Como la guerra en Ucrania me hizo ver lo que desconocía

Tema en 'Relatos Eróticos Peruanos' iniciado por gnussi98, 14 Ago 2023.

    gnussi98

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    Hace ya más de un año, el mundo entero quedó sumido en estupefacción, presenciando un suceso trágico: Rusia invadía Ucrania.
    Vivo hace unos años en un rincón pintoresco cerca de Ámsterdam. Aquel que desee zambullirse en las travesías de un "Loncco" en el Viejo Continente, puede visitar otro tema que cree al respecto aquí.

    Una tarde, hace poco más de un año, regresaba a mi casa tras cumplir algunas diligencias rutinarias. El viejo Jörg, mi vecino, me brindó un amable saludo. Este hombre, siempre afable, con sus más de dos metros de altura y aficionado extremo por los triatlones, nunca escatimó cortesía hacia mi persona. Jörg me informó que en nuestro pequeño pueblo se estaba llevando a cabo una colecta de donaciones para los refugiados ucranianos. En el edificio municipal, diversos módulos habían sido dispuestos para recibir ropa, juguetes y otros enseres destinados a los recién llegados. No vacilé y doné una bicicleta que, en realidad, había deseado cambiar por un six-pack de cervezas tiempo atrás. De igual forma, movido por la curiosidad o la arrechura ofrecí a Jörg mi ayuda como guía o en cualquier otra labor que fuese necesaria. A través de amigos, ya me había enterado que la mayoría de los refugiados eran mujeres: algunas acompañadas de sus hijos, otras en la vejez y varias en la flor de la juventud.

    Jörg me agradeció la ayuda y me agregó a los típicos grupos de WhatsApp utilizados para coordinar las tareas. Mi cometido para el próximo sábado consistía en distribuir juguetes y bicicletas donadas por los lugareños entre los niños y mujeres refugiadas, ajustándome a sus necesidades y a las peticiones de sus madres. Como el cofrade avispado habrá notado, en los Países Bajos, el medio de transporte por excelencia es la bicicleta; se dice que los niños aprenden a pedalear antes que a dar sus primeros pasos.

    El día señalado llegó, y mi ojo inquieto no pudo dejar de percibir la diversidad de féminas que habían tomado asentamiento en el lugar. Algunas de avanzada edad, otras de irresistible atractivo.
    Muchas de ellas manejaban el inglés con destreza, lo que facilitaba la comunicación. De inmediato, mi mirada se posó en una pelirroja de figura escultural, quizás en mediados de treinta. Anhelaba encontrar un pretexto para acercarme y pronunciar cualquier huevada, pero su atención estaba cautiva por una charla con otras dos mujeres. Fue en ese preciso instante que un chibolito rubio de unos cinco años, de cabellos dorados como los de un guerrero saiyajin, se me aproximó con paso decidido. Pronunciaba palabras en ruso o ucraniano, mientras sus ojos se centraban en uno de los juguetes que yacían a mi lado. Mi cariño por los niños me impulsó a cederle el juguete, y así comencé a jugar un poco con él.

    De súbito, una voz resonó en el aire: "Dima, Idi Syuda" (algo así como "Dima, ven aquí"). Mi mirada se posó en la fuente de este llamado, descubriendo a una mujer rubia de alrededor de veintipocos años. Sus ojos verdes y profundos me cautivaron al instante. No obstante, lo que realmente me detuvo fue la forma en que se perfilaba a un costado, revelando una silueta que apenas escapaba a mi visión periférica. Deseando asegurarme, adopté una postura de despreocupación, permitiéndome acercarme sutilmente para observarla desde otra perspectiva. Fue entonces que me percaté de sus esbeltas caderas y su culo pronunciado, una característica que las mujeres de Europa del Este no suelen ostentar en demasía, al contrario de lo que es común entre las latinas, con su anatomía pronunciada y sugerente. Aquella mujer rubia desafiaba la norma con una "figura de latina". Sin dilaciones, retomé mi juego con el niño, y fue entonces cuando ella se aproximó. Le sugerí que el pequeño podría quedarse con el juguete, a lo que ella respondió con una sonrisa entrecortada y un sincero "I appreciate it" (te lo agradezco), pronunciado en un inglés melodioso.

    Rápidamente, le pregunté si requería algo más. Con timidez y cierta vergüenza, me preguntó si habría alguna bicicleta adecuada para su hijo. Evalué aproximadamente el tamaño y, al toque, busqué una bicicleta que un alma caritativa había donado. Aunque la bicicleta resultaba un tanto alta, procuré ganar tiempo valiéndome de las herramientas que llevaba conmigo. Me dediqué a ajustarla al tamaño del chiquillo, lo alcé con mis propias manos y, jugué un rato con él, haciéndome el huevón.

    Me lo agradeció nuevamente y le pregunté si ella ya había conseguido una bicicleta, me dijo que no. Como si tuviera un resorte en el poto, me levanté de mi lugar y fui casi corriendo a buscar a mi pata Jörg, le dije que necesitaba urgente una bicicleta para mujer. Con su generosa colaboración, Jörg me llevó hasta una dama que finalmente proporcionó la bicicleta requerida, nuevamente regresamos a mi lugar con la rubia, el chibolo y la bicicleta, nuevamente hice mi teatro y figureteé un rato bajando y levantando el asiento, probando el freno y quedó listo, mientras desplegaba mi actuación, sostuve una conversación con la rubia, se llamaba Svetlana. Me contaba que ella y su hijo habían arribado hacía un par de semanas. Su esposo, empleado público, había decidido quedarse en su país. Svetlana percibió rápidamente que yo también era un extranjero en tierra ajena. No compartía los rasgos rubios ni la estatura de los nativos holandeses.

