Follé con mi novia, su madre y sus hermanas (Capítulo 1)

Tema en 'Relatos Eróticos Peruanos' iniciado por Felipe Vallejo, 20 Nov 2020.

    Felipe Vallejo

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    Una tarde como cualquier otra decidí pasarme por el apartamento de María José, mi novia de ese entonces y a quien yo de cariño llamaba Majo. Camino a su departamento le compré unas flores y una botella de vino. Planeaba llegar de sorpresa y pasar una tarde, y quizás noche, tranquila en su apartamento.

    Cuando empezamos a salir los dos teníamos 20 años. El primer año de relación fue algo de lo habitual, mucho cariño y amor en un principio, y luego peleas ocasionales, pero sin perder nunca la pasión por el otro. Debo confesarles la verdad, Majo no era la mujer más atractiva que existe, ni está, ni estará cerca de serlo.
    Tenía una cara preciosa, muy finita, de ojos grandes y de un verde intenso, como la morralla de la esmeralda. Una nariz elegante, fina, como mandada a tallar; sus labios no eran ni gruesos ni delgados, estaban en un punto medio en lo que refiere al tamaño, pero siempre lucían de un hermoso color rosado. Su sonrisa era perfecta; su pelo era largo, negro, liso y sedoso, contrastaba perfectamente con su rostro. Hasta ahí todo perfecto con su apariencia, pero solo bastaba con bajar un poco la mirada para decepcionarse. Majo era excesivamente delgada, difícilmente superaría los 40, o como mucho, los 42 kilos. Sus senos eran dos pequeñas pelotitas decoradas a la perfección con esos pezones rosas. Por su extrema delgadez su cintura no lucía tan bien como debería, debido a sus pequeñas caderas no alcanzaba a notarse la linda curva de su cintura. Su abdomen era plano y marcado, el mejor atributo de todo su cuerpo. Sus piernas eran dos delgados tubos que para muchos de mis amigos solo generaban lástima; a mí, por el contrario, me calentaban; debo decirles que me calientan casi todas las mujeres, pero tengo una extraña fijación con las flacas.

    Pero todas las carencias que tenía Majo en su cuerpo las equilibraba con su forma de follar. Era una mujer muy caliente, su apetito sexual era constante e insaciable. Además, tenía dos grandes ventajas, ante ese cuerpo que fue pocamente dotado por la naturaleza, al ser tan delgada, su vagina se hacía tremendamente apretada; lo hermoso de su rostro y lo expresivo de sus ojos generaban una obsesión por mirarla al rostro cuando la follaba, el placer reflejado en su cara era casi imposible de encontrar en cualquier otro rostro.

    Toqué el timbre de su apartamento y fue ella misma quien me atendió. Me hizo pasar, nos saludamos con un gran beso, charlamos por un rato. Para esa época Majo vivía con sus padres, su hermana menor y una de sus hermanas mayores, la otra vivía en su propio apartamento. Entre todas tenían un gran parecido, menos la que no vivía allí. Esa tarde estaban en casa sus padres y su hermana menor; se alistaban para salir de viaje, Majo no iría porque implicaría invitarme y como yo había llegado por sorpresa quedaba en el olvido la idea de hacerlo. A última hora Esperanza, la hermana menor, dijo a sus padres que se sentía mal, que tenía un fuerte dolor de estómago, por lo que prefería quedarse en casa. Por supuesto sus padres no pusieron mayor objeción y dejaron a Majo al cuidado de su hermana menor. Sería entonces un paseo romántico para los padres de Majo, se irían solo los dos y con seguridad aprovecharían para desfogar todos sus deseos. Aún sin tenerlo muy claro, eso me generaba algo de rabia. No podía soportar el hecho de tener que enterarme que se iban a coger a María José, la madre de Majo, si, tenían el mismo nombre. Yo amaba a Majo, por lo que hasta ese entonces jamás la había traicionado, claro que tenía muchas fantasías con otras, entre esas la madre de Majo, pero allí quedaban, en fantasías. Era un hecho que el padre de Majo se follaba a su mujer, bastaba nada más con ver la cantidad de hijas que tuvieron.

    Se hizo de noche y yo aún estaba en casa de Majo, pedimos una pizza a domicilio y teníamos como plan ver alguna película, luego a dormir. Los dos sabíamos que íbamos a terminar follando, pero tendríamos que esperar un rato largo mientras Esperanza se dormía.

    Esperanza no era una niña pequeña, tan solo era un par de años menor que Majo; no sé por qué, pero a Majo le daba pena ser descubierta por su hermana mientras tenía sexo. Me hago la pregunta, es porque con Majo follábamos en casi cualquier lugar, la adrenalina de ser atrapados era una de las grandes motivaciones de Majo para calentarse. Por eso no entendía cuál era el problema de que su hermana quizás nos oyera mientras lo hacíamos.

