Saga: Mirelia, la voyeurista fogosa.

La siguiente historia está basada en hechos reales, se han cambiado algunos nombres y lugares para proteger la identidad de las personas.

Mirelia, la voyeurista fogosa.

Ahí estaba yo besando un escultural cuerpo desnudo. Ella, una bella mujer, muy joven aún, no mayor de 23 años. Sus pechos anchos y frondosos, de esos que no solo da ganas de chuparlos, sino de comérselos milímetro a milímetro. Y era justo lo que yo estaba haciendo, eran tan ricos esos senos que no podía aguantarme las ganas de morderlos. Jaqui vibraba de placer y me acariciaba tiernamente la cabeza. Cómo le gustaba cuando me la agarraba. Estuve ahí prendido como cinco minutos. Chupándole los pezones, pasándole la lengua a sus ricas aureolas. Lo hacía como quien lo hace a un helado en pleno verano caliente, con un gusto sin par. Después metí mi cara en medio de esas inmensas cumbres para darle un beso mordedor en la piel. Cómo se conmovía su cuerpo cuando le hacía eso. Luego, me hice para atrás y le di una nueva y viciosa mirada a esas primorosas tetas. Las tomé con mis manos y las apretujé como a dos pelotas, se sentía tan rica su piel en mis manos, y las tomé tan fuerte que la hice gritar. “Ay, ten más cuidado”, me dijo ya un poco molesta. Yo seguí nomás agarrándola y volví a asaltar su cuello, donde yo sabía le gustaba que la explore. Volvió entonces a la “normalidad”, cerraba sus ojos y se dejaba llevar por todas mis maniobras. Es que yo era su ‘amante’ durante una hora.

Esta historia ocurrió en una Sala de Masajes, de esas que ahora abundan en Lima. Como es sabido, el auge económico ha permitido ampliar la gama de servicios para la satisfacción personal de la gente y nosotros los caballeros hemos declarado una de nuestras prioridades la satisfacción del placer carnal, no de ahora sino desde el propio origen de la humanidad. Así es como la oferta de ese tipo de servicios se ha convertido en uno de los más rentables, tanto para los propietarios como para las señoritas que van a más que resolver sus problemas financieros. Ciertamente, la ley prohíbe el proxenetismo, es decir la comercialización del sexo, si es que no está previamente autorizada por la autoridad competente. Es por ello que en las Salas de Masajes no suele ofrecerse “servicios sexuales”, de ser así los propietarios pueden ir en cárcel, más no así las damicelas y mucho menos los parroquianos. Por estas circunstancias, los “gerentes del placer” se cuidan mucho de lo que ocurre en sus locales, habiendo tomado la disposición de “observar lo que hacen sus servidoras”.

Viendo esos ricos pechos, blanquitos, enormes, asaltados por mis manos se me vino a la cabeza lo que cualquier otro humano, pedestre como yo hubiese querido hacer: un ruso. Y como jaquicita era mi esclava del placer, sometida como siempre a todos mis gustos, moví mi humanidad sobre ella, para colocarme casi en cuclillas sobre su tórax, y ponerle al medio de sus ricas tetas mi pinga hambrienta de su carne bella. Y junté sus tetas con mis manos, simulando una cavidad por donde transitar mi pieza. Y saqué y pujé y lo volví y volví a hacer. Ambos disfrutábamos, ella porque la sentía hirviendo como fierro caliente, yo por la sensualidad del momento de tener apretujadas a sus ricas tetas que le daban el máximo placer a mi preciado órgano viril. De darle y darle, más por la excitación visual que la carnal, ya me quería venir y le dije a Jaqui, “quiero hacerlo en tu boca”.

- Mi amor, sabes que toda penetración sexual está prohibida. Fue su respuesta.

La acaricié y le hice los mimos que tanto le gustaban, y le respondí tiernamente:

- Mi cielo, pero dime ¿a ti no te gustaría chupármelo todito?

Ella se puso roja y me miró con ojos de deseo y de pasión.

- Ay, mi vida, pero sabes que la Mirelia nos está espiando ….

Y es que estábamos en Bizancio Spa, una de las más conocidas Salas de Masajes de la zona top de Lima. La propietaria, para prevenirse de cualquier problema penal que le pudiese sobrevenir, había dispuesto con total claridad a sus chicas que el sexo estaba prohibido en sus instalaciones. “Afuera lo que quieran. Aquí, la primera que lo haga la boto al toque y sin su quincena”. Y tenía en su recepcionista a su principal cancerbera. Ella se llama Mirelia.