    Me relató su experiencia como profesora de inglés y español en una escuela de su tierra natal, Lviv. Aunque su ciudad no se veía sometida a un riesgo inminente, su esposo había optado por enviarla a Europa, aprovechando la oportunidad ofrecida a los refugiados. En ese momento, comencé a dirigirme a ella en español, y aunque sus palabras eran pausadas, denotaban una gramática pulida y profesional. Poseía ese acento soviético que despierta en mí una curiosa excitación. Su hijo había sido puesto en un jardín de niños, pero ella estaba buscando una actividad extra para el niño. Le dije que podía ayudarla, conocía algunos amigos con hijos y sabía que practicaban, fútbol, natación, ping-pong. No fue difícil pedirle entonces su número y le ofrecí además practicar el español con un hablante nativo. Svetlana, finalmente, se despidió, y yo ya tenía varios planes que quería poner en marcha.

    A los pocos días, ella me mandó un mensaje, quedamos en vernos, le dije que lleven bicicletas porque íbamos a pedalear unos kilómetros, el clima estaba bonito (cosa rara en Ámsterdam). Cuando nos encontramos, Sveta llevaba un polito ligero de verano y un shorcito jean que dejaba ver sus hermosas piernas blancas, yo me relamía viendo el culo latino que tenía ella. Había venido con una trenza que dejaba ver el cuello de cisne que tenía, fuimos a ver el tema del deporte y salimos conversando. Les propuse invitarles un helado, ella se avergonzaba, pero jocosamente le dije que yo no era ni Dutch, ni mucho menos europeo y que allá en mi país éramos todos buena gente y adorábamos ayudar al necesitado. Sveta empezó entonces a sonreír un poco más, ella y su hijo estaban viviendo en unos módulos que habían sido instalado para los refugiados. Me contó que ya le habían asignado un modesto apartamento cerca del pueblo que vivía. Me ofrecí a ayudarle con la mudanza. Pese a no poseer muchos enseres, insistí en mi ayuda.

    A veces conversábamos por el WhatsApp, ella me preguntaba por varias cosas, yo respondía siempre. Aunque ella se disculpaba por la frecuencia de sus consultas, yo me mantenía firme en mi posición, reiterando que mi deseo era apoyarla. Finalmente, el día de la mudanza arribó. Conduje mi auto hasta su ubicación, en el conjunto de módulos destinados a los refugiados, incluso recibí agradecimientos por mi disposición colaborativa por parte de dos trabajadores. Si tan solo supieran que mi motivación iba más allá de la simple ayuda prestada.

    El apartamento era modesto, apenas dos habitaciones, y una sola cama, le dije a Sveta que no se preocupe por los muebles, yo me encargaría de amoblarlo con la ayuda de Jörg y la voluntad de los vecinos. Sveta en agradecimiento me invitó a comer una vez se haya instalado completamente. Los días pasaban y poco a poco fuimos amoblando el apartamento, Sveta decidió dormir en una habitación con el pequeño Dmitri (Dima) y la otra habitación quería adecuarlo como una pequeña sala.

    Cierto día, Sveta me mandó un mensaje invitándome a comer, iba a preparar una sopa tradicional de Ucrania y de varios estados exsoviéticos, a base de beterraga y carne: Borsch. Llegué puntual a la cita, llevé un vino para acompañar la cena, la comida estaba deliciosa, Sveta llevaba un pantalón de deporte, eso le dibujaba mejor las caderas y el hermoso culo, la tanga se transparentaba como queriendo salir de ese pantalón. Después de comer, Sveta fue a acostar al pequeño Dima, yo ya había preparado todo mi repertorio en caso logre campeonar aquella noche.

    Después de un rato Sveta salió y cerró la habitación donde dormía su hijo. Empezamos a conversar mientras bebíamos el vino, nuestra conversación siempre era in inglés y español. Después de la segunda copa de vino empecé a decirle palabras difíciles y frases complicadas en español, y nos reíamos, Sveta solía tener un ligero dejo al pronunciar ligeramente la “a” al final de las palabras que terminasen en “o”. De poco empezaba a decirle distintas palabras en forma de juego, ella disfrutaba y yo pronunciaba “oooo” y ella repetía tras mío. De a poco me acercaba a ella y con mi mano le tomé el rostro, con mi pulgar dibujaba un círculo en sus labios como escribiendo la letra. Sveta, parecía también disfrutarlo, así me fui acercando, con mi mano siempre en su rostro. Nuestros labios se encontraron, uniendo fuerzas en un beso que generó una sinfonía de emociones en el silencio de la noche. El roce de sus labios era un eco de dulzura, cada beso alimentaba la excitación que nos envolvía, una llama que crecía al compás de nuestros deseos. Nuestros cuerpos se fundieron en un abrazo que trascendía lo físico, mientras nuestras lenguas entrelazadas construían un lenguaje propio, un diálogo que transmitía la intensidad del deseo y el magnetismo del momento.

    Las palabras se desvanecían en el fragor de la pasión y la calentura del momento. Sveta y yo compartíamos un instante donde las inhibiciones cedían terreno ante la arrechura mutua, donde los susurros ardientes eran pronunciados por nuestros labios en un idioma universal de atracción. La noche se hacía cómplice de nuestra complicidad, nuestra arrechura y nuestros cuerpos exploraban senderos secretos de placer que solo el deseo podía revelar.
     