    Decidimos entonces ver si estaban dando alguna película buena en la televisión, Al no encontrar nada hicimos un pago por ver. Elegimos una llamada Noche de miedo. Por cierto, les recomiendo que no la vean jamás, es de las películas patéticas y mal hechas que he visto en la vida.

    La película era mala, Majo lo sabía, pero trataba de concentrarse en ella porque podría mejorar. Yo me concentré en pasarla bien con Majo. Poco a poco fuimos pasando de unos inocentes besos a un acalorado momento en el que yo le pasaba mi lengua desde su cuello hasta el borde de sus senos. La besaba con pasión y le acariciaba desde su espalda hasta su culo. Vale aclararles que hasta ese entonces seguíamos vestidos.
    Majo estaba un poco más contenida, habitualmente ya me tendría el pene afuera y estaría dando unos pequeños toques en la punta con la punta de su lengua. Pero esa noche no, insistía en que debíamos esperar y asegurarnos de que Esperanza estuviera dormida. Yo no podía esperar más, Majo me había acostumbrado a desearla y a tenerla, así que por más que ella insistió en esperar un rato, yo no quise. Seguí besándola y tocándola, Majo me decía que no, con sus palabras, pero sus gestos me decían que siguiera. Yo sabía que Majo estaba caliente y que tarde o temprano cedería a la presión de sus deseos.

    Seguí besándole el cuello por un buen rato, al mismo tiempo levanté su camisa y empecé a tocar suavemente sus pequeños senos. Eran diminutos, pero como me gustaba ponerlos en mi boca. Mientras lo hacía, Majo cerraba sus ojos, dejaba caer su cabeza hacia atrás y disfrutaba del momento. Yo, siendo un adicto a su cara, buscaba mantener mi mirada en ese punto; sin embargo, por el rabillo del ojo alcancé a ver que Esperanza nos miraba desde el pasillo que conduce a las habitaciones. Estaba allí asomando nada más la mitad de la cara y viendo todo.

    Esperanza se dio cuenta de que yo la había visto. Aun así, no le importó, siguió parada allí observando. Yo no sabía qué hacer porque apenas la vi, sentí un escalofrío que me bajaba por la espalda, podíamos estar en problemas; Esperanza nos había descubierto y quizás el recelo de Majo por ser descubierta tenía algún fundamento. Me quedé observándola entonces para ver que reacción tenía, permaneció allí inmóvil; por ratos se dibujaba una pequeña sonrisa en su rostro mientras mantenía fija su mirada en nosotros. Alternaba su sonrisa con el gesto de apretar su labio inferior con sus dientes. Al ver que no haría nada continué mi trabajo con Majo, claro, ocasionalmente desviaba mis ojos buscando saber que andaba haciendo Esperanza.
    Poco a poco empecé a bajar con mi boca desde los senos de Majo hacia su abdomen y luego lentamente empecé a bajar su pantalón. Majo se estaba dejando llevar, no oponía resistencia, es más, manejaba mi cabeza con sus manos, pidiendo que no me detuviera mientras jugaba con mi lengua en su vagina. Majo estaba absolutamente concentrada en disfrutar, al punto que se olvidó del carácter prohibitivo que tenía la situación. Se dejó llevar, su respiración se agitó, pero cuando dejó escapar un par de gemidos supo que era el momento de parar. Ahí mismo fue consciente de que su hermana podría encontrarnos.

    Pero Majo no podía quedarse con las ganas. Ya estando tan caliente era inconcebible no terminar la noche con un buen polvo. Como la situación estaba dada y solo debía asegurarse de que su hermana estuviera dormida, me detuvo y me lo dijo suavecito al oído. Iría sigilosamente, como quien hace algo prohibido, a revisar si Esperanza dormía, una vez que confirmara esto iríamos a su habitación a terminar lo que habíamos empezado en la sala. Majo subió su pantalón y tapó sus senos con su camisa nuevamente, se pasó la mano por la cabeza buscando peinar su pelo. Esperanza no había podido escuchar el plan de Majo porque me lo había susurrado, pero apenas la vio vestirse y arreglarse supo que tenía que huir.

