Exhibicionismo de una bella muchacha de la clase alta limeña

Tema en 'Relatos Eróticos Peruanos' iniciado por Srdestroyer, 29 Sep 2013.

    Srdestroyer

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    Esta es la historia de una traviesa muchacha de clase alta que gusta de darse sus gustos exhibicionistas.
    Esta anécdota trata como una amiga mostró casi todo su cuerpo a un completo desconocido dentro de un taxi. Claro, ella estaba pasada de tragos y yo también, pero al final creo que todos nos divertimos un rato.

    Salimos de una fiesta muy movida un día sábado que se realizó en una gran casa en La Molina, el lugar era perfecto, una casa de lujo con detalles hermosos y las mujeres estaban muy bonitas. El motivo de celebración se debió al fin de los exámenes parciales y, como es de esperarse, todo el mundo aprovecha para hacer lo que quiera en esos días.

    Bueno, yo tengo una amiga que es el deseo de muchos, pero esa noche la mayoría de nosotros nos quedamos absortos con la belleza de ésta mujer. Físicamente es una diosa, es de aquellas que ves en la calle y no la paras de mirar porque parece que estás hipnotizado. Sencillamente tiene el rostro perfecto, la tez blanca, una nariz perfilada, unos ojos verdes oscuros, un cabello castaño natural y un cuerpo tan escultural que sabes de repente que no pudo haber sido trabajando en otro lugar que no sea el gimnasio. No hace falta hablar del resto de su cuerpo porque es fácilmente imaginable, piernas claras y definidas, muslos fuertes, caderas anchas, cintura delgada y casi compacta, busto perfecto (ni tan grande ni tan pequeño) y cuello delgado y largo. La muchacha fácilmente podría modelar para revistas de moda o para Victoria's Secret. Ella tiene 21 años y se encuentra en la flor de la juventud, de la belleza, de la vida. Sé que esa belleza perdurará por un largo tiempo, su madre también es hermosa, a pesar de los años que tiene.

    Por supuesto que ella conoce la hermosura con la que fue dotada, por eso la humildad no es uno de sus fuertes. Tiene el ego muy elevado y tiende a ser un poco exquisita cuando a gustos se refiere. Claro, cuando algo no le gusta te lo hace saber directamente. Su vocabulario, bueno, al ser tan segura de sí misma no tiene reparo en decir algunas groserías delante de cualquiera. Pero eso es lo que me gusta de ella, es capaz de embarrarse y salir tan bella como siempre. No lo sé, es casi perfecta. ¿Qué más podría decir? Ah, sí, bueno, es un poco loca. Con eso me refiero a que puede hacer cualquier cosa que desee y divertirse en el momento. Bueno, allí se encuentra el sentido de la vida, ¿no?

    En fin, y retomando el relato, ese día fue un gran día, muchas de las muchachas más bellas de Lima (y no exagero) se encontraban allí. Todas vestidas con faldas cortitas y muy elegantes, calzaban tacones finos que las alzaban y algunas llegaban a ser más altas que los muchachos. Eso, al ser perjudicial para algunos, pues tenía sus beneficios, puesto que con agacharse un poco se podían observar elementos tan íntimos como prendas pequeñas. Ni hablar de las escaleras o el balcón de la casa, muchos miraban o iban detrás de muchas de ellas para ganar algo de visión “privilegiada”. Yo también me topé con algunas delicadezas. Rubias, castañas, morenas, todas en vestidos pequeños sin reparo de mostrar sorpresas al subir escalones o pararse en el balcón. Supongo que no les importaba, se que a toda mujer le gusta ser admirada, quizá eso trataban de conseguir.

    Reconocí a una amiga del colegio, una que no veía hace tiempo, era otra hermosura. Rubia natural y con un cuerpo igual de espectacular que Romina, mi amiga-diosa, era un poco más soberbia que ella, pero también descontrolada. Al pasar las horas, y con muchos tragos encima, no se le ocurrió la mejor idea de levantarse la falda, sacarse los tacos y saltar hacia la piscina. Un momento claramente glorioso ver correr a una mujer a la cual medio Perú se le vendría encima, en una fina tanga roja con bordes detallados y ciertas partes traslucidas, mientras que sus glúteos se movían al compás de las fuertes pisadas. Cayó a la piscina y algunos otros locos hicieron lo mismo. Luego comenzó el pool party. Solo pocas mujeres saltaron también, claro, todas ellas mostraron parecidas prendas íntimas: Una negra, otra blanca, otra rosada, otra negra con bordes blancos, todas ellas pequeñas y sensuales. Con más tragos encima aquello se convirtió en una orgia de besos y caricias. Fue delicioso, no lo puedo negar.

