Crónicas del Placer Mis recuerdos colegiales con una profesora.

Tema en 'Relatos Eróticos Peruanos' iniciado por Srdestroyer, 25 Feb 2017.

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¿Han tenido experiencias con profesoras?

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    La recuerdo como "La profesora" cada vez que hablo con mis amigos de aquella experiencia. ¿Por qué la profesora? Puesto porque marcó la diferencia de todas las demás. Antonella, de solo oír ese nombre recuerdo a mi querida profesora que me dio una experiencia que jamás olvidaré. Lo llevaré hasta el día de mi muerte.


    Cuando era adolescente fui a un colegio de buena categoría, algo que felizmente mis padres pudieron pagar. Lamentablemente mi nivel escolar no estaba tan al par de todos los demás, pero eso fue mejorando poco a poco gracias a los grupos que separaban según las notas de los alumnos. Yo fui uno de esos "afortunados" que fueron trasladados a los últimos, donde se encontraban los números más reducidos de estudiantes. Ciertamente ayudó mucho en mi educación, puesto que nos dieron buenos profesores como Antonella, quien inició mi mundo erótico e imaginativo. Y sin más que introducir, aquí empieza la historia y, espero, que les sea de provecho.


    Estaba en tercero de media y había empezado el año, luego de una temporada de vacaciones era bueno ver las mismas caras de hace algunos años atrás. Desde antes ya me había estado fijando en mis compañeras, pero ahora las veía más desarrolladas y muchas se arreglaban bien. Como era común, todos los adolescentes estábamos con las hormonas a pleno vuelo, puesto que la sexualidad ya estaba a flote y expulsábamos mucha de esta. Ya desde antes también teníamos acercamientos, como cuando hurgábamos debajo de las faldas de las mujeres para observar y demás cosas así. Pero cuando empezaron las clases, nunca imaginé enamorarme tanto de una profesora, la de inglés. Antonella, se llamaba, con sus 24 años aproximados expulsaba toda esa belleza juvenil y naturalmente seductora. Ni bien entró al salón de clase el primer día, muchos de nosotros diablos ya la habíamos imaginado desnuda. Como era costumbre, se presentó y el profesor a cargo de la asignatura mencionó que ella sería la que se encargase del grupo C, el mío.


    Aún recuerdo a Antonella aquel primer día: alta, de piel clara, rostro perfectamente equilibrado, labios rojos, ojos pardos claros y un cabello marrón claro muy largo y lacio. Era la perfecta encarnación de cómo muchas de mis compañeras serían dentro de unos años. Ella vestía una falda marrón hasta las rodillas y que moldeaba de forma impecable su silueta bien cuidada. Antonella fue la fuente de deseo todo ese año tanto por mis amigos y los profesores.


    Las clases con ella eran normales, su forma de enseñanza no era espectacular, de hecho, era bastante promedio. Si fuera otra profesora o profesor, de hecho me aburriría, pero era imposible cada vez que me tocaba con ella, ya que siempre la observaba a profundidad cada vez que volteaba para escribir. Amaba esas veces que se sentaba frente a nosotros, ya que podría ver esas piernas relucientes a la luz que se entrelazaban elegantemente. Los primeros meses fueron exploratorios, tanto ella como los 8 gatos del salón nos dimos tiempo para conocernos mejor. Luego de ese tiempo, ya pudimos tener una mayor confianza gracias al reducido número del grupo y ella logró conocer mi nombre. Si bien nos habíamos habituado a las clases, yo nunca dejé de observarla bien, cada movimiento que ella hacía era completamente hipnótico y usualmente apoyaba mi cabeza sobre la mano imaginando qué cosas llevaría allí adentro de su uniforme. Pensé que aquello acabaría pronto, pero no fue así. Mis deseos por ella cada vez fueron aumentando hasta llegar al punto de ponerme ansioso y tenso cada vez que ella mencionaba mi nombre. Tal vez no lo dije, pero al inicio fue mucho más fácil hablar con ella puesto que estábamos en el proceso de conocernos; pero cuando llegó aquel punto en el que no quedaba más que conocer sobre ella, sentía que me perdía en aquello que me impactó inicialmente: su exquisito físico.