Yo estaba tan arrecho que no me importó su advertencia, miré bien a los ojos de mi amante ocasional y la ví con una angustia por el pájaro, que me dije “ésta es mía”Diablito. Me sobrepuse sobre las rodillas y le puse el pájaro en la boca, al principio se resistió, pero era tanto su deseo también que terminó por abrirme esos ricos labios, color de carmesí. Primero me dio una limpiada de lengua sobre la cabeza, ya con su juguito pre eyaculatorio, luego solita con su mano se lo engulló toditito. Ah, pero qué rico!. Me dio una absorbida, que me hizo poner los ojos en blanco. Ahora yo era el que estaba a su merced. No tenía sino que cerrar mis ojos y sentir ese placer de mi órgano en su boca, acariciado por su deliciosa lengua, que literalmente se lo devoraba, acompañado por la delicadeza de la mordida de sus dientes. Después se lo sacó y con la mano comenzó a estimulármelo. Se lo metía y se lo sacaba de la boca, en un juego de entradas y salidas, simulando el coito en la vagina.

Detrás del espejo estaba mirando, Mirelia. Sí pues, como si su nombre se lo hubieran puesto especialmente para eso, para ser mirona, sexual. En lenguaje especializado, “voyeurista” (del francés ‘voyeur’ o ‘mirón’ en castellano). Ya se había acostumbrado a esa chamba, le gustaba sobremanera. Se excitaba también, a veces tanto que se complacía a sí misma acariciándose los pechos o metiéndose el dedo a la vagina. Tenía a su favor que si bien algunas habitaciones solo tenían el ojo mágico al revés, en otros había espejos acondicionados con la visión del otro lado.

Mientras Jaqui me lo chupaba, yo hacía el máximo esfuerzo de acariciarle los pechos con mis manos, tratando de compartir el placer, a la par de acelerar mi excitación. Yo ya estaba a punto, sentía cómo se llenaba de semen mi órgano y poco a poco llegaba hasta la punta de mi verga, haciendo una presión, como la de un volcán a punto de estallar. Trataba de aguantarme, ese placer es el mayúsculo y merecía extenderse la mayor cantidad de tiempo posible. Pero Jaqui se había dado cuenta y ya quería jugar conmigo, yo me aguantaba pero ella quería tenerme rendido en su brazos, mejor dicho en su boca, y movía y movía sus manos para que ya eyaculase.

- Ah, ah, ah , mi amor, me vengo, me vengo…. Qué rico…..:first:

Había sido un polvo espectacular, me hice en su boca, la llené de “agüita de coco”. Ella dejó que cayese por sus labios, y luego lo escupió en un pedazo de papel higiénico. “Estás botando a mis hijos”, le dije, a lo que los dos nos reímos. Nos despedimos dándonos un cariñoso beso en la boca. Ambos éramos caseritos así que nos teníamos amplio “cariño”.

CONTINUARÁ…

 

que tal Mirella, un nuevo relato ... Un nuevo cortometrajeeee ...

 

que exitante relato cofrade!! continuela pronto; haber si por MP me deja los datos de el SPA.

 

Joer, si no deja de ser una felacion en toda regla, la proxima vez haztelo con la mireia esa, je je

 

A los cófrades que me preguntan el lugar donde sucedieron estos hechos, que me excusen, pero por ética no puedo difundirlo, sería incurrir en una tácita exposición de las personas involucradas en el relato. Mil disculpas.

 

cofrade buen relato

 

siga maestro. sus lectores estan a la espera del nuevo episodio. saludos

 

Una impecable redacción acompañado con un pulso narrativo excelente. Lo felicito cofrade Phillip. Estaremos pendientes de la segunda parte de esta saga.

Slds,
EA

 

SEGUNDA PARTE.

Yo conocí a Mirelia por Internet, ya que soy adicto a la Red, donde un buen día descubrí el Face de esa Sala Spa. La agregué y así con alguna periodicidad me conectaba con ella, tentándola para que me convenciera en asistir a su Salón. Así fue como nos hicimos “amigos virtuales”.

- “Flaca, tú no has visto nada ¿no?”. Le dije a Mirelita, con quien yo tenía harta confianza.

- “Te pasas Felipe. Tú sabes que eso está prohibido aquí”.