    Romina estaba en el bar de la casa conversando con unas amigas, matándose de la risa con copas de trago en las manos. Los cigarrillos se pasaban de una boca a otra y comentarios soberbios y subidos de tono abundaban en aquel lugar. Luego de eso salieron a bailar. La música estaba bien, era perfecta para bailar solo o en pareja, a veces pasaban un reggaetón antiguo que, gracias a ello, pude “agarrar” (besar) y toquetear a muchas conocidas. Ellas no hacían nada mientras sobaba sus piernas y subía hacia sus partes, algunas reían, otras me besaban, otra cogió mi mano e introdujo mis dedos en su vagina, perfectamente depilada, y con ambas manos movimos mis dedos hacia afuera y adentro. Eso pasó en un lugar un poco más escondido, evidentemente. Esta chica, quien se llama Solange, es la hija de un importante empresario chileno. Hermosa ella, delgada, pelo negro, clara y bonito rostro. Nos besamos un rato más y fuimos hacia un lugar más alejado aún. Hicimos en amor. No la desnudé, solo alcé su vestido y lentamente bajé su trusa, mientras besaba su vientre. El resto es lo común, saltamos un rato y ella gemía locamente. Cambiamos de posición y me ofreció su culo. No pude decir que no, no sería de caballeros. La pasé muy bien.

    Bajé hacia la fiesta y aún había gente bailando, conversando y tomando tragos. Miré a Romina fijamente y no pude resistirme a la sensualidad de su cuerpo. Qué bueno que nos conocemos, de otra forma, me mandaría a la . Ella ya estaba ebria, reía descontroladamente y a veces daba pasos erráticos. Sus amigas estaban iguales o peor. Muchas de ellas ya perdían la noción de formalidad y se sentaban con las piernas casi abiertas, mostrando todo a medio mundo. Claro, medio mundo estaba ebrio también. Ella aún guardaba cierta compostura y no mostraba nada. Yo estaba cansado por el momento de acción que tuve, así que me senté en un sofá y no hice nada más que espiar con la mirada a Romina. Ella era a quien deseaba esa noche, o bueno, ya madrugada. Al comienzo no sentía mucho, pero con el paso de los minutos y el movimiento de sus piernas, hizo que mi deseo ardiera otra vez. No me importaban sus amigas, a quienes había visto prácticamente toda su sexualidad al descuidar el movimiento sus piernas. Romina era quien me importaba de verdad. En ese momento me convertí en un secreto espía de su ropa interior. Pero no podía observar nada, más que oscuros agujeros que aparecían repentinamente, como si fuesen estrellas que brillaban y se apagaban. Ideas me venían a la mente: Será de color, blanco, negro, celeste, no había forma de saber. Incluso pensé que no traía prenda alguna. Cada vez que pensaba en ella y, específicamente, en esa parte de su cuerpo, sentía que mi sexo bombeaba chorros de presión. Tenía que relajarme. Así que tomé un poco más.

    Pasadas unas horas más, y con tragos de agua que tomaba para que el efecto de la embriaguez desaparezca, aún sentía un leve mareo. Ella, Romina, ya estaba en las últimas, algunas de sus amigas dormían en el sofá, otras en la alfombra. Parejas subían y bajaban las escaleras, quizá buscando un espacio donde hacer el amor. No los culpo. Al paso de todas esas horas yo seguía mirando a Romina pero no observé nada más que mi deseo subir a chorros. Como ya era tarde me acerqué a ella y le pregunté cómo iba a regresar a casa. Me dijo que no sabía ni un carajo. Reímos un rato y conversamos un momento. Estaba en el momento que amaba más de la fiesta. Como buen hombre, me ofrecí ayudarla a llegar a su casa a como dé lugar.

