Historia del Perú: Guerras

Tema en 'Humanidades (Economía, Derecho, Antropología, etc)' iniciado por VerdeO, 6 Abr 2006.

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    Corbeta O'Higgins


    O'Higgins[​IMG]
    Corbeta_O'HigginsHistorial[​IMG]AstilleroRavenhill, InglaterraClaseClase AlabamaTipoCorbetaAutorizado1864Puesta en grada1864Botado1866Asignado1868Baja1895Destinoconvertido en pontónCaracterísticas generalesDesplazamiento1670 t
    1101 toneladas de registroEslora216 ft 6 inManga33 ft 4 inCalado18 ftArmamento1879:
    3 cañones rayados Armstrong de 7 pulg
    2 cañones rayados de 70 lb
    4 cañones rayados de 40 lbPropulsiónUna hélice.Potencia10 nudosTripulación200 tripulantesLa corbeta O'Higgins fue un buque de la Armada de Chile que combatió en la Guerra del Pacífico (1879) y en la Guerra Civil de 1891, por el lado de los congresistas. Su nombre es un homenaje al general Bernardo O'Higgins, uno de los líderes de la independencia de su país.
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    [editar] Historia

    Construida en los astilleros Ravenhill (Londres) por un costo de 285.000 pesos (48 peniques cada peso al cambio de esa época). Fue terminada en julio de 1866.[1] A pesar de ser gemelo de la corbeta Chacabuco, tenía diferencias en las dimensiones.
    No alcanzó a llegar para la Guerra contra España, por haber sido intervenido el buque por el Gobierno inglés. Para zarpar de los astilleros ingleses, se firmó un convenio entre Chile y España, mediante el cual Chile sacaba las corbetas Chacabuco y O'Higgins y España los blindados Arapiles y Victoria.
    Durante la Guerra del Pacífico, estuvo presente desde el primer día del bloqueo de Iquique, que se inició el 5 de abril de 1879, el mismo día que se declaró la guerra. Estaba al mando del capitán de fragata Jorge Montt.
    Formó parte de la escuadra que realizó una excursión al Callao el 22 de mayo de 1879, tras la cual, viajó a directamente a Valparaíso, siendo este último viaje a vela, pues sus calderas estaban en mal estado. En ese puerto estuvo en mantenimiento por dos meses, en donde se le cambiaron las calderas.
    A mediados de agosto fue parte de la división naval encargada de proteger los cruceros que venían desde Europa a través del Estrecho de Magallanes con armas para Chile.
    A fines de septiembre fue asignado a la 2ª División naval al mando del capitán de fragata Juan José Latorre, que tenía su insignia en el blindado Cochrane, participando en el combate naval de Angamos.
    Participó en diversas acciones de la Guerra Civil de 1891. Entre ellas estuvo la ocupación y apropiación de pertechos en Coquimbo, en enero, y la Batalla de Concón, el 21 de agosto, donde el barco dirigió su artillería en contra de las fuerzas terrestres del gobierno de José Manuel Balmaceda.
    Estuvo en servicio hasta 1895.
    Transformado en pontón fue declarado excluido por D.S. Nº 545 del 31 de marzo de 1909.
    25 años de servicio.
    [editar] Véase también

    [editar] Referencias

    1. ↑ Página web de la Armada de Chile sobre la Corbeta Chacabuco[1]
    [editar] Bibliografía

    • Bulnes, Gonzalo (1911). Guerra del Pacífico, Tomo I. Sociedad Imprenta y Litografía Universo. Valparaíso.
    • Carvajal, Melitón (2004). Historia Marítima del Perú, Tomo XI, volumen I. Instituto de Estudios Histórico Marítimos del Perú. Lima. ISBN 9972-633-04-7.
    • Carvajal, Melitón (2006). Historia Marítima del Perú, Tomo XI, volumen II. Instituto de Estudios Histórico Marítimos del Perú. Lima. ISBN 9972-633-05-5.
    • Fuenzalida Bade, Rodrigo (1978). La Armada de Chile: Desde la Alborada al Sesquicentenario (1813-1968), Tomo III. Empresa Periodística Aquí Está, Santiago de Chile.
     
    Walia, 4 Sep 2010

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    Cañonera Pilcomayo


    PilcomayoHistorial[​IMG]AstilleroMoney Wigram and Sons, Blackwood, InglaterraTipoCañoneroAutorizadoMarzo de 1872Botado1874Asignado1874Baja1909Destinoconvertido en pontónCaracterísticas generalesDesplazamiento600 Toneladas de registroEslora171 ftManga27,4 ftCalado11 ftArmamento2 cañones Armstrong de 70 lb
    4 cañones Armstrong de 40 lb
    1 ametralladora GatlingPropulsiónHorizontal, de simple efecto, compound, fabricada por John Penn & Sons
    Velamén
    una hélice retractil.Velocidad11,5 nudosAutonomía1.836 mn a 9 nudosTripulación130 tripulantes

    La cañonera Pilcomayo, fue una histórica nave de guerra y protagonista de varias acciones durante la Campaña naval de la Guerra del Pacífico.
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    [editar] Construcción

    Para su construcción, se aprobó en el presupuesto de 1873/1874, una partida de S/. 4 millones para la compra de dos blindados y dos cañoneras, pero solo se compraron las cañoneras.
    Ambas cañoneras, la Chanchamayo y la Pilcomayo, fueron construidas entre 1872 y 1874 por orden del gobierno del Perú en los astilleros de Money Wigram & Sons en Blackwood, Gran Bretaña arribando a El Callao el 11 de enero de 1875.
    El nombre de este buque debió ser Putumayo, que es un río del Perú, pero el pintor se confundió porque en ese entonces se construía en el astillero de Renne & Co. en Greenwich, la bombardera Pilcomayo para Argentina.
    Cada una tuvo un costo de £ 25,85 por cada tonelada de registro, £ 73,3 por HP nominal, siendo el costo total de S/. 170 mil cada una.
    [editar] Características generales

    Su casco de madera de teca, clavado y forrado en cobre y reforzado con curvas diagonales por fierro galvanizado. Su maquinaria, fabricada por la empresa J. Penn & Company de Greenwich, especificaba una potencia de 1080 cv, alcanzando una velocidad máxima de 11,5 nudos medida el 7 de agosto de 1874, inferior a la de su gemelo Chanchamayo.
    Su máquina era horizontal se simple efecto, compound, de potencia nominal de 180 HP y potencia indicada de 1.080 HP con 4 calderas.
    Su armamento consistía en 6 cañones: dos Armstrong de 70 libras y 6 pulgadas, uno a estribor y otro a babor, y cuatro Armstrong de 40 libras y 4.75 pulgadas, dos por banda. Sobre la línea de crujía, se le agregó una ametralladora Gatling poco antes del inicio de la guerra.
    [editar] Operaciones bélicas

    En 1877, formó parte de la División Naval que el gobierno formó para dar caza al blindado Huáscar durante la sublevación del Huáscar en 1877, pero sus principales operaciones lo hizo durante la Guerra del Pacífico.
    El 7 de abril de 1879, salió del Callao junto con la corbeta Unión hacia el sur y participó en el Combate naval de Chipana al mando del capitán de fragata Antonio C. de la Guerra, regresando al Callao el 17 de abril.
    [editar] Expediciones en la costa de Bolivia

    Fue nuevamente comisionada el 29 de junio de 1879, esta vez al mando del capitán de navío Carlos Ferreyros, zarpando del Callao y arribando a Arica el 2 de julio. Llevó un cargamento de 2 mil rifles para el ejército boliviano. El 4 de julio escoltó al transporte Oroya a Pisagua, arribando el mismo día y luego continuó la travesía al sur.
    El 5 llegó a Patillos, caleta a 30 millas al sur de Iquique, y envió un bote a obtener información, pero el bote fue confundido y recibió tiros de rifle de soldados peruanos del puerto.
    El capitán de fragata Carlos Ferreyros había ordenado poner proa hacia Tocopilla; navegando de noche y entre la costa y los acorazados y corbetas chilenas, entró en Tocopilla el 6 de julio a las 9.00. Sorprendió en el puerto al mercante chileno “Matilde” y a tres lanchas atiborradas de víveres y forraje. Luego de enviar parlamentarios al muelle para avisar que no bombardearía a la población, hundió al “Matilde” de cinco cañonazos y barrenó las lanchas.
    Luego de la acción de Tocopilla el comandante Carlos Ferreyros ordenó poner proa a toda máquina hacia Antofagasta para sorprender al campamento militar chileno ahí acantonado. Pero a las 12.20 avistó al blindado Blanco Encalada, la corbeta Chacabuco y al transporte Limarí, que venían de Iquique que regresaban de cañonear Pabellón de Pica.
    Ferreyros al notar la presencia de las naves chilenas, pretendió escapar pegado a la costa; pero luego se abrió de ella y puso rumbo norte, sacando a la división naval chilena una ventaja de cinco millas náuticas. Perseguido por el Blanco Encalada por casi 20 horas. La Pilcomayo arribó a Arica el 8 a las 3.00 y la división naval chilena abandonó la caza.
    El 15 de julio fue comisionada a Cobija para capturar transportes enemigos si los encontraba con el supuesto de que el blindado Cochrane estaba en Iquique y el Blanco Encalada en Antofagasta, pero en el trayecto se encontró con el Cochrane y la Chacabuco que navegaban de Iquique a Antofagasta. El Cochrane persiguió a la Pilcomayo entre el 17 y 18 de julio sin lograr alcanzarla, arribando la Pilcomayo a Arica el 22. Luego de una breve comisión en Pacocha, viajó al Callao el 26 de julio llevando 28 prisioneros del capturado transporte Rímac.
    [editar] Otras comisiones

    El 23 de agosto zarpó del Callao la Pilcomayo escoltando al transporte Chalaco, arribando a Arica 26. El 13 de septiembre llegó cerca a Arica el blindado Blanco Encalada, al mando del capitán de navío Juan Esteban López, y el transporte artillado Itata, al mando del capitán de navío Patricio Lynch, viajando en el primero el Ministro de Guerra y Marina en Campaña, Rafael Sotomayor. El convoy evaluaba puntos de desembarco para la invasión proxima a realizar. La Pilcomayo zarpó de Arica y disparó 10 tiros sobre ellos con la finalidad de atraerlos y luchar con el apoyo de los fuertes, pero estaba a 10 mil m de distancia y el fuego fue contestado por 6 tiros del Itata.
    El 5 de octubre se presentó la escuadra chilena en Arica y a las 9.30, zarpó de Arica la cañonera peruana Pilcomayo por órdenes del Presidente Mariano Ignacio Prado, para reconocer a la escuadra chilena, lo que realizó a las 10.00. A las 9.50, se separó del convoy chilena la cañonera Covadonga y luego la corbeta O'Higgins. Se desató un combate entre la Pilcomayo y la O'Higgins a 6 millas de Arica, entre las 10.30 y 11.30, en el cual la Pilcomayo disparó 21 tiros y la O'Higgins, 16 tiros.
    [editar] Captura

