tener sexo con una chibola en un bus interprovincial.

Tema en 'Relatos Eróticos Peruanos' iniciado por Philip Gerard, 23 Abr 2013.

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    Philip Gerard

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    Acabo de leer un relato de un cófrade punteándose a una chiquilla, en las épocas de los buses repletos en nuestra caótica Lima. Ello me provocó recordar mis experiencias de viajero interprovincial. Así que aquí comparto una de las tantas experiencias que tenemos quienes solemos viajar por largas noches de un sitio a otro de nuestro hermoso y vario pinto país por medio de buses interprovinciales.

    Yo estaba en Huancayo por razones de trabajo, era un día viernes, por la mañana fui a comprar mi pasaje de retorno a Lima en un bus interprovincial, de esos que tienen sofá cama. Cuando llegué a la empresa sería la 1.30 p.m., por la fecha y la hora el bus con ese tipo de asientos ya se había llenado. Asi que no me quedó otra que comprar un boleto en uno de los buses con asiento semireclinables. Es decir que solo se inclinan hasta los 45°. Salí un poco molesto de la Estación porque me gustaba viajar bastante cómodo y de ser posible dormir durante el viaje. Al día siguiente ya no pensaría igual.
    Ya en la noche, llegué al terminal de la empresa ETUCSA. El bus salía a las 11 p.m. yo llegué media hora antes, hice pesar mi equipaje y lo dejé para que lo embarcaran. Detrás de mí había una pareja de enamorados que muy acaramelados se prodigaban besos y caricias. Ella muy guapa, tenía un rostro agraciado. Estaría entre los 19 o 20 años. Su enamorado estaría por ahí también. Mientras hacía la cola escuchaba su conversación. La chica se venía a estudiar a Lima, para postular a la Universidad. Se hacían la mayor cantidad de promesas, que se iban a llamar todos los días, que no iban a salir con nadie y cosas de ese tipo. Esporádicamente volteaba a mirarlos y me sonreía, en una de esas crucé miradas con ella, Leonisa se llamaba. Y sí que hacía honor a su nombre, como lo comprobaría después.

    Ya luego de dejar el equipaje, me senté a esperar la partida del bus. Al frente mío, en una esquina un tanto oscura, se quedaron los dos tortolitos, intentando darse tanto cariño como el que no fueran a disfrutar por su alejamiento.
    Llegada la hora subimos al bus, y cuál no sería mi sorpresa que encontré a la bella joven sentada en mi lugar. Me acerqué y le dije suavemente, “disculpa es mi asiento” . Me miró coquetamente y me respondió, “no, es el mío, el tuyo (de frente me tuteó) debe ser ése”, señalando el del costado. Volví a mirar mi boleto y no pues, el mío era en el que ella estaba sentada. “A ver tu boleto, le contesté”. Eso no le gustó, pero tuvo que enseñármelo. Ahí ví su nombre, su edad y su número de asiento. Era el contiguo, yo estaba en lo cierto. “ya ves” le dije “el tuyo es el de la ventana”. Se avergonzó un poco y medio que se sobreparó. Mediría un metro sesenta aproximadamente y Dios la había premiado con un gran busto, que se dejaba ver con un polo escotado en V, solo cubierto a medias por una casaca forrada de piel de carnero. Al pararse para cambiarse de sitio topó su pecho con mi mano que estaba colocada en el respaldar del asiento delantero. Ella ni se inmutó y obvio yo no me quejé tampoco.

    Lo negativo de esos asientos semireclinables es lo angosto de los mismos, al medio entre pasajero y pasajero hay un pequeño brazo movible en el cual colocar los codos. Y yo suelo usarlos, poniendo uno de mis brazos sobre él.
    Habiendo partido el bus, le hice conversación a mi compañera de viaje. “¿primera vez que vas por Lima?” le pregunté. “No”, me dijo,” ya he ido varias veces, sino que me voy a estudiar para la Universidad”, me contestó. Y así continuamos hablando por breves minutos, hasta que pusieron una película y apagaron la luz del salón. Procedí a reclinar mi asiento para descansar con mayor confort. En eso ella puso su mano sobre la mía, “¿puedes reclinar mi asiento?” me dijo “no tengo fuerza”, concluyó. Yo de inmediato pensé, esta flaca quiere algo. “No hay problema”, le dije. La mano derecha que tenía puesto sobre el brazo del asiento, la estiré hacia la manija, al hacerlo toqué todos sus pechos, eran carnosos y suavecitos. Intenté mover la manija, pero en serio estaba dura. Entonces giré mi cuerpo y me puse frente a ella, casi cara a cara, con mi mano izquierda en mejor posición para hacer palanca logré accionar el manubrio y su asiento se hizo para atrás también. Ví que sus ojos brillaban. En ese momento yo era su campeón.