    Majo se puso de pie y sin hacer mucho ruido se acercó al cuarto de Esperanza. Allí la encontró, dormida bajo las cobijas. Majo volvió buscando guardar silencio para avisarme que teníamos vía libre para follar. Fuimos a su cuarto y cerramos la puerta buscando así guardar el mayor silencio posible. Empezamos a besarnos agresivamente, nuestras manos se enredaban en nuestros cuerpos mientras nos besábamos. La dejé caer sobre la cama y empecé a besarla en su abdomen, mientras tanto iba desabrochando su pantalón. Majo se deshacía de placer mientras yo volví a besarle su concha; estuve jugando nuevamente un rato a pasarle mi lengua por ahí, hasta asegurarme de que Majo estuviera lo suficientemente mojada. Debo confesarles que darle sexo oral a Majo era una de mis grandes obsesiones.

    Majo ahora, manifestaba su placer con mayor comodidad. Sus gemidos se hacían cada vez más presentes y más sonoros, claro que hasta ese momento trataba de ser prudente con el ruido. Una vez que vi a Majo ahí tendida sobre la cama, poseída por la lujuria y el placer me dispuse a follarla. A follarla con furia, salvajemente, como merecía ser follada. Siempre eran una odisea esos primeros minutos en que la penetraba; debido a lo estrecho de su coño, mi pene tenía que entrar lentamente, deslizarse con delicadeza en su rosada y caliente vagina. Era algo que me calentaba hasta más no poder; todo el preámbulo era como subirse a una montaña rusa y permanecer guardando la tensión hasta que el carrito llega a la cima, el momento en que la penetraba era como esa primera caída que incrementa los niveles de adrenalina hasta límites inimaginables, era alcanzar el nirvana.

    Poco a poco iba aumentando el ritmo, nuestros cuerpos chocaban, nos mirábamos fijo al rostro mientras culeábamos; Majo era una mujer muy caliente, gozaba con apretar mis nalgas con sus uñas mientras yo la penetraba fuertemente. También gozaba arañando mi espalda, sabía que eso me calentaba lo suficiente como para hacerme terminar. De hecho, yo se lo decía, pero parecía no importarle. Creo que hallaba placer en hacerlo y encontrar que yo me reprimía con tal de seguir follándola.

    Majo estaba excitada, pero era claro que aún estaba lejos de encontrar el mayor estado de excitación. Me pidió que paráramos por un momento mientras pegaba un porro. Esa era una de sus mayores fascinaciones, follar mientras estaba colgada.

    Nos sentamos al borde de la cama y mientras ella armaba el porro yo seguía tocándole su vagina y besándole sus senos. Era imposible detenerse si se trataba de Majo, por lo menos para mí. Una vez que terminó de armarlo, me acostó sobre la cama, me montó y lo prendió. No lo fuimos rotando mientras cogíamos. El juego era sencillo, mientras ella fumaba yo utilizaba mis manos para acariciar sus caderas, su cintura, su culo, sus senos, su espalda, su cara; y mientras yo fumaba ella clavaba fuertemente sus uñas en mi pecho o en mi espalda, eso dependiendo de qué tan sentado o recostado estuviera.

    Majo era de esas mujeres que disfrutaba mucho el sexo de pie, ya fuera que yo la alzara y ella me rodeara con sus piernas para sostenerse, o sencillamente que los dos estuviésemos de pie recargados, o no, contra una pared. Pero esa noche no lo hicimos; cuando lo hacíamos en dicha posición, Majo gritaba y ante la inminente posibilidad de ser descubiertos por su hermana preferimos dejarlo para otro día. Una vez que nos fumamos el porro nos detuvimos, era el turno de Majo acostada boca abajo en la cama, a mi poco me gustaba follar en esta pose con Majo, ya que así difícilmente podría ver su cara, pero a ella le encantaba y una de mis grandes obsesiones era hacer que Majo sintiera placer, mucho placer.

    Una vez que la penetré estando en esta posición, Majo empezó a soltar esos lindos, tiernos y fuertes sonidos; eran una perfecta mezcla entre placer y dolor, música para mis oídos.

    Majo ya no se medía, parecía que ya no le importaba que su hermana estuviera en casa, se estaba dejando llevar y yo, de solo pensarlo, me calentaba más y más. Volví a girarla, nuevamente yo estaba sobre ella, penetrándola con pasión y sin compasión. Majo me comía la boca de a ratos para evitar gemir, sin embargo, no duraba mucho haciéndolo. Yo no podía resistirme más, sabía que era el momento de acabar.

    Rápidamente saqué mi pene y lo situé a la altura de su cara, ahí terminé. De hecho, esa era mi gran fantasía con Majo y ella lo sabía, así que lo teníamos como un paso obligatorio cada vez que cogíamos. Ella sabía que mi orgasmo debía terminar en su cara o en sus senos. Además, debía ser así porque era prohibido terminar dentro de ella, más si consideramos que detestábamos usar condón.