    Tan pronto le fue notificado el bloqueo de Iquique por la Armada de Chile, el mando naval peruano dio ejecución a lo planeado para sus primeras operaciones. La "Unión" y la cañonera "Pilcomayo" zarparon de El Callao el 8 de abril a interceptar las líneas de comunicaciones marítimas chilenas al sur de Iquique, para negar los abastecimientos a los buques chilenos.
    En la mañana del 12 de abril de 1879 y a la cuadra de la punta Chipana, la cañonera "Magallanes", al mando del Comandante Juan José Latorre Benavente, avistó a los buques peruanos "Unión" y "Pilcomayo," que de inmediato gobernaron para acortar distancia con la cañonera. Ambos eran superiores a la cañonera "Magallanes" en andar y armamento.
    A las 10.50 la cañonera "Pilcomayo" abrió el fuego a 3.550 m, seguida por la "Unión". El Capitán Latorre Benavente decidió no responder el fuego de la cañonera "Pilcomayo," para concentrar su escaso armamento sobre la "Unión". Al tercer disparo logró un impacto generando un gran escape de vapor. La "Unión" se detuvo momentáneamente y después viró, abriendo distancia para reunirse con la cañonera "Pilcomayo" y ambas naves peruanas optaron terminar la acción.
    El día 18 de noviembre de 1879, regresando el blindado chileno "Blanco Encalada" de Islay y en las cercanías de Mollendo, siendo cerca de las 9.00, se divisaron tres humos al sur que se reconocieron como la corbeta "Unión", la cañonera "Pilcomayo" y el transporte "Chalaco", que estaban comandadas por los Capitanes de Navío Nicolás F. Portal y Carlos Ferreyros y el Capitán de Fragata Manuel A. Villavicencio, respectivamente.
    La corbeta "Unión" que navegaba adelantada, al reconocer al blindado "Blanco" viró hacia el sur para advertir a los otros buques del peligro que les acechaba.
    Reunidos los buques peruanos, adoptaron la siguiente táctica: la corbeta "Unión" trataría de atraer al blindado "Blanco Encalada" para evitar la captura de los otros dos buques, confiada en su mayor velocidad. Por lo tanto, navegó al oeste a baja velocidad para atraer al contendor.
    La cañonera "Pilcomayo" navegó al sur a máxima velocidad y el transporte "Chalaco" cambió su rumbo al sureste para pegarse a la costa.
    El Almirante Galvarino Riveros Cárdenas, al mando de la Escuadra chilena, decidió dar caza a la cañonera "Pilcomayo" y ordenó al Comandante del "Blanco", Capitán de Corbeta Luis Anacleto Castillo Goñi perseguir a máximo andar a la cañonera peruana.
    El Comandante Ferreyros advirtiendo que la distancia se acortaba rápidamente y que la huida era imposible, reunió a sus oficiales en consejo, donde decidieron incendiar el buque y hundirlo antes de entregarse, batiéndose en retirada para dar tiempo para ejecutar el plan acordado.
    A 5.000 metros, la cañonera "Pilcomayo" rompió el fuego en elevación sin dañar a su perseguidor. El blindado "Blanco" no rompió el fuego hasta los 4.200 m, alcanzando inicialmente el pico del palo trinquete de la cañonera.
    Mientras tanto, el Comandante Ferreyros hizo abrir las válvulas de fondo para inundar la máquina y santabárbaras y ordenó derramar todo tipo de material inflamable para hacerlo arder y provocar un incendio. Los cañones de popa se apuntaron sobre la escotilla de la cámara de oficiales para perforar el casco bajo la línea de flotación. Luego dispuso la destrucción de códigos, correspondencia y documentos del buque.
    Comenzado el incendio, detuvo el buque y arrió los botes para que se embarcara la tripulación. El Almirante Riveros Cárdenas al ver señales con banderas blancas que se hacían desde los botes, dispuso cesar el fuego y parar la máquina para que el Teniente Roberto Anacleto Goñi Simpson abordara el buque peruano.
    Abordada la cañonera, Goñi reemplazó el emblema peruano por el chileno y dedicó todos sus esfuerzos para salvar la nave zozobrante, atracándola al blindado "Blanco" para que con sus bombas de achique impidiera su hundimiento y simultáneamente reforzar al personal que apagaba los incendios. En dos horas lograron tapar las vías de agua con hombres buzos y apagaron los incendios. Los chilenos prosiguieron a llevarla en remolque al puerto de Pisagua y luego al puerto de Valparaíso, donde recibió reparaciones definitivas.
     
    Walia, 4 Sep 2010

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    [​IMG]
    Fuente: Página oficial de la Armada de Chile www.
    Año1864Despl.600 toneladas.Armamento 4 cañones de 12 lbs. 4 cañones de 40 lbs.
     
    Walia, 4 Sep 2010

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    Importante historia de una resistencia catolica en la serrania

    Los últimos estandartes del rey
    Por Fernán Altuve-Febres

    Los comuneros de la sierra de Huanta en Ayacucho (Perú) son conocidos con el nombre de Iquichanos por el pueblo de San José de Iquicha. Ellos desde tiempo fueron amantes del Rey, a quien consideraban como un padre común, un enviado de Dios que se convirtió para ellos en el Inca Católico. Por esto el vínculo de vasallaje que los unía a la corona estaba potenciado por una poderosa relación sacral.

    La conmoción que significó el ocaso de la Monarquía Católica en las Pampas de Quinúa se evidenció desde el primer momento. El signo visible de esto lo tenemos al observar que inmediatamente después de la batalla de Ayacucho (9-IX-1824) las guerrillas indígenas realistas ajusticiaron al Teniente Coronel Medina quien, como mensajero, llevaba a Lima los partes de esa victoria para Simón Bolívar.

    Partiendo de este hecho, se inició un movimiento de resistencia indígena contra la República, contra el «infame gobierno de la patria» como ellos decían. Por esta razón las represalias no se hicieron esperar; «En castigo por su militancia realista, la provincia de Huanta fue grabada en 1825 con un impuesto de 50.000 pesos por orden del Libertador» (Méndez: 1992, p. 23). Esta militancia leal y persistente era de vieja data y había sido reconocida en 1821, cuando el Virrey La Serna le otorgó a la ciudad un escudo con una divisa que rezaba «jamás desfalleció».

    La conmoción que representaba el cuestionamiento del régimen republicano lo apreciamos claramente cuando el 6 de agosto de 1826, segundo aniversario de la Batalla de Junín, dos escuadrones de patrióticos «Húsares de Junín» se sublevaron en Huancayo y marcharon para unirse con los monárquicos de Huanta. Como consecuencia de este suceso se originó una represión indiscriminada contra las comunidades Iquichanas.

    La situación se hizo tan crítica que el Mariscal Santa Cruz, encargado del mando, tuvo que salir en secreto de Lima (17-VII-1827) a pacificar la región, para lo cual dio en Huanta un indulto general que reforzaba una Ley de Pacificación, que había sancionado el Congreso (14-VII-1827). Un nuevo indulto dado por el Presidente La Mar meses después evidencia que en realidad la pacificación era aparente.

    El problema era de principio, la República era considerada por los andinos como enemiga de su pueblo y de su Fe. Así, las comunidades siguieron a Antonio Navala Huachaca, un nativo que había jurado defender a su Rey, y la Fe Católica. Tan grande fue su fidelidad y firmeza en el combate, que durante la Guerra de Separación, el Virrey lo recompensó ascendiéndolo al alto rango de Brigadier General de los Reales ejércitos del Perú.

    Tal era la personalidad del caudillo que el campesinado huantino llegó a identificarse absolutamente con su líder y su causa, proclamándolo en las montañas y en los desfiladeros andinos a gritos de Navala Victoria!!! y que eran respondidos por un Mamacha Rosario!!! en recuerdo de Nuestra Señora.

    Lo cierto es que en Huanta el Estado Republicano fue realmente abolido por Huachaca que desde su Castillo, sus tribunales y sus cabildos administraba el poder nombrando a sus delegados o alcaldes, así como organizando diezmeros1 que recaudaban fondos para la causa de «Su Majestad Católica».

    Pero esto no fue lo único: «Este seudo Estado llegó a disponer la movilización de mano de obra para la "refacción de puentes y caminos" y más sorprendente aún, sus atribuciones abarcaron reglamentación del orden público, estableciendo patrones éticos de conducta para los individuos bajo su jurisdicción». (Méndez: 1991, p. 183).

    En este mismo orden de cosas, existía un Ejército Iquichano de rifles, lanzas y hondas que estaba muy bien organizado en Guerrillas y Columnas de Honderos, todos uniformados2 y con una oficialidad bien disciplinada. Al lado de la infantería estaba también la caballería denominada Los Lanceros de Santiago conocidos por su bravura (Cavero: 1953, p.183). Este ejército si bien tenía una estructura regular era apoyado por mujeres y jóvenes constituyendo en sí una verdadera cruzada popular.

    El caudillo andino en una carta al Prefecto republicano manifestaba su crítica al nuevo régimen diciendo: «Ustedes son más bien los usurpadores de la religión, de la Corona y del suelo patrio... ¿Qué se ha obtenido de vosotros durante tres años de vuestro poder? la tiranía, el desconsuelo y la ruina en un reino que fue tan generoso. ¿Qué habitante, sea rico o pobre, no se queja hoy? ¿En quién recae la responsabilidad de los crímenes? Nosotros nos cargamos semejante tiranía»3.

    El 12 de Noviembre de 1827, los iquichanos sorpresivamente tomaron Huanta después de una débil resistencia del batallón «Pichincha» al mando del huidizo, sargento mayor Narciso Tudela (Cavero: 1953, p.197). Los iquichanos estaban dirigidos por su caudillo, el «General Huachaca», y por los comandantes de las fuerzas guerrilleras, entre los que destacaban el vasco francés Nicolás Soregui, Francisco Garay, Francisco Lanche, Tadeo Chocce, tratado de excelentísimo coronel, Prudencio Huachaca, hermano del caudillo, y el presbítero Mariano Meneses, Capellán del ejército iquichano.

    En las alturas de Iquicha se había alzado nuevamente el estandarte monárquico. Sus planes eran de la mayor envergadura, tomar Huanta, liberar Huamanga y Huancavelica, y por fin, la «Restauración del Reino»4, extirpando a los republicanos, proclamando un ideario contrarevolucionario y antiliberal, el que se ve apoyado por clérigos como: «el padre Pacheco, llamado en documentos oficiales el Apostata y el sacerdote Navarro, quienes acostumbrados a enardecer los ánimos y a convencer a las masas desde el púlpito, cambian los hábitos clericales por la casaca de guerrilleros para dirigir los combates con sable en mano y pistola de chispa al cinto» (Cavero: 1953, p.197).

    En estos cruzados de Dios, vemos al bajo clero ortodoxo dirigiendo la logística de los indígenas excluídos, mientras eran acusados y excomulgados por el alto clero liberal por «apostasía», y ello por haberse alejado de la sumisión burocrática que significaba patronato republicano.

    Ante los sucesos de Huanta, el prefecto de Ayacucho, Domingo García Tristán, preparó la defensa de la capital departamental constituyendo una alianza defensiva entre los gremios y oficios de la ciudad, conocidos como "cívicos" y los Andahuaylinos y Morochucos, comunidades históricamente enemigas de los huantinos.

    En la mañana del 29 de noviembre de 1827, se produjo el esperado ataque a Ayacucho, donde el ejército campesino iquichano izaba sus banderas con la cruz de Borgoña a gritos de ¡Viva el Rey! Pero los Morochucos y Andahuaylinos, bien armados y en número de 2000 lograron contener el ataque y contrarrestarlo en la Pampa de Arcos.

    Inmediatamente, después del asalto a Ayacucho, el coronel Francisco Vidal, ocupó la ciudad de Huanta y se lanzó a la persecución de los indígenas, que se habían refugiado en las alturas después de producirse la ocupación de la ciudad5. Lo dramático de estos acontecimientos fue relatado, poco tiempo después de los sucesos, por el comerciante alemán Heinrich Witt, quien escribía en su diario:

    «Las tropas del gobierno tomaron nuevamente, posesión de la ciudad y si se puede creer a los huantinos se portaron peor de lo que lo habían hecho los indios, no sólo saquearon las casas, sino que ni siquiera respetaron la iglesia, de donde se llevaron las vasijas sagradas hechas de plata, estatuas de ángeles del mismo valioso metal, flecos de oro y plata, en resumen, todo lo de valor. Un oficial fue acusado de haber enviado a Huamanga no menos de nueve mulas cargadas de cosas robadas» (Witt: 1992, p.232).

