Serie: Polvos internacionales.

Hay un viejo dicho que reza: “El mundo es como un libro abierto, y el que no viaja, solo ha leído la primera página”. En mi condición de ávido “lector”, apenas superada la mayoría de edad, tomé mi mochila y emprendí el vuelo de los cóndores. A Dios gracias he conocido todo el país y he tenido la suerte de dar la vuelta al mundo. Pero no sería buen peruano, sino hubiera dejado semillas por aquí y por acullá. Así que en esta nueva serie de relatos, contaré algo de mis aventurillas por otros territorios del planeta que nos vió nacer.

Como siempre, las historias estarán basadas en hechos reales, por cuestión de ética y seguridad profesional, no consignaré nombres verdaderos, ni los tiempos ni las circunstancias que me llevaron a cada viaje. Es más presentaré las historias sin orden cronológico alguno. No vaya a ser que se enteren aquellos que financiaron mi ruta, que aparte de trabajar dediqué mi tiempo a escudriñar en los secretos del sexo débil de otras naciones.

EN EL CORAZÓN DEL BRASIL.

Brasilia es la capital del Brasil desde los años de 1950, cuando uno de sus presidentes tomó la sabia decisión de emprender la colonización de la Amazonía. Enclavada en este lugar, Brasilia es una capital modernísima, absolutamente planificada, en la cual fundamentalmente reside el gobierno central, es decir toda la burocracia estatal. Tiene una zona hotelera de cinco estrellas, ubicada bastante cerca de la sede de los ministerios, que están uno junto al otro, de manera que es sumamente sencillo coordinar entre uno y otro lugar. El clima como es de suponer es tropical, sumamente cálido y la población tiene la mixtura que es conocida en el Brasil. Colonizado en un principio por migrantes portugueses y luego por gentes provenientes de otros lugares de Europa. Es muy fácil caminar por sus calles y encontrarse con gente de razas casi puras, sean blancas o negras, como también mestizas. Lo más resaltante es la estatura de su gente, yo que aquí soy ‘alto’, tenía un tamaño mediano entre ellos, los cuales fácilmente llegaban al promedio del metro ochenta.

En cuestión de mujeres, no es por desmerecer a nuestras compatriotas, pero caminar por la zona comercial de Brasilia en horas de la tarde es para salir con tortícolis, por lo bellas que son sus féminas. Rubias, zambas, morenas, mestizas. De un tamaño mínimo de un metro setenta y con unas curvas de infarto. Con grandes pechos, cinturas bien formadas y unos traseros para volverse loco. La belleza es tan común por esos lares que los nativos no se extrañan de la lindura de las mujeres. No se nota, como podríamos hacerlo por aquí, que alguien voltee a mirar a una hermosa mujer que pasó a tu lado. Para nada, es como si no existieran. Mucho menos que las piropeen.

A Laura, la conocí aquí en Perú, vino en una misión comercial desde Brasil para establecer contactos con la empresa en la cual trabajaba en ese entonces. Fui parte del equipo que la recibió durante unos días en el país. Se alojó en un cómodo hotel de San Isidro, de donde a diario se trasladaba a nuestras oficinas para desarrollar largas jornadas de discusión y análisis. Cuando estábamos reunidos era como estar trabajando con una diosa escandinava. Alta, de 1.75 metros, con tacos fácil llegaba al metro ochenta, rubia, blanca, ojos color verde esmeralda. Sus cejas eran pobladas, una nariz delgada y respingada, labios pequeños, sus mejillas eran rosadas. Su piel era tersa, sin una sola aspinilla, sin una arruga. Era sumamente difícil no verla y por un momento no desconcentrarse para apreciar su belleza. Tendría unos 30 años, no creo que más, pero su cuerpo era casi perfecto. No era el cuerpo de una jovencita definitivamente, calculo que pesaría unos setenta y cinco kilos, bien distribuidos por su excelsa humanidad. Venía siempre vestida en traje sastre, algo ceñido al cuerpo, resaltando una escultural figura. Un saquito a la cintura, debajo su blusa de seda, complementada por una falda algo pegada al cuerpo, que no disimulaba para nada su colosal trasero. Sus piernas eran bien formadas, cada vez que las cruzaba se veía obligada a subirse ligeramente la falda, dejando ver algo de lo más hermoso que le había dado Dios, sus piernas.

