Reencuentro con una amiga casada

Este relato es más reciente, ocurrió entre el año pasado y este. Parece cuento, pero es el primero de tres que me sucedieron con tres chicas que fueron mis amigas por tiempo y con las que me reencontré casi de la misma forma. Sé que en estos casos siempre surgen dudas sobre su veracidad, pero trataré de ser lo más fiel. Lógicamente ocurrieron en distintas épocas.
Conocí a esta chica, que llamaré Carla, hace varios años. Frecuentábamos un grupo parroquial del distrito donde vivíamos, aunque ella estaba en aquel grupo de los que llamábamos los “pituquitos” - antes esas diferencias eran más marcadas, ahora las siento menos fuertes – y paraba con gente mayor, a pesar de solo llevarme dos o tres años. El asunto fue que en esa época poco a poco nos fuimos relacionando más, salíamos a fiestas en mancha, hablábamos más y yo sentía por momentos que ella me miraba con otros ojos. También me gustaba, me parecía atractiva, tenía carácter fuerte, pero no me hacía muchas ilusiones porque la sentía muy distante, veía que se movía en otros círculos, otras amistades y pensaba que no se fijaría en mí pues su mirada apuntaba alto. Reconozco que en ese tiempo yo me sentía inferior.
Pero con el paso del tiempo las cosas fueron cambiando. Ella se casó con un pata de buena posición, tuvo un hijo y se volvió una típica ama de casa. Yo por mi parte también establecí una relación, tuve un hijo, maduré, el trabajo y los logros personales y profesionales me fueron quitando la idea de inferioridad, y así nos fuimos frecuentando cada vez menos. De cuando en cuando sabía de ella, nos encontrábamos, en contadas ocasiones nos escribimos. Hubo un tiempo en que, por un asunto de terceros, tomamos posiciones contrarias, lo que disminuyo aún más nuestro contacto.
Pero el año pasado, después de buen tiempo nos encontramos en un evento X. Ella, que ahora vive en el extranjero, estaba de paso por aquí. Se le veía bien, aunque físicamente ya se le notaba el paso de los años, esto mismo a mi parecer, hacía que resalten más su atractiva personalidad y su belleza madura y serena, cosas que uno aprecia más con los años. Además que se nota que se cuida bastante. Por esas casualidades, que al final no lo son, nos encontramos varias veces en la semana y en el cumpleaños de una amiga, ya más en confianza, me confirmó algo que me había intrigado. Había venido sola porque tenía fuertes conflictos con el marido. Quería tirar la toalla, ya no daba más. La conversación fue tan agradable que nos abstraimos de todo, el tiempo no pasó.
En esos días la llamé, me llamó, chateamos hasta tarde, salimos a almorzar, primero, luego a cenar y ya era demasiado evidente que algo pasaba. Una íntima amiga se lo adelantó. No hubo nada premeditado, ni siquiera en mí. Para mí era algo platónico, algo que ya formaba parte del pasado pues no solo no sucedió nada entre nosotros sino que lo que yo pensaba o creía eran solo suposiciones. Ella no acostumbra tomar mucho, y un día que salimos a cenar se le pasó un poco la mano con el vino. Ahí me habló de cosas intimas, que al comienzo con el marido las cosas en el plano sexual fueron muy buenas, pero que después conforme fueron pasando los años y como suele suceder, todo se fue enfriando, volviéndose monótono y aburrido.
Hablemos claro, así como esta muchas historias se han contado. Pero esta chica no era por ningún lado una chica fácil, ni estaba buscando salir de su aburrida vida domestica con el primero que se cruzara. Ese día la llevé a su casa, obviamente yo también estaba picado pero no quería hacer alguna burrada. Al despedirnos nos miramos fijamente por un buen rato y se despidió de mí con un fuerte abrazo, agradeciéndome la compañía. Era como si una corriente eléctrica hubiese recorrido nuestros cuerpos. En términos populares ese día hicimos el famoso Click.
Al día siguiente, parecía como si la tierra se la hubiese tragado. La llamé a su celular en la noche y no contestó. Pasó otro día y ninguna señal. Ni me llamó, ni la vi conectada. Claro yo no la buscaba con desesperación, pero ahí me pude dar cuenta de que me había acostumbrado a su presencia, y seguro ella a la mía. Y era esa, probablemente, la razón por la que no daba señales de vida, pues intuyo que esa noche ella sintió el mismo gusto que yo, la misma atracción.
Casi cinco días después, cuando había perdido toda esperanza de aunque sea despedirme de ella pues sabía que tenía que regresar con su familia, me llamó para invitarme a una reunión de despedida que le hacían sus amigas de colegio. De colegio bien. Sus amigas lo hacían pues al parecer la siguiente venida demoraría mucho más tiempo, ya que al esposo lo mandarían a Europa por asuntos de trabajo. Dudé en responder, por varios motivos, en parte porque afloraron de nuevo los prejuicios, los sentimientos de inferioridad, o pensamientos como, “habrá pura pituca y cómo me miraran”. Iba a decir que no, pero ella insistió tanto que por un lado me desconcertó pues hasta hace poco estaba no habida y ahora casi me rogaba, lo que me llevó finalmente a aceptar.
Me puse lo mejor que tenía, y más que eso, pues fui a comprar una camisa fichaza. La peluquería del comercial de TV, manicure, el perfume guardado solo para ocasiones especiales. Me habré mirado al espejo unas quince veces. Mas tarde, llegué a una casa que parecía la residencia de un diplomático. “Ah, es que mi amiga está casada con XXXXX, (miembro de uno de los grupos más poderosos del país, dueños de XXXXX empresas)”, me dijo ella mientras me saludaba efusiva y alegremente. Se veía radiante, guapa, elegante. “Puta”, pensé, “ya soné, este fue el remate, de verdad me gusta y mucho”. Me presentó a toda una galería de personajes, que parecía interminable. ¿Era de verdad su despedida, o era la celebración del aniversario patrio de alguna nación? Habían ex modelos, artistas, pero claro también algunos ilustres desconocidos. El más ilustre de lejos, era yo.
Luego de todo eso, una fiesta como todas. Bailamos todo el tiempo, juntos y en grupo. Circulaban tantas botellas de “etiqueta azul” que un ex presidente se hubiera vuelto loco. Ella me presentó como su amigo, pero estoy seguro que el 80% de gente ahí, veía algo más. En cada baile nos acercábamos más, las miradas eran más fijas, sentía su respiración, cada vez más agitada.
A cierta hora, cuando gran parte de los asistentes se había ido, un grupo de mujeres que eran las más revoltosas echó llave a la puerta principal y comenzó una “hora loca” como nunca había visto hasta ese momento. Con “strippers”, hombres y mujeres, desenfrenados. Todavía con algo de lucidez me preguntaba donde quedó tanta compostura, tanta elegancia de muchas. Cada baile mal hecho o mal acompañado era castigado con una sobredosis de licor, así que antes de cumplirse la hora ya la mayoría estaba más que ebria. Por momentos perdía de vista a Carla y luego la encontraba rodeada de aquellas revoltosas que la querían ahogar en licor. Con excepción de una, Lily, su mejor amiga, quien la cuidaba como su sombra, su verdadera otra mitad, su verdadera alma gemela. En el cole eran como Thelma & Louise. Me pregunté qué seguiría después.
Sin querer encontrar una respuesta, me dediqué más bien a buscar una salida, alguna ventana, alguna puerta mal cerrada. Y cuando por fin vi una luz que venía del exterior y estaba decidido a escapar, una delicada y caliente mano me cogió del brazo. Era Lily enseñándome la llave de la puerta principal y diciendo “Llévatela”, mientras me acercaba a Carla, “llévala a su casa por favor”.
(sigue)