    Y sí, no solo me enamoré de ella, sino que desarrollé cierta timidez y ansiedad cada vez que ella me miraba y me pedía hablar. Algo que no les pasaba al resto de mis compañeros, quienes ya la consideraban una compañera más debido a la confianza. Y fue así que de hablar de forma suelta involucioné a un ser más callado e introvertido. Lo único que hacía era pensar en ella, mirarla a ella, imaginarla a ella y masturbarme con ella en mi mente. Todas las noches imaginaba diversas situaciones sexuales y eróticas. Era imposible sacarla de mi cabeza. Amaba cada parte de ella: su rostro, su cuello, sus hombros, sus pechos, su vientre, sus muslos y sus pies. Conocía también qué prendas solía usar en el colegio, como cuando era nublado y hacía frío, vestía pantimedias negras o de color piel. Había convertido a Antonella en una obsesión y debido a eso mis notas no hicieron más que bajar.


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    Obsesión


    Eso era lo que estaba desarrollando a la par de una elevada ansiedad cada vez que ella se fijaba en mí o pasaba cerca. Cada vez me motivaba para ir más lejos con tal de observar un poco más mediante una ojeada rápida. Haciendo una retrospectiva, me avergüenza lo que hice de cierta forma, pero era mi manera de expulsar mi sexualidad. Por ejemplo, solía sentarme a los extremos donde no podía ser descubierto por los demás, de esta forma, cuando ella atendía a algún compañero a mi costado y se inclinaba hacia él, cautelosamente acercaba mi rostro a su cadera para observar las líneas de su ropa interior. Cuando hube desarrollado más temeridad, pude rozar casi imperceptiblemente la yema de mis dedos con sus suaves glúteos o entre ellos. Amaba hacer eso, y ella no se daba cuenta de lo que hacía con mis dedos cada vez que pasaba a mi costado. Un poco más adelante, avancé un grado más y rocé con mi mano entera su glúteo derecho. Como no reaccionó, entonces me enorgullecí de haber logrado algo que nadie más pudo hacer. ¡Le toqué la nalga a la profesora! Siguiendo un ritual propio, no me lavé esa mano hasta que me fui al baño a masturbarme pensando en lo que había hecho.


    Esa era solamente una de las estrategias que realizaba, puesto que también me urgía la necesidad de saber qué clase de ropa interior ella estaría usando. En los primeros meses de colegio, como había mencionado, todo iba normal: yo solo la observaba y no había nada fuera de común. Ella usaría la vestimenta reglamentada por las normas del colegio. Si bien la falda por norma no era muy corta, ella podía usar algunas un poco más cortas que el promedio; pero eso se dio tiempo más adelante. Durante los primeros momentos, no podía ser nada más que sus piernas siendo cubiertas por la falda casi larga. Aún así, me extasiaba ver la suavidad de esas largas piernas. Realmente no estoy seguro si es que ella hubiera logrado pillarme viéndola a menudo, pero luego de un tiempo, cuando ella logró entablar una mejor confianza con el grupo, comenzó a soltarse más. Y con ello también me refiero a la ropa. De esas faldas que llegaban a la rodilla hasta faldas más cortas, varios centímetros más arriba de esta misma. Aquella combinación de falditas y pantimedias evidentemente captaron la atención del grupo. Mis compañeros comenzaron, poco a poco, a preguntarle más sobre su vida privada, como si tenía pareja o no. Tristemente no estaba soltera, ya tenía una relación, pero de pocos meses, no llegaban siquiera al año. Entonces de vez en cuando comenzaban a hablar de temas sentimentales.


    Varias veces pasamos, o bueno, mis compañeros pasaron conversando sobre diversos temas que la rodeaban. Éramos puros hombres, así que nos manteníamos curiosos sobre muchas cosas. Antonella parecía tener gracia con esas conversaciones recurrentes, quizá por el hecho de que se sienta atendida con curiosidad. Recurrentemente, ella pediría cambiar el lenguaje hablado por el inglés. Entonces así comenzaron los demás a preguntarle cosas a ella en inglés.