El último día de trabajo la invité a salir, las cosas habían estado muy bien y nos anticipó que su informe sería positivo, recomendando que nuestras entidades estrechen sus lazos comerciales. Así que teníamos que celebrar. Al principio me puso pretextos, que estaba muy cansada, que debía comunicarse con su casa, etc. Haciendo uso de ese floro del que nos caracterizamos los limeños, insistí e insistí hasta que aceptó. Quedé que la recogería de su hotel a las 8 de la noche para irnos al Brisas del Titicaca. Y así fue, bailamos, comimos, tomamos, ambos muy felices, tanto así que yo ya me preparaba para “cerrar” el negocio esa noche en su cama.

Pero el hombre dispone hasta que viene el diablo y lo descompone. Minutos antes de que saliéramos, llegó una delegación de brasileros que se sentaron al costado de nuestra mesa. Ella no tuvo sino que escucharlos hablar para acercarse a saludarlos. Eran de Brasilia también y venían a una actividad de cooperación de gobierno a gobierno. Nos juntamos a su mesa y no salimos sino hasta las 5 de la mañana. La pasé bien, nos divertimos bastante, la química aumentó entre nosotros, pero no pude cumplir mi cometido.

Cuando la llevé a su hotel, acompañándola en el ascensor nos besamos, ya en la puerta de su habitación quise entrar.

- “Felipe, no quiero que te molestes conmigo. Todo ha sido muy lindo, voce eres muy lindo, pero estoy cansada y a las 8 debo salir al aeropuerto”. Me dijo acariciándome el rostro y con su español machucado. “Además que así me irás a ver a Brasilia”. Agregó finalmente. Me dio un beso en la mejilla derecha y entró a su habitación.

Comprenderán que me dejó con la miel en los labios. Qué manera de convencerme de que tenía que viajar a conseguir eso que con sus ojos me había prometido al despedirnos.

CONTINUARÁ….

 

uyy un comienzo espectacular... siga con la saga internacional cofrade.

 

y q vivan las brasileñas!! Yo tuve mas de una y se mueven mejor q ronaldo y messi juntos

 

Iniciamos bien, pero no alargue mucho la pausa, que deseamos saber si se resfrió en Brasil!

 

se torna interesante el relato esperamos la 2 parte jejeje

 

CONTINUACIÓN DEL RELATO

Para llegar a Brasilia había que tomar primero el avión a Sao Paulo y de ahí el enlace a la ciudad capital del gigante del Sur. Un poco complicado porque se debía sacar la maleta para volverla a embarcar en el otro vuelo. Feliz mente la distancia no es muy grande y en 4 horas ya estás en Sao Paulo, casi como irse a Ica. De ahí una hora más y en Brasilia. Llegué de madrugada, me esperaba el auto de la compañía en el aeropuerto. Nada mejor que llegar a un lugar desconocido y encontrar a alguien con un cartelito en el que está escrito tu nombre. Me llevaron al hotel, un cinco estrellas majestuoso, en el centro mismo de la ciudad. Me dejaron ahí, no sin antes decirme que me recogerían a las nueve de la mañana para llevarme a la oficina principal.

Un desayuno americano de rigor. Jugo de papaya, huevos revueltos, tocino, pan del lugar y un café con leche, suficientes para empezar el día pleno de energías. Yo estaba excitado por volver a verla, no podía olvidarme de esa noche de baile, cuando extasiada ella por la riqueza de nuestro folklore, me decía que no tenían nada de eso en su país. Esa noche bailamos desde huaynito hasta merengue, pasando por una lambada que me sirvió de pretexto para hacerle sentir bien adentro la pieza.