 

Buen relato.

No lo dejes ahí...
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buen relato brother, me engancho la historia, a ver si la continuas para saber el desenlace, aunk, mejor dicho para saber los detalles del desenlace, provecho.

Saludos

 

Salimos raudos por el inmenso jardín cuando de pronto ella me miró e intuitivamente ambos nos detuvimos. Carla se abalanzó sobre mí y me empezó a besar desesperadamente, apasionadamente. La temperatura ambiental se elevó a niveles intolerables. Estábamos tan cerca uno del otro que sentía su vientre hirviendo. Ella me jaló hacia la oscuridad del jardín, yo la empujé más allá. Comencé a acariciarla por debajo del vestido, sus glúteos se sentían deliciosamente firmes y más voluptuosos de lo que me parecían. Ella, fuera de sí, desabrochó mi pantalón y me comenzó a frotar y casi estrujar el pene y los testículos. Prácticamente le arranché la parte superior del vestido para besar y morder sus pequeños pero todavía lindos senos. “Hazlo ya, ¡ahora!” me dijo, lo que me desquició aún más. Apoyándola sobre la pared, le bajé la truza, bueno el hilo dental, y casi cargada empecé a penetrarla una vez, dos veces, despacio. Pero como la sentí tan mojada comencé a hacerlo con fuerza y más rápido, mientras ella gemía cada vez más fuerte y a la vez me pedía que no me detenga.
Luego le di la vuelta, igual de pie, y seguí penetrándola con la misma intensidad y fuerza como si quedara poco tiempo para que se acabe el mundo. Sus gemidos, que ya eran gritos, se hubieran escuchado de no ser por el estruendoso ruido de la fiesta que parecía no darse cuenta que su invitada principal ya no estaba. Ella volteaba y buscaba mis labios para morderlos con pasión mientras yo apretaba fuertemente sus pechos con mis manos. Por un momento recordé que estábamos en un lugar casi público, por lo que me concentré para acelerar y terminar.
Bajé una mano hacia su húmeda y caliente vagina y empecé a frotarla sin dejar de penetrarla. Ella aceleró sus gemidos y jadeos, se retorcía más y más, hasta que sentí un estremecimiento feroz, que parecía haber estado contenido por largo tiempo. Fue un delicioso y liberador orgasmo. Pero yo todavía no terminaba, entonces no dejé de moverme ni de mover mi mano cuando al poco tiempo un segundo orgasmo. Ella casi lloraba de placer, pero aún así me pedía que no pare. Cuando parecía que los efectos del licor no me permitirían terminar, Carla se dio la vuelta, me tumbó al césped y se sentó sobre mí. Cabalgó como si estuviera en un caballo desbocado, con furia, apretando mi pecho, gimiendo, jadeando, besándome con lengua, todo al mismo tiempo, hasta que por fin, vi una luz, seguida por una gran descarga, y me vine, y ella también por tercera vez. Juro que sentí una iluminación, una experiencia espiritual nunca antes ni después repetida. Echada sobre mí, solo se levantó al escuchar ruido de gente aproximándose. Salimos y me dijo “llévame a tu casa, no quiero llegar así a la de mis padres”. Le hice caso.
Luego, más tarde, me diría que hasta ese día no sabía que era multiorgasmica. En la sala de mi departamento, luego de tomar mucha agua, lo volvimos a hacer, de forma ruda, salvaje. Fuimos a mi habitación y nos dormimos, a las dos horas más o menos sentí algo. Era ella haciéndome un oral con propiedades resucitativas o resurrectivas (no sé si existe esta palabra) que casi me hace eyacular. La detuve y pasé a recorrer todo su cuerpo con mi lengua. A pesar de ya no ser una jovencita su piel aún era algo tersa y delicada, además de emanar un delicioso aroma mezcla de perfume, jabón, cremas y olor natural, lo que me excitaba mucho más. Llegué a su vagina para hacerle un oral largo y espectacular.
