La amiga de mi esposa

La amiga de mi esposa

- Creo que estoy demasiado borracha como para llegar a mi casa – me dijo Carla, la amiga de mi esposa, mientras la llevaba en mi carro.
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La había encontrado de casualidad, después de cerca de un año de no verla, por el centro de Lima. Yo estaba con unos amigos y ella con su grupo, pero cuando nos vimos y nos saludamos, juntamos las mesas e hicimos un grupo más grande. Entonces tomamos un poco más, aunque yo me contuve, porque tenía que manejar. Sin embargo Carla sí tomó bastante, conversando mucho conmigo, preguntándome por mi esposa, a quien no veía desde hacía bastante tiempo.

- Mejor sigue de frente y después entras a la izquierda – continuó Carla, pidiéndome que me desvíe de la ruta que llevaba a su casa.
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No sé cuándo fue la primera vez que oí de ella, pero sí recuerdo que mí (por entonces) enamorada y sus amigos mencionaron a Carla, su forma de ser y, sobre todo, su trasero. Ellos lo mencionaban como una broma, como un chiste que siempre le hacían y por el que le decían vedette, malcriada, etc. En ese momento, mientras simulaba no prestar mucha atención, no pude dejar de pensar en la tal Carla y en el gran trasero que, seguramente, tenía.

- Mira – siguió dirigiéndome la amiga de mi esposa – en la siguiente esquina, a la derecha, hay un hotel, vamos ahí para que pueda descansar – agregó, llevando la excitación que yo sentía por ella al extremo.
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La primera vez que la vi, me llamó la atención su rostro, que demostraba todo menos inocencia, y su forma de hablar, siempre como queriendo engatusarte, envolverte, excitarte. Recuerdo que yo (por lo que había oído de ella) quería verle el trasero, pero primero tuve que saludarla, hablarle y esperar que conversara con mi (por entonces) enamorada. Pasaron unos minutos y nos dirigimos al bar al que iríamos, y yo, como buen caballero, les di el paso y caminé detrás de ellas. Entonces pude verlo: era, efectivamente, un trasero magnífico, redondo, carnoso, firme y contenido dentro de un pantalón que parecía a punto de reventar. Desde ese momento, empecé a desear a la amiga de mi esposa.

- ¿Cómo hacemos? – le pregunté a Carla, tratando de mostrarme sereno y controlar mis nervios y excitación. – ¿Me cuadro acá afuera y te acompaño a recepción?
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Después de esa primera vez, fue común juntarnos con mi enamorada, Carla y otros amigos. Y en esas ocasiones, ella me fue demostrando una confianza que iba creciendo cada vez más, sobre todo en los juegos que hacíamos en grupo, siempre para tomar shots de pisco o tequila. En esos momentos, primero de una forma sutil y luego ya directamente, Carla hacía todo lo posible para que yo perdiera y empezara a tomar cada vez más. Incluso, por ratos, el juego era un contrapunteo solo entre ella y yo, con bromas y acercamientos mi enamorada veía de no muy buena gana.

- Ay, no – dijo Carla, sonriendo. – Entra a la cochera y acompáñame un rato aunque sea, no vaya pasarme nada acá solita.
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Y pasó el tiempo y me comprometí con mi enamorada, mientras las reuniones con Carla continuaban, muchas veces quedándonos hasta el último solo ella y yo, que era cuando empezaba a decirme cosas que yo tomaba como indirectas, usando siempre palabras como placer, secretos, lo prohibido. Sin embargo, yo no daba ningún paso más por temor a equivocarme con esas supuestas indirectas o por miedo a que mi esposa nos encontrara haciendo algo más que conversar.

- Está bien, vamos. – Le dije a Carla, sonriendo, tratando de simular mi excitación al verla tan deliciosa. Entramos a la cochera, pagué y, como si fuésemos una pareja, subimos a la habitación.
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Poco antes de la boda, mi futura esposa y Carla dejaron de hablarse. Nunca supe el motivo ni pregunté el por qué, para no demostrar el interés que siempre había tenido por ella. Y así había pasado el tiempo, recordando de vez en cuando a esa chica cuyo solo nombre me excitaba, hasta aquella noche en que, de pura casualidad, la encontré. Esa noche, después de tomar bastante, como yo estaba con carro y conocía donde estaba su casa, Carla me pidió que la llevara y yo, que de inmediato imaginé muchas cosas excitantes, acepté.

- Ven – me dijo Carla, ya dentro de la habitación, jalándome hacia ella y besándome. Yo le respondí al beso y empecé a tocarla, a recorrer su cuerpo con mis manos, sobre todo ese trasero que siempre había sido mi obsesión. Y mientras yo le amasaba el culo, ella llevó sus manos a mi pantalón, me acarició el pene y me miró. – Dame pinga – susurró, para después morderse los labios. Y entonces sucedió.
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Carla se puso de rodillas, bajó el cierre de mi pantalón, luego el calzoncillo y sacó mi verga, que ya estaba completamente dura, y se la metió a la boca. La chupo por largos y deliciosos minutos, tratando de comérsela toda, pasando mi falo por su rostro, lamiéndome los testículos. Sin que me la dejara de chupar, tomé el teléfono que estaba sobre la mesa de noche y llamé a recepción, a pedir preservativos y tragos. Quería rendirle bien y darle a Carlita todo lo que se merecía.
Cuando terminó con la mamada, desvestí a Carla lentamente. Primero le saqué la blusa y el sostén, y lamí sus pechos, sus pezones ya erectos. Luego, aun de pie, le quité el pantalón y, a la hora de quitarle el rico calzoncito que tenía, la voltee. Ese angosto trozo de tela estaba perdido entre las carnosas nalgas de Carla, lo que me excito aún más. Le quité la tanga, le amasé el culo, se lo besé, luego separé sus nalgas con mis manos y disfruté del sabor de ese ano que era mi objetivo principal. Mi lengua recorrió la entrada de ese orificio, una y otra vez, mientras Carla se retorcía y gemía de placer, y yo, aún algo incrédulo de lo que me sucedía, trataba de disfrutar todo lo posible. Lo que vino después, fue estimularle el clítoris con la lengua, por largo rato, hasta hacerla llegar. Entonces llegó el momento de entrar en ella. Entré en su vagina y sentí de inmediato una exquisita presión y una calentura que era fuego, pero fue más excitante aún, mientras empezaba a darle a toda marcha, el sonido que hacía mi verga al entrar y salir de su jugosa conchita.