Llegué a las oficinas, estaban en una zona empresarial, eran un conjunto de edificios todos muy modernos y en cada piso se ubicaba una empresa. La gente vestida muy formalmente, el aire acondicionado funcionaba magníficamente, no más de 20 grados Celsius. Me esperaba el gerente general y a su costado estaba ella. Impecable, con el cabello amarrado, resaltando los pendientes que tenía en sus orejas, los cuales a su vez hacían juego con el color de sus ojos y de su vestido, un verde esmeralda, en el cual su figura escultural la hacían aparentar a una amazona. La verdad que guardar la compostura y no perderse en sus ojos era sumamente difícil. Ella me miraba de pies a cabeza. Yo me había ido con mi mejor traje, debía lucir impecable, tanto para ella como para el gerente de la empresa. Iba a cerrar en nombre de la compañía en que trabajaba una muy buena asociación comercial.

Mientras hablábamos, pude darme cuenta de un detalle que no mostró Laura en Lima. Llevaba un anillo de casada en la mano derecha. Bueno, a decir verdad yo también ya estaba casado, pero no acostumbro a usar la “alianza”, por razones obvias. Ella se lo tuvo bien guardado. Terminó la reunión y se dio el tema protocolar de siempre. El tema es que salimos los dos a almorzar a uno de los restaurantes de la zona.

Estando en el lugar, nos instalamos en una mesa que ya estaba reservada para cuatro personas. Yo traté de tomarle la mano, ella muy delicadamente la retiró haciéndome el gesto de que había gente alrededor nuestro. Como soy un caballero, atendí la observación y asumí el comportamiento adecuado al momento. Al rato llegó otro señor ya mayor, de unos 60 años sería, acompañado de una bella mujer, medio blanca con rasgos de morena, sacalagua diríamos aquí, alta, de un metro ochenta aproximadamente, ojos color de miel. Estaba vestida sencillamente, pero en ella lucía elegante. Era el garbo, la estampa de una morena blanqueada y de alto roce social. Él era el esposo de Elena, Mario y ella, Teresa, amiga de los dos. Me puse de pie, como corresponde, le extendí mi mano al caballero e igualmente a ella, fue inútil porque se acercó y me dio un beso de medio labio en la boca.

La conversación fue sobre Lima, la estadía de Laura en nuestra ciudad. Estaban al tanto de todo, de la salida al Brisas, del baile, sus paisanos. El diálogo se tornaba ameno, cuando en un determinado momento comencé a sentir un delicado pie que rozaba una de mis pantorrillas. Eran medias de seda, claramente distinguía la suavidad de su tersura. Y no era Laura la responsable, sino Teresa, su amiga. Sus ojos brillaban al mirarme. Sus ojos eran de fuego, no me quitaba la mirada de encima. Me estaba probando, quería saber cuánta presión psicológica y erótica podía soportar. Evidentemente yo, hombre ducho en esos menesteres, no me dejé llevar por sus acciones. Situación que la ponía más y más empeñosa en tratar de seducirme. Pero yo quería con Laura y no me iba a conformar con otra cosa.

Llegó la hora y tuvimos que volver al trabajo, quedamos en vernos en su casa en la noche, para cenar otra vez los cuatro. Del restaurante nos recogió el auto de la empresa. Laura y yo fuimos en la parte de atrás. Estando ahí, ella me tomó la mano con ternura al principio y después me la apretó con pasión. Yo reaccioné de nuevo, haciendo el amago de besarla, y una vez más me hizo el gesto de cuidado, el chofer podía vernos.
“Felipe, aquí en Brasilia no tenemos tan bonitos lugares para divertirse como en Lima, pero te prometo que más tarde en mi casa la vas a pasar feliz”, me dijo ella antes de bajar del coche y subir al ascensor que nos llevaría a su oficina.

Yo comenzaba a pensar que no pasaría nada, en la noche iría a su casa a la cena con el marido y su amiga, y al día siguiente al mediodía debía regresar a Lima. Pero el tiempo se encargaría de mostrarme que, en Brasil, cualquier cosa puede pasar durante la noche.