    Última edición: 15 Ago 2023
    gnussi98, 14 Ago 2023

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    Buen relato uno de los mejores q he leído pulcro y con lenguaje moderado en pocas palabras le metió buen floro a base de esperar a q la presa baje las defensas, entrarle por el chibolos es una de las mejores tácticas de un buen cazador, siga adelante con su relato.
     
    eldotado, 14 Ago 2023

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    Un relato digno de leer... Prosiga cofra.
     
    luigui001, 15 Ago 2023

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    Buen relato cofra , gran estilo para narrar , asumo que debe tener el habito de la lectura para encontrar ideas de narración. Esperemos que haya continuación
     
    fscperu, 15 Ago 2023

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    Que buena prosa cofrade, continue pronto el relato.
     
    LECHERO69, 16 Ago 2023

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    Al principio, en Europa, comenzaba a extrañar la complicidad envolvente de la mujer peruana, la esencia misma de la mujer latina. Las mujeres con las que me relacioné en Perú ya fueran fugaces o relativamente perdurables, compartían la certeza de que nuestro juego de seducción culminaría en una exhibición de lujuria desenfrenada, aún asi, persistíamos en forjar una atmósfera tejida con hilos de coquetería y seducción. Con las mujeres europeas, ese costado seductor había cedido terreno, dando paso a un diálogo más franco, menos velado. En Perú, me topé con variopintas mujeres, cada cual, saboreando el hecho de haber nacido en su cuerpo de hembra, permitiéndose ser poseídas por la fuerza de un macho en un ritual que desafiaba cualquier marea de feminismo que agitara el exterior de la alcoba. En Europa, esa marea feminista, a veces opacaba el "cazador" que todos, creo yo, llevamos dentro.

    Svetlana, como tantas mujeres oriundas del oriente europeo, portaba aún ese aire de conservadurismo mezclada con un matiz de sumisión, un matiz que parecía pintado por siglos de tradición.

    Aquella noche, mientras nos besábamos con desenfreno, sentía su lengua danzando con la mía. Era una fusión de sensaciones extraordinarias, donde la excitación y una inquietante arrechura, llamémosle sin rodeos "interracial", se entrelazaban en un torbellino de emociones.

    Cautivado por el sabor embriagador de sus besos, me sumergía en un océano de deseos profundos. Pero no solo eran los labios los que se aventuraban en este juego sensual. Con un temor emocionante y un deseo incendiario, nuestras manos comenzaron a trazar su propio camino en este escenario de pasión y curiosidad sexual. Cada centímetro de su piel parecía capturar la esencia misma de las estaciones cambiantes en su tierra natal, desde la blancura del invierno hasta la cálida suavidad del verano y se revelaba ante mi tacto ávido. Esa piel blanca y pálida, en contraste provocador con mi piel color chaufa, daba la sensación de un lienzo de contrastes en el que la pasión escribía su propia poesía.

    Mi arrechura era un río incontenible, ansiaba explorar cada rincón de sus zonas erógenas, como un guerrero Wari aventurero que se adentra en tierras inexploradas. Mis manos, curiosas y ansiosas, trazaban senderos invisibles sobre su piel, descubriendo sus secretos ocultos. Bajo la tela que velaba sus tesoros más íntimos, mis dedos se aventuraban con la avidez de quien busca un tesoro perdido. Y así, en la penumbra de aquella habitación impregnada de pasión y misterio, nuestros cuerpos se convertían en cómplices de una danza sensual y arrebatadora. Éramos dos almas exploradoras, dos corazones que latían al unísono en el frenesí de un encuentro que trascendía las convenciones y se adentraba en el reino de lo sublime y lo prohibido. Mis manos empezaban a quitarle el polito que llevaba sin resistencia alguna. Ante mi se me presentaban sus blancos pechos cubiertos por el brassier rosa que sería testigo de ese desenlace.

    Preso de la arrechura, empecé a chuparle los pechos, mientras oía un ligero gemido por parte de ella. Mi boca luchaba ligeramente con su brassier y de pronto mi arrechura se convirtió en una sensación, diría que casi divina. Con mis ojos cerrados quería sentir sus pezones y chuparlos uno a uno, pero como si el destino me quisiera dar una sorpresa, sentí que mi lengua tocaba algo metálico. Rápidamente abrí mis ojos y puedo imaginar la cara de cojudazo que me embargaba, Sveta tenía un piercing en uno de los pezones, en el pezón izquierdo para más detalles. Ese pequeño accesorio plateado atravesaba su pezón rosado de lado a lado, como indicándome un camino, el camino a la lujuria y la satisfacción. Después de eternos segundo me incorporé y dirigí mi mirada media atónita y media cojuda hacia ella. Svetlana me sonreía y me susurró: “Like what you're seeing?”.

    Como no me iba a gustar lo que veía, me encantaba. Si hubiera sido un pintor, hubiera empezado mi retrato de ella exactamente en ese pezón o mejor dicho exactamente en ese piercing.
    Era como si el mismísimo universo hubiera decidido concentrar su atención en ese minúsculo y desafiante punto de brillo. Un piercing, delicadamente engarzado en el pezón, mi atención quedó capturada de manera inesperada y enredó mis pensamientos en un instante eterno. Su presencia desafiante destilaba un aura de rebeldía que contrastaba con la suavidad y palidez de su piel, como un enigma atrapado en el corazón mismo de la belleza. Mis ojos quedaron cautivos, suspendidos en esa pequeña barra metálica, que parecía un fragmento de osadía inquebrantable en medio de un mundo convencional. En ese instante, en el rincón más inesperado de la realidad, se forjó un vínculo entre dos miradas: la mía, impregnada de una impavidez total, y la de aquel misterio encarnado en la piel de esa belleza ucraniana, que dejaba a su paso una estela de preguntas sin respuesta.