    Una vez que acabamos nos dejamos caer sobre la cama, muy agitados aún continuamos besándonos y acariciándonos. Parecía que Majo quería un poco más, ella sabía que si esperaba un par de minutos podría conseguirlo, pero prefirió no hacerlo porque ya habíamos hecho mucho ruido y si Esperanza no se había dado cuenta aún de que habíamos follado, en una segunda oportunidad no contaríamos con la misma suerte. Majo me besó largamente a modo de despedida. Me hizo vestir y me dijo que mientras ella tomaba una ducha para sacarse la calentura yo debía marcharme. La verdad que yo quería pasar toda la noche con Majo, ya fuera tirando de nuevo o sencillamente durmiendo junto a ella, pero ya había sido suficiente riesgo por esa noche y comprendía que ella no quería correr el más mínimo susto de ser sorprendida por su hermana. Para mí era claro que Esperanza sabía lo que habíamos hecho, ya nos había visto en la sala y seguramente había escuchado todo. Pensé en decirle a Majo que ya no había nada que ocultarle a su hermana, decirle que ella nos había visto en la sala, pero preferí no hacerlo para evitar una pelea.


    SEGUNDA PARTE: El chantaje de Esperanza

    Ícono Ángela Gach.

    Una vez que me vestí, decidí que lo mejor era marcharme. Salí del cuarto de Majo y me quedé allí quieto por un instante. Por la cabeza me pasó el pensamiento de averiguar si Esperanza nos había escuchado o no. Luego recapacité y pensé que no tenía mayor importancia, al fin y al cabo, Majo ya me había dicho que debía marcharme...


    @felodel2016
     
    Última edición: 21 Nov 2020
    Felipe Vallejo, 20 Nov 2020

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    Muy buen relato...continua
     
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    La continuación cofra.
     
    luigui001, 20 Nov 2020

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    Mañana publico la segunda parte
     
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    xxperroxx23, 20 Nov 2020

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    excelente relato amigo, lo he guardado y espero la continuación
     
    arturo4404, 20 Nov 2020

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    enrique7843

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    No queda otra esperaremos hasta mañana para seguir el cuento.
     
    enrique7843, 21 Nov 2020

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    A grindo doido le gusta esto.

    Anonimo1205

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    SEGUNDA PARTE: El chantaje de Esperanza