CONTINUARÁ...

 

Cofrade muy buena teama!! Por favore continue voce!!

 

interesante historia.. esperemos no demore en continuarla cofrade.

 

CONTINUACIÓN:

Brasilia es una ciudad monumentalmente arquitectónica, pensada para ser la capital de un gran imperio. Planificada totalmente, tiene espacios para cada cosa. Se dieron el lujo hasta de crear un lago artificial donde habitarían los principales cuadros de gobierno del Estado. El lago sin ser demasiado grande era muy pintoresco. Las casas ubicadas a las orillas son bastante amplias y tienen embarcaderos y pequeños yates en los cuales surcar el lago. Y en la noche se tiene una vista maravillosa del mismo.

Mi amiga vivía en unas de esas espléndidas casas al pie del lago. Su marido era un exitoso alto funcionario del Estado, y por lo tanto gozaba de las gollerías que se tienen a ese nivel. Laura era su tercer compromiso, algo interesado de los dos. Ella por su colosal belleza y él por la cantidad de contactos que se logran al más alto nivel por su posición política y social. En un mundo bastante “modernizado”, esta suerte de unión ‘negociada’ era común, permitiéndose licencias que por nuestros lares, felizmente según mi criterio personal, aún no han llegado.

Terminada la larga jornada de trabajo me dirigí al hotel a darme una ducha y a ponerme algo más informal para asistir a la cena. Laura se fue a su casa donde me esperaría.

Llegadas las 8 de la noche, me avisaron a la habitación donde intentaba reponerme de la agotadora jornada, que el auto me estaba esperando. Bajé y me dirigí hacia el lugar. La autopista era impecable, pasé por los principales edificios del gobierno, los cuales exhibían una gran iluminación. Es decir no solo habían sido pensados para albergar a los empleados públicos, sino también como muestras de una arquitectura vanguardista que los visitantes podíamos contemplar extasiados en las noches.

Arribé a la casa y me recibió un mayordomo, correctamente trajeado, muy amable él, abrió la puerta del coche y me hizo pasar. Por dentro era un portento de decoración. Si bien no soy arquitecto, se notaba el exquisito gusto de los propietarios con una organización sumamente funcional, con hartos espacios de luz, que se hacían uno solo con el lago que estaba casi al pie de la residencia.

Luego salió a saludarme Mario, el esposo de Laura, estaba vestido casual pero elegantemente, manteniendo siempre su estatus social. Hablaba muy poco español, aunque decía que lo entendía mejor. Así que poco pudimos hablar fluidamente. Laura se estaba alistando para salir, según me manifestó él. Al poco rato llegó Teresa. Se vino matadora. Vestida con una blusa de seda escotada que dejaba ver lo mejor de su humanidad, adornada con un collar que resaltaba su pecho. Su falda era de esas abiertas por delante que al cruzar las piernas dejan ver toda su extremidad. Se acercó a mí como si me conociera de toda la vida, me besó y me abrazó con un cariño que me hacía presagiar cuál era su objetivo. El mozo nos sirvió unos tragos, creo que eran las famosas caipirinhas que me cayeron a pelo por que ya estaba necesitando algo para calmar el ímpetu creado por ‘teresinha’. Hasta que apareció Laura, con el cabello suelto, sobre sus hombros. Tenía puesto un vestido blanco enterizo, muy sencillo pero elegante a la vez, algo ceñido a su cuerpo, por sus esculturales formas, donde resaltaban sus caderas y sus pechos. Muy afectuosa se acercó a mí y me dijo suavemente al oído: “Hoy vas a ser feliz, vas a ver”.

CONTINUARÁ....

 

wow cofrade x favor continue

 

si cofrade continue.

 

CONTINUACIÓN...

La luna se reflejaba en la laguna y el brillo daba directamente en el ambiente en el que se encontraba el comedor. No necesitábamos mucha luz, es más la luz interior era algo tenue. Se habían esmerado porque el lugar pareciera romántico.