Quedó lista para la acción. De nuevo lo hicimos. Piernas al hombro, ella encima, de frente, de espaldas, en cuclillas, de costado. Cuando estaba en perrito, como veía que parecía no cansarse, pasé mi dedo por su ano y se estremeció. Probé, lo metí y ella gritó. Le pregunté si le había dolido y dijo que no. “Si lo vas a hacer, hazlo ya”. Dijo que lo había hecho por ahí solo un par de veces hace tiempo con un ex y le gustó, pero su esposo no pensaba igual. Cambié de preservativo y comencé a penetrarla con cuidado mientras ella se retorcía. Cuando entró casi todo ella empezó a moverse. Le di duro así, durante varios minutos, se vino un par de veces más hasta que terminé. Creo que solo así se cansó.
A la mañana siguiente la tuve que despertar. Todo me daba vueltas. Le di un café súper cargado. Ella estaba muy cariñosa, me abrazaba, me besaba, hasta que en determinado momento parece que cayó en cuenta de todo, y se quedó pensativa, ida, por un buen rato. La sentí incomoda y ofrecí llevarla a casa de sus padres. En la noche me llamó y hablamos como si nada hubiese sucedido, con ese grado de intimidad que se había generado hasta antes de la fiesta. Nos reímos recordando detalles de la reunión, como si al día siguiente, que era cuando debía viajar, no fuera a suceder nada.
En la mañana del día siguiente, que ya era lunes, me llamó al celular para decir que ya no viajaba, que había postergado su pasaje. Yo estaba en el trabajo y me quedé tan estúpido que una compañera tuvo que pasarme la voz. Pensé tantas cosas en ese momento, que a la vez no quería ni pensar. Se quedó una semana más. Me dijo que fueron los días más locos de su vida. Es cierto que hubo mucho sexo, y sexo duro, pero dentro de eso también hubieron muchos momentos de ternura y la continua complicidad que ya habíamos establecido. Lo hicimos en el baño de una discoteca, en el auto en un lugar oscuro y desolado, en un hotel de lujo, que ella pagó porque ella quiso, en mi casa de nuevo, en la cocina, piso, mesa, ducha, tina, en fin. Creo que fue una liberación total para ella, de muchos años.
El penúltimo día me dijo que no sabía si se separaría. Que solo regresaba en ese momento por su hijo. Que no quería ilusionarme más. Pero, ¿estaba yo ilusionado? No sé. Solo sé que aquello que dijo lo sentí como un golpe durísimo en el hígado. El día del viaje otra vez desapareció, la busqué hasta en casa de sus padres sin resultado. Ya en la noche me llamó desde el aeropuerto para agradecerme por todo, por mi amistad, por los buenos momentos que pasamos y que no sabía cuando nos veríamos de nuevo. Ni siquiera sutilmente tocó el otro asunto.
Casi nueve meses después supe que había venido de nuevo. Durante ese tiempo casi no hubo comunicación. Saludo por mail para su cumpleaños, respuesta de agradecimiento, saludo por el mío, igual respuesta de agradecimiento. Nada más. Y no insistí. Pero creo que la espina se quedó ahí. Llegó con el marido y el hijo, para alistar unos papeles y enrumbar a Europa. Hablamos por teléfono un par de veces, nos vimos una vez, fuimos a tomar un café. Ella estaba con Lily, su ángel de la guarda. Sentí su temor de que yo pudiera de alguna forma intentar tocar el asunto o buscar la oportunidad para hacer algo. No lo hice. A pesar que sentí que le contó a Lily lo que pasó, imagino que sin lujo de detalles. Lo sé por la manera como ella, Lily, me observaba. Además del hecho no casual de comentar que las cosas con el marido si bien no estaban súper bien, habían mejorado. Se fue por un tiempo indefinido.
Quizá para el promedio de relatos este no les haya parecido muy erótico, por no contener tantos detalles sobre este asunto. Si los aburrí un poco por esto, disculpen. Simplemente fue la intención de contar algo que pasó, con la idea de que muchos podrán pensar, “la hiciste buena maestro, casada, y de buen nivel, eres un ganador”, como seguro me dirían algunos amigos que también la conocen a ella si les contara esto. Pero me queda la espina. ¿Será realmente que fui en este caso un ganador o solo un buen perdedor?