Me dí la vuelta al mostrador y me acerqué a ella, le acaricié el cabello y mirándola fijamente a los ojos, le respondí:

- “Si Jaqui se va, no vuelves a saber más de mí. Y eso solo depende de tí” (Luego de un breve tiempo que pareció un universo, por el silencio, culminé) “Tengo que irme, hablamos luego por el face”.

Mirelia se quedó callada, pagué mi cuenta, propina incluida y me fui.

Ya en la sala de trabajo de mi casa y con el facebook en línea, me conecté con mi recepcionista amiga:

- “¿Y te gustó?”. La asalté de frente a Mirelita.

- “Eres chistoso ¿no?”. Me contestó simulando no saber nada, pero sí que entendía a lo que me refería.

- “Bien que te quedaste mirando”. Le respondí provocador, porque sabía que le gustaba mirar cuando las chicas hacían el ‘adicional’, para luego llamarles la atención o impedir que ocurriese algo fuera de lo permitido.

- “Oye ¿qué te has fumado? ¿Quién te va a mirar a ti? Jajajaja”. Me contestó despectiva y burlona.

- “Bueno, todo lo que hice, lo hice pensando en ti. Alucinaba que sus senos eran los tuyos, y cuando lo hacía en su boca, pensaba en esa boquita tan rica que te poseyes”.

Mirelia a primera vista era una chaparra bien rica, se le encontraba a la entrada del Spa, frecuentemente sentada detrás de un mostrador de regular tamaño, en el cual tenía una pantalla de computadora. En ésta llevaba el control de las atenciones de las chicas y a la par administraba las cuentas de mercadeo en internet del Salón. Su rostro era ovalado, con unos grandes ojos, color pardo. Rostro un poco pálido, pero bien maquillado y cabello castaño claro. Su naricita era bien respingada, lo que le daba un toque de señorío. Su boca era pequeña, como dice el valse criollo, “una boquita de caramelo”. Su labio superior era fino, pero el inferior bastante carnoso, de esos que dan ganar de ser mordidos. Cuando se ponía de pie dejaba ver una bonita figura, en la que resaltaba unos impresionantes pechos, complementada por una cinturita bien cuidada en el gimnasio, a la par que unas piernas lamentablemente no muy largas, pero sí bastante carnosas. Pero éste no era solo su atractivo. Quien la trataba podía concluir que no era cualquier tipo de chica, se notaba instruida y con algo de cultura. Por algo administraba en la práctica al Spa. Gracias a su belleza solía ser el punto de atracción de los parroquianos que iban al Salón, algunos de los cuales se paraban en el mostrador a enamorarla, tratando de convencerla de una salida.

- “Te pasas…” respondió ella, lo que yo interpreté con un ‘sigue hablando’.

- “Tú sabes cómo quisiera morderte el cuellito….”. En eso me interrumpe y me dice,

- “Mejor llámame a mi celular”.

Yo ya sabía qué significaba eso, quería que la llame y tuviéramos sexo virtual. Antes ya lo habíamos hecho. A diferencia de otras personas que se excitan por la sensitividad y el tacto, mi amiga lo hacía por lo que veía y oía. Marqué el número y como ya era más de las 9 de la noche, las chicas se estaban bañando y alistándose para salir. Así que tendría un buen rato de soledad ante la máquina y el teléfono. Ya lo habíamos hecho antes, y empezamos como jugando. Primero le enviaba un link de un video porno de you tube y mientras ella lo veía, yo lo comentaba por teléfono. Mientras lo hacía, ambos nos masturbábamos.

- ¿Abriste el link?

- Sí, sí ya lo abrí. Me respondió ella.

- Esas tetas se parecen a las tuyas, cómo me gustaría cogerlas así, apretarlas… chupártelas… ¿sientes cómo te las agarro?

Ella, mientras oía y observaba, se tomaba su cuerpo y con sus propias manos se acariciaba, haciendo de cuenta que cada una de mis palabras se hacía realidad. A la par, yo que también veía el video me inspiraba en el mismo para seguirle hablando por el teléfono.

- ¡Qué rica que estás mamita! Me gustan tus senos, te los muerdo y te los muerdo. ¡Cómo quisiera sacarte la leche!

- Ay mi amor, chúpamelos nomás, son tuyos, son tuyos. Me decía ella ya jadeando y jadeando.

- ¡Qué rica que está tu chuchita! Te voy a hacer una sopa magnífica vas a ver. ¿Sientes mi lengua como te pasa sobre los labios?

- Sí mi amor, te siento clarito.