Muy buenos anfitriones ellos, la cena fue muy divertida, llena de anécdotas y recuerdos que me hicieron sentir absolutamente complacido de su compañía. Si mis jefes hubieran sabido no me hubieran enviado a mí, se habría venido cualquiera de ellos solo. Pero un viaje de 36 horas, quién lo quiere. Como yo tenía una cuenta pendiente, no dudé un minuto en aceptar el encargo y tomé el boleto. Y ahí estaba, ahora sentado en una sala de estar con una pantalla al frente en la que iba a presenciar algunas películas caseras de la familia, supuestamente tomadas en época de carnaval, que como todos sabemos en el Brasil es toda una institución.

Así fue, escenas del carnaval, Laura disfrazada junto a su marido y a Teresinha. Bien raro que siempre estuvieran los tres juntos, pensaba. Entre ellos se iban alternando en la filmación. Bailaban y bailaban, quién no se iba a entusiasmar bailando samba….

Estábamos sentados los cuatro en un amplio sofá. Los caballeros a los extremos y las dos damas al medio. Mientras los cuatro expectábamos la película sentí que Laura, sentada a mi costado, comenzó a agarrarme la pierna. Estábamos un poco a oscuras así que yo pensaba que su marido no se daba cuenta. Le jalé la mano y se la puse sobre mi pinga. Se armó al toque. Ella la apretó con fuerza, con unas ganas que mostraba su ansia por poseerla.

Cuando en eso, en la pantalla aparece la figura de dos personas besándose apasionadamente. ¿Quiénes creen que eran?....

 

quienes cofra?? no me diga que eran laurinha y teresinha.

 

Eran Teresa y…. Mario echados sobre una inmensa cama, dándose de lengüetazos una al otro en la boca. Estaban haciéndose el amor como dos locos de pasión. Yo giré mi cabeza a ver a Laura. Pensé que podía haberse confundido de película y ella no saber nada del asunto.

Nada, Laura misma era la que filmaba. La muy zorra adoraba los tríos.

La película seguía caliente y la pareja comenzaba a compenetrarse. Sí que era una porno que ya quisiéramos tener en nuestros archivos de amateurs. La hembra era una loba en la cama. De repente alzo la vista y Mario ya no estaba, había desaparecido. Cuando Laura gira hacia mí y ya la tenía encima. Comenzó a besarme con pasión encendida, me metía toda su lengua a la boca, como si tratara de arrastrarme a la lujuria. Me quita la guayabera con la que había ido y comienza a besarme el pecho, yo le devolvía las caricias mordiéndole el cuello, le tenía unas ganas.

Teresa y Mario habían desaparecido. En ese momento pensé, ah así es la cosa. Ella con el marido y yo con Laura, estamos bien nomás.
Me detuve un momento y la miré al rostro, sus bellos ojos verdes, su cabello rubio, su piel tan tersa. Ella igual me miró, se dio cuenta que mi actitud era otra, no solo la del amante furtivo que busca el placer pasajero, sino también del que alimenta su espíritu con la belleza del cuerpo y el espíritu. Volvimos a besarnos, pero ya no con la furia de dos animales que van a copular, sino el fervor de dos amantes que por fin van a unir sus cuerpos. Tal como es mi estilo, la tomé de la cabeza y la traje hacia mis labios, fue un beso delicado, pero sentido, como si lo hiciera a una rosa. Ella lo vivió y abrió sus ojos, como maravillada, no esperaba nada de eso. Su mirada ahora brillaba y fue ella misma la que volvió a besarme, no con pasión, sino con entrega, con todo su corazón.

Cuando la supe mía, en lo que es más importante, su espíritu, continué con mi odisea. Le besé el cuello hasta que gimió de placer, continué con sus pechos. Eran espléndidos, blancos y rosados. Sus pezones eran pequeños, se notaba que no era madre. Pero en medio de mi boca se pusieron totalmente duros. Qué rico que fue morderlos suavemente, lo que no impidió que diera un gemido de entre dolor y placer. Mientras, me besaba, me acariciaba la cabeza. Y lo más importante, repetía mi nombre, Felipe, Felipe… esa mujer jamás se olvidaría de mí.