    Una vez que me vestí, decidí que lo mejor era marcharme. Salí del cuarto de Majo y me quedé allí quieto por un instante. Por la cabeza me pasó el pensamiento de averiguar si Esperanza nos había escuchado o no. Luego recapacité y pensé que no tenía mayor importancia, al fin y al cabo, Majo ya me había dicho que debía marcharme.
    El pasillo estaba oscuro, de hecho, todo el departamento estaba a oscuras, todas las luces apagadas, reinaba la quietud y el silencio. Caminé en dirección a la salida buscando no hacer ruido. De repente una mano me agarró del brazo y yo casi muero de un infarto. Era Esperanza, estaba recostada en el marco de la puerta de su habitación.
    Allí estaba, esperando, como quien acecha a su presa. Apenas me agarró del brazo y vio mi reacción de susto, me hizo un gesto con el dedo sobre sus labios, buscando que yo no hiciera ningún ruido. Me haló del brazo y me metió en su cuarto. Cerró la puerta con mucho cuidado mientras mantenía el dedo sobre su boca y la mirada fija en mí. Llevaba puesta una bata de baño, el pelo amarrado y estaba descalza. Apenas cerró la puerta puso sus manos sobre su cintura y luego, lentamente, desajusto el cordón que cerraba su bata. Quedó al descubierto. Yo no podía creer lo que estaba viendo.
    Esperanza es muy parecida a Majo, es casi idéntica. También es muy delgada, eso si, tiene un poco más de carne en las piernas y en las caderas comparada con Majo. Su cara se parece mucho, la diferencia está en el color de sus ojos, son cafés, al igual que su pelo. Ese pelo café y rizado que en ese momento llevaba amarrado sobre su cabeza. La otra gran diferencia es que Esperanza tiene unos senos enormes, de verdad que son grandes. Ligeramente caídos, pero preciosos.
    Una vez que abrió su bata se quedó mirándome fijamente, yo estaba totalmente quieto, casi congelado sin poder creer lo que estaba pasando. Muy despacio dio un paso hacia delante, acercó su cara hacia la mía y me besó en la boca. Fue un beso corto al que yo no respondí, solo permanecí allí inmóvil. Continuó diciéndome al oído “de aquí no sales sin cogerme”. Una vez alejó su cabeza y quedó nuevamente parada frente a mí la tomé de las manos, le expliqué que no podía ser, no podía pasar. Que no se lo tomara a mal, pero que tenía muchas razones para que eso no pasara. Le dije que amaba a Majo y que no pensaba destruir nuestra relación por un rato de placer. Le expliqué que no era falta de deseo hacia ella, es más, tuve que confesarle que apenas se había abierto la bata, a mí se me había puesto durísimo el pene, pero que debía comprender que era bastante riesgoso y no era correcto. Le di un beso en la frente, tratando de asumir una actitud paternal hacia ella, le dije que olvidáramos lo ocurrido y que se fuera a dormir. Apneas me dirigía a abrir la puerta ella volvió a agarrarme del brazo. Me haló con fuerza hacia ella e inmediatamente me dijo “la cosa está así, o me coges ahora mismo o empiezo a gritar fingiendo que te metiste abusivamente a tocarme… eso si terminaría definitivamente tu relación con majo ¿o no?”
    Estuve en silencio por un instante, mirándola fijamente a los ojos; ella permanecía igual, su mirada era desafiante, parecía decidida a conseguir lo que quería. Notó que me tenía arrinconado entre la espada y la pared y ante mi impotencia y mi silencio, tomó mis manos y se recargó contra la pared. Estando allí de pie, recostada contra el muro, abrió sus piernas y aún sostenía mis manos entre las suyas. “Por última vez te lo digo, o me coges o tu relación se acaba ahora mismo…”
    Permanecí en silencio por unos segundos, mantenía mi mirada fija en su rostro, buscaba intimidarla, hacerle saber que la odiaba por lo que me estaba haciendo. Cuando la vi abriendo su boca dispuesta a gritar arrojé mi cara contra la suya y empecé a besarla. Le saqué la bata y le dije que accedería a su pedido pero que todo debería ser muy rápido y en silencio; no podíamos dar oportunidad a que Majo se enterara y aprovecharíamos mientras ella se bañaba.
    Esperanza rápidamente dijo que no, que en lo del sigilo estaba de acuerdo pero que no quería algo corto. “Quiero que hagas conmigo exactamente lo que hiciste con Majo”. Siendo así, estando en sus manos no tuve otra opción que pasar saliva y resignarme a cumplir con las órdenes de Esperanza. Inmediatamente me agaché y empecé a lamerle su concha, lentamente movía de arriba abajo mi lengua sobre su joven vagina. Ella me agarraba del pelo con una de sus manos mientras lo hacía, pedía constantemente que no me detuviera, con la otra mano se acariciaba los senos. Mientras estaba allí, paseando mi lengua sobre su concha, traté de agudizar mis oídos. La escuchaba pasar saliva, suspirar, notaba como se aceleraba su respiración. También escuchaba el agua caer, sabía que Majo aún estaba bañándose. Pensaba en que esto no habría ocurrido si Majo me hubiera permitido quedarme a dormir. Busqué justificar todo pensando que esto también era culpa de Majo, luego recapacité; tuve claro que ni Majo ni yo éramos culpables por esto. Todo era culpa de Esperanza, esa pequeña ninfómana que lucía tan inocente ante toda su familia.