    Ella no sabía cómo ir a su casa y tenía el problema que sus padres estaban de viaje, su hermano estaba en las playas del sur y su chofer había desaparecido completamente. No le di importancia, la iba a acompañar en algún taxi que encontrásemos en la calle. Ciertamente ésta no es la mejor decisión, pero con los tragos encina aquello ni nos preocupó. Nos paramos y la ayudé a caminar por el camino del jardín hacia la puerta. Nos despedimos de todos y le dije a sus amigas que yo me iba a hacer cargo de ella. Le presté mi abrigo y caminamos como una pareja por la vereda. Puso su cabeza sobre mi hombro y, de la cintura, la dirigí firmemente para que no cayera al piso. Yo aún seguía en llamas de deseo, pero esa escena me enterneció y decidí no hacer nada de lo indebido que venía a mi mente. Nos paramos en una esquina y no tardaron los taxis que se ofrecían a llevarnos. Tuve que rechazar algunos porque sus choferes tenían aspecto de depravados y, con tremenda mujer al lado y casi inconsciente, temía por nuestra vida. Entonces vino un carro medio viejo y se posó a nuestro lado, el conductor se veía inofensivo, así que eso fue lo suficiente para decidir que viajaríamos en ese taxi. Abrí la puerta y delicadamente ayudé a Romina a entrar y sentarse, luego entré yo y apoyé su cabeza en mi hombro para que descansara. Durmió un instante.

    Luego abrió los ojos. Levantó la cabeza y con aire medio inconsciente miró hacia el exterior para ver por dónde íbamos. Yo trataba de mirar bien al taxista, que no haga nada sospechoso, pero al ver que ella despertaba y acomodaba las piernas hizo que mi atención cambie totalmente de dirección. Estaba bien claro que con la pequeñez de ese vestido se podía apreciar casi una totalidad de su carne. Puse mi mano sobre su pierna. Ella no hizo nada, solo vio mi mano y siguió observando afuera. Con mi dedo índice dibujaba círculos en su piel tan suave. Al sentir que a ella le gustaba eso, posó otra vez su cabeza en mi hombro y suspiró. El taxista miraba repetidamente por el espejo retrovisor la belleza de Romina. Ella, relajadamente puso su mano sobre la mía y me calentó esa sensación de ternura con sensualidad. Me dijo: -Se que me has estado observado toda la noche, me he dado cuenta de eso.- No la interrumpí. –Alessia me dijo que no parabas de ver mis piernas, por eso me tomé la molestia de no sentarme cómoda con las piernas abiertas.- Suspiró. -¿Sabes? Creo que me parece muy sexy de tu parte que me mires así. Me gusta cuando la gente me ve en la calle. Me gusta pensar que muchos de ellos no tienen ninguna oportunidad de tenerme, pero como soy tan buena, me dejo mostrar.- Sonrió un poco. –Me contaron que te tiraste a Solange. Es una zorra, ¿sabes? Se acuesta con cualquiera. Es capaz de salir en calzón en la calle y hacer como que se le olvidó ponerse el pantalón.- En ese momento vi que el señor conductor sonreía también y acercaba su oído disimuladamente para escuchar lo que decía ella. Podía hacerme el “machito” pero no quería malograr ese momento mágico de confesión. Además, me pareció excitante que un hombre como él escuche lo que una mujer como ella decía abiertamente de sí misma y de sus amigas. Quería saber cómo iba a terminar aquel servicio. –Sí, ella es una webona, no sabes cuantos webones se ha tirado. Me da pena que tú hayas sido uno de ellos. Alucina que hasta se tiraría al taxista esa rubia. De hecho que viene y se calatea diciendo que tiene calor y hasta le pediría unos masajes en la . Aj, que perra. Pero, ¿sabes? Yo no soy así. Al menos yo sé con quién quiero tirar y dónde. Me llega a la concha lo que me digan. O sea es mi vida, ¿manyas? Que se jodan todos y que te jodas tú por tratar de verme el calzón. Ya me di cuenta, webon. ¿Quieres saber que uso? Pues ven y pregúntamelo.- En ese instante mis manos fueron directamente a su rostro y mis labios chocaron con los suyos. Nos besamos despiadadamente, introdujimos nuestras lenguas dentro de nuestras bocas. Fue algo muy sensual. El taxista siempre estaba al pendiente de nuestras acciones y, caballerosamente, solo sonreía sin decir ni hacer nada.

