas- voy a reventar esa mariposa.

    Le di salvajemente, la mesita chillaba contra el suelo haciendo eco de sus gemidos: “Ah, ah, ah, hay Santi, hay Santi”, yo no paraba de nalguearla, apretarle las nalgas y bombearla; cuando sentía que me venía, se la saqué y la tumbé en el sofá.

    -¿Y ahora cómo? -me preguntó jadeando.

    Sin decirle nada la acomodé a lo largo del sillón, de costado. Yo me arrodillé con mi pene apuntando hacia su vulva, le levanté una sola pierna sobre mi hombro mientras la otra quedó entre mis rodillas, le puse los cojines para que reposen sus caderas y la volví a ensartar. Con mis manos estrujándole el muslo la clavaba emulando a los grandes del porno; aunque pagaría por un clip de ese majestuoso momento, me llevé el consuelo de ver nuestro reflejo en la pantalla negra del televisor: ella abierta como una escuadra sobándose el clítoris, yo como un tren decidido a estrellarme. Mientras bombeaba noté que me veía, con los ojos muy abiertos “dime que te gusta, dime que te gusto”, “Me encantas”, le respondí, a la par que me recliné y le metí un dedo en la boca; ella lo chupaba como toda una loba; luego le presioné un poco el cuello y la volvía a voltear. Apenas se la metí de perrito me dijo “agárrame el clítoris”. Yo, todo un caballero, lo ubiqué guiado por mano y se lo sobé al ritmo de mis embates. La flaca ya estaba mordiendo el brazo del sillón y gimiendo como una loca, yo no me contenía más me eché sobre ella; hasta que, con una mano en su concha y la otra en su hombro le dejé mi pene lo más adentro que pude y me vine. Siempre lamentaré no haberle acabado en el tatuaje; sin embargo, no seré quisquilloso. Después de haber estado recostados un rato nos miramos y solo nos reímos.

    -¿Te sirvo algo?
    -Mínimo Santi, ¿no?

    Aproveché para ponerme el bóxer y traer a la mesita todo el Pisco Sour que había preparado. Ella se puso la blusa tipo pareo.

    -Salud, Alhelí
    -Salud Santi, ¿ya ves que no estás tan mal?
    -Bueno, es un gran comienzo de recuperación. Jaja
    -Sonso

    Saqué unos puchos que había en el bolsillo de mi pantalón, le ofrecí y ella acercó el cenicero que había en la maltratada mesita. Así, desnudos, comenzó una conversa amenizada por el pisco; conversa en la que me preguntó desde cuando me fijaba en su tatuaje, de opiniones sobre el gil de mi ex, de preguntas acerca de mi relación y de su fin.

    -Oye Santi, pero ahora no te vayas a enamorar ah.
    -Nunca después de un polvo.

    Bueno, me fui en floro otra vez pero creo que ya sé cómo ser más conciso, si hay más relatos serán más concisos. Después de todo, esa conversa terminó en material para otra historia.
     
    Beyonder, 21 Ago 2020

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    #6
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    Una fotito del recuerdo, es la del medio.

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    Beyonder, 21 Ago 2020

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    #7
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    Wow, que buen relato, no hubo más encuentros?
     
    richard garcia, 21 Ago 2020

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    Muy buen relato!, por momentos coincidía con Santiago, cuando mencionaste a Darin, pensé en 9 reinas... Y el pisco en el cuerpo, hacerla bailar para uno...
    "quería tomarla bruscamente; pero fui mejor que eso y me contuve."...
    Continúa cofrade!
     
    newkid2000, 21 Ago 2020

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    #9
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    Gracias cófrade. Efectivamente hubo dos encuentros más, con ciertos detalles apuntados; así que vendrán dos relatos con la misma protagonista pero con menos letra y más "carnecita".

    Gracias por los animos cófrade, seguiré hasta pulir el arte de enfocar el tema, jeje; aunque sin descuidar los preambulos, que haya apreciado la mención de Darin y 9 reinas estimula colocar esos detalles.
     
    Beyonder, 23 Ago 2020

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    #10

    Carashito

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    excelente relato, buenas aventuras de la universidad la mejor epoca.
     
    Carashito, 13 Oct 2020

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    #11
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