Estaba a cuatro patas en el sillón, mi culito apuntaba directamente a donde se encontraba sentado mi hermano, le pedía que viniese, se acercó y me dio una fuerte palmada en el culo, luego otra. -Quieres pegarme- le pregunté, llevándome por respuesta otra palmada, lo incité a seguir, diciéndole que me gustaba que me pegara, que se desquitara, que lo hiciera más fuerte, mientras sentía arder mi trasero, que me tratará como una perra, cada vez sus golpes eran más fuertes, mi manos volaban hacia atrás buscando alcanzar su verga, le rogaba que me metiera su miembro, cuando lo sentí la entrada de mi conchita, lo tome y lo lleve a mi culo, rogándole me penetrara como una maraca, sentí como se abrió mi recto y de un golpe sus caderas en mis nalgas, sentía sus manos abriendo mis nalgas, alternadamente con sus golpes en mi culo, mientras yo le decía que era como me gustaba que me partiera el culito, lo sentía respirar con excitación y con rabia, mientras entre mis gemidos y gritos le hacía saber que me gustaba, le dije que me enterrara como una puta, que se olvidara que era su hermana, que ahora sólo era una perra, el seguía pegándome y sin dejar de clavarme comenzó a insultarme, su ir y venir en mi cuerpo era cada vez más intenso, podía sentir mi ano totalmente abierto, entregado totalmente a ese mástil que me estaba proporcionando un placer intenso, entonces sacó su verga, dejándome casi a punto de explotar, le rogué, imploré, que me rompiera el culo, un grito brotó de mi garganta al sentir taladrado mi cuerpo de un solo golpe y recibir aquellas palmadas en mi cara, con todo su cuerpo recostado en mi espalda, se afirmaba de mis tetas con una mano mientras sus caderas seguían presionando mis nalgas me tomó del pelo y tiró mi cabeza hacia él si dejar de fornicarme, me mechoneaba moviendo mi cabeza descoordinadamente mientras no paraba de trepanar mi culo, hasta que me pidió que le dijera que era una puta, -culéame, culéame- le pedía entre gemidos, –fuerte, hazlo fuerte, rómpeme entera-, salía mi voz ronca de placer, le pedía que siguiera diciéndole que me quería correr para él, mientras el volvía a pegarme y acelerar sus movimientos, me dolía el culo por fuera y por dentro, se lo dije pidiéndole que me llenara de leche, que quería sentirme empapada de su semen, apreté mi culo atrapando su verga hasta casi inmovilizarla, lo cual me hacía sentirla aún más al abrirme, le pedía que me partiera todo el día, que era su puta, que era una maraca caliente, que mi culo era suyo, que se aprovechara de mi culo, grite que me iba a correr, que no parara y obedeciéndome me taladró con rabia sujeto a mis caderas y golpeándome, con su cuerpo mil nalgas, con su verga mi útero, y con sus manos mi cara. Se separó de mi cuerpo tomándome del pelo, me arrojó sobre la alfombra diciéndome que era una zorra callejera, le mire desde el suelo el tiempo suficiente para que me arrastrara del pelo quedando sentada desnuda en sus piernas, mientras él decía a sus amigos que desde ahora en adelante siempre podrían “salvarse” conmigo. ¿Cómo había llegado a esto? Semanas antes mi familia se había enterado de que me había acostado con mi padrastro, mis hermanas ni mi madre fueron problema alguno, ellas a su modo eran tan putas como yo, sin el morbo y depravación que a mí me caracteriza y diferencia y mi madre sólo dijo que él había querido tenerme desde que yo tenía doce. Sin embargo mi hermano, no podía dar crédito a lo que se enteraba, lo que provocó su incontenible ira hasta que un día, no recuerdo cual fue con exactitud, cansada le dije, le dije que me acostaría con sus amigos y hasta con él si quería, creo que ese fue el punto de inflexión necesario, pues le dije que no me hablara más pero si quería sexo me avisara y fuera a mi departamento. Habían pasado unas semanas cuando en plena ebriedad llegó, acompañado por Álvaro y Roberto, yo les conocía desde pequeños, estaban muy avergonzados, les serví una cerveza, mi hermano me insultaba y llamaba del modo más denigrante, puta, maraca, zorra, me ofrecía a Álvaro y Roberto, a ellos los incitaba a tomarme, supongo pensaba que podía ofenderme, sin saber que aquello me excitaba sobre manera, que un rio se había desatado en mi conchita, que mis