    Mientras nos besábamos ella decía: -Puta, me excita que alguien trate de espiarme. Sé que es la única manera que me pueda tener. Pero tú no, tú me excitas también porque trataste de espiarme. Acá me tienes.- Las palabras salían con decisión, pero no sabía si lo decía conscientemente. Así que ese pensamiento no me interrumpió, la abracé y puse mis manos sobre sus piernas, que subían lentamente. Al fin iba a poder descubrir qué trusa vestía Romina aquella madrugada. -¿Cómo te gusta, no? Mañoso.- Rió un poco. Luego cayó en un sueño profundo.

    -Puta ¿Qué pasó?- Pensé luego de su repentino cambio de estado. No podía creer que justo cuando estaba a punto de lograr lo que más quería con ella, se quedara dormida a causa de la borrachera. Maldije varias veces en mi mente a saber que ella no respondería a mis caricias ni tocadas. O Quizá no fuese así. En ese momento yo estaba a mil por hora, peor que un semental salvaje. Iba a hacer cualquier cosa por satisfacer mis deseos cuando el chofer, tranquilamente dijo: -Que suerte tiene al tener a una mujer así. Nadie tiene a una chica así como usted. No me entienda mal, no es que diga que ella esta borracha y así, sino que tener a una chica tan bella y traviesa como ella. Guau. Mis respetos.- Soltó una risa relajada y calma que hizo que yo también me uniera a la reflexión. Era cierto, estaba en una situación privilegiada pero no por el hecho de que ella estaba dormida, sino que la tenía allí y ella me deseaba a mí, y no solo eso, sino que también la excitaba. Ambos dimos una risa casi sincronizada. –Ahora voy a tener que subirla a su departamento y llevarla a su cuarto. Voy a tener que vestirla porque así no puede dormir.- El hombre me respondió con un “provecho” muy amable y volvió a sonreír.

    Cuando llegamos a la esquina de su casa, la calle estaba desértica, las luces de los postes reflejaban la neblina mañanera pero aún oscura. El hombre detuvo su carro y saqué las monedas de mi billetera. Esperé a que me de mi vuelto y lo guardé en mi bolsillo. Ahora resultaba que el problema era cómo sacar a Romina del taxi sin exponerla un golpe o caída que la despierten de su trance. Así que la abracé y posé mi brazo debajo de sus piernas y el otro en su espalda para cargarla. Al notar que el peso de su cuerpo no soportarían mis brazos, me senté a su costado un rato pensando cómo la sacarla de allí. El taxista no parecía apurado, es más, creo que disfrutaba aquella escena con gracia. –Qué difícil está esta vaina.- Dije. El hombre solo respondió con una sutil sonrisa y me repitió lo de antes: “provecho”. Reí un poco también.

    Al rendirme un rato, saqué un cigarrillo y lo fumé allí, claro, le pedí permiso al hombre, que aceptó sin problema. Luego de un pequeño instante me vino la curiosidad. A ella la tenía a mi costado durmiendo, con un vestidito pequeño y unas piernas que relucían a la distancia. Quise terminar lo que estaba haciendo cuando nos besábamos, o al menos ver qué trusa traía. Nadie se iba a dar cuenta, ni el taxista ni ella. Además, no es algo que dirían que fuese un crimen o algo parecido. O eso era lo que pensaba. Pero el deseo era aún más grande, tenía que ver si quiera qué llevaba puesto, nada más. Lentamente me acerqué a ella y puse una mano en su rodilla, con la intención de llevarla hacia un costado para abrir sus piernas. Cuando lo hice, aún no tenía la vista que deseaba, puesto que para ello era necesario agachar la cabeza y, para hacer eso, tenía que pasar por la atención del hombre. Dicho y hecho, él volteó la cabeza y me vio con la mano en su rodilla y mi rostro con dirección cercana a su entrepierna. Con una mirada de sorpresa y cierta desaprobación, su mirada iba lentamente hasta la abertura de su falda, donde se podía notar con cierta claridad su ropa interior. Pero antes de que esto pase, rápidamente le cerré las piernas y le dije en modo de susurro pero con cierta voz de niño a punto de realizar una aventura: -Oye. ¿Le quieres ver el calzón?- La supuesta madurez y calma del rostro del hombre cambiaron a la de un infante. Igual la mía. Y mis manos se dirigieron, otra vez, hacia sus rodillas para abrir de manera pausada sus piernas.