    Volví a mi posición original y ella se reclinó en el asiento pero muy pegada a mi brazo. Era delgada pero pechugona, de manera que su busto topaba con mi antebrazo. Mientras tanto, la película continuaba discurriendo. Yo miraba a los costados, la gente ya se estaba durmiendo. Volteé a mirarla y tenía los ojos cerrados, habiendo reclinado su cabeza ligeramente hacia mi hombro.

    Para eso, como yo viajaba con frecuencia a Huancayo sabía del frío que hace durante el recorrido, así que siempre lo hacía con una pequeña colcha de lana, con la que me cubría. En ese momento le presté mi colchita y nos cubrimos los dos. Ella abrió los ojos y me sonrió, volviendo a cerrarlos. "Ya fuiste", me dije.

    A partir de ahí, con mi codo comencé a acariciarle los pechos muy suavemente, empecé por el izquierdo, hasta que sentí cómo su pezón se erectaba. Yo estaba a mil, pero la película seguía y no podía hacer nada más, hasta que tuviera la seguridad que todos estaban dormidos y el bus estuviera en total penumbra. Dado que no había ninguna resistencia, me corrí un poco más hacia ella, y con el mismo brazo comencé a acariciarle ambos pechos. Mi cabeza ya estaba muy cerca a la suya, y los dos estábamos hirviendo. En eso se acaba la película y la terramoza, camina por todo el pasadizo a apagar la TV y mover el disco. Yo regresé a mi posición normal, mucho roche que a uno lo ampayen haciendo travesuras, más aún que yo era pasajero frecuente. La chica entró por breves minutos a la cabina del chofer y luego regresó a su sitio, al final del bus. Luego de ello apagaron todas las luces interiores. Serían las dos de la mañana, calculo. Tenía tres horas aún de viaje.

    Entre el volver a mi posición original y que la moza regresara a su sitio y se apagaran las luces, habían pasado unos 30 minutos, calculo. Dada la inacción, mi compañerita de asiento se había quedado dormida. Ya tenía esa respiración característica de quien está en los brazos de Morfeo.

    Y yo estaba recontra carretón. No podía quedarme así. “Tengo que despertarla”, pensé. “y si se molesta? Va a ser peor, ahí si no me suelta nada” yo mismo me retruqué. En eso, cambia de posición y se da la vuelta, subiendo sus piernas y colocándose en posición fetal. “Pucha”, pensé. “Ya no pasa nada”. Pero su trasero lo había puesto al alcance de mi mano! Vestía unos jeanes que le hacían resaltar la colita.

    ¿Qué hice? Con la parte externa de mis dedos comencé a acariciarle su nalga, muy suavemente, como quien toca al pétalo de una rosa. Como no decía nada, ya comencé a tocarla con toda la mano, en una de esas, me ganó la excitación y le apreté suavemente la nalga. Mi arrechura ya se desbordaba. Ella se despertó, se sentó y abrió la cortina, miró a través del escarchado vidrio y se volvió hacia mí, en la misma posición, pero esta vez mirándome.
    “¿tienes frío?” Le pregunté, me contestó con un mimoso “ajá” Yo lo que hice es tomar de nuevo la frazada y colocarla sobre los dos, pero esta vez mi brazo se quedó sobre su ansioso cuerpo.

    Entonces, comencé a acariciarla, empecé por su costado, con mucha suavidad, como si lo hiciera con una mascotita. Después lo hice sobre sus brazos. Ella estaba con los ojos cerrados, disfrutando de las caricias. De ahí pasé a su cintura y sus piernas. Ya era toda mía! Metí la mano entre sus piernas y suavemente me acerqué a su papita. Estaba quemando! Giré la mano e hice como si le quisiera meter el dedo. Dio un suave gemido y abrió muy grandes los ojos. Sacó su mano de la frazada y me tomó el rostro jalándolo hacia el suyo. Nos dimos un ansioso beso!!!