    La diferencia con el proceder republicano estuvo, como dice Cavero, en que: «Los iquichanos pelean, únicamente, contra los soldados armados, contra ellos pero nunca hicieron daño a personas indefensas ajenas al conflicto, ni arrancharon las propiedades de sus enemigos ni incendiaron los pueblos, se limitaron a prender fuego a los edificios que sirvieron de cuarteles a sus contrarios como sucedió con el Cabildo de Huanta, pero los expedicionarios, usualmente llamados Pacificadores fueron mil veces más sangrientos y crueles porque después de vencer la resistencia de los guerrilleros masacraron a los indígenas sin discriminación de ninguno y fusilaron a los prisioneros sin previo proceso de ninguna clase». (Cavero: 1953, p.57)

    Después de la caída de Huanta comenzó la fase irregular de la campaña conocida como guerrillera o de los castillos de Iquicha porque las cumbres andinas sirvieron como fortalezas para la resistencia monárquica del campesinado indígena. El coronel Vidal organizó una campaña de contramontoneras para reprimir y exterminar a los «fanáticos» que sostenían la tradición como ancestral derecho a su auto-determinación.

    El más notable suceso de esta etapa, fue el combate de Uchuraccay (25-VIII-1828), donde el comandante Gabriel Quintanilla al mando de los bien armados «cívicos» enfrentaron a los valerosos iquichanos equipados sólo de lanzas y hondas por un lapso de 2 horas. En este combate cayó valientemente Prudencio Huachaca y el sargento mayor Pedro Cárdenas, entre otros, así mismo el capitulado Valle que falleció pocos días después. No habiendo podido capturar al general Huachaca, los vencedores se ensañaron con su esposa e hijos, los llamados cadetes, quienes fueron hechos prisioneros y remitidos a Ayacucho.

    Poco después se produjo el último combate contra las fuerzas gubernamentales en Ccano. Habían transcurrido siete cruentos meses y los republicanos habían logrado «controlar» a las fuerzas indígenas. Se había capturado a Sorequi, Garay, Ramos, al Padre Pacheco y al presbítero Meneses. Pero el indomable Huachaca, como su pueblo no había sido sometido, seguía cabalgando en su caballo alazan tostado de nombre «Rifle»' y era seguido por su séquito, yendo de «castillo» en «castillo» y resistiendo a los liberales.

    Entre 1828 y 1838, los iquichanos se mantuvieron al margen de la política pero conservando su orden cerrado y añorando la restauración de su deseado Rey. Del Pino dice sobre este último año que: «En 1838, Huanta o los iquichanos se encariñaron con la causa de la Confederación. El Protector Gran Mariscal Santa Cruz, en su tránsito por aquel lugar, obsequió un vestido de general a un indio Huachaca confiriéndole tan alta clase por el conocimiento de su audacia y porque era el primero que representaba la ferocidad de su raza». (Del Pino: 1955, p.29)

    En este hecho, vemos una evidencia de la idea imperial, es decir, pluri-étnica y poliárquica de la Confederación Perú-Boliviana, la cual respetaba una heterogeneidad que atentaba contra de la identidad criollo-nacional que postulaba la burguesía costeña. Esta Confederación venía a significar en nuestra historia la continuación del Imperio por otros medios6.

    Esta defensa del derecho a la diversidad y la tradición es lo que podría haber querido sostener el reaccionario García del Rio, en el texto del diario «Perú-Boliviano» que nos presenta Cecilia Méndez en su excepcional ensayo La República sin Indios y, donde el articulista critica a los legisladores de la burguesía porque: «se olvidaron de que cada pueblo encierra en sí el germen de su legislación, que no siempre lo más perfecto es lo mejor». (Méndez: 1992,p 35)

    Mas la Confederación estaba sentenciada a muerte por la anglófila burguesía de Chile, que aliada con los «emigrados peruanos» la ahogaron en sangre. Así ocurrieron las primeras invasiones chilenas y la Batalla de Yungay, tras la cual vino su disolución el 20 de febrero de 1839.

    Para marzo de 1839, el General Huachaca y los indígenas iquichanos estaban nuevamente en armas contra una «restauración» criolla, ahora sostenida por las ballonetas extranjeras. Por ello el ejército católico se despertó de su sueño guerrero para sitiar nuevamente Huanta que estaba ocupada por el batallón chileno «Cazadores».

    Ante esta grave situación el Prefecto de Ayacucho, Coronel Lopera, envió de refuerzo al batallón chileno «Valdivia» que rompió el asedio y comenzó una cruel expedición en las punas contra la «indiada».

    En junio de 1839, se produjo el combate de Campamento-Oroco, donde el general Huachaca sorprendió a los «expedicionarios» y en medio de una tempestad los obligó a una retirada desastrosa. El contingente republicano para vengar la humillación infringida: «...hizo una verdadera carnicería de hombres, sin distinguir ancianos, niños, ni mujeres y de ganados» (Cavero: 1953,p.218)

    En este contexto incierto, el Prefecto Lopera propició un acuerdo con las fuerzas iquichanas para encontrar una salida negociada al conflicto. Por esto, en noviembre de 1839, se firmó el Convenio de Yanallay, entre el Prefecto y el Jefe iquichano, Tadeo Chocce. Así con un tratado de paz y no con una rendición acababa la Guerra de Iquicha. Terminaba la resistencia iquichana, que sostuvo su caudillo, el Gran General Huacacha, pero este no firmó el pacto; pues prefirió internarse en las selvas del Apurímac antes de ceder su monarquismo ante los que creía «anticristos» republicanos.

    Cuando en 1896, los Partidos Civilista y Demócrata decretaron una contribución sobre la sal afectando los derechos históricos de los huantinos, ellos respondieron como siempre con la tradición monárquica como privilegio diciendo que: «...desde los tiempos del rey jamás habían pagado por la sal, que Dios la había creado de los cerros para los pobres y con la sal se habían bautizado...» (Husson: 1992, p.133).

    Bibliografía



    1. Altuve-Febres, Fernán. Los Reinos del Perú. Lima l996.

    2. Cavero, Luis E. Monografía de la Provincia de Huanta. Editoral Rímac. Lima, 1953.

    3. Cotler, Julio. Clases, Estado y Nación en el Perú. IEP. Lima, 1978.

    4. Del Pino, Juan José. Las Sublevaciones Indígenas de Huanta (1827-36). Aguilar Editoral. Huanta, 1955.

    5. Fowler, Luis. Monografía del Departamento de Ayacucho. Imprenta Torres Aguilar. Lima, 1924.

    6. Husson, Patrick. De la Guerra a la Rebelión. CBC. Cuzco, 1992.

    7. La Faye, Jacques, Mesías, Cruzados y Utopías. FCE. México, 1992.

    8. Méndez, Cecilia. Los campesinos, la independencia y la iniciación de la república. En Poder y Violencia en los Andes. CBC. Cuzco, 1991.

    - La República sin indios. En Tradición y Modernidad en los Andes. CBC. Cuzco, 1992.

    9. Rioja, Juan. -México Martir. Editoral Revista Católica. Texas, 1935.

    10. Witt, Henrich. Diario 1824-90. Un Testimonio personal sobre el Perú del Siglo XIX. Vol. 1. Lima, 1991 .

    (sigue)
     
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    Los últimos estandartes del Rey,
    Comuneros de la Sierra de Huanta,
    Conocidos por el pueblo de San José de Iquicha,
    Aún sus gritos el eco quebranta,




    El ocaso del Imperio en las Pampas de Quinúa,
    Feroz resistencia aun después de Ayacucho,
    Los indios realistas ajusticiaron al Teniente Coronel Medina,
    A Bolívar no le pudo llegar su mensaje de iluso,




    Buscando de nuevo al Inca Católico,
    Llamaron a la República infame gobierno de la Patria,
    Los Húsares de Junín marcharon para unirse
    A los iquichanos, por la Santa Causa,




    El mariscal Santa Cruz salió para intentar la paz en Lima,
    Indulto general en Huanta, una ley de pacificación reforzaba;
    Nuevo indulto del presidente La Mar, que creyóse,
    Que todo aquello se acababa…




    La República era enemiga de los andinos y de su Fe,
    Y así apareció un indio: Antonio Navala Huachaca,
    Juramento como defensor de la Monarquía Tradicional,
    Duro y contundente como la fuerte estaca,




    Tan grande su fidelidad en la Guerra de Separación,
    Que fue compensando por el Virrey,
    Como Brigader General de los Reales Ejércitos del Perú,
    La cruz y la espada, su mejor ley,




    Caudillo del campesinado huantino,
    ¡ Navala Victoria ! ¡ Mamacha Rosario !
    Aún el viento su eco susurra,
    Desafío a la tiranía del fanfarrón sectario,




    Sus tribunales y cabildos se administraron,
    En contra del nuevo estado republicano,
    Con rifles, lanzas, hondas; guerrillas y columnas de honderos,
    ¡ Buena organización del Ejército Iquichano !




    Al lado de la infantería los Lanceros de Santiago,
    Ágiles Caballeros conocidos por su bravura,
    Apoyados por mujeres y jóvenes; ¡ Cruzada Popular !
    Si bien con una regular estructura,




    ¡ Oh Huachaca, Caudillo de los Andes !
    Ni por carta arrugóse ante el prefecto republicano,
    Contra la tiranía en un Reino que fue tan generoso,
    Desconsuelo ante un glorioso pasado,




    Como en Ayacucho, volvieron a desafiar al viento las banderas,
    El carmesí, con los blasones de Castilla y León,
    La Borgoñona Cruz de San Andrés…
    ¡ Oh Virreinato del Perú, cuánto honor....!




    Victoria ante los débiles y huidizos del Batallón Pichincha,
    Al mando estaban del Sargento Mayor Narciso Tudela,
    Doce de Noviembre del Mil Ochocientos Veintisiete,
    ¡ Sustanciosa dulzura, cual aroma de canela !




    Qué comandantes, aquellos de las fuerzas guerrilleras:
    Soregui, Garay, Lanche, Chocce....¡ El Coronel Prudencio Huachaca !
    La bendición del Presbítero Mariano Meneses,
    Heroica e indómita tierra, que aún destaca,




    En las alturas de Iquicha, el Estandarte Monárquico alzóse,
    Como siempre había tenido allá lugar,
    Se planea tomar Huanta, liberar Huamanga y Huancavelica,
    Y la definitiva Restauración Imperial,




    Había que extirpar a los republicanos,
    Proclamar el ideario antiliberal, contrarrevolucionario;
    Apoyados por clérigos como el Padre Pacheco,
    El Sacerdote Navarro que dirigía la espada con ardor temerario,




    Cruzados de Dios como el Prefecto de Ayacucho,
    La logística de los indios, por la República excluidos,
    Acusaciones repletas de vanidosa mentira,
    Lealtad inquebrantable de peruanos altivos,




    Ante los sucesos de Huanta, pensó el Prefecto de Ayacucho....
    Había que defender la capital departamental…¿ Alianza defensiva ?
    A morochucos y andahuaylinos acudió, bien sabiendo,
    De la tradicional enemistad que tenían a la comunidad huantina,



    Mañana de Noviembre del Mil Ochocientos Veintisiete,
    Ahí se produce el esperado ataque a Ayacucho,
    Donde el Ejército Campesino Iquichano,
    Levantó sus banderas ante el mal gobierno intruso,




    Cruz de Borgoña, gritos de ¡ Viva el Rey !
    Dos mil morochucos y andahuaylinos, bien armados,
    Lograron contener el ataque, contrarrestando;
    En la mismísima y querida Pampa de Arcos,




    Inmediatamente después del asalto a Ayacucho,
    El Coronel Francisco Vidal ocupó la urbe de Huanta,
    Lanzándose a la persecución del indio americano,
    Refugiados en el ambiente elevado de la montaña....