- Hum, tu clítoris, ya llegué a tu clítoris. Mi lengüita en tu clítoris, está sabroso, como para morderlo. Te lo muerdo, así , así, hum, qué rico. Está húmedo. Me tomo tu jugo, hum, hum. Me tomo tu jugo, qué ricura….

- Ay mi amor, sigue, sigue.

- Ahora muñeca, te meto el dedo en la chuchita, está mojadita.

- Sí, sí es mi dedo, pero qué rico se siente! Habla, habla más.

- Te voy a clavar mamita, te voy a clavar….. Siente mi pinga, cómo te entra, te voy a reventar, vas a ver…

- Ay, ay, ay.

- ¿Te gusta mi tronco?

- Sí, sí me gusta.

- Chúpamelo, chúpamelo. Métete el dedo a la boca, chúpatelo.

- Sí mi amor, sí, lo estoy chupando.

- Ahora sí te reviento, vas a ver. Siente cómo te la clavo, hasta el fondo, hasta el fondo.

- Ay, ay, ay.

- Estás que quemas, me has calentado el pincho… qué rico. Estás mojadita por dentro.

- Sí mi amor, síii. Muévete, muévete.

- ¿Te gusta cómo te cacho mamita?

- Sí mi amor, sí me gusta. Dame con todo, que así me gusta, dame tu pinga, así , así, ah, ah, ah…

- Te la meto y te la saco, te la meto y te la saco… y ahora más rápido… y te vuelvo a chupar las tetas…

- Ay mi amor, me vengo, me vengo, ahahahahah….

- Yo también tesoro, yo también, me corro…. ahhhhh....Tómatelo todo, así chúpalo, chúpalo. Tú sabes que todo es tuyo y solo tuyo.

Luego de unos segundos de total silencio, recuperamos la conversación.

- "Mirelita, ¿ya estas bien?"

- "Ay Felipe, tú eres mi perdición". Me contestó en una forma de reconocimiento de su pecado.

Y es que hay que comprender a la chica, todo el día se la pasaba viendo cómo su amigas recibían y recibían caricias de lo más eróticas, que a algunas les provocaban orgasmos, que ella no podía compartir. Y yo, conocedor de la psicología humana, un buen día me dí cuenta de ello y comencé a sacarle provecho. Pero eso, otro día se los contaré.

 

excelente relato cofrade!! siga con las historias de mirelia.

 

que buena anecdota,siga compartiendo!

 

Gracias Cófrades, mañana continúa esta SAga que tiene como centro a una Recepcionista, esas niñas que todos vemos en las Salas de masajes, que son la puerta de entrada a estos campos de placer, pero del que no disfrutan sino indirectamente, sea por lo que les cuentan sus amigas o por lo que ven a través de las mirillas o espejos. Pero ellas también sienten y tienen necesidad de desfogar su líbido, mañana conocerán qué otras formas usaba Mirelita para hacerlo...

 

Gracias cofrade por esta saga, cada vez más interesante, en espera de la continuación. Saludos

 

TERCERA PARTE.

Yo la conocí a Mirelia cuando era solamente masajista, casi recién estrenadita. Había llegado a la Sala de Masajes en busca de trabajo de recepcionista, como decía el aviso en el diario El Comercio. Lo hizo durante unos días, pero después se dio cuenta de lo que ganaba una masajista y se dijo, “yo también necesito esa plata”. Así que comenzó a aprender los secretos del masaje “anti-stress”, el “francés”, el “tántrico” y todos esos nombres que se inventan para justificar las vueltas que se dan en una colchoneta con un hombre, para sacarle sesenta dólares en promedio, de los que les va a tocar la mitad, según dicen.
Y la verdad es que el primer día que me atendí con ella ni me acordaba que antes había estado en el mostrador.

-¿Qué masaje vas a tomar? Me preguntó, y yo le respondí.

- El tántrico con sauna.

Y es que de lo que sí me percaté es que ella era nueva, nunca antes la había visto atendiendo. La miré de pies a cabeza y me gustó su cuerpo bien configurado, buenos pechos, quebrada, blanquita, bonito perfil. Lista para darle un envión, y nada mejor para ello que un lugar imposible de auscultar, el sauna. La tarifa era mucho mayor, pero valía la pena el gasto.