Cuando yo ya estaba empeñado en desvestirla completamente, se apareció Teresinha. Y arrodillada detrás de mí se abraza a mi espalda. Estaba semi desnuda, solo en una pequeña truza que con las justas le cubría el sexo.

“Garoto, voce tem que ser minho”, fue lo que me dijo Teresa al tomarme como ventosa por la espalda. Mario, más allá nos había estado filmando todo el tiempo. Era como si todo lo hubieran tenido organizado. Ya juntas las dos mientras me besaban me terminaban de quitar la ropa. Yo seguía chapando con Laura, la verdad que no quería soltarla, me había quedado prendado de su belleza. Sin embargo, Teresa me chapó el muñeco y comenzó a chuparlo, ahí recién me dí cuenta que “existía”. Pero no la solté a Laura, más bien con uno de mis brazos la atraje más hacia mí, pero ella miraba a su marido. Y el tipo seguía filmando, de un lado a otro. La verdad no me importaba, finalmente nadie me conoce en el Brasil, por el contrario a mí me excitaba que alguien más adelante pudiera saber que me comí a una jerma en la cara de su propio marido.

Laura después cambió de sitio con su amiga y fue ella quien comenzó a chuparme la verga, no era chupada, era acariciada dentro de su boca. Lo hacía con una dedicación y ternura que me excitaba mucho más. Los dos nos habíamos contagiado del mismo sentimiento, más allá de quién nos rodease teníamos que vivir el momento como si ambos estuviéramos solos. Teresa quiso besarme, tomar posesión de mis labios y sentidos superiores, pero no pudo, yo seguía con Laura, con lo que me estaba haciendo.

Teresa alzó los ojos y miró hacia Mario, también estaba excitada y necesitaba que alguien le diera lo que también quería. Se puso de pie y se dirigió hacia él. Y lo besó como una mujer angustiada, ansiosa de que la posean. El individuo se dio cuenta de lo que pasaba y de la necesidad de socorrer a la mujer. Dejó la cámara y se dejó tomar.

Eramos cuatro personas casi a oscuras, con solo el brillo de la luna alumbrando una habitación rodeada de ventanas. Yo estaba echado en el sofá junto con Laura besándonos y prodigándonos caricias a más no poder, y más allá su marido y su amante haciendo lo mismo.

Pero yo ya no aguantaba más, tenía que cachármela, le quité la truza y la penetré a lo salvaje. A ella le gustó el gesto, eso era lo que esperaba, un hombre que la hiciera suya y la hiciera sentir que era quien mandaba. Yo la miré también a los ojos haciéndole saber lo mismo, que yo era el macho y ella la hembra y tendría que portarse como tal. Así que a agitarse se ha dicho. Movía y movía mi pelvis, a lo que ella gemía de placer. Yo la besaba y la besaba, en la boca, en los ojos, sentía que era el polvo más rico que hasta ese momento me había tirado. Ella por ratos abría los ojos y me miraba maravillada, me abrazaba hacia sí diciéndome: “sí, sí, fodame, dame tudo seu galo”. Nos cambiamos de posición, quise darle perrito y mientras lo hacíamos vimos echados en la alfombra haciendo lo mismo a Mario y a Teresa. Sí que sabían elegir a sus amistades mis amigos. Pero con ella no era, parecía más bien que estaba contenta que él no estuviera solo, lo supe por el gesto de aprobación que hizo cuando los vio juntos. Como conmigo tampoco era, seguí en lo mío. Ese culo estaba bien rico y tenía que ser mío, así que le eché salivita al mastuerzo y rancancan adentro se dijo. Obviamente estaba trajinado y no fue nada difícil. Ella dio un grito de placer no de dolor. Me incliné sobre su espalda y le agarré las tetas, mismo perrito. Qué rica sensación, de estarle dando por la troya y apretarle las tetazas que tenía. Ella se mojaba harto, “viva el Perú, viva el Perú”, me decía mientras me la cogía. Es que ya le hacía probar de las virtudes de la yuca peruana. Ya antes de terminar se la saqué y la dí en su propia cara, ella abrió su boca golosa para tomarse mi lechada. Era una brasilera loca, recontra cachera a pesar de las apariencias.