    El comerciante alemán Heinrich Witt legó su crónica,
    Contra la Iglesia se cebó aquella saña,
    Cavero dijo que los iquichanos peleaban sólo contra soldados armados,
    Cavero escribió sobre aquellas sangrientas artimañas,




    Las costumbres andinas sirvieron de fortaleza,
    Cuando después de la derrota militar, se alzaron las guerrillas,
    La llamada Campaña de los Castillos de Iquicha,
    Las tradiciones como ancestrales y eternas premisas,




    Y otra vez el Coronel Vidal contra los nobles campesinos,
    Y otra vez la indiada, con los demás leales del Perú,
    Todos juntos, la Sangre de Conquistadores e Incas,
    Dispuestos, costara lo que costara; demostrando virtud,




    Notable suceso de esta etapa: Combate de Uchuracay,
    Del Mil Ochocientos Veintiocho, un Veinticinco de Agosto,
    El Comandante Quintanilla, al mando de los mal llamados “ cívicos “,
    Y los iquichanos, con hondas y lanzas, y un espíritu nada angosto,




    Lapso de un par de horas,
    Ahí cayeron gentiles hombres, símbolos de valentía,
    Comandante Prudencio Huachaca y Sargento Pedro Cárdenas....
    Y el capitulado Valle, en aquella coyuntura moriría,




    No pudieron capturar al General Huachaca,
    Y se ensañaron con su esposa e hijos: Los llamados cadetes,
    Prisioneros fueron hechos, remitidos a Ayacucho,
    Y ya se olía en la tierra el canto de la muerte,




    Poco después, se produjo el último combate,
    Contra las fuerzas gubernamentales en Cano,
    Habíase capturado a Soregui, Garay, Ramos....
    Al Padre Pacheco y al Presbítero Meneses; ¿ todo lo tenían controlado....?




    Pero allí apareció el indomable Huachaca,
    Estandarte de un pueblo que se negaba al sometimiento,
    En su caballo alazán tostado de nombre “ Rifle “,
    Seguido por su séquito, “ de castillo en castillo “ iba acometiendo,




    Resistiendo al liberalismo,
    Entre el Veintiocho y el Treinta y Ocho del Mil Ochocientos,
    Los iquichanos mantuvieron su tradicional orden,
    Añorando la Restauración Monárquica, ya con poco aliento,




    Por aquellos años, Huanta se encariñaba,
    Por la Confederación, de su general causa,
    Obsequio de un uniforme hizo el Mariscal Santa Cruz,
    A un indio Huachaca, portador de la ferocidad de su raza,




    Evidencia de la Idea Imperial Sudamericana,
    Poliárquica y pluriétnica; de Tradición Virreinal,
    Contra el clasismo amanerado de la burguesía costeña,
    Se defendió el Imperio, aun con otros medios, hasta el final,




    Defensa del derecho a la diversidad,
    Tradición defendida por García del Río,
    Con vehemencia escribió en el diario “ Perú-Boliviano “;
    Herramienta para Cecilia Méndez y su República sin Indios,




    Y es que, se olvidaron de que cada pueblo,
    Encierra en sí mismo el germen de su legislación,
    Que no siempre lo que dicen que es perfecto,
    Resulta ser, ni mucho menos, lo mejor....




    Mas la anglófila burguesía instalada en el Chile,
    Terminó de matar a aquella Confederación,
    Aliados con los emigrados peruanos,
    En sangre quisieron ahogar el imperial tesón,




    Así ocurrieron las primeras invasiones chilenas,
    La Batalla de Yungay, un ejemplo;
    Tras la cual vino su disolución,
    Del Mil Ochocientos Treinta y Nueve, un Veinte de Febrero,




    Para Marzo del Mil Ochocientos Treinta y Nueve,
    El General Huachaca y los indígenas iquichanos,
    Prestos se encontraban para el combate,
    Prestos, como así exige el ser de los peruanos,




    Contra la expansión republicana, promovida desde fuera,
    El Ejército Católico despertó de su sueño guerrero,
    Y así, se dispuso de nuevo a sitiar Huanta,
    Ocupado por el batallón “ Cazadores “ chileno,




    Ante la situación, el Coronel Lopera, Prefecto de Ayacucho,
    Envió de refuerzo al batallón chileno “ Valdivia “,
    Que rompió el asedio, comenzando una cruel expedición,
    En las punas, a la indiada aniquilar querían,




    En Junio del Mil Ochocientos Treinta y Nueve,
    Fue cuando se produjo el Combate de Campamento-Oroco;
    En medio de una tempestad, el General Huachaca
    Obligólos a una desastrosa retirada....¡ Oh Perú, nunca fuiste poco !




    Para vengar aquella humillación sufrida,
    El contingente republicano hizo de las suyas,
    Sin distinguir hombres, ancianos o niños,
    Volvió a las andadas de las punas,



    En este incierto contexto, el Prefecto Lopera acordar quería....
    Y ello propició con las fuerzas iquichanas,
    Para encontrar una salida negociada al conflicto,
    En esta exhausta tierra hispanoamericana,




    Así se llegó al Acuerdo de Yanallay,
    Entre aquel Prefecto y Mateo Chocce, el líder tradicional,
    Pero fue Tratado de Paz, que rendición;
    Pues antes serían muertos que aceptar el deseo liberal,




    Terminaba la Resistencia Iquichana,
    Que sostuvo el mítico caudillaje de Huachaca,
    Sin embargo; él se negó a firmar aquel pacto,
    Pues consideraba que aquello constituía deshonra muy alta,



    Prefirió internarse en las selvas del Apurímac,
    Antes de ceder su monarquismo,
    Ante aquellos anticristos de la masonería,
    ¡ Nunca la República; así lo entendió el peruanismo !




    Y es que, ya en el Mil Ochocientos Noventa y Seis,
    Volvieron a las andadas; esta vez demócratas y civilistas,
    Intentando imponer una contribución por la sal....
    ¡ Pero qué bien le respondieron aquellos huantinos hispanistas !



    Liberales: Desde los tiempos del Imperio la sal jamás se pagó,
    Que Dios la ha creado de los cerros, para los pobres,
    Que con la sal ellos habíanse bautizado....




    Historia de orgullo patriota,
    Pero de incierto fin, quizá....
    ¿ Existirán algún soldado en el futuro,
    cuya bandera al viento desafiará ?




    Antonio Navala Huachaca, que tu memoria sirva de ejemplo,
    Que la fidelidad a la Santa Causa jamás desfallezca,
    Que el honroso caudillaje guíe a la Nueva Hispanidad,
    Que la sangre altanera, como antes, hierva,




    ¡ Oh Perú, que fuiste Nueva Castilla !
    ¡ Oh Virreinato de la América del Sur !
    Cuán grande es la Historia que tu gente ha posibilitado,
    Vuelve a ser como sabes tú,




    ¡ Oh rojo y blanco de la Casa del Austria !
    ¡ Oh blanco y rojo de la Borgoñona Cruz de San Andrés !
    Con qué bravura se defendieron en los Andes,
    Cueste lo que cueste, se volverá a ver....




    Que la Cristiandad guíe una Gran Confederación,
    Que reúna a la América Hispana,
    Que mochicas, pizarristas, tlaxcaltecas o cortesianos,
    Empuñen por todo lo alto la Cruz y la Espada,




    Que se reúnan al calor de las Leyes de Indias,
    Y la herencia imperial de la Romanidad,
    Que Santiago les acompañe,
    Y les ayude en la más auténtica piedad,




    Que, como los Cristeros de la Nueva Galicia,
    Griten aquello de ¡ Viva Cristo Rey !
    Que el Corazón Inmaculado de María,
    Patrocine la más pura ley,




    Como Liniers y Elío apañando ingleses,
    Como contra Bolívar se alzaron los negros,
    Un Rey….Un Emperador….Se añora….
    ¡ Alma de América; para ti se hicieron realidad los sueños !




    Como la herencia de los valientes gauchos,
    Se demostró en la dureza de las Malvinas,
    Y en eso, aquellos valientes peruanos voluntarios,
    Cuyo espíritu nadie lo olvida,




    ¡ Santiago ! ¡ Santiago, a ellos;
    ¡ Orgullo Indiano de la cuna al calvario !
    Por la Verdad, la Historia, la Justicia, La libertad....
    Ya zumbará aquello de: ¡ Navala Victoria ! ¡ Mamacha Rosario !

    Fuentes:

    Hispanismo.org
    http://lasantaalianza.blogspot.com/2007/01/huachaca.html
     
    KORPS8, 26 Sep 2010

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    Les retrasmito, esta parte de la historia en especial del famoso 5 de agosto de 1975,el dia que se debieron iniciar las acciones militares contra Chile,y la gran frustración,que nos causó la suspensión de las acciones,por la traicion de muchos de los mandos militares,quienes el 27 de agosto quienes luego de un suculento almuerzo en Pachia,en la quinta de los Bochio,dieron el golpe a Velasco y luego se dirigieron a la línea de La Concordia donde teniendo al Cristo de testigo se juró con sus pares chilenos paz eterna.

    Poco se ha escrito,pero los chilenos consideran al 5 de Agosto de 1975,como el día que realmente estuvieron en peligro.

    No olvidemos la historia (20 de julio de 1976)

    Capitán Eloy Villacrez

    Hace 36 años un grupo de patriotas, civiles y militares, no aceptamos la felonía de Morales Bermúdez y escribimos una página de dignidad que ha pretendido ser olvidada, es un hito importante en las luchas sociales de nuestra nación. Esta página de recuerdo para la gran cantidad de comprometidos que sacrificaron su vida, estabilidad y familia, para dejar a nuestros hijos un país con justicia social.

    Los hechos:

    El 06 de agosto de 1975, era el día “D” para recuperar Arica y Tarapacá, los guerreros del Perú de aire, mar y tierra, estábamos aprestados desde el 18 de febrero, cuando se reunieron Banzer y Pinochet en “El abrazo de Charaña”, fecha que en un acto desesperado de Chile, Pinochet ofreció la salida soberana por Arica a Bolivia, con el objetivo de impedir el ataque de nuestras tropas. Llegó a conocimiento de los chilenos que de concretar el ofrecimiento de entregar la salida al mar a Bo, nuestros 400 blindados, el ejército de tierra y 1200 paracaidistas, con nuestra flota aérea, fuerzas navales y miembros de la Guardia Civil para el control poblacional, irrumpiríamos hacia Arica, Tarapacá y Antofagasta, en tres columnas, una por la costa y otra por las estribaciones de la cordillera con dirección a Iquique y un envolvimiento vertical(paracaidistas), se sabía que en los territorios peruanos en poder de Chile sólo habían 30 blindados antiguos “Sherman”. Pinochet desistió del ofrecimiento, dejando un sabor de burla a las aspiraciones de Bolivia.