    Esperanza parecía complacida, contemplé proponerle en que lo dejáramos ahí. En que yo le comiera la concha mientras Majo se bañaba y luego me dejara marchar a mi casa. Pero Esperanza pensaba diferente, mientras yo imaginaba como zafar e esa situación ella me agarraba del pelo y me halaba hacia arriba, hasta hacerme quedar de pie. Estando cara a cara me dice “fue suficiente, ahora vamos por lo bueno”. Agarró mi pene entre sus manos y lo introdujo lentamente en su concha que para ese momento ya estaba lo suficientemente lubricada.
    Aún se escuchaba el agua caer, mientras tanto yo empezaba a deslizar mi pene dentro de la concha de Esperanza. Lo primero que hice fue taparle la boca con mi mano izquierda, con la otra mano buscaba acariciar su cuerpo, en especial sus senos, esos enormes senos que desafortunadamente Majo no tenía.
    Pero no podía, al hacerlo perdía el equilibrio y tenía que apoyarme sobre la pared. Esperanza lo notó y en ese momento cruzó sus brazos por detrás de mi cuello, dio un pequeño salto y cruzó sus piernas alrededor de mi espalda. Yo la sujetaba por debajo, por el culo con mi mano izquierda, con mi otra mano tocaba todo su cuerpo, pasando por su espalda, sus senos y sus piernas. Cuando sentía que perdíamos el equilibrio la apoyaba contra la pared; la cogía fuertemente y fue allí que empezamos a tener problemas. Primero, nuestros cuerpos hacían bastante ruido al chocar y ella, aunque trataba de reprimirse jadeaba y ocasionalmente gemía. Ella apretaba los labios entre sí, para no dejar salir sus gemidos, pero por ratos se le hacía imposible. Los dos nos concentrábamos en escuchar el agua caer, mientras Majo estuviera bañándose no tendríamos el problema de ser escuchados.
    A pesar de que ya me había dejado llevar y estaba disfrutando de coger con Esperanza, aún continuaba rondando en mi cabeza ese delirio paranoico de que Majo podría oírnos. Lo peor estaba por llegar. Mientras cogíamos contra la pared, los dos notamos como paró el sonido del agua al caer, sabíamos que el duchazo de Majo había terminado y estábamos obligados a no hacer el más mínimo sonido. De hecho, le propuse que dejáramos todo ahí, pero Esperanza estaba decidida, quería terminar lo que habíamos comenzado. Lentamente puso sus pies en el suelo, me tomó una mano y me condujo hacia su cama.
    Ni siquiera ella sabía cómo terminar lo que habíamos comenzado, no sabía cómo continuar cogiendo sin hacer ruido. Me dejó acostado en su cama, ella se levantó, recogió su bata, se la puso de nuevo y volvió a la cama. Una vez estuvimos bajo las cobijas me dijo “Esto que empezamos lo acabamos hoy o lo acabamos, no hay otra opción. Si es necesario que esperemos a que Majo se duerma, esperaremos. Si es necesario que te quedes a dormir, lo harás, pero a mí no me coges a medias”. Estaba convencida, pero más allá de eso yo pensaba que estaba loca; me preguntaba si a ella no se le pasaba por la cabeza el riesgo que estábamos corriendo. Una vez que terminó de hablar empezó a besarme, agarró mi mano y la condujo hacia sus senos; yo los tocaba por debajo de su bata. Seguimos acariciándonos durante un buen rato. Por momentos dejé de lado el temor, la pesadilla paranoica de ser descubiertos; me calentaba mucho la situación.
    Como tal todas las mujeres de esta familia me generaban una atracción, pero como les conté anteriormente, no me cruzaba por la cabeza la idea de estar con alguna que no fuera Majo. Esperanza era quizás la que menos había despertado deseos sucios en mí, pero ahora que estaba ocurriendo, me daba cuenta del deseo inconsciente que tenía hacia ella.
    Estando bajo las cobijas escuchamos el crujido de una puerta abriéndose. Majo estaba saliendo de su cuarto. Para mi el mundo se vino abajo, pensé que se había dado cuenta y que venía histérica hacia nosotros. Esperanza también sintió miedo, se cerró bruscamente la bata y me arrojó al suelo, rápidamente y hablando bajito me pedía que me metiera bajo la cama. Si Majo nos había escuchado no habría dudado en buscar hasta en el último rincón, pero no había en donde más esconderse. Saltar por la ventana no era una opción, estábamos en un noveno piso. Lo pensé por un momento, para mi, en ese entonces, era casi tan fatal que terminara mi relación con majo como el mismo hecho de saltar desde un noveno piso, sin embargo, valoraba un poquito más mi vida. Así que permanecí estático y en completo silencio bajo la cama, esperando que Majo no viniera hacia acá, rogando porque fuera hacia la cocina o quizás a asegurarse de que la puerta del departamento estuviera con llave.
    Pasaron un par de minutos y Majo no había venido hacia nosotros, seguramente fue a poner el cerrojo de la puerta, ya que se suponía que yo me había marchado hace unos minutos, por esto la puerta del departamento estaba sin cerrojo. Esperanza, con un ligero murmullo, me decía que volviera a la cama, que Majo no venía hacia acá. Yo le respondía, también hablando muy bajo, que debíamos ser prudentes, que hasta que no escucháramos la puerta del cuarto de Majo cerrándose era mejor permanecer como estábamos.