    Como si de un manjar de los dioses se tratara, mi boca se fue directo hacia ella. Chupé su pezón con la mayor delicadeza, en mis labios sentía su piel y el pedazo de titanio jugueteaba alegremente dentro de mi boca. Recordaba, en ese momento, que alguna vez, durante mi juventud en Lima, empecé a buscar Kines con piercings para cumplir mis fantasías pornográficas. En un conocido prostíbulo limeño conocí finalmente una morena que me ofrecería ese espectáculo, pero, cuando quise besar sus pechos, me exigiría de inmediato: “20 soles más si me quieres chupar las tetas”.

    El destino me había hecho esperar mas de quince años hasta que por fin, podia gozar de una fantasía de adolescente. Sveta gemia despacio, y yo, enloquecido por su aroma y su vicio terminaba de quitarle el brassier. Mis manos recorrían libres su espalda desnuda y mis labios se llenaban del sabor de esa ricura europea. "¿Tienes otra sorpresa para mi?", le pregunté con lujuria. "Maybe", respondió ella con una sonrisa pícara.

    Mis ojos se abrieron de par en par y empecé a quitarle el pantalón deportivo que llevaba. Su tanga rosa me dio una bienvenida, mientras mi ropa entera volaba por los aires. Sveta arqueó su cuerpo hacia arriba, invitándome a desnudarla por completo, y para ese momento volvía a caer en un sueño de erotismo. ¿Qué había hecho yo, un peruanito común y silvestre, para merecer ese regalo de alguna entidad lujuriosa? Soy consciente que nunca fui inteligente, ni apuesto, la vida me había arrebatado tanto y, quizás, todo eso quedaba en segundo plano ante los caprichos de la vida, y ahora, quizás, el destino, con su toque travieso, quería concederme una recompensa hedonista.

    Otro adorno metálico se presentaba ante mis ojos atónitos. Un brillo plateado y desafiante coronaba aquella hendidura de deleites, y me instaba a explorarlo y saborearlo, como un explorador deslumbrado ante un tesoro oculto.

    Svetlana me miraba desde su posición de control y yo entraba lentamente en su conchita, rosada y totalmente rasurada, lampiña. Su aroma era una droga para mi y su sabor un a mezcla de delicadeza y embriaguez. Apenas mi lengua tocó aquel piercing ella emitió un gritito. Sus labios estaban algo metidos en su vagina, conforme mi lengua entraba mas profundo en ella, notaba que su vagina se abría de a poco. Escupía su conchita para lubricarla y volvía a pasar mi lengua, Svetlana gemía descrontrolada mientras me cogia de la cabeza. Con mis manos abría su conchita y me encontraba de a pocos con su clítoris, que parecia una reina con su pequeña corona de titanio en su prepucio. Observaba todo sus agujeros y relamía cada uno de ellos, de a poco encontraba su botoncito y sentía con total claridad el cambio de sabor en sus fluidos.

    Mi lengua pronto se adaptó a este nuevo tipo de masaje, iba desde su botoncito pasaba por el clitoris y teeminaba en el prepucio con el piercing. Repetía esa operación, al principio lentamente, luego mas rápido, Svetlana gemía y daba pequeños alaridos. Sus piernas temblaban y mis manos cuidaban que no se escape de mi boca. El mueble estaba empapado de sus fluidos y mi saliva, mi boca me dolía y mi mandíbula no podia más, pero ver a Sveta llegar al orgasmo era la recompensa que necesitaba.

    Asi canasado nos reincorporamos y comenzamos a besarnos con arrechura. Esta vez mis manos jugaban con su conchita y las de ella, traviesas cogían mi pinga que también empezaba a producir fluidos. Estando ella echada en el mueble, le ofrecí mi pinga dura y ella lo chupó con fuerza. Sus manos cogian mi culo y se atragantaba con mi pene, encharcandolo todo. Mis manos jugaban con sus tetas y a veces me estiraba otro poco para que su conchita tambien sea parte del juego sexual.

    Antes de venirme le di una leve indicacion para que se voltee y pude apreciar, por fin, con lujo de detalles ese "culo latino", reencarnado en una mujer ucraniana, que me habia cautivado desde el principio. Esta vez ese culo blanco como la nieve y terso como la piel de un durazno estaba a mi disposición. Con mi lengua probé su sabor, quise introducir un dedo, pero Sveta me cogió la mano y dulcemente me dijo: "Today, I'm not ready, sweetheart". No tenía intención de presionarla, asi que continué saboreando un poco mas esas curvas de ensueño que se juntaban, armoniosamente, en esa hendidura.

    Empecé a penetrarla en esa posición. Su cabellera rubia estaba alborotada, le cogía del cabello y empezaba a cabalgar, ella se cogía sus pechos y presionaba el pezón que llevaba el piercing. Sentia el calor de su concha en toda mi pinga. Los fluidos choreaban por sus piernas y por las mías. Sveta repetía "da da da" (da: si en ruso) y daba un grito.

    Ese orgasmo era el agradecimiento a ese regalo del destino. Yo no pude contenerme mas tiempo y me sentía casi mareado mientras me venía dentro de ella. Mi semen salía de su conchita y ella jadeaba rapidamente, casi sin fuerzas se echó en la cama rendida. Yo apenas si busqué sus brazos y también caí totalmente agotado junto a ella.

    Nos quedamos un buen tiempo adormitados y en silencio. Yo tenia muchas interrogantes, pero no tenía porque apresurarme, comprendía que tenía mucho tiempo por delante.
     