    Lo hice. Nuestros rostros resaltaban sorpresa, era como si acabásemos de descubrir el dorado o alguna cuidad escondida. La imagen fue bella: esas piernas tan delicadas y suaves, al terminar, mostraban una especie de triangulo alargado de tela fina de color blanco. Parecía que su trusa tenía detalles, pero no había forma de saberlo hasta subir más su falda. Vimos silenciosamente ese pequeño lugar, tratando de detectar y memorizar algunos detalles, como el lugar oscuro por donde provenía aquella teña hasta la parte donde se cortaba la imagen. Con mis manos, y los ojos del señor, subimos los bordes de su falda hasta más arriba, dando a mostrar que aquella prenda era una fina tanga blanca con bordes celestes. Las tiras de la tanga eran delgadas, mostrando a plenitud la blancura y delicadeza de su piel, que eran recorridas suavemente por mis dedos. A veces, anonadado, introducía mis dedos en esas tiras y jugaba con ellas. Así mismo, me entraban unas ganas incontrolables de meter mi mano y acariciar su sexo, de jugar con mis dedos dentro de ella, pero tenía miedo de que despertara de su sueño y me ganara unos gritos horribles. No tuve otra opción que retirar, lentamente, mis dedos de su prenda.

    -Por favor, quítale ese calzoncito.- Me dijo el hombre, que cada vez sonaba como excitado. –Quiero verle esa vaginita, apuesto a que tú también. Imagina cómo la tendrá.- No se equivocaba, me moría de ganas de no solo tocar ese sexo, sino de saborearlo con la boca. Pero me contuve, no era posible hacer eso debido a que podía despertar. En mi mente venían muchas dudas y soluciones. Pensaba en posibles…

    Hasta que despertó. Pero no sin antes dar un exquisito gemido de placer que me asustó inesperadamente. Ni siquiera miro al taxista que estaba apuntando con la cara directamente a su entrepierna, una vez que abrió los ojos su rostro se dirigió al mío y con una sensual sonrisa dijo: -Sentí todo lo que hiciste. ¿Por qué no terminas?- Mi mano voló, pero ella lo detuvo. –Sin prisa.- Me dijo. Y se apoyó en mí y nuestros labios comenzaron a besarse otra vez. Su mano guió a la mía hacia su entrepierna y sentí su sexo que se expandía, claro, este estaba siendo cubierto por una fina tela blanca. Nuestros dedos jugaron en su feminidad, hubieron tantos movimientos circulares como suaves arribas y abajos que explusaban gemidos de placer. El taxista, claro, miraba todo lo que pasaba. Ella decidió que era momento de calentar ese lugar un poco más y con sus dos manos se alzó el vestido tan alto que llegó hasta el ombligo, donde había un piercing. Semidesnuda ella, abrió aún más las piernas y posó una de ellas sobre el compartimento que se encuentra al costado del asiento del chofer. Con un deseo tan grande el hombre no dudó en tocar su pie y luego subir a sus pantorrillas. Pero ella se lo negó descaradamente con un no me toques y sólo mira, seguido de un carajo. No tuvo otra opción que obedecer que quería seguir viendo a aquella diosa tan abierta y tan hermosa. Nuestros dedos seguían jugando en la inmensidad de su vagina, que iba humedeciéndose de a pocos y la vulva se notaba como una franja vertical que llamaba a los tocamientos de las yemas y de la vista. Excitadísimo, con mi dedo índice ubicaba el límite de su tanga y lo metí debajo de ella. Realicé los mismos movimientos que antes, y estaba muy cerca de mostrarle a mi amigo cómo se veía la vagina de una mujer como ella, hasta que ella me lo negó. Me dijo que no siga más, que no era el lugar. Que no deseaba que extraños vean su parte más especial. Así que hice caso. Apartamos las manos y llevé mis dedos hacia la boca, saboree cada instante. Romina, llena de placer, se levantó del asiento y mostró, de imprevisto, unos glúteos perfectamente formados y redondos que eran definidos por una tanga pequeña y vistosa. Se bajó la falda y el show terminó para el hombre. Salí del auto y esperé a que ella termine de salir para cerrar la puerta.