labios se hinchaban, que el gesto de mi boca no era rabia sino excitación, su ebriedad jugaba en su contra. Sentada como estaba de modo casi imperceptible deje entreabrir la bata, y llevé mi mano a la entrepierna introduciéndola por bajo mi tanga hasta alcanzar mi chorito, me miraban incrédulos, en silencio, me di vuelta y esa noche por primera vez apunté mi colita hacia ellos, les miraba girando mi cara y podía ver como sobaban sus vergas, abrí mi conchita para ellos, abrí mis nalgas para ellos, Álvaro ya se masturbaba, al ver que le miraba vino hacía mí y empujó suavemente su verga al interior de mi cuerpo arrancándome un gemido, abriendo totalmente mi concha que sentía llena e hinchada con ese pedazo de carne que ya empezaba a perforarme, me envestía fuertemente, Roberto se ocupó de mi boca masturbándose en ella, lamía la longitud de su verga, sus testículos, trataba de llegar a su culo para desde allí viajar a su glande y enterrarla nuevamente en mi boca, sólo se escuchaban sus ronquidos de placer y mi voz entrecortada por el placer rogando que me cogieran, que me dieran fuerte, que me dieran su leche, los sentí próximos a abrir sus regaderas, y como pude salí de ellos, sólo para darme cuenta que mi hermano se masturbaba, mirándome fijamente, me arrodille y chupaba y masturbaba esas vergas frente a él sus manos buscaban mis tetas, Roberto bajaba a jugar con mi culo, me pedía le diera la colita, se turnaban mi boca, hasta que luego de un rato Roberto explotó en mi cara llenando mi frente mi frente y parte de mi pelo con su leche, la misma que resaltaba en la obscuridad del mismo, masturbe aún más a Álvaro el que no tardó en explotar llenando mi boca, la deje caer a mis tetas, y por uno segundos miré a mi hermano que no dejaba de sobar su verga. Así toda llena de leche me puse a cuatro patas en el sillón, con mi culito apuntando directamente a donde se encontraba sentado mi hermano. Ahora me encontraba sentada desnuda en las piernas de mi hermano, mientras él decía a sus amigos que desde ahora en adelante siempre podrían “salvarse” conmigo. Toda mi vida estaba reconciliada.
Estaba a cuatro patas en el sillón, mi culito apuntaba directamente a donde se encontraba sentado mi hermano, le pedía que viniese, se acercó y me dio una fuerte palmada en el culo, luego otra. -Quieres pegarme- le pregunté, llevándome por respuesta otra palmada, lo incité a seguir, diciéndole que me gustaba que me pegara, que se desquitara, que lo hiciera más fuerte, mientras sentía arder mi trasero, que me tratará como una perra, cada vez sus golpes eran más fuertes, mi manos volaban hacia atrás buscando alcanzar su verga, le rogaba que me metiera su miembro, cuando lo sentí la entrada de mi conchita, lo tome y lo lleve a mi culo, rogándole me penetrara como una maraca, sentí como se abrió mi recto y de un golpe sus caderas en mis nalgas, sentía sus manos abriendo mis nalgas, alternadamente con sus golpes en mi culo, mientras yo le decía que era como me gustaba que me partiera el culito, lo sentía respirar con excitación y con rabia, mientras entre mis gemidos y gritos le hacía saber que me gustaba, le dije que me enterrara como una puta, que se olvidara que era su hermana, que ahora sólo era una perra, el seguía pegándome y sin dejar de clavarme comenzó a insultarme, su ir y venir en mi cuerpo era cada vez más intenso, podía sentir mi ano totalmente abierto, entregado totalmente a ese mástil que me estaba proporcionando un placer intenso, entonces sacó su verga, dejándome casi a punto de explotar, le rogué, imploré, que me rompiera el culo, un grito brotó de mi garganta al sentir taladrado mi cuerpo de un solo golpe y recibir aquellas palmadas en mi cara, con todo su cuerpo recostado en mi espalda, se afirmaba de mis tetas con una mano mientras sus caderas seguían presionando mis nalgas me tomó del pelo y tiró mi cabeza hacia él si dejar de fornicarme, me mechoneaba moviendo mi cabeza descoordinadamente mientras no paraba de trepanar mi culo, hasta que me pidió que le dijera que era una puta, -culéame, culéame- le pedía entre gemidos, –fuerte, hazlo fuerte, rómpeme entera-, salía mi voz ronca de placer, le pedía que siguiera diciéndole que me quería correr para él, mientras