    Última edición: 25 Ago 2023
    gnussi98, 25 Ago 2023

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    Palmas para este gran relato.
    Que buena manera de redactar a detalle cofra normalmente uno encuentra puras fallas ortográficas y de puntuación en esta sección. Se me salio una gotita alucinando a la ucraniana. Siga compartiendo y si hay foto sería un gran plus.
     
    LECHERO69, 25 Ago 2023

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    Durante todo este tiempo que vivo en Europa, he quedado inextricablemente hechizado y vencido por la belleza y distinción que ostentan las mujeres eslavas. Un encanto hipnótico que desprenden, sumado a su innata sensualidad, me ha llevado a cometer variadas imprudencias o cojudeces. Desde atravesar Rusia en tren durante días hasta culminar en la gélida Siberia, persiguiendo un esquivo amor, hasta hallar la pasión nocturna con alguna desconocida y sin articular palabra alguna en Odessa. Las chicas rusas, kasajas y bielorusas que han cruzado mi camino a lo largo de los años solían albergar una perspectiva particular sobre sus contrapartes ucranianas. Una visión que, en ciertos aspectos, evoca las impresiones que muchas peruanas podrían concebir, por ejemplo, de las venecas.

    Svetlana, por su parte, exhalaba un aura de calma y serenidad singular. La relación que compartía con el padre de su hijo era un complejo enredo. Él tenia una familia, Sveta y el pequeño Dima eran su segunda familia. Svetlana había salido muy joven de casa a estudiar en Lviv, luego cursaría su post grado en España, donde pulió su destreza en el español. Durante su juventud había experimentado distintas facetas en el sexo, finalmente decantándose hacia la senda del bondage y en especial de la sumisión.

    Ella me contaría acerca de los piercings que llevaba tan armoniosamente en su pecho y encima de su clitoris. Excentricidades de juventud que, con el paso del tiempo, se consagraron como parte inherente de su identidad. Jamás habría imaginado que una madre de familia con sus atributos, un rostro afable y una mirada transparente, albergase semejantes preferencias. En mi caso, ya había explorado en cierta medida esta senda desde que conocí a Charlotte, descubriendo que me seducía sobremanera la idea de la dominación y el bondage. Paralelamente, tras el resonante éxito de "Cincuenta Sombras de Grey", muchas mujeres habían comenzado a explorar y deleitarse con los placeres de la temática del BDSM.

    Mientras estaba echado con Sveta, ella me contaba distintos pasajes de su vida. Después de un buen rato, me di cuenta que estaba listo nuevamente para la acción y con mis manos empecé a jugar suavemente con el piercing de su conchita, yo era como un niño con un juguete nuevo. Me acercaba lentamente y le abría la conchita depilada y rosada. Sus labios interiores sobresalian apenas de aquella hendidura, con mis manos ayudaba a que se puedan abrir mas y mostrarme cada una de sus fomas y el brillo que translucía sus fluidos. Observaba con detenimiento la forma de ese piercing y como empezaba a moverse involuntariamente cada vez que mi lengua se acercaba a su clitoris y a su botoncito. Mis dedos entraban de pocos a su vagina que emanaba arrechura y un aroma que me enloquecía. De a pocos mis dedos se introducían en ella, Sveta solo cerraba los ojos y se dejaba llevar por el placer.

    De a poco empezaba a guiar sus piernas lo mas arriba posible, veía como las curvas de su cadera se formaban frente a mi y notaba su culo cerradito, con mis manos empecé a separar sus nalgas y comencé a chupárselo con pasión, empezaba chupándole el culo y mi lengua recorría el espacio entre su culo y su conchita y terminaba chupándole el clítoris y ese botoncito, luego repetía la misma operación. A pesar que Sveta no tenía un cuerpo atlético, su flexibilidad le permitía subir ambas piernas hasta casi chocar sus hombros, mientras yo me recocijaba con sus fluidos y el sabor de estos. Sveta se cogía los tobillos con sus manos para ayudarse a permanecer en esa posición y yo me enloquecía con la imagen y el sabor de sus fluidos y de su piel.

    Ver el tamaño de ese culo era irrisistible, quería aprovechar esa posición para penetrarla, y me agache sobre ella, mi mano empezaba a acariciar su cuello y noté que ella inclinaba mas la cabeza hacia atrás, entregándome su cuello, el cual empecé a presionar con una mano, ella se dejaba llevar. Mientras empezaba a subir mi ritmo de penetración, mis manos hacían más fuerza en su cuello y mi boca mordía con lujuria su pecho con el piercing, noté que su rostro cambiaba de color, debido a la presión de mi mano, sus gemidos se perdían en su ahogamiento, cuando noté que ya no podía respirar, ella se movió de forma rapida y saqué mis manos de su garganta. Sveta tomo varias bocanadas de aire y vi sus ojos llorosos, salía fluido por su boca y su nariz y ella respiraba más rapido. Una pequeña sonrisa se formaba en su rostro enrojecido y húmedo.

    Saqué mi pene de su conchita húmeda y le ordené que se volteara. Sveta, cual perrita obediente, se volteó ante mi, entregándome una imágenes digna de fotografía de su culo grande y blanco. Meti nuevamente mi boca en ese culo maravilloso y con mis manos lo apretujaba. Puse mi pinga entre sus nalga y con mi manos las apretaba y me masturbaba. El tamaño de su culo en esa posición era un espectáculo puro de lujuria, de arrechura y excitación.