    Y de verdad que tuve la razón al pedirle prudencia a Esperanza, porque fue en cuestión de segundos que vimos como la puerta se abría lentamente y con ello entraba un destello de luz proveniente del pasillo. Yo no podía ver mucho al estar debajo de la cama, tan solo pude apreciar los pies de Majo; estuvo parada bajo el marco de la puerta por unos segundos. Esperanza nuevamente fingió estar dormida, profunda y plácidamente dormida. Majo se dio vuelta y cerró la puerta. Segundos después escuchamos cuando cerraba la puerta de su cuarto. Era hora de salir, de continuar cogiendo a Esperanza. Volvía subirme en la cama y ahí estaba ella, tumbada, con la bata abierta, las piernas separadas, se había soltado el pelo; era una invitación explícita para que la cogirea, lo notaba en su actitud. Obviamente yo sabía que debía esperar un rato, por más caliente que estuviera, por más deseos que tuviera de penetrarla, debía esperar porque Majo aún podía estar despierta. Empecé a lamer muy despacito la concha de Esperanza, ella me decía que el miedo que había sentido hace un momento le había generado, además de terror, mucha excitación. Estaba ansiosa porque la cogiera, su posición sugestiva lo decía todo. Yo continué por unos minutos complaciéndola con mi lengua, pero al ver que su excitación crecía, y con ella aparecían ligeros gemidos, decidí pedirle que cambiáramos de rol. Le pedí que me complaciera con su boca. Le dije “me pediste que hiciera contigo lo que hice con Majo. Pues bueno, ella me la chupó, así que lo vamos a hacer exactamente igual”. Majo no lo había hecho, me lo había quedado debiendo, y de por si, esa era una gran falla ya que una de las cosas que yo más disfrutaba era una buena mamada de Majo. Era una diosa con sus labios y su lengua.
    Como les decía, Majo no lo había hecho, pero Esperanza no lo sabía, así que sin protestar accedió. Mientras yo estaba de rodillas en la cama, ella se inclinó y empezó a meterse mi pene en su boca. Con esto evitábamos hacer ruido por un rato, por lo menos mientras nos asegurábamos de que Majo estuviese dormida. Además, debía aprovechar la situación y ya que ya se había ido todo al carajo no quedaba más remedio que disfrutar al máximo. Pero Esperanza no era tan hábil con la lengua como Majo. No lo hizo mal, pero no estuvo ni cerca de hacerme sentir el placer que genera Majo con una de sus mamadas.
    Esperanza se cansó de complacerme con su boca y reclamaba porque la cogiera. Ya habían pasado por lo menos unos quince minutos desde que Majo se había ido a dormir. Era cierto que ahora podíamos estar más tranquilos, podíamos dejar fluir todos nuestros deseos de sexo, muy seguramente Majo ya estaría dormida. Pero a mí había algo que me decía que no, que no podía dejarme llevar sin asegurarme de que Majo no se iba a dar cuenta. Se lo dije a Esperanza y ella me respondió, “pensé que te había quedado claro, me coges o armo un escándalo”. Le hice saber que tenía claro el chantaje al que me estaba sometiendo, es más, le dije que no pensaba dejar de lado lo que habíamos empezado, solo que quería asegurarme de que pudiéramos pasarla bien, pero sin arriesgar tanto. Le propuse ir al cuarto de Majo mientras ella me esperaba ahí en la cama, abrir suavemente y fijarme si ella dormía. Era descabellado; ¿y si no dormía y me veía entrar a su cuarto? ¿qué se suponía que iba a decirle?
    Sabía que era un riesgo enorme, pero hasta no ver a Majo dormida no podría sentirme tranquilo. Esperanza lo entendió, aprobó mi plan, pero bajo una condición, una jodida condición que solo puede proponer la cabeza enferma de esa mujer. “Vas a ir a ver si Majo duerme, pero vas a ir, así como estás, vas a ir desnudo”. Seguramente pensaba que si me vestía podía escaparme. Accedí. en todo caso si Majo dormía, no me iba a ver entrar desnudo a su cuarto y, si no dormía, daba lo mismo si estuviera vestido o no, porque lo primero que debía explicarle era ¿qué hacía yo allí?
    Abrí la puerta del cuarto de Esperanza sin hacer ningún ruido, caminé cuidadosa y silenciosamente por el pasillo hasta estar en frente a la habitación de Majo. Ahora el gran reto era abrir la puerta de ese cuarto sin que hiciera el habitual crujido. Giré la perilla muy despacio, pero la puerta la abrí rápidamente. Éxito, cero ruidos. La vi allí acostada, estaba profunda; al parecer se había ido a dormir desnuda; estaba arropada con sus cobijas, pero hasta la altura de su cintura. Sus pechos estaban al aire. Me quedé contemplándola por unos segundos, verla así me calentó bastante. De repente sentí un pellizco en el culo, me tragué el grito que me generó el susto e inmediatamente giré mi cabeza, allí iba Esperanza corriendo hacia su cuarto en medio de risas. Cerré la puerta del cuarto de Majo y alcancé a Esperanza para, por fin, terminar con eso que habíamos dejado inconcluso hace un rato.