Ya estando desnudo y echado en la colchoneta, cubierta convenientemente por protector y sábanas de algodón, se desnudó completamente, como manda la tradición “masajística”. Con sus suaves manos comenzó a acariciarme la cabeza con una erótica delicadeza que me excitó rápidamente. Yo que estaba caliente, con sus manos frías sobándome el cuello y detrás de las orejas me hicieron sobresaltar. Pero qué suavidad la de sus palmas, sus dedos eran muy femeninos, pequeños y algo gruesitos, de manera que cuando se hundían en mi cabello los sentía como una caricia sensual, cada vez que lo hacía mi piel se henchía de placer. Lo hacía todo con unas ganas mórbidas que la verdad que me arrechaba y me hacía soltar breves gemidos de placer.
Después se colocó sobre mi espalda baja, desde ahí se fue hacia mis hombros, se sadiqueó en ellos. Me los apretó una y otra vez, apretando mi musculatura. A continuación, me puso sus pechos sobre mi espalda. Estaban frescos, grandes, carnosos, casi divinos. Se movió de abajo hacia arriba un par de veces, con mucha lentitud, la suficiente para sentir sus pezones ardiendo, ya calientitos de la sobada sobre mi piel excitada. Se acercó a mi oreja y con mucha suavidad, me susurró:

- “¿Te gusta?”

- “Sí muñeca, sigue nomas”. Le contesté.

- “Estás que quemas”. Me retrucó al rato.

Siguió pasándome sus pechos por toda la espalda y las extremidades bajas. La muy bandida había sido muy bien aleccionada. Luego, muy sutilmente, con una de las manos me abriría las piernas y pasaría a estimularme la parte baja de los testículos. Me hizo saltar. Después con mucha suavidad comenzó a acariciar a los gemelos, hasta la base del pene. Abría su mano tan suave y tersa y me acariciaba los huevos con su palma. Eso sí que era una estimulación. Lo hizo así una y otra vez, tanto que me puse al palo ¡Qué rico que se sentía! En ese momento yo ya me la quería tirar. Solo atiné a darme la vuelta.
Viéndome así, lo único que le quedó decirme es:

- “¿Ya quieres tu estimulación?” La muy bandida, por decir lo menos, quería botarme rápido. La mami las tenía bien enseñadas. Así podían tener mayor cantidad de atenciones en el día.

- “No, si recién empiezo. Lo que quiero es mi adicional”. Y la jalé suavemente hacia mí. Ahora me tocaba a mí excitarla a ella.

La eché sobre la colchoneta y me fui sobre sus blancos pechos, esos mismos que se habían erectado de estarse sobando sobre mi bien formada espalda. Tomé su seno derecho y comencé a lamerle el pezón, lánguido por ser objeto del placer de tenerlo en el medio de mis labios, por momentos mordido a causa de mi erotismo desbordado. Con la otra mano también le acariciaba el pecho izquierdo. Ella comenzaba a gemir. Traté de darle un beso, pero no se dejó, me volteó la cara, pero seguía con los ojos cerrados. Y es que ya había empezado a disfrutar de mis caricias.

Mi venganza fue irme sobre su cuello. Al cual comencé a besar y mordisquear muy suavemente, sabiendo que es uno de los puntos más débiles de las mujeres. Ella solo se dejaba. Ya era casi mía.

Con las manos libres para la acción, le devolví la visita a su órgano sexual. Su papita, como es de rigor, estaba peladita, suavecita, lista para ser “abominada”. Puse toda mi mano sobre su bulba y comencé a acariciarla con mucha suavidad. Quería que ese primer contacto fuera muy sensual y ganarme su confianza. Y la sentí mojadita. El tratamiento estaba dando efecto. El ataque por diversos frentes y en simultáneo me habían puesto a esta ninfa en la palma de mis manos.

Ella estaba rendida a mis caricias. Pero lógicamente esto no era sino la primera parte de mi plan. Yo sabía que nos estaban espiando. Ahí estaba la mirilla esa, colocada casi al medio de la puerta de entrada, desde donde se veía todo lo que yo hacía. Y para hacer lo que quería tenía que moverla de ahí a otro lado. Y el vapor en el sauna, ubicado en la misma sala, ya estaba totalmente al tope…

CONTINUARÁ…

 

Jejeje.
Muy buenas historia cofra, muy buenas historias.
Saludazos.

 

Bien cofrade... Siga con el relato!!

 

CUARTA PARTE.

Hace rato que yo estaba con el mástil ya pleno al viento, pero tenía que calmarme, si seguía así me vendría antes de tiempo. De manera que detuve mi campaña de calentamiento y decidí dirigirme hacia otro campo de acción, el sauna.