Lo hicimos sin parar, por un largo rato, en diferentes poses, mientras yo tomaba del trago que pedía, sin sentir la premura de venirme, dándole realmente con fuerza, haciéndola gemir y moverse como una hembra en celo.

Cuando la puse en cuatro, después de de darle nuevamente por un buen rato, la hice venir nuevamente. Mientras se recuperaba, saqué mi pene de su vagina y volví a lengüetearle el ano, mientras Carla respiraba marcadamente, gimiendo cada vez más. Entonces le metí la mitad del dedo índice por atrás y ella no opuso resistencia. Pero cuando se lo metí completo, me dijo que por ahí no.

- Quieras o no te voy a dar por el culo – le dije.
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- ¿Quieres mi potito? – me preguntó, con una voz que intentó parecer inocente pero que me excitó aún más. – Pero métela despacito, ¿ya? Porque está cerradito... mira – agregó, levantando el culo y enfermándome más.
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Ya preso de la excitación, me saqué el preservativo y así, a pelo, coloqué mi falo en medio de esas nalgas que ahora eran mías. Tratando de controlarme, con paciencia, me coloqué en el orificio anal y empecé a empujar suavemente, moviéndome de una manera casi imperceptible. Cuando sentí que ya era momento, metí parte de la cabeza de mi pene en ese ano que era por demás estrecho y ajustado. Entonces Carla empezó a gemir cada vez más fuerte y a moverse un poco. Yo me detuve y dejé que ella se moviese y acomodara a gusto. Lo que vino fue un espectáculo: Carla aferrándose a las sábanas, gritando y moviendo su monumental trasero en un vaivén que primero fue lento y corto y luego fue más rápido y largo. Ver cómo mi verga era tragada por su ano, cómo desaparecía por su conducto y luego volvía a aparecer, me hizo querer más y más. Entonces la tomé por la cintura y empecé a embestir, cada vez más fuerte, más profundo y más rápido. Carla ya no gemía, chillaba, se contorneaba, se agarraba de las sábanas como si su vida dependiese de ello. Y le di incluso más fuerte, más duro, cuando empezó a susurrar: sigue, sigue… así… sigue.

El placer llegó al límite después de un tiempo indeterminable y una explosión se dio dentro de mí, una explosión que desfogó por mi pene y llenó el ano de Carla de semen. No solo eyaculé, tuve un orgasmo dentro del culo de la amiga de mi esposa.

Aquella madrugada, lo hicimos dos veces más, tomando más tragos y red bull, llegando a límites de excitación que no había experimentado antes.

Dejé a Carla en su casa y fui a la mía, donde recibí una reprimenda y corrí al baño, a tratar de quitarme el olor de hembra en celo que me había dejado Carla.

Y pasaron un par de días, mientras yo no podía dejar de pensar en la experiencia memorable que había tenido con la amiga de mi esposa, hasta que fue ella quien me trajo a la realidad, y a la excitación también:

- No sabes – me dijo mi esposa algunos días después – Carla ha reaparecido. Me escribió y va a venir a visitarnos.

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De aquel reencuentro ya han pasado cerca de seis meses. Desde entonces, mi esposa y su amiga han vuelto a ser unidas. Y yo, he seguido disfrutando del cuerpo, del sabor, del monumental trasero y de la insaciable excitación que tiene la amiga de mi esposa.

 

Excelente!, buena técnica narrativa y final de suspenso...con premio incluído.

 

Que buen relato. Muy excitante y con buena línea de narración, felicitaciones!

 

Buen relato cofradista

 

le haces la competencia narrador de cuento s, ajajajjaj

 

toda una diabla que resulto Carlita!! ojala haya mas relatos y unas buenas fotos de esas tremendas nalgas que menciona.

 

Felicitaciones por la faena Cofrade, continué regalándonos sus experiencias con la amiga de su esposa......saludos

 

Felicitaciones un muy buen relato y una muy buena enculada

 

Q rico relato cofrade, esa carlita es tida una zorrita!!

 

saludos cofra buen relato con una tecnica d narrar diferente y esa condenada amiga de esposa todo un morbo

 

MAESTROOOOO...!! provecho con la amiguita

 

Estos relatos son de los que valen la pena Bien ahi carajo!

 

Que relatato para exitante..... dudo que ese klito este cerrado

 

Excelente relato..muy bien escrito y el morbo de tener a la firme y a la trampa jugando juntas coo si nada mientras tu sabes q esos dos callejones ya los probaste ..probecho cofra

 

buen relato brow

 

buenooo

 

Maestro de maestros.... que sana envidia. jajaj siga con las faenas de su amiguita...

 

mi estimado ud. es un novelista esta perdiendo plata q forma de combinar el relato actual con hechos pasados.... buen relato pf cuentenos mas sobre la tal carlita jaja
Gracias

 

siga con su relato estoy segura que hay continuacion

 

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asu que rico, esa carla resulto ser todo una loca en la cama
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muy bien cofrade siga asi (Y)