    Mientras la penetraba, golpeba con mi mano sus nalgas, el sonido sordo de cada golpe estremecía la sala, cada vez la golpeaba con más fuerza y ella solo pedía mas. "Bol'no" (me duele en ruso) pronunciaba y yo la embestía con mas fuerza y mis manos ya me dolían por todo el castigo que le estaba infringiendo. Subí mis dos piernas al mueble y me cogí con ambas manos de sus nalgas y la penetré con la todas las fuerzas que podía, por gravedad, en cada embestida mía, ella se hundía un poco más, con una mano movía su clitoris y se masturbaba mientras yo, sudoso y cansado, seguía con mi tarea de llevarla al orgasmo. Cuando noté que estaba a punto de venirme, jalé sus cabellos con mi mano y le ordené: "suck it dry" (chúpalo hasta dejarlo seco). Así lo hizo, se enguyó mi pinga en su boca y sentía como me venía dentro de su boca mientras ella absorbía mi pinga como queriendo embiargarse o llenarse con mi semen caliente.

    Aquel dia quedé satisfecho con Svetlana. No había sido fácil poseerla, pero el tiempo invertido valió la pena. Quedamos en vernos los fines de semana o en la noche cuando el niño esté durmiendo, ambos sabíamos que nos gustaba el sexo fuerte y era necesario cierta preparación para ello.

    La parte positiva de vivir en Ámsterdam es que uno encuentra tiendas de tematica sexual practicamente en cada esquina. No pasó mucho tiempo y, aprovechando que el pequeño Dima estaba en el Kindergarten, fuimos a una de estas tiendas a comprar un par de juguetes. Mi trabajo desde el Covid es home-office, eso me permitía cierta flexibilidad y recorrimos distintas tiendas hasta que finalmente compré unas bolas chinas y cuerdas suaves.

    Ese fin de semana, como de costumbre, fui a cenar a su apartamento, luego de hacer dormir al niño empezamos nuestros juegos. Ese dia Sveta llevaba un vestido que le quedaba hasta los tobillos, se había echado un perfume que me encanta y se lo había regalado. Su maquillaje era perfecto y su cabello suelto le daba un aire casual.

    Cuando la empezaba a desnudarla, noté que ella me clavaba de a pocos las uñas y nuestros besos se confundían con leves mordiscos de nuestros labios. Tenía una lencería negra, me encantaba el contraste del negro de la lencería con su piel blanca y tersa. Su piercing del pezón, no tardó en darme una bienvenida cálida. Lo chupaba con esmero, Sveta repetía "bite it harder" y yo obedecía mordiendo cada vez mas fuerte. Clavaba mis dientes en sus pezones y notaba de a pocos sus gemidos.

    Cuando nos desnudamos, Sveta se volteó hacia mi, su culo crecía mucho mas en esa posición, mis manos se perdían en esas hermosas nalgas. De pocos empecé a atar sus manos y luego sus pies al mueble. Ella estaba de espaldas y cada vez que presionaba la cuerda con fuerza ella emitía un pequeño aullido. Tome un pedazo de tela que habia traido en mi mochila y le tapé los ojos. Ella jadeaba rápidamente. "Today you are gonna be my fucking whore and my slave, got it?" (Hoy vas a ser mi putita y esclava), le dije mientras le golpeaba las nalgas con fuerza. "Yes master", contestó con voz entrecortada, mientras trataba de adivinar de donde venía mi voz.

    Me acerqué a ella y presioné su rostro con fuerza, mientras contemplaba su rostro maquillado y la venda que cubría sus ojos, ella intentó besarme, pero no se lo permití. Recorrí con mis manos su culo nuevamente y comencé a entrar en su conchita, escupía en mis manos y la penetraba nuevamente. Saqué el lubricante que había llevado y con la otra mano le untaba el culo, cuando creía que ya estaba lo suficientemente excitada empecé a penetrarla con la primera bolita del juguete que habíamos comprado. Ella lanzaba un gemido ahogado y yo la penetraba con una segunda bolita, Sveta gemía y sus manos querían escapar, pero las cuerdas se lo impedían. Aquella noche iba a ser larga, y me había jurado que ese dia la iba a ser mi perra y ella ya lo había comprendido y aceptado.
     
    Última edición: 16 Sep 2023
    gnussi98, 16 Sep 2023

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    Wow que buen relato, la dama ucraniana es muy muy bella.
     
    ticasputas, 16 Sep 2023

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    Uyyy si tu vieras las irlandesas huy unas barbies yo fui a un desfile de san patricio en nueva york uyyy hermosas mujeres lo malo mi inglés y fui con una argentina las europeas tienen lo suyo
     
    luislimasjl, 17 Sep 2023

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    Amigo, cuando mencionas "su boton cito" a que te refieres? A su punto G?
     
    g4mys, 18 Sep 2023

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    No, el punto G está un poco más adentro es un poco difícil (según la mujer) estimularlo con la lengua, con los dedos se nota un poco la rugosidad de este punto.
    Yo me refería al espacio que hay entre el clítoris y la entrada vaginal. Creo que a esa zona le llaman las glándula de Skene, pero NO soy ningún experto. De seguro el lector o cofrade experto nos podrá dar más detalles sobre esto.
    Lo que si puedo asegurar, es que con la estimulación de este punto, los fluidos de la mujer cambian de sabor, al menos para mi, aunque lastimosamente no he encontrado mucha literatura técnica al respecto.
     
    gnussi98, 20 Sep 2023

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    Tenga a bien continuar con la historia de la ucraniana estimado
     
    doggystylee, 31 Mar 2024

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    #13
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    Estimado gnussi98, recién hoy 2 de abril 2024 he leído lo que escribió entre agosto y setiembre 2023 sobre la ucraniana que conoció en Países Bajos. Fue gracias al comentario que el cofra doggystylee le acaba de hacer, sin él no hubiera sabido de su relato tan interesante. Y concuerdo con otros cofras que su forma de describir los hechos y el cuidado en la redacción que pone hace que de aún mayor gusto leerlo.
    Por eso al igual que el cofra gnussi98, le pido que continúe con su historia ya que creo no soy el único que quisiera saber que más pasó en su relación con esa bella ucraniana... ojalá atienda este pedido.
     