    Durante ciertos momentos retomábamos la lección, pero la insistencia de algunos era clara. Algunas veces también ella se sentaría frente a nosotros para saber más sobre ellos, quienes conversaban más con ella. Antonella con mucha gracia respondía y preguntaba; amaba su sonrisa y su voz. Aún con esa oportunidad de poder acercarme a ella, nunca tuve el coraje de preguntarle directamente algo. Siempre sentí ese nerviosismo y ese nudo que crecía en mi pecho cada vez que pretendía decirle algo. De esa forma, no tuve más opción de admirarla, mientras que veía esos pies y piernas que tanto me tenían prisionero. Mientras más tiempo pasaba, las preguntas de mis compañeros se tornaban más... calientes. Al inicio Antonella hacía de no escucharles, luego negaba con gracia esas intervenciones, pero conforme pasaba el tiempo, ella empezaría a responder. Como el día en que nos contó cómo inició su relación y qué veía en los hombres. Entonces ella comenzaría a dejar un rol para entrar en otro. Ciertos pequeños momentos ella dejaría de ser una profesora para ser una mujer que vive y tiene deseos. Fuimos el único grupo del colegio al cual ella logró mostrarse de forma humana, alejándose del rol de profesional por instantes para enseñarnos cosas de la "vida".


    Gracias a esas intervenciones logramos darnos momentos en el que dejábamos la clase de lado para seguir nuestras conversaciones; algunos compañeros le contarían sus experiencias y ella escucharía así como aconsejaría. También ella nos contaría anécdotas personales donde todos nosotros podamos dar nuestros puntos de vista y decirle qué cosas hubiéramos hecho o no hecho, o cuáles cosas nos hubieran gustado hacer. Ella logró entrar en un grado mayor de confianza, en el cual podía hablar abiertamente sin temor. Todos menos yo, quien aún seguía con ese nudo en mi estómago, y solo me limitaba a observarla desde lo lejos.


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    Confesiones


    "Profesora, así sin roche. ¿Le gusta el sexo?"

    Esa fue la primera pregunta de índole sexual en el curso, y si bien ya nos acercábamos al tema, hasta ese entonces nadie se atrevía a tirar la piedra. Evidentemente no la hice yo, sino un compañero quien se juraba el más avezado y con mayor experiencia con las mujeres, claro que con mujeres me refiero a alumnas de nuestra edad. Era uno de los más atractivos para las chicas del colegio, por eso su confianza le hizo el perfecto candidato a lanzar tremenda pregunta. De seguro, pensé yo, que él tanto como todos, quería con ella y que pensaba que iba a tener éxito. Luego de soltada la pregunta, todos callamos al unísono en espera de una respuesta.


    Y se dio. Luego de unos segundos de espera infinita, Antonella abrió la boca con una mueca de indignación con gracia, puesto que se sorprendió mientras daba un atisbo de sonrisa. Y para no responder directamente a esa interrogación, redireccionó la misma haciendo otra pregunta. "Que yo sepa, al 99.9% de las personas les gustan las relaciones sexuales. ¿Acaso aún no has experimentado?" Todos nosotros nos sorprendimos e hicimos exactamente la misma mueca que ella. Luego se dió el diálogo. Él le respondió que sí ya había tenido relaciones, pero que había comenzado con el sexo oral antes de hacerlo propiamente dicho. Antonella no supo cómo responder a eso, puesto que ya había pasado la línea de su rol como profesora y las palabras ya eran mayores: sexo oral y sexo vaginal (como se sugería). Noté que su expresión corporal sugería defensa, se tensó un durante un instante antes de saber cómo reaccionar ante tal afirmación. Entonces dejé de verle las piernas para ver la expresión de su rostro. Yo pensé que se iba a enojar y denunciarnos con dirección, puesto que evidentemente estaba helada. Pero todo fue al revés, en vez de indignarse, esperó un momento hasta lograr el equilibrio y siguió con el curioso diálogo.


    "¿Y te gustó?" Preguntó ella. Luego mi compañero respondió afirmativamente, lleno de confianza y seguridad. Entonces comenzó a contarnos a toda la clase cómo había sido y qué había sentido. No dio una descripción breve, sino que fue exquisito en su relato, contando cada detalle. La joven profesora miraba sorprendida