    Esta descripción la corrobora el Contralmirante Chileno Rafael Gonzales “En la lucha de las naciones por su supervivencia, no hay espacio para la ingenuidad, la Simpatía, la Hermandad, la Sensibileria. Chile y Bolivia, en su artículo del 9 de julio del 2012, cuando afirma “También, debemos recordar, como un antecedente cercano, que en 1975, durante el Gobierno Militar, el Perú, bajo la presidencia del General Velasco Alvarado, se preparaba para atacar a nuestro país, encontrándose nuestras FFAA muy debilitadas en lo que se refiere a material de guerra. Esta amenaza se venía gestando desde fines de 1973. Junto a lo anterior, Chile sufría un boicot mundial por haberse liberado del comunismo internacional. En este contexto, el Gobierno Militar negoció con Bolivia un corredor con salida al mar al norte de Arica, lo que se conoció como “Negociaciones de Charaña.”

    Estados Unidos (Kissinger) comprendió que la decisión de Velasco para recuperar Arica y Tarapacá era irreversible, perder la guerra por parte de Chile, representaba la caída del régimen y la izquierda volvería al poder frente al anarquismo que genera la derrota. Con ese panorama maquinaron el golpe de estado para sacar del poder a Velasco, ubicaron a los felones con el cabecilla Morales Bermúdez. La felonía fue detectada por el Grl. Gilardi, puso al corriente a Velasco de la conspiración de generales del entorno, entre ellos Richter, Graham, Vargas Prieto, Fernández Maldonado, Rodríguez Figueroa, Sala Orosco, Bellina, Sánchez y otros más. No se sabe si Velasco quedó convencido o no, se limitó a llamarles la atención exigiéndoles lealtad a los conspiradores, desoyendo la recomendación de Gilardi, Meza Cuadra y de Ibáñez, que lo prudente era pasar al retiro a la mitad de los conspiradores y al resto quitarles mando de tropa.

    Por esta llamada de atención los plazos para concretar la traición se retrasaron, no pudieron articular el golpe antes del 06 de agosto de 1975, fecha prevista para el ataque de nuestras fuerzas, en un acto de audacia Morales Bermúdez solicitó postergar la orden de invasión por 30 días, aduciendo el no haber completado el sistema de defensa antiaérea. 48 horas antes del ataque (04 ago 75), llegó la contraorden a todas las unidades comprometidas con la invasión, los paracaidistas que estábamos en el Cuartel Salaverry de Arequipa, para el salto del 06 de agosto nos vimos precisados a desactivar el avituallamiento y desarmar el equipo aerotransportado, de igual manera el resto de unidades, desactivaron todo lo previsto hasta nueva orden.

    La conspiración de la felonía avanzó, Artemio García había convencido a la mayoría de mandos en Tacna para sublevarse contra Velasco, colocando como motivo su mal estado de salud. “La cabecera golpista sería la heroica ciudad”, paradojas del destino. La seguridad de los golpistas estaba en Chile, si algo salía mal se refugiarían cruzando la frontera y pedirían protección, se sobreentiende que darían a conocer a Chile los planes de defensa y ataque de nuestras fuerzas.

    Los golpistas con Morales Bermúdez llegaron a Tacna el 27 de agosto con el “paraguas” de conmemorar la vuelta al Perú de Tacna, fecha emblemática y de alto valor patriótico. Algunos Coroneles no sabían de la traición, como fue el caso del Coronel Julia, años después fue Comandante del Ejército, al ser convocado a la reunión de comando manifestó que las unidades de caballería blindada estaban totalmente aprestadas para cruzar la frontera, Morales Bermúdez le dijo “la acción militar no es contra Santiago sino contra Lima”, la noticia fue demoledora, pero lo que más desmoralizó fue observar que la mayoría de los mandos estaban de acuerdo con derribar a Velasco.
    Las explicaciones para postergar el ataque fueron de que “los chilenos sabían sobre la invasión y no sería una sorpresa, luego fijarían otra fecha en el tiempo más corto”, pasaron los meses y las postergaciones se sucedieron y se alargaron los plazos, a los oficiales que habíamos demostrado mayor vehemencia en el ataque a Chile, fuimos cambiados de colocación a oficinas del Cuartel General.

    El punto de quiebre, fue el 24 de abril DE 1976, en el cuartel San Martín, día de la Ingeniería Militar, los oficiales nos presentamos a Fernández Maldonado, que era Comandante General del Ejército, para pedir que un subalterno dirigiera algunas palabras al gobierno en pleno y a los 400 oficiales reunidos, como parte de la celebración del día de la Ingeniería militar, para poder expresar en público nuestro sentimiento. Fui designado para dirigir la palabra, dije “Soy el capitán Eloy Villacrez, me dirijo a usted Señor Presiente de ingeniero a ingeniero, para decirle que hay preocupación en los oficiales sobre el rumbo que se está imprimiendo a la revolución y la demora en llegar a Tarapacá, comienza a sentirse un olor a traición”, hubo desconcierto, subieron al escenario numerosos generales y coroneles para evitar que siguiera hablando. Cuando subió al estrado el único oficial decente del grupo de Morales Bermúdez, el Comandante Guillermo Bazo, recién entregué el micro, el resto de generales y coroneles no merecían el menor respeto.
     
    Wateque, 5 Ago 2012

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    A partir de ese día sentimos que Fernández Maldonado, comenzó a alejarse y mantener distancia, al punto, en una ocasión al estar reunidos en el Cuartel General como regularmente lo hacíamos, se dirigió a Fernández Salvatecci y a mi persona, nos dijo “todo lo que se haga será con pancho (Morales Bermúdez), nada sin él” , comenzaron para nosotros los problemas de no poder reubicar a los oficiales comprometidos en los mandos de tropa, el punto culminante fue a principios de junio de 1976, en una reunión de rutina en el Cuartel General, a Fernández y a mí nos dijo, “Pepe (Fernández), estoy firmando una orden para que vayas a estudiar inteligencia en la URSS, en una alta especialidad de cuatro años y tu Eloy vas a Francia a seguir el curso de post grado en ingeniería, también por 4 años, uno para aprender el francés y tres del curso”. Tomé la palabra le dije Mi general estamos ad portas de una guerra con Chile y usted me dice para dejar el país, le pido me explique, de la misma forma se expresó Fernández, debo agregar que el grado de confianza con el General Fernández Maldonado era total, al punto que le dije si me destina a Francia, sólo me queda pedir mi pase al retiro.

    Luego de estos incidentes, intuimos que el Grl. Fernández Maldonado había perdido fuerza, nos reunimos un grupo numeroso de oficiales y decidimos preparar una insurrección popular, con iniciativa inicial de parte de diferentes cuarteles y unidades, comprendimos que el tiempo era muy corto, para ese efecto desde tiempo atrás el Mayor Fernández Salvatecci había concebido crear un organismo clandestino formado por civiles y militares, todos líderes sociales y oficiales prestigiados en el Ejército, que se denominó “LA ORGA”, con el objetivo de unir voluntades para alcanzar el poder y que la revolución de Velasco recupere la dirección del proceso.

    Esta organización fue realmente una red sistematizada con métodos de análisis de sistemas y organización secuencial, que en esa época se llamaba pert/cpm, dentro del rubro de la disciplina de Investigación de operaciones. Esta red de grupos políticos, militares y sociales de acción política en todo el país, estaba estrictamente compartimentada y actuaban dentro de un frente de masas o entidades gremiales, cumpliendo tareas concretas, los únicos que tenían conocimiento de la totalidad de las operaciones éramos J. Fernández, Sànchez Carlessi y Eloy Villacrez, con la finalidad de evitar la represalia, lo cual se cumplió, ninguno de nosotros dio conocer ni la metodología ni a las personas de la insurrección, los que caímos fuimos 6 dirigentes, quedando a salvo la totalidad de los cuadros, a pesar de la tortura y los ofrecimientos de perdón y olvido que hizo el gobierno.

    Considero importante dar a conocer el concepto inicial de la, operación de toma del poder, se puede resumir en “Iniciar la acción militar en el Cuartel La Pólvora de Lima, desplazamiento con tropas de infantería de ese lugar hacia Palacio de Gobierno y emplazamiento de cohetería en los contrafuertes del Cerro. San Cristóbal para amagar con el lanzamiento de cohetes sobre las instalaciones de la Presidencia en caso haya resistencia, neutralizar la División Blindada, con tropas del Batallón de Tanques, captadas para la insurrección, apoyo popular de organizaciones de base, que recibirían armamento en CUAVES, para organizar la ofensiva y la neutralización de unidades leales al régimen traidor, todo ello coordinado radialmente por radio Unión”

    Se comprende la complejidad de las operaciones y la coordinación implicaba varios cientos de dirigentes, ahora 36 años después, estoy seguro que algún nombre omitiré, pido disculpas,, estuvimos el 20 de julio de 1976, cumpliendo diferentes tareas para derribar a Morales Bermúdez, los militares Fernández Salvatecci, Lora Muga, Huarcaya, R. Córdova Rivera, A. Del Pozo Galván, E. Sosa, Denis Arias, Julio Velarde, Héctor Portela, E. Villacrez, Calep Gonzales, C. Pino, J, Ugarte, Holguìn,, Velasquez, A. Loayza, el Crl. Justo Jara fue informado, aceptando con valor el reto, igualmente el Crl. Vásquez Pancorbo, el, Crl. Campos Montoya y otros más. Por el lado civil M. Benza, R Roncagliolo, Carlos Urrutia, Walter Sacaico, Constante Traverso, A. Mar, E. Portocarrero, Shango Aragón, Sánchez Carlessi (materia gris del alzamiento), G. Trigoso Edery, Juan Márquez, Avelino Mar, J. Delgado, V. Villacrez, Bladimiro Guevara, V. Barnet, W. Palacios, V. Gálvez, M. Echeandìa, M. Tincopa, V. Mazuelos, O.Balbuena, H. Santome, S. Sandival, Carlos Rodríguez. M. Herrera, A. García, fue informado Ricardo Letts, con valor y decisión aceptó el reto. Todos ellos merecen una página en la historia social de nuestra patria.
    La insurrección se inició en el cuartel “La Pólvora” los principales actores militares nos constituimos a la unidad con la anuencia de los oficiales comprometidos con el alzamiento, algo se había filtrado puesto que unidades del cuartel Barbones comenzaron a desplazarse para cercarnos en la Pólvora, comprendimos la inutilidad, por el número reducido de nuestros efectivos, decidimos abrirnos paso usando las armas y constituirnos a la División Blindada, habíamos recibido información que uno de nuestros oficiales más decididos el Capitán Héctor Portela había tomando control de su unidad neutralizando al jefe y al mayor ejecutivo, cuando nos acercamos a la Blindada, estaba rodeada por efectivos, fue imposible ingresar para atacar Palacio con esa potencia de fuegos.

    Frente a ello decidimos desarticular toda la operación y salvar los cuadros civiles y militares, procedimos a incinerar la totalidad de la documentación que habíamos formulado, asumiríamos la responsabilidad Fernández Salvatecci, Gonzales, Villacrez y Portela. El problema mayor era devolver a Chorrillos los 300 fusiles y 4 ametralladoras con cien mil cartuchos que habíamos extraído de los almacenes, con algunos altibajos se devolvieron las armas.

    Rindo mi homenaje a los que participamos, cambió la vida de todos nosotros, se rescata la decisión y valor de todos, fue un acto sublime, de servicio a nuestro pueblo y a la patria.

    Reitero las disculpas de haber omitido muchos nombres, se está escribiendo la historia de “LA ORGA”, todos aquellos que cumplieron alguna tarea, por favor hacer llegar al presente correo su testimonio, para resumirlo en un tesauro que sirva a las generaciones futuras, de este acto de servicio al pueblo y la patria.
     