    Goku 2013, 2 Abr 2024

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    #14
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    Ámsterdam se despliega como un universo de libertades. Al arribar por vez primera, no solo se deslumbra ante la arquitectura que embellece la urbe y la marea de bicicletas que la atraviesa, sino que se ve envuelto en un constante aroma a cannabis que impregna cada esquina. Sveta y yo nos aventuramos por diversas tiendas eróticas, en busca de los artilugios más idóneos para nuestros encuentros. Ella quería experimentar con las bolas chinas, las cuales son bolas unidas por un cordel, manifestándose en una variada gama de materiales: plástico, silicona, cerámica, entre otros. Tras deliberar, optamos por unas de metal, conformadas por múltiples esferas de distintos calibres ligadas por un cordel, cada una dotada de un contrapeso en su interior, quizás otro tipo de esferas, no lo sabía. Al agitarlas, producían un sonido peculiar, reminiscente al tintinear de un cascabel.

    Ambos habíamos explorado previamente el BDSM o masoquismo; en mi caso, aunque no era un experto en la materia, había adquirido habilidades en la elaboración de distintos tipos de nudos junto a mi exnovia Charlotte. Además, hubo otro encuentro memorable con una chica polaca, del cual quizás relataré más adelante, con ella había aprendido distintos tipos de torturas en el ámbito sexual.

    Sveta se encontraba de pecho en el sofá cama. Su culo estaba hacia arriba y sus brazos pasaban por debajo de cuerpo, en esa posición até sus tobillos a sus muslos y sus manos atadas entre sí, y luego procedí a atarla completamente al sofa-cama, para que no pudiera moverse. No fue difícil encontrar un pequeño manual en la tienda erótica, donde me volví más experto en nudos que un boy scout.

    Aquella noche, después de haberla atado, como pavo en navidad y haberle lubricado el ano, empecé a meter uno a uno las dichosas bolitas. Desde que le cubrí los ojos, veía como el piercing que llevaba en la vagina empezaba a brillar producto de los fluidos que emanaba, incluso antes de introducirle nada. Apenas entro la primera bolita metálica, los fluidos vaginales de Sveta empezaban a gotear en la sábana. Ella gemía, quería moverse por el dolor causado por las bolas en su ano, pero había hecho un trabajo excelente y mis nudos no permitían que apenas se moviera. Las bolas empezaban con su tintineo, lo cual me producía más excitación y Sveta parecía gozar con ese “sufrimiento”. Empecé a escarbar su vagina, ya totalmente húmeda, con un dedo, luego con dos. En un momento dado, mis cuatro dedos y parte de mi mano entraban en su conchita y las bolas dentro de su culo tintineaban aún más. Con mi boca le chupaba el culo y los fluidos que emanaban de su vagina. Sveta repetía algo en ruso, que no entendía, luego con apenas palabras, me rogaba “mete tu polla por amor de Dios”. Mi pinga entraba en su conchita completamente húmeda. Con mis manos golpeaba sus nalgas blancas y carnosas, ante cada palmazo ella emitía un gemido largo y agudo, con mis manos movía las bolas que estaban ensartada en ella, como si fuera una colita. Su culo estaba completamente rojo, podía ver la huella de mis dedos y mis manos luego de tanto castigo.

    Lo mejor vendría, cuando empecé a quitarle las bolas una a una. Sveta empezaba a gritar cada vez más fuerte, pensé que el pequeño Dima podría despertarse, opté por sacar un par de calcetines de su cajón y se los puse en la boca y también la até. Sveta gemía a más no poder, quería zafarse, pero era imposible, mi pinga estaba metida completamente en su vagina, podía sentir, incluso, un poco la presión de las bolas en su culo a través de sus paredes vaginales. La sensación era indescriptible. Le jalé los cabellos hacia atrás y le repetí, “eres mi perra ucraniana, ¿has entendido?!”. Sveta sollozaba, sin poder hablar por lo que le había puesto en la boca, pero lo afirmaba con un movimiento afirmativo de su cabeza. Cuando salió la ultima bola de su culo, sonó como un tapón de vació. Ese sonido, ya lo conocía, suele pasar cuando se forma un vacío en el culo o en la vagina. El culo le quedo abierto, retiré mi pinga de su vagina y metí mi lengua lo más profundo que pude en su culo. El aroma de sus fluidos me dejaba aún más excitado.

    No paso mucho tiempo, para que empiece a penetrarla analmente, y mis manos continuaban golpeando su culo. La cama estaba empapadísima con nuestros fluidos. Cuando noté que me venía, le quité rápidamente la atadura de su boca y metí mi pene, Sveta con último esfuerzo chupó mi pene como si quisiera sacar un néctar de mí. “Untie me please”, me dijo con una voz casi moribunda. Eso hice, la desaté por completo. Sveta se echo de espaldas en la cama, tomaba bocanadas de aire, su mirada estaba perdida, y su conchita estaba completamente roja, las cuerdas le habían dejado marcas en toda su piel. Fui a traerle algo de agua que se lo bebió de inmediato.
    “Eres un loco”, me dijo completamente agitada en tono de queja. “Hoy no solo he sido tu puta y tu perra, sino tu esclava”, me dijo. Su cuerpo tenía marcas no sólo de las cuerdas, sino también del castigo corporal que le había propinado.