el volvía a pegarme y acelerar sus movimientos, me dolía el culo por fuera y por dentro, se lo dije pidiéndole que me llenara de leche, que quería sentirme empapada de su semen, apreté mi culo atrapando su verga hasta casi inmovilizarla, lo cual me hacía sentirla aún más al abrirme, le pedía que me partiera todo el día, que era su puta, que era una maraca caliente, que mi culo era suyo, que se aprovechara de mi culo, grite que me iba a correr, que no parara y obedeciéndome me taladró con rabia sujeto a mis caderas y golpeándome, con su cuerpo mil nalgas, con su verga mi útero, y con sus manos mi cara. Se separó de mi cuerpo tomándome del pelo, me arrojó sobre la alfombra diciéndome que era una zorra callejera, le mire desde el suelo el tiempo suficiente para que me arrastrara del pelo quedando sentada desnuda en sus piernas, mientras él decía a sus amigos que desde ahora en adelante siempre podrían “salvarse” conmigo. ¿Cómo había llegado a esto? Semanas antes mi familia se había enterado de que me había acostado con mi padrastro, mis hermanas ni mi madre fueron problema alguno, ellas a su modo eran tan putas como yo, sin el morbo y depravación que a mí me caracteriza y diferencia y mi madre sólo dijo que él había querido tenerme desde que yo tenía doce. Sin embargo mi hermano, no podía dar crédito a lo que se enteraba, lo que provocó su incontenible ira hasta que un día, no recuerdo cual fue con exactitud, cansada le dije, le dije que me acostaría con sus amigos y hasta con él si quería, creo que ese fue el punto de inflexión necesario, pues le dije que no me hablara más pero si quería sexo me avisara y fuera a mi departamento. Habían pasado unas semanas cuando en plena ebriedad llegó, acompañado por Álvaro y Roberto, yo les conocía desde pequeños, estaban muy avergonzados, les serví una cerveza, mi hermano me insultaba y llamaba del modo más denigrante, puta, maraca, zorra, me ofrecía a Álvaro y Roberto, a ellos los incitaba a tomarme, supongo pensaba que podía ofenderme, sin saber que aquello me excitaba sobre manera, que un rio se había desatado en mi conchita, que mis labios se hinchaban, que el gesto de mi boca no era rabia sino excitación, su ebriedad jugaba en su contra. Sentada como estaba de modo casi imperceptible deje entreabrir la bata, y llevé mi mano a la entrepierna introduciéndola por bajo mi tanga hasta alcanzar mi chorito, me miraban incrédulos, en silencio, me di vuelta y esa noche por primera vez apunté mi colita hacia ellos, les miraba girando mi cara y podía ver como sobaban sus vergas, abrí mi conchita para ellos, abrí mis nalgas para ellos, Álvaro ya se masturbaba, al ver que le miraba vino hacía mí y empujó suavemente su verga al interior de mi cuerpo arrancándome un gemido, abriendo totalmente mi concha que sentía llena e hinchada con ese pedazo de carne que ya empezaba a perforarme, me envestía fuertemente, Roberto se ocupó de mi boca masturbándose en ella, lamía la longitud de su verga, sus testículos, trataba de llegar a su culo para desde allí viajar a su glande y enterrarla nuevamente en mi boca, sólo se escuchaban sus ronquidos de placer y mi voz entrecortada por el placer rogando que me cogieran, que me dieran fuerte, que me dieran su leche, los sentí próximos a abrir sus regaderas, y como pude salí de ellos, sólo para darme cuenta que mi hermano se masturbaba, mirándome fijamente, me arrodille y chupaba y masturbaba esas vergas frente a él sus manos buscaban mis tetas, Roberto bajaba a jugar con mi culo, me pedía le diera la colita, se turnaban mi boca, hasta que luego de un rato Roberto explotó en mi cara llenando mi frente mi frente y parte de mi pelo con su leche, la misma que resaltaba en la obscuridad del mismo, masturbe aún más a Álvaro el que no tardó en explotar llenando mi boca, la deje caer a mis tetas, y por uno segundos miré a mi hermano que no dejaba de sobar su verga. Así toda llena de leche me puse a cuatro patas en el sillón, con mi culito apuntando directamente a donde se encontraba sentado mi hermano. Ahora me encontraba sentada desnuda en las piernas de mi hermano, mientras él decía a sus amigos que desde ahora en adelante siempre podrían “salvarse” conmigo. Toda mi vida estaba reconciliada.