Y al frente estaba su marido, tirado sobre la delicada alfombra, con la teresinha montada encima suyo, mismo cowboy sobre una de sus piezas. Laura se puso de pie, delicadamente me dio un beso en los labios, como diciéndome chau, y se fue donde su marido.

Sin alterar en nada de lo que estaba haciendo la pareja, se fue hacia ellos y luego darle un apasionado beso en los labios a Mario, colocó sus caderas sobre su rostro, y mientras él le hacía una deliciosa sopa, ella se besaba con Teresa. Era lo que se dice en buen francés, un ‘ménage á trois’.

Y yo solo me había conformado con un polvo. No podía ser. De verlo nomás ya me había dado ganas de continuar la proeza….. y la noche era aún joven.
Las dos se besaban y se apretaban las tetas, ¡cuatro tetas portentosas juntas! Y el tío que con la pieza le daba a una y con la lengua a otra, aunque váyase a ver qué tanto podía ya hacerlo…

Yo estaba otra vez al palo. Y cuando uno está así hasta lo menos bello se ve como excelso. La negrita estaba buena finalmente, una piernas bien gruesas, para cabalgarla, un estómago firme a pesar de su edad, un culo acorde a su tamaño, pero bien durito y unas tetas dignas de monumento. El objetivo había sido identificado y había que conquistarlo. Pero antes el bendito pre, porque con esas negritas, nunca se sabe.

Ya bien al palo, me dirigí hacia Teresa, hice lo mismo que ella a mí, la tomé por atrás, pero haciéndole sentir un mástil al rojo vivo. Ella no lo dudó un minuto. Se puso de pie y me dio un chape con lengua y todo que casi me llega hasta la glotis. Morena al fin y al cabo, solo que cubierta con piel blanca, era un volcán de pasiones. Así que me tocaba reventarla nomás.

Me la llevé hacia el cómodo sofá, la eché de espaldas y comencé a morderle insaciablemente las piernas. Qué rica que estaba, durita, formadita, como chiquilla. A cada mordisco, vibraba de placer, gemía de lujuria. “dame seu galo, dame seu galo” repetía angustiada mirándome a los ojos, casi como implorando. Y así se la dí, patas al hombro, y qué patas. Mientras me la cachaba me las seguía comiendo. Y ella gritaba cada vez que se venía, toda su papa ya estaba mojadita, cada arremetida mía venía acompañada de un plaf, plaf. Hasta que, para que cuando lo recuerden no se queje ninguna, la hice dar vuelta y la clavé por el anillo. Eso ya no era un anillo, sino el túnel de la Herradura, pero igualito apretaba. Así que me vine haciéndole el perrito. Terminé abrazado a ella como si fuera la última mujer del mundo.

A los pocos instantes, se acercó Laurita, murmurándome al oído “yo te dije que ibas a ser feliz esta noite”.

Y sí que lo fui, ¿no creen amigos?

 

muito bem, very good Diablito. Buena historia Cofrade.

 

ahhhh euto maluco!!! Cofradd

 

Y que feliz noche que paso cofrade!!! quien no le gustaria levantarse una mulata y una colorada brasilera. Diablito

 

Hola Philip Gerard, excelente relato pero tengo una pregunta: Seguirás con la Saga de los Polvos Internacionales o te quedas en Brasil? Felicidades Compadre, espero seguir leyendo tus fantástica experiencias. Un gran abrazo !!!

 

Buen relato... me dejaste con las ganas de ir a Brasil..