    - ¿Estás cansada? -
    -Si, pero quiero que me folles un poco más, pero quiero tener los ojos abiertos esta vez
    -, me pidió. -

    Como lo supuse, Sveta era insaciable. Apenas terminó de hablar se recostó en la cama, y empezó a frotar su clítoris con su mano. Yo ya no era ningún adolescente, necesitaba unos minutos para reincorporarme. Saqué de la mochila, un dildo que habíamos comprado, y empecé a penetrarla, mientras que mi boca jugaba con el piercing de su clítoris. Estuvimos un rato mientras ella gemía y se apretaba con fuerza los pezones, hasta que por fin pude reincorporarme y tenía la pinga nuevamente dura. Subí encima de ella, y empecé a penetrarla de nuevo. Sveta me abrazaba y su lengua entraba en lo más profundo de mi boca. “¿Te gusta follar con tu puta?”, me repitió.

    Esa noche fue espectacular, cachamos hasta la madrugada No existía un solo rincón de su ser que no hubiera explorado. Eso me excitaba, llegué incluso a considerar la posibilidad de algo más serio. En ocasiones, salíamos juntos, los tres: ella, su hijo y yo. Cuando no estábamos cachando como un par de dementes, disfrutábamos de momentos entrañables, ya fuera viajando o simplemente paseando. Sin embargo, el único inconveniente residía en que nuestra peculiar forma de cachar solo podía manifestarse de vez en cuando, limitada a los fines de semana; ella había conseguido un pequeño trabajo a tiempo parcial y los compromisos con su hijo no permitían que repitiéramos nuestros encuentros desenfrenados con la misma frecuencia.

    Un día, Sveta me reveló que su madre llegaría pronto desde Ucrania. Esta noticia planteaba un dilema inicial, pues ya no podíamos encontrarnos en su apartamento para entregarnos al goce interracial o cacherío en su estado más puro, como solíamos hacerlo. No obstante, durante los fines de semana, su madre se encargaría del pequeño Dima, permitiendo así que Sveta viniera a mi casa para disfrutar de nuestra pasión. Incluso habíamos comenzado a vislumbrar la posibilidad de construir una vida juntos. Personalmente, no me importaba en absoluto asumir la responsabilidad de criar un hijo que no era mío, e incluso contemplábamos la idea de tener hijos propios en el futuro. Sin embargo, como ocurre con todo en la vida, el diablo está en los detalles.

    A las pocas semanas de la llegada de su madre, Sveta recurrió a mí en busca de ayuda. Resulta que su hermana y su prima también planeaban migrar a Europa. La guerra parecía no dar tregua, y al enterarse de que Sveta y su madre ya se encontraban en los Países Bajos, las chicas tomaron la decisión de unirse a ellas en la migración. Fuimos a recogerlas al aeropuerto en mi coche. La hermana de Sveta era una joven muy hermosa, por otro lado, cuando vi a su prima, supe que mis planes con Sveta se habían ido al carajo. La prima se llamaba Natalia, recién había cumplido la mayoría de edad. Apenas la conocí, vi en su mirada lujuria, curiosidad y sobre todo una arrechura que resultaría indescriptible con palabras. Natalia, apenas hablaba inglés, tenía el cabello castaño largo, los ojos pequeños, y unos labios carnosos que en menos de cinco segundos me los imagine besándolos. Era delgada y pequeña, tenía la piel blanca como la nieve. Apenas nos saludamos, ella también me quedó mirando por un largo rato. De camino al apartamento de Svetlana, cruzamos varias miradas a través del espejo retrovisor. Pensaba que mi arrechura me hacía imaginarlo.

    Las semanas continuaron pasando, cada vez resultaba más difícil los encuentros entre Svetlana y yo. El fin de año estaba cerca, Sveta me comentó que viajaría con su madre a Ucrania en bus. Le dije que no había ningún problema. Incluso las llevé a ambas a la estación de buses. También llevé a la prima y la hermana para que se despidieran. Cuando Sveta y su madre se marcharon, les ofrecí llevarlas a ambas a casa. Natalia, me dijo que quería ir al supermercado, dejé a la hermana de Sveta en casa y me marché solo con Natalia al supermercado. Sin inmutarme le pregunté: “Have you been to Germany at Christmas?” (¿has estado en Alemania en navidad?)

    Natalia, con su escaso inglés, me dijo que no había estado nunca en Europa, pero había escuchado que los mercados navideños en Alemania eran bonitos. Ya sin una pizca de vergüenza le pregunté si se animaba a ir conmigo a pasar unos días allá. Natasha, con su carita tierna me miró con esa miradita entre una mezcla de seducción de alguna actriz porno eslava y una Lolita de Nabokov y contesto afirmativamente a mi proposición.
     
    gnussi98, 3 Abr 2024

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    Bien cofra @gnussi98, su relato cada vez más interesante y ahora más que entró Natalia en la historia. Usted si que sabe hacer que uno espere con muchas ganas leer la continuación... felicitaciones!!
     
    Goku 2013, 3 Abr 2024

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    @gnussi98 nos tiene enganchados con esta saga ucraniana estimado. Esperamos la continuación.
     
    doggystylee, 3 Abr 2024

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    Que tales sagas nos tiene usted cofrade . No dejo de leerlo jajaja
     
    yobelito, 4 Abr 2024

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    Para los q no saben, lass glándulas de Skene son unas pequeñas glándulas que se encargan de liberar un líquido blanquecino o transparente que representa la eyaculación femenina durante el coito. Estas glándulas se encuentran localizadas a los lados de la uretra de la mujer, próximas a la entrada de la vagina
     
    tuchocheraperuano, 4 Abr 2024

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    Gracias por compartir su sabiduria....
     
    Troyano69, 5 Abr 2024

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