    A partir de ahí la paletié todita, metí mi mano debajo de su polera y le agarre sus senos ya como si fuera mi propia mujer. Comencé a besarle el cuello y luego los pechos, que se los había sacado del polo, ella que se derretía sobre el asiento. Claro que tratábamos de no hacer bulla. En eso se sobrepone y con su mano derecha, ella busca mi pene sobre el pantalón y me lo aprieta angustiada. “Dámelo”, me dijo casi susurrando. Sin esperar mi respuesta, me bajó el cierre y metió la mano dentro del calzoncillo. Me lo agarró todito, estrujándolo. La posición en que se había puesto ya impedía que yo siguiera actuando con libertad. Lo que hice entonces es reacomodarme y también con mi mano derecha abrirle su pantalón y meterle la mano a la vagina. En ese momento pensé en bajárselo todito, para penetrarla de costado, pero recordé que no llevaba protección conmigo. No ni loco, penetración sin protección es de locos, resolví. Pero ella era la que estaba más encendida, estaba completamente mojada su papita. Es entonces que se reclina sobre mi falda y se mete mi pene por la boca. Comenzó a chupármelo todito. Sí que era golosa y le gustaba el chupigel. Yo no salía de mi asombro por su decisión, mientras me lo chupaba, con mi mano derecha le seguía estrujando las tetas, pellizcándole los pezones, cómo se estremecía! Hasta que me vine en su boquita. Se tragó cada gota de la agüita de coco, no dejó nada como huella, con lavada de lengua sobre la verga. Imagino que ella también se vino, porque regresó a su posición normal, suspirando extasiada.

    A todo esto, ya estábamos por Chosica, yo me levanté y me fui al baño a orinar. Al regresar la encontré bien tapadita con la frazada y reclinada hacia la ventana. Ya no la molesté. En esa época uno podía bajarse en paraderos intermedios, y yo lo hacía en el óvalo de Santa Anita, donde tomaba un taxi para mi casa. Estando cerca al sitio y como ella parecía dormida, lo único a que atiné es a acercarme y darle un beso en su cabecita. Le dejé la colchita, como recuerdo de una noche de sexo en un bus interprovincial. Y yo me bajé en Santa Anita.
     
    Philip Gerard, 23 Abr 2013

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    excelente experiencia cofrade!! las wankas son bravas!!
     
    christianhs, 23 Abr 2013

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    Que buena historia, me ha hecho recordar mis aguirres en los buses pero no he tenido nunca tanta suerte como Ud. Se agradece
     
    tridentex, 23 Abr 2013

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    Philip Gerard

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    Cófrade Tridentex, he pensado mucho en lo que pasó esa noche y la verdad es que creo que como el enamorado la estuvo calentando antes de subir al bus, la puso en fa, y conmigo la flaquita no hizo sino desfogarse. Esa fue mi suerte.
     
    Philip Gerard, 24 Abr 2013

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    Si te gustó saber cómo me tiré a una chibola en un bus interprovincial, debes también visitar la zaga: TIRÁNDOME A MI SECRETARIA.
    Y pronto nuevos relatos, súper domésticos, "Me comí a una Tarapotina....". Con esto te relamerás de placer y de risa.
     
    Philip Gerard, 6 May 2013

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    Edgar2084

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    quien como tu cofra, a mi pura tia de 50 pa arriba me toca en los buses jaja, buen relato ...
     
    Edgar2084, 6 May 2013

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    Ah cófrade, este relato es de una época en que yo viajaba semanalmente fuera de Lima, a distintos lugares, me tocaron diversas experiencias, alguna vez hasta un cabrito se me quiso mandar y lo tuve que poner en su sitio, pero el caso de esta chiquilla es lo más resaltante y rico que me pasó, por eso lo comparto por primera vez con el mundo exterior. Felizmente les gustó, pero no se olviden agradecer, jejeje.
     
    Philip Gerard, 7 May 2013

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    ummm.. yo tambien pase, algo similiar de regreso a lima desde huancayo.. derrepente era la misma flaka... quien sabe..
     
    augusto6000, 7 May 2013

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    Esta muy bien ese relato... Buena experiencia
     
    charsburgo, 25 Ago 2013

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