    Wateque, 5 Ago 2012

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    SUBMARINOS SCORPENE, ¿CONTRA ARGENTINA? ¡NO CREO PORQUE ESTÁ EN EL ATLÁNTICO Y CRUZAR EL CANAL DE BEAGLE EN SUBMARINO ES CASI IMPOSIBLE! ¿CONTRA BOLIVIA? ¡NO CREO PORQUE NO TENDRÍAN COMO LLEVARLOS AL LAGO TITICACA!
    EL OBJETIVO ES PERU

    500 TANQUES LEOPARD II (¿EN QUÉ TERRENO DESÉRTICO LO EMPLEARÁN?) ¡A LA ARGENTINA Y A BOLIVIA NO SE LLEGA A TRAVÉS DE TERRENO DESÉRTICO!
    EL OBJETIVO ES PERU
     
    Wateque, 5 Ago 2012

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    http://gdp1879.blogspot.com/2011/04/entrevista-caceres-1921.html

    [h=2]LUNES, 18 DE ABRIL DE 2011

    Entrevista a Cáceres 1921[/h]

    Tomado del blog de Jonatan Saona

    http://gdp1879.blogspot.com/2011/04/entrevista-caceres-1921.html#ixzz3E6F1KHFC

    [​IMG]

    Les dejo varios párrafos de la última entrevista concedida por el anciano Mariscal don Andrés A. Cáceres al diario "La Crónica" de Lima, publicada el 27 de noviembre de 1921,


    CACERES EN EL GLORIOSO DÍA DEL EJÉRCITO NACIONAL


    Cuarentidós aniversario de la Victoria de Tarapacá


    Entrevista al Mariscal Cáceres, publicada en el diario "La Crónica"


    Lima, 27 de noviembre de 1921


    La patria celebra hoy, estremecida de júbilo, la gloriosa efemérides de la batalla de Tarapacá, página honrosa de nuestra historia y blasón de orgullo para el Ejército Nacional.

    Todos los peruanos evocamos, con los ojos, el alma, la epopeya singular en que un puñado de bravos, sublimados por el sacrificio y exaltados por el infortunio, en vigoroso empuje, destrozaron a las poderosas y engreídas huestes chilenas, poniéndolas en vergonzosa fuga.


    Si desgraciadamente fue infecunda esta victoria, por la impotencia de nuestro Ejército para perseguir, desprovisto como estaba de caballería, a los derrotados enemigos, debemos guardar, empero, eterno culto a ese puñado de bravos que, lejos de abatirse ante la fatiga, el hambre y la desnudez a que quedaron reducidos, después del desastre de San Francisco, reconcentraron todas las potencias de su alma y todas las fuerzas de su organismo en un supremo ímpetu de coraje para cubrirse de gloria y dar a la América una lección única de heroismo y de energía.


    Al rememorar, nosotros, esta hazaña imperecedera, saludamos llenos de patriótico orgullo a los beneméritos sobrevivientes de ella.
    En el pintoreso barrio del Leuro en Miraflores, al amor de la soledad y la paz campesinas, vive, entregado a sus recuerdos y mimado por el cariño de los suyos, el viejo Mariscal del Perú.


    Hasta su poético retiro, va a buscarle el insaciable reclamo de nuestra curiosidad periodística y el homenaje rendido de nuestro orgullo patriótico y encontrando la acogida cordial de su vejez gloriosa.
    Lo hallamos en su escritorio, acomodado en un sillón de cuero, abrigadas las débies piernas por gruesas mantas de color oscuro. Visto correcto de jaquet gris y cubre la nieve de sus canas, con una gorra del mismo color. Decoran las paredes del aposento finas estampas que reproducen escenas guerreras.


    De un gran cuadro al oleo, que se alza sobre el escritorio, se destaca la fina y bella efigie de la hija del mariscal, cuya fresca y alegre juventud fue tronchada por la muerte. Frente al retrato del héroe de La Breña, luciendo sobre su pecho las medallas ganadas a fuerza de bravura y de audacia, y sobre el rostro, la condecoración eterna de su gloriosa cicatriz.


    Mariscal, en el aniversario de la victoria de Tarapacá, demandamos de usted, el relato vívido de esa gloriosa acción.
    Se anima el rostro venerable del anciano guerrero. Un relámpago encandila sus pupilas y alisándose, nerviosamente, las albas barbas puntiagudas, nos dice:


    "Recuerdo la batalla, con absoluta precisión, y voy a relatársela, como si acabara de realizarse".
    Y empieza el relato con voz emocionada:
    "Me encontraba yo, con mi división, en una de las calles de Tarapacá, tomado un rancho frugal, antes de emprender, con todo el Ejército y como lo habían hecho ya las tropas del general Dávila, la retirada hacia Arica, después del desastre de San Francisco, cuando mi ayudante que había distinguido al enemigo en la cresta de los cerros situados al Oeste de la ciudad, llegó corriendo a avisármelo. Al recibir esta inesperada noticia, estaba comiendo. Solté la pequeña cacerola que contenía mi ración, y procediendo con impetuosa actividad, ordené a mi división que se lanzara con la bayoneta calada, cerro arriba, para desalojar al enemigo.


    "Procedí rápidamente a dividir mis tropas en tres columnas: la primera y la segunda compañías formaban la de la derecha, que puse al mando del comandante Zubiaga, valiente y experto jefe; la del centro la constituyeron la quinta y sexta compañías, mandadas por el mayor Pardo Figueroa, distinguido jefe, también, y la de la izquierda quedó formada por la tercera y cuarta compañías que confié al mayor Arguedas".


    "Advertí a mis tropas que evitaran hacer fuego, mientras no hubieran alcanzado la cumbre, para economizar las municiones, que, por desgracia, eran muy escasas. Al coronel Recavarren, Jefe de Estado Mayor, le envié en comisión donde el coronel Manuel Suárez, que tenía el mando del batallón 'Dos de Mayo', para que hiciera, con sus fuerzas, igual distribución a las del 'Zepita', y se colocara a mi izquierda.


    "A poco, ya cuando mis bravos soldados se habían lanzado al combate, llenos de entusiasmo y de ardor bélico, el coronel Belisario Suárez toma sus disposiciones y los coroneles Bolognesi, Ríos y Castañón, se sitúan en sus respectivos emplazamientos.


    "El Zepita escala el cerro por el lado Oeste, con empuje irresistible desafiando los tiros que el enemigo descarga sin descanso sobre ellos. Se despliegan en guerrilla y sin detenerse, disparan incesantemente, a ciento cincuenta metros del enemigo, que cede al empuje de los nuestros. La columna Zubiaga, se lanza a la bayoneta sobre la artillería chilena y, audazmente, se apodera de cuatro cañones. Las columnas de Pardo Figueroa y de Arguedas, despedazan, entre tanto, a la infantería enemiga.


    Perdón, mariscal, en ese asalto, ¿qué acción notable de arrojo, de sus soldados, recuerda usted?
    "No puedo olvidarme del heroísmo del Alférez Ureta, de la compañía primera de la columna derecha, que inflamado por un ardiente entusiasmo patriótico y un coraje a toda prueba, se montó sobre un cañón chileno, lanzando estruendosos vivas a la patria. Tampoco me olvidaré nunca de un acto meritísimo del comandante José María Meléndez, veterano de la 'Columna Naval', uno de los primeros en unírseme en el asalto al enemigo.


    "Cuando derrotados los chilenos y cansados nosotros de perseguirlos infructuosamente, por falta de caballería; desfallecíamos de sed y de hambre, al extremo de que me ví obligado a humedecer los labios de algunos de mis soldados con pequeñas rodajas de un limón, que por fortuna llevaba en uno de mis bolsillos de mi casaca; el comandante Meléndez se presentó de repente y sin que yo pudiera explicarme su procedencia, cargando un barril de agua que aplacó la sed de esos valientes. Y como éste, tantos otros episodios de coraje y de entusiasmo!"


    Y destrozada la infantería y despojados los chilenos de su artillería, que pasó?
    "El enemigo así castigado en ese primer combate por los nuestros, huyó a la desbandada, pampa abajo, perseguido de cerca por los nuestros y acampó a una legua de distancia. Entretanto, mi caballo había sido herido de un balazo y hube de detenerme, a mitad de jornada. Un oficial que habí*a encontrado una mula de un regimiento chileno, me la trajo y montado en ella, pude seguir la persecución. Después de tres horas de refriega, tuvimos que contramarchar hasta el sitio donde había tenido lugar el primer ataque, porque mis tropas estaban rendidas por la fatiga de la acción".

    "El coronel Suárez, a quien pedí refuerzos me trajo luego la división Ríos. El General en Jefe, Buendía, me dio su enhorabuena por el éxito alcanzado por mi división. Pero en medio de la alegría del triunfo, hube deplorar profundamente la muerte de mis mejores tenientes: Zubiaga, Pardo Figueroa, mi propio hermano Juan….también rindieron la vida en el primer encuentro".



    Y el segundo encuentro?
    "Reforzada mi división con el batallón Iquique que mandaba el inmortal Alfonso Ugarte, la Columna Naval de Meléndez, un piquete del batallón Gendarmes que mandaba Morey, una compañía del batallón Ayacucho con Somocurcio a la cabeza, una hora después se reanudaba la lucha en plena pampa hacia el SO de Tarapacá.


    "Primero se realiza un vivo combate de fusilería sostenido por ambas partes, con empeño. El enemigo es arrollado cinco veces, rehaciéndose, luego otras tantas. Entonces envolviendo el ala y el flanco izquierdo chileno que manda Arteaga, con mis tropas lo obligué a retirarse hacia el sur. El batallón Iquique llega a tiempo para rechazar a los granaderos chilenos que habían sorprendido al Loa y al Navales.


    "Arteaga trata de rehacerse en vano y nosotros cargamos otra vez con irresistible denuedo. En momentos que la victoria se decidía ya por nuestras armas, llegó Dávila con su división al trote y muy cerca del flanco chileno, aún jadeantes, le hace repetidas descargas de fusilería. Entonces yo aproveché para dar el definitivo ataque por el centro, que decidió la derrota de los chilenos que abandonaron el campo, dejando tras de sí sus últimas piezas de artillerí*a Krupp, entonces la más moderna del mundo. Fue en ese momento –prosigue entusiasmado el Mariscal- cuando llamé al Capitán Carrera y, entregándole uno de esto cañones, le dije: "artillero sin cañones, ahí tiene Ud. una pieza para actuar". Y a fé mía que supo hacerlo, agrega el mariscal, disparando sobre la retaguardia enemiga que huía.


    "Eran las cinco de la tarde.
    "La batalla había terminado después de nueve horas de reñida lucha. Sobre el campo quedaron muchísimos de mis bravos soldados junto con centenares de enemigos.



    "Pero, le he relatado solamente la parte que me tocó desempeñar a mi, en la altura. Sin embargo Uds. deben saber que en la quebrada, Bolognesi, Castañón, Dávila, Herrera y Bedoya cumplieron denodadamente con su deber. Fue un soldado de Bolognesi, Mariano Santos, quien se apoderó de un estandarte chileno. El enemigo es arrojado por esa parte hasta Huarasiña, después de vigorosos encuentros y ahí se reúne con los restos de la división Arteaga, que nosotros habíamos arrollado.


    "Al mismo tiempo,-añade el mariscal- todo nuestro ejército se concentra, y reunidas todas las fuerzas perseguimos a los chilenos hasta más allá del cerro de Minta. Ya les he dicho que fue imposible barrerlos, como hubiéramos querido, porque la fatalidad que siempre nos acompañó en la guerra, quiso que no tuviéramos caballería. Y así, la victoria fue infructuosa, pues después de ella faltos de víveres y de refuerzos, hubimos de continuar nuestra retirada a Arica.