El sauna era relativamente pequeño, de dos por dos metros calculo, de esos saunas familiares que se promueven ahora en los grandes almacenes como Sodimac o Maestro. Los vidrios eran supuestamente transparentes. En un extremo estaba el espacio para la hierba y por donde salía el vapor, al costado una ducha de pistola, con salida para agua caliente y agua fría. Para el lado de la pared, se tenía una banca enlocetada de casi metro y medio de largo.

- “Vamos al sauna”. Le dije a Mirelia. Ella estaba como borrachita, se había entregado al placer de mis caricias en cuerpo y alma. Su inexperiencia en estos menesteres la hizo presa fácil de mis sensuales maniobras.

Ya en el sauna su labor debía ser la de hacerme una exfoliación. Trajo su pote con el exfoliante, entró al cubil donde yo la esperaba totalmente desnudo, y luego de darme una suplicante mirada, me dijo:

- “Échate en el banco para exfoliarte”.

A lo que yo le respondí

- “Así parado nomás”. Se sorprendió de mi respuesta, y es que yo quería tenerla al frente mío, hacerle sentir la fuerza de nuestras diferencias corporales, ella relativamente pequeña y yo alto para su contextura.

Comenzó así a pasarme el exfoliante por los pectorales y yo, mientras, la miraba fijamente.

- “¿Por qué me miras así?” Me preguntó inquieta en un momento.

- “No sé, hay algo en ti que me llama la atención”. Le respondí galantemente sin mostrar un excesivo interés en su persona.

- “¿Así? Eso se lo dices a todas…” Me respondió intentando construir una defensa antiseducción.

- “Si todas tuvieran los ojos como tú… podría ser. Pero de aquí, tú eres la única”.

Touchée, directo al corazón. Sus ojos le brillaron, señal de que le gustó el cumplido que le hice. El siguiente paso era continuar con mi acecho. La tomé de la cabeza e intenté de nuevo darle un beso. No se volvió a dejar. Por lo que tuve que volver a atacar su cuello. Toda mi pasión la desaté ahí. Como si fuera un vampiro la mordisqué sensualmente. Ella, al principio solo se dejó, pero el impacto sería tan alto que intentando detenerme, con los ojos de nuevo cerrados, no tuvo sino que abrazarme.

Mis brazos se multiplicaban como los de un pulpo. La acariciaba con mucha intensidad de abajo a arriba, de atrás a adelante. Le estrujaba los pechos que rendidos también se dejaban mordisquear por mi boca.

Luego, con mucha delicadeza hice que se diera la vuelta y puse su espalda contra mi pecho, la estaba punteando y ella se arqueaba, empujando su culo contra mi pinga, lo movía y lo movía como si lo estuviera lamiendo también. Con mis manos, mientras tanto, le masajeaba las tetas, estaban tan ricas, que las apretaba con cada una de mis manos. En tanto, continuaba mordiéndole la nuca y el cuello. Seguí así por buen rato, hasta que decidí explorarle su conchita.

Primero le puse mis dos manos a la altura de su estómago y comencé a hacerla retroceder hacia mí, que sintiera bien mi sexo. Fuera de que el placer que yo sentía, por esa maniobra, para mí era cada vez mayor. Después, comencé a acariciarle la parte superior de su vagina, con la palma de las manos y con mucha delicadeza. Lo hacía en forma de V. Subía y bajaba, con las palmas abiertas y el pulgar hacia arriba, haciendo presión hacia el interior de su cuerpo. Durante todo ese tiempo no dejaba de susurrarle al oído, de decirle cómo me gustaba su cuerpo, de contarle cada sensación que vivía al tocarla.

Ella gemía suavemente, me había entregado totalmente su humanidad. Volví a bajar una de mis manos hacia su vagina, era un mar de lujuria. Mientras lo hacía, la tenía apretada hacia mí. Subí el otro brazo hacia sus pechos, los que volví a acariciar delicadamente. En medio de un océano de sudor, nuestros cuerpos ya estaban muy juntos, uno al lado del otro. Y yo tenía cubiertos los cuatro puntos principales de excitación de una mujer, su cuello, su trasero, sus pechos y su vagina. Ya estaba lista para todo lo que viniera…

CONTINUARÁ…

 

Maestro Philip...Ud si saaabe!!!!!

 

Gracias Cófrade, como bien saben no narro fantasías sino realidades bastante bien vividas...

 

siempre buenos sus relatos...a esperar la quinta parte