 

Hola. a mi me gusto el relato, estuvo muy bien narrado...ah yo creo q saliste ganador.

 

Nada maestro, saliste ganador, nada es para siempre...
Vivir algo especial con alguien especial tambien creo que lo hace a uno especial y eso es lo importante.
Ademas bien contado.
Esperamos los demas relatos

 

De verdad, un relato conmovedor por todo lo que cuentas, pero excelente man te levantaste un buen lomo man!!!
Buen relato.

 

muy bueno el relato me gusto
lo malo q ya no puede darle curso a su
amiga.........

 

excelente relato còfrade, y de hecho que fuè el ganador. Salud.

 

Aunque nos dejen huevones jermas como esta creo que todo eso valio la pena y usted salio ganador... Practique el amor incondicional brother para q ya no sienta la espina y siga disfrutando de lo que le da la vida

 

Gracias por compartir tu relato

 

Ganador pex brother, nosotros siempre salimos ganando si la carne estuvo buena y si es A1, mucho mas, y espere que estoy seguro que en una de esas regresadas de la muchacha al Peru lo buscara,pachen mi estimado.

 

Buen relato y esos recuerdos los evocaras con mucho cariño, ese cuero estaba para ti, ves te miraba y tu mente estaba en otro lugar........tus prejuicios. buena cofrade!

 

Muy buen relato, lo mejor es no ilusionarse. Las mujeres pasan por distintos periodos. Así q no se me ponga melancólico cofrade

 

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excelente cofrade!! una vivencia de muchas revoluciones