    Mariscal ¿Cómo fue la batalla de San Francisco?
    El mariscal arruga el ceño, y con voz grave y amarga dice:
    "Aquello mejor es que no lo relate, Es demasiado doloroso¡"
    Y tras breve instante de meditación silenciosa, preguntamos al Héroe de la Breña


    Mariscal ¿Cuál fue la causa decisiva de la perdida de la guerra?
    "Sin disputa, la falta de organización militar, de cohesión, de armonía política. Había patriotismo, había entusiasmo guerrero, había valor y virtudes militares en nuestros soldados y en nuestros oficiales , pero también hubo mucha traición en los sectores pudientes.


    ¿Y, en nuestros generales, Mariscal?
    "Hubo demasiados generales, cuyos conocimientos y aptitudes no pudieron destacarse en la contienda, por falta de disposición de un comando totalmente politizado.


    ¿Pero, usted cree, que, sin esos defectos y deficiencias, hubiésemos podido ganar la guerra?
    "Con toda la superioridad numérica del ejército chileno, creo, firmemente que sí*. La desunión, el desatino, la ambición polí*tica, nos perdieron.


    Mariscal ¿Cuándo comenzó su carrera?
    En 1854, acababa de estallar la revolución de los liberales contra Echenique, provocada por los escándalos de la Consolidación, y de todos los ámbitos del país, se sumaban las adhesiones. En Ayacucho, mi tierra natal, don Angel Cavero, uno de los vecinos más prestigiosos del lugar, encabezó el movimiento rodeado de simpatí*a popular. Muchos jóvenes nos presentamos voluntarios a filas. Yo contaba 18 años, y era de los más decididos y entusiastas. Nos apoderamos del cuartel, dominando a los gendarmes. A poco, el capitán Zambran sorprendiendo la buena fe del jefe ocupante, recuperó el cuartel, que nuevamente tomamos en la noche. Se llamó al general Fermín del Castillo que estaba en Ica y días después llegó, haciéndose cargo de las defensas improvisadas.
    Recuerdo que el General, a quien sin duda caí* en gracia, por mi apostura y arrogancia juvenil, me llamó una tarde a su despacho y me dijo: “¿Quieres seguir la carrera?» “Sí*, señor», le contesté con aplomo. «Es mi mayor deseo”. Entonces, me respondió, palmeándome la espalda, «tú, serás un buen militar».



    ¡Admirable previsión, mariscal!
    "Siempre me distinguió el general Castillo. Era a la par que gran Jefe, excelente amigo
    ¿Y el mariscal Castilla, cómo le trató a Ud.?

    "El Mariscal Castilla, que me conoció desde la batalla de La Palma, en donde peleé con alguna distinción, me dispensó su simpatí*a y su apoyo. Tanto, que varias veces soportó mis engreimientos. Y eso que una vez me le sublevé.


    ¿Le hizo la “revolución” Mariscal?
    "¡Qué había de hacérsela! He querido decir que tuve un rapto de altivez con él. Fue cuando el mariscal quiso formar el batallón «Marina». Llamó a palacio a los oficiales escogidos de los distintos regimientos. Yo fui destacado del Ayacucho. Ya me habí*a conocido en La Palma y después en la campaña de Arequipa contra Vivanco.

    ¿Usted fue antivivanquista entonces?
    "Nunca me gustó Vivanco, no solamente porque no simpatizaba con sus ideas políticas, con sus rarezas y caprichos, sino porque tenía razones muy personales para andar distanciado de él. Mi padre Domingo Cáceres defendió el puente de Pampas, impidiendo el acceso de Vivanco, y éste, en represalia, incendió y destrozó su hacienda llamada "Huayno". Calcule usted si le tendría motivos para no querer bien a este caudillo!

    Quedamos Mariscal, en que fue usted a palacio, entre los oficiales llamados por Castilla
    "Es verdad, prosigo. Pues bien, Castilla revistó uno a uno a todos los oficiales congregados en uno de los salones de Palacio, y al llegar a mi, se detuvo mirándome con insitencia y me dijo: «¿Cómo se Ilama Ud. capitán?» Me impresionó desfavorablemente el olvido que el mariscal habí*a hecho de mi nombre, y le contesté:
    «Soy, excelentí*simo señor, el hijo de don Domingo Cáceres, cuya hacienda fue destruida por el general Vivanco, por haber sido leal a Ud. Estuve en la batalla de Arequipa, donde fui herido casi perdiendo un ojo; me llamo Andrés Avelino Cáceres”.
    “Hola, hola», replicó el mariscal: «con que Ud. es el capitán Cáceres, hijo de mi amigo don Domingo. Bueno, bueno, Ud. se queda en su cuerpo».
    Y me quedé en mi batallón Ayacucho, en el cual me habí*a iniciado y en el cual continué hasta que fui a Francia, como agregado a la Legación.



    La herida en la cara, mariscal ¿En qué batalla fue hecha?…
    "Esta “herida” -dice el mariscal llevándose la diestra al rostro- la recibí* durante la toma de Arequipa, en 1856. Ahí me tocó como simple teniente, con mando de compañía, una actuación distinguida. El mariscal Castilla que habí*a acampado en las afueras de la ciudad, llevó a cabo, por varias noches, simulacros de ataque, que tenían al enemigo en constante sobresalto. La noche que decidió darlo de cierto, me ordenó que avanzara con mi compañía y me apoderara de la 1ra. trinchera enemiga. Sin vacilar, ejecuté esa orden y sorprendiendo a los ocupantes, logré capturar la trinchera, regresando a dar parte al mariscal de mi cometido.

    "Entonces, Castilla me mandó: «siga Ud. avanzando sobre la ciudad, tomando las alturas hasta los conventos de San Pedro y Santa Rosa».


    "Y, aunque pensaba que era una crueldad enviarme así* al sacrificio, no titubeé, y deslizándome sobre los techos, fui avanzando de cara al peligro hasta el primero de los conventos citados. No sé cómo logré saltar los innumerables obstáculos que encontré al paso y de repente me hallé dentro de la primera bóveda del convento de Santa Rosa. Por el camino había perdido a muchos soldados, muertos por descargas vivanquistas. Desde la torre de Santa Rosa, el fuego que se hací*a sobre mí era incesante y certero. Pero, los dos cuerpos que formaban la 1ra. división de Castilla, el Ayacucho y el Punyán, habían desembocado por dos calles paralelas al convento y así* cayeron sobre él, obligando a los ocupantes de la torre a abandonarla. Yo subí, con los mí*os, hasta la torre y ahí* tuve que soportar el fuego desde la torre fronteriza de Santa Marta. Mientras tanto, sin que yo me hubiera dado cuenta de ello, Castilla había penetrado al convento por otro lado y se encontraba alojado en la parte baja. El Crl. Beingolea, subió a la torre, creyéndola vací*a y se dio de manos a boca, conmigo y mis soldados. Calcule Ud. la sorpresa de ambos, a punto de acribillarnos mutuamente. «Acabamos de tomar el convento», me dijo; «Mi coronel: ya la habí*a tomado yo», contesté. Y le conté cómo había llegado a la torre. Me abrazó y me anunció que haría conocer a Castilla esa hazaña. «Está ahí* abajo, con todo el Ejército», y se fue.


    "Yo continué haciendo frente al fuego de los de Santa Marta, y mostrando a mis soldados el blanco hacia el que debí*an disparar, un balazo me derribó cegándome. Me recogieron mis soldados y envolviéndome en una manta me bajaron al refectorio del convento, en donde el sargento Delgado y el cabo Camacho, me atendieron. Estuve largo rato privado del conocimiento. Cuando lo recobré hallé a mi lado al capitán Norris, uno de mis mejores compañeros, que me preguntaba qué deseaba. «Un poco de agua, me muero de sed», le contesté.

    "Al poco rato regresó Norris con un plato de mermelada y una garrafa de agua. "El dulce no me era necesario, ni podrí*a ingerirlo", le dije. "Tengo las mandí*bulas apretadas. Apenas una pequeña ranura dejaba pasar el agua". Bebí*, desesperado, parte del contenido de la garrafa y el resto hice que me lo vaciaran en la cara, para lavarme la herida. Estaba monstruoso, con la cara hinchada.


    "El médico dijo a mis compañeros que la herida era mortal. Pero el cirujano doctor Padilla, me dio esperanzas. Me trasladaron a casa de una Sra. Berrnúdez, porque el tifus se desarrolló entre los heridos en el convento. Ahí me curó el Dr. Padilla, después de no pocos esfuerzos, extrayéndome la bala.


    ¿Y cómo fue su convalecencia?

    Recuerdo que las madres del convento que me habí*an tomado afecto, me enviaban allá, a pesar de las protestas de la señora Bermúdez, la dieta. ¡Qué tortas! ¡qué dulces! ¡Le aseguro que no los he vuelto a tomar más deliciosos en mi vida!.Y aquí* viene lo curioso -agrega el Mariscal riendo-: Una vez convaleciente, iba a almorzar al convento y la madre superiora, muy seria, me habló un dí*a de esta suerte: «Teniente, usted ha renacido en este convento, verdad?”, "Sin disputa, reverenda madre ‐le contesté‐, aquí me recogieron casi muerto y aquí me comenzaron a curar; y durante mi convalecencia, a usted debo cuidados especiales que no sabré cómo agradecer”. «¿Y por que no deja Ud. la carrera y se hace fraile»? Casi me caigo de espaldas de la impresión que me hizo esta sorpresiva propuesta de la buena religiosa. Tuve que contener la risa: «¡Yo fraile, rnadre! No soy digno de vestir los sagrados hábitos…”. “Pero lo haríamos capellán de este convento y ya vería usted lo bien que lo iba usted a pasar aquí...”.
    Hube de apelar a todos mis recursos oratorios para hacer desistir a la madre de semejante idea. La pobre sufrió un desencanto. ¡Ya me veía con cabeza rapada, capuchón y sotana!


    Mariscal, ¿cuál ha sido la época más feliz de su vida?
    Los mejores dí*as de mi vida, durante mi juventud, por supuesto fueron los pasados en Arica, cuando estuvimos de guarnición, antes de la toma de Arequipa. Tuve gran partido entre las muchachas y me divertí* mucho!, dice el viejo soldado, con la cara iluminada por el resplandor de los alegres recuerdos.


    ¿Mariscal, y el recuerdo más satisfactorio de su vida militar?
    La campaña de La Breña, es, la página más honrosa de mi vida militar. No vacilo en proclamarlo yo mismo. Me enorgullezco de ella. Tengo muy presentes y me acompañarán hasta la tumba, todos los entusiasmos, todas las satisfacciones, todas las decepciones, y amarguras también, que experimenté durante esos tres años de constante batallar. Todos los que se agruparon a mi, para continuar la campaña y arrojar al odiado enemigo del país, aún después de los desastres de San Juan y Miraflores y la toma de Lima, rehuyeron ayudarme….Ambiciones, rencillas, pequeñas pasiones,todo se coaligó contra mi, que defendía la patria, cuando todos la dejaban abandonada al infortunio, el recuerdo de mis soldados y guerrilleros, el pueblo en armas, marchando entre punas y quebradas, airosos y bravíos, ellos fueron los grandes héroes anónimos que algún dí*a la historia reivindicará.



    Y bien Mariscal ¿Cierto que el ex- Kaiser, reconoció en Ud. al vencedor de Tarapacá?
    Absolutamente cierto. Fui a la audiencia que pedí*a en mi carácter de ministro del Perú, acompañado por el doctor José Pardo y el Káiser, que antes no me había visto, avanzó hasta los dos y alargándome la mano, me dijo:
    “Tengo el gusto de estrechar la mano al vencedor de Tarapacá, esa gran batalla ganada después del desastre de San Francisco”.