    Habiéndome asegurado de que Majo estaba dormida y ante la rabia que me había generado el aprieto en que me había metido Esperanza, decidí cogerla duro, con furia. Ella quedó sorprendida porque mi actitud sumisa había desaparecido, ahora era yo quién llevaba las riendas de la situación. Me había convertido en una bestia que no quedaría tranquila hasta haber explotado de placer con esa mujer que me había metido en este aprieto. Apenas cerré la puerta, la vi ahí estática y sorprendida por el vuelco de mi actitud. La empujé sobre la cama, apenas cayó me acerqué para metérsela; lo tenía claro, iba a metérsela sin contemplaciones, hasta el fondo y con ganas. Así lo hice. Ella tapó su boca con ambas manos, pero yo, bruscamente, las quité de allí. Empecé a decirle con firmeza “querías coger, bueno, pues vas a coger y lo vas a disfrutar”. No hubo un instante en que aflojara el ritmo. Ella se lo estaba pasando fenomenal, no hablaba, no podía hacerlo, solo gemía y cuando veía que se iba pasando con el volumen, cerraba los ojos y apretaba los labios, a la vez me agarraba fuertemente de los brazos o del culo. Yo también lo disfrutaba, quería cogerla cada vez más fuerte, aún en ese momento en que ella abrió sus ojos y empezó a decirme; o más bien a gesticular, porque no emitía ningún sonido de su boca, “para, para, para”. Movía su cabeza de lado a lado, como diciendo no, mientras lo decía.
    Yo no tenía planeado parar, de hecho, se lo dije, “querías que te cogiera como a Majo, aquí lo tienes”. Y seguía, de verdad que me lo estaba pasando bastante bien. Ella también, el calor de su concha desmentía lo que me decía con su boca. Me concentré tanto en cogerla, que no hubo tiempo para variar la posición, Lo único que distrajo mi atención fue que la estaba cogiendo sin condón. Nunca usábamos condones con Majo, así que yo jamás cargaba condones. Tenía claro entonces que cuando viera venir el orgasmo debía sacarla rápidamente; y así fue. La saqué justo a tiempo, un par de segundos más y nos habríamos metido en un verdadero e inmenso problema. Arrojé todo mi semen sobre su abdomen, quedé arrodillado frente a ella; la veía ahí tumbada sobre la cama, con la respiración muy agitada y con una enorme sonrisa de placer dibujada en su rostro. En un comienzo ni se inmutó por el semen que se esparcía lentamente por su abdomen. Una vez se recompuso, entró en razón y dejó de lado el placer se lo limpió. Yo estaba agotado, apoyaba mis manos sobre mis piernas buscando recuperar el aire. Cuando recuperé el ritmo habitual de mi respiración, levanté la cabeza y le pregunté si al fin estaba satisfecha. Soltó una ligera sonrisa y luego me dijo que sí, Inmediatamente después, sin pensárselo dos veces me dijo que por qué no me quedaba a dormir. Yo le hice saber que el trato era otro y que yo ya había cumplido; estaba completamente loca, ya eran cerca de las cinco de la mañana y yo debía salir de allí sí o sí.
    Mientras me vestía le dije que eso que había pasado era nuestro pequeño secreto, nadie jamás podía enterarse de ello. También le dije que era algo que no volvería a ocurrir, así que tenía que ir haciéndose a la idea. Ella continuaba desnuda sobre la cama, encendió un cigarrillo y mientras me escuchaba, reía. Cuando le dije que no volvería a ocurrir me miró con ojos de incredulidad, sonreía levantando solo una comisura labial, se apretaba los senos, se los juntaba con las dos manos y me miraba burlonamente. Le pedí que me abriera y ella, muy pícara, me dijo que lo haría pero que había una condición. Yo me preguntaba ¿Cuál? ¿maldita sea, no fue suficiente con lo que ya habíamos hecho? ¿hasta dónde puede llegar la mente enferma de esta mujer?
    Le repetí que yo ya había cumplido con mi parte del trato; ella me dijo que me quedara tranquilo, que eso lo entendía y lo asumía. La condición para abrirme y dejarme ir era que le diera un largo beso de despedida. Era insaciable esta mujer. Acepté, pero le dije que se lo daría apenas me hubiese abierto la puerta. Se levantó de la cama, buscó sus llaves y juntos fuimos a la puerta. Allí nos besamos, de hecho, un beso muy largo, casi interminable, ella aprovechaba para mover sus manos hacia mi pene, claro está, por encima del pantalón, mientras nos besábamos en la puerta. Apenas separamos nuestros labios me dijo “quédate tranquilo, el secreto está bien guardado”. Y cerró la puerta.
     
    Anonimo1205, 1 Dic 2020

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    Anonimo1205

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    Esta historia tiene como 10 capitulos aprox.. busquenla
     
    Anonimo1205, 1 Dic 2020

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    En su versión para Perutops tiene 15. De todas formas me complace que le recomiendes a los demás que la busquen. Siento como si fuera un contenido de culto. Ojalá termine siendo así
     
    Felipe Vallejo, 2 Dic 2020

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