    Afuera, con nosotros muy excitados, nos dimos un beso rápido y la cargué. Puse sus piernas sobre mis brazos y ella se aferró a mi cuello. El hombre vio, por última vez, un culo tan perfectamente formado y cómo un hilo tan delgado se adentraba en las profundidades de su interior. Giré hacia la puerta de su edificio y caminé con ella en mis brazos hasta su departamento, donde comenzaría otra aventura erótica.

    Una vez adentro, y sin nadie que nos interrumpa, me desvestí y ella dejó caer su vestido. En ese momento me di cuenta de que estaba como siempre la quise ver, desde el primer momento en que la conocí, en la universidad, la mejor amiga de mi hermana. Nos abrazamos y nos besamos como nunca antes lo habíamos hecho con otra persona, supuse que ahí éramos perfectamente el uno para el otro. Sentí que la amaba. No pensé en absolutamente nadie más que en ella cuando nuestros cuerpos desnudos cayeron sobre la alfombra, al frente de una puerta de vidrio que daba al balcón, con los vestigios de los rayos del sol.

    Y amanecimos allí, desnudos, abrazados, durmiendo. Bajo el sol y con los cantares de los pájaros.
     
    Srdestroyer, 29 Sep 2013

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    se nota que no vas muy seguido a las fiestas , mucho asombro en este relato.
     
    herver88, 29 Sep 2013

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    buen inicio de una aventura de clase alta (por asi decirlo) con su amiga de ensueño.
     
    dokkosex, 29 Sep 2013

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    no soy de la alta pero si me han invitado varias veces se como se manejan, suerte y buwn relato.
     
    christianhs, 30 Sep 2013

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    #4

    Srdestroyer

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    Gracias por el comentario, seguiré escribiendo! espero mejorar con el tiempo
     
    Srdestroyer, 30 Sep 2013

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    granmaestro

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    me encanto
    provecho!
     
    granmaestro, 5 Oct 2013

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    #6

    Jotex10

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    Buen relato, bien ganado...
     
    Jotex10, 6 Oct 2013

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    #7

    KFC

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    Mi respeto Destroyer.. la hizo linda! Ese tipo de oportunidades no se desperdician.. Bien JuagadO!
     
    KFC, 9 Oct 2013

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    #8

    Jose1

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    Esto pasa hasta en las mejores familias. saliste ganador, Buena jugador.
     
    Jose1, 9 Oct 2013

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    #9

    golosisimaperu

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    golosisimaperu, 23 Oct 2013

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    vidiapol

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    Tenia que ver que mas habias escrito.
    En efecto, relatas paja. Tus formulas son adecuadas.

    Pero disculpa, siento un poco que estoy leyendo una especie de "Corin Tellado" version masculina y subida de Tono.

    Elementos: Mujeres Diosas, del Tipo Ario, de Clase Alta. Fetiche: Ropa Interior, detalles, pieles de Porcelana.

    Bajo el alcohol muchos se deshiben ¿no? Acaso no es bueno vivir mas Lucido y ver de que somos capaces forzando un poco "el ir mas alla" ser locos sin ayuda, el disparador? Nuestro Cerebro.

    Mira que te has animado nuevamente a Postear, con mayor Desicion y Fiel a tu Estilo. Esto ultimo, nunca puede ser malo.
     
    vidiapol, 5 Feb 2015

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    #11

    Srdestroyer

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    Este relato fue anterior al de El Jardinero y creo que podrán haber más errores de redacción, pero me mantendré escribiendo cada vez que me venga alguna inspiración a la mente. Me gusta tu propuesta, para la próxima haré que los personajes se dejen guiar por sus instintos y placeres, concuerdo contigo que es más excitante que usen la conciencia plena a que se dejen llevar por bebidas alcohólicas o drogas. Saludos!
     
    Srdestroyer, 5 Feb 2015

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    A vidiapol le gusta esto.

    viajero666

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    Buena historia... A mí me sucedió algo parecido.
     
    viajero666, 11 Feb 2015

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    #13

    Srdestroyer

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    Qué fue lo que te pasó?
     
    Srdestroyer, 1 Jun 2015

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    #14

    pepe el dulce

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    Buen relato, ... , manejas bien la coherencia en la redacción, detalles, fetiche, sensualidad, ... , a esperar lo que continúa, ...
     
    pepe el dulce, 2 Jun 2015

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