    Y saludando, luego a mi acompañante: "Salud, doctor..." Al salir, el doctor Pardo me dijo, "Y cómo ha distinguido entre los dos al militar?" "Pues por la facha" le respondí...

    El Rey de España, cuando me conoció, me dijo: “Se conoce que Ud. ha combatido siempre de frente, general”. Aludí*a a la cicatriz que llevó en el rostro. Y el de Italia: “Celebro mucho conocer al general que tantas glorias ha dado a su paí*s...” ¡Qué bondadoso, el rey, verdad!, termina el Mariscal

    El venerable anciano se siente fatigado, por la larga y animada charla. Pide un vaso de cerveza "para refrescarse la garganta". Escribe luego, el valioso autógrafo que ofrecemos, en el que envía su afectuoso saludo al Ejército Nacional y a sus compañeros sobrevivientes de Tarapacá. Inclinándonos, reverentes, ante la blancura de sus canas y ante el resplandor de sus glorias, nos despedimos.

    En la antesala, rendimos homenaje, a la gentileza y la hermosura de la señora Aurora Cáceres, la inteligente y culta Evangelina, deliciosa escritora que hace honor a su apellido.

    R.V.G

    **************


     
    cazadordedemonios, 22 Sep 2014

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    Me tildaran de resentido ...que Chile es nuestro hermano; pero yo ODIO a los Chilenos ;basta con la experiencia que tuve en tierras mapochas para percibir la altaneria desprecio y racismo de chilenos hacia peruanos;repasando toda la información contenida en todo este tema que es muy interesante;mucha nostalgia al estar en Arica ...ganas no me falto de izar la bandera(si una estupidez pero eso paso por mi mente) pero la tristeza y nostagia embargaron mi sentimiento patriotico mirando todo la costa de Arica que alguna vez fue peruano.
     
    Sub-Zero, 22 Sep 2014

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    Mire este documental de muy pequeño y crecio mi patriotismo por el Perú...!!!
     
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    Sub-Zero, 1 Oct 2014

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    http://limalaunica.blogspot.com/2010/10/lima-y-la-ocupacion-chilena-actos.html

    Lima y la ocupación chilena - Actos heroicos en Miraflores


    Mientras estaba en rigor la tregua solicitada por el ejercito chileno después de la batalla de San Juan y se hacían gestiones diplomáticas para evitar otra batalla en los reductos de Miraflores, pero lo inevitable llegó.

    El dictador Pierola, se encontraba almorzando en su casa de Schell y acababa de recibir a una comisión diplomática extranjera que se ofrecía como mediadora, cuando empezaron los disparos y el ruido de un combate generalizado. No termino de saludar a todos los recién llegados y saliendo de su casa se dirigió al campo de batalla, pero sin intención de dar ordenes precisas, solo daba vueltas aun a riesgo de perder la vida. Juan Paz Soldan, ayudante del dictador en la batalla de Miraflores narra este episodio: "En un arranque de noble desesperación don Nicolas de Pierola lanzo su caballo sobre las filas chilenas buscando la muerte. Solar fue uno de los que le siguieron y trataron de impedir su sublime locura. Los otros dos eran: el coronel Chocano y Nicolasito, el hijo mayor del Jefe Supremo, joven que en esa jornada dio pruebas de un valor heroico. El coronel Chocano tuvo que cruzar su caballo delante del que montaba don Nicolas de Pierola".

    En vez de dar ordenes para que el grueso de la tropa peruana entrara en combate, sobretodo cuando los chilenos retrocedieron hasta Barranco, prefirió dar ordenes de que se dispersaran las tropas y el mismo tomo rumbo a la sierra, sin pasar por Lima, acompañado de un reducido numero de acompañantes. Solo combatían en esta batalla un batallón del ejercito activo, el de Marina y el resto lo componían lo mas selecto de la población de la capital, formado por abogados, magistrados, grandes propietarios, banqueros, ex-ministros, ex-diputados, ex-senadores, comerciantes de los mercados de la ciudad, estudiantes de la universidad San Marcos, colegiales del Guadalupe y el San Carlos, bomberos, aguadores y algunos extranjeros que amaron como suya esta ciudad de Lima. Asimismo muchos hijos de presidentes, generales, políticos, etc. Toda la población civil se hizo presente en la defensa de su ciudad.

    La batalla de Miraflores termino hacia las 6 de la tarde, pero el ejercito chileno ignoraba todo lo que había pasado en el campo contrario, sabia que la mayor parte de las fuerzas peruanas no había tomado parte de la batalla, porque no las había visto venir contra si, e ignoraba también el porque la extraña orden de dispersión de las tropas peruanas dadas por el dictador Pierola. Habiendo visto la bravura de los peruanos en Miraflores, se supuso en el alto mando chileno, que las tropas que no habían entrado en combate pensaban disputarle la entrada en la capital y en los muros de la misma. Pero mientras en el campo chileno se pensaba en nuevas batallas, en largos y penosos asedios y quien sabe cuantas cosas mas, para apoderarse de Lima, esta ciudad se encontraba por el contrario, sobrecogida del mas desesperado terror, al ver el cielo iluminado desde el sur, por los infamantes incendios en Chorrillos, Barranco y Miraflores que ya empezaba también a arder.

    Aun cuando la mayoría de la tropa había huido después de perdida esta batalla, hubo otros grupos que dispersos en las calles de Miraflores, aun hasta la noche, vendieron cara la derrota. Un oficial peruano cuenta en su reporte, que habiendo recibido las ordenes del dictador de dispersión total de la tropa, el y unos acompañantes, se encontraban deambulando por las calles de este desventurado distrito, cuando escucharon sonidos procedentes de una división chilena que se aproximaba, al verse en inferioridad numérica para ofrecerles un enfrentamiento directo, decidieron entrar en una casa con altos y desde allí cual expertos francotiradores, empezaron a disparar, haciendo caer uno por uno a los soldados chilenos que desconcertados, empezaron a incendiar las casas de donde suponían venían los disparos. Sigue contando este oficial, que cuando fueron detectados, escucharon que trancaban la única puerta de salida de la casa, desde fuera y luego el olor a kerosene de las bombas incendiarias se hizo fuerte dentro de la casa, se despidieron entre ellos y acordaron salir cada uno como pudiera de allí, el vio que en la huida dos de sus compañeros caían acribillados mientras el salía por una ventana hacia la calle contraria, mientras la casa ya era víctima de las llamas. Encontrándose solo y felizmente con vida, durante la noche tuvo que recurrir a las mas insólitas ocurrencias con tal de salvar la vida y seguir luchando por el ideal que defendía. Cuenta el que tuvo que acostarse junto a unos muertos y poner cara de fallecido para que al pasar las tropas chilenas no lo notaran, pero el astutamente movía su rifle apuntando hacia el enemigo y con certeros disparos causo varias bajas entre las tropas chilenos que no acertaban a descubrir de donde venían los disparos. Al amanecer, seguía deambulando solo cuando sintió cerca a una división acercándose hacia donde el se encontraba, nuevamente fingiendo estar muerto, táctica que tan buenos resultados le había dado, apunto su rifle y justo antes de disparar pudo notar que era una división peruana que a riesgo de la situación buscaba sobrevivientes entre la cantidad de muertos que habían en las calles del distrito, se les unió y regreso a Lima con ellos.

    Miraflores también fue víctima de la soldadesca chilena, que al igual que en Chorrillos, saqueó e incendió las casas que en ella había, solo se salvaron algunas (como la del ex-presidente Pezet), que fue usada como cuartel. Sin resistencia alguna, los chilenos se preparaban para entrar a la otrora alegre, prospera y confiada ciudad virreinal.


    Anónimo dijo...

    Piérola el gran traidor de la mal llamada "Guerra del Pacifico", lean el libro "Memorias de Andres Avelino Caceres" e Historia Militar del Perú tomo 2 de "Carlos Dellepiani", Pierola le niega a Cáceres contraatacar a las tropas chilenas la noche del dia de la Batalla de San Juan cuando las tropas estaban ebrias, saqueando e incendiando Chorrillos, matando a sus mismos oficiales, aduciendo Piérola que habia pactado una tregua y que su "palabra de honor" estaba de por medio; los mismos oficiales chilenos de la epoca escriben en sus memorias que "si las tropas peruanas contraatacaban esa noche, otro hubiera sido el curso e historia de la guerra".
    12 de marzo de 2011, 14:54
     
    cazadordedemonios, 3 Oct 2014

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    Cáceres, Andrés A.
    Memorias.
    La Guerra del 79 y sus Campañas.
    Con otros documentos sobre la Campaña de la Breña.

    Editorial Milla Bartres. Lima, 1986. Vol. 1.

    Pág. 133:

    "Llegado que hubimos, puede confirmar mis presunciones y llamé la atención del señor Piérola diciéndole: "Vea usted, el enemigo está sobre nuestra línea".
    Avanzamos en seguida hasta el pie de una colina, en cuya cima se encontraba uno de los batallones de la división Ayarza, cuando vi que los chilenos habían efectivamente penetrado por ese claro desguarnecido y nos atacaban de revés.
    Entonces dije al dictador: "Los chilenos están detrás de nuestra línea y nos atacan por la espalda".
    El dictador miró atónito y sin decir palabra, dio vuelta a su caballo y partió hacia Chorrillos...".

    Pág. 137:

    "Seguro de lo que pasaba y de que la tropa chilena, entregada al saqueo y a la borrachera, se encontraba en pleno proceso de desmoralización ...;
    consideré oportuno aprovechar de este trastorno producido por el enemigo y pensé ser yo quien realizara el ataque, abrigando la convicción de obtener buen resultado ...".

    "... Llegado que hubo Piérola, a eso de las diez de la noche, el general Silva, puso en su conocimiento mi propósito, pidiéndole al mismo tiempo su aprobación y manifestándole la conveniencia de realizarlo.
    Pero el jefe supremo lo desechó diciéndole: El plan del coronel Cáceres encierra un sacrificio estéril e inútil, porque el ejército chileno se encuentra formado en los alrededores de Chorrillos, y los que saquean son unos cuantos.
    El dictador estaba mal informado en esos momentos, pues como se supo más tarde, mis presunciones eran fundadas, y era el grueso del ejército el que se había entregado aquella noche al más completo desenfreno".


     
    cazadordedemonios, 3 Oct 2014

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    JESUS MARIA
    Una de las peores cosas que se ha hecho con la Guerra con Chile es perpetuar mitos. Dada la "popularidad" del tema, ya es difícil saber cuál es la verdad histórica, el hecho en concreto, y el mito. Pongo como ejemplo el caso de la rendición y ocupación de Arequipa en octubre de 1883. El tema ha dado para hacer tesis de historia, y francamente poco queda claro del asunto. Las fuentes están allí, en bibliotecas o archivos públicos y privados, esperando ser consultadas. Nadie lo hace, se prefiere el mito a la verdad.

    ¡Y qué decir de San Juan y Miraflores! La cantidad de versiones que hay de los hechos es un caudal interminable. La verdad puede ser muy diferente, pero jamás se contará porque aún es incómoda. El mito es más fácil de llevar y de vender. Como reza la canción del grupo español Mocedades, "me dirán que fue valiente". Si, fueron valientes y perdieron una batalla que enfrentamos en condiciones sumamente disminuidas. Lo cierto es que no estamos en el verano de 1881 juzgando a los culpables de la derrota. ¿O si?


     
    drais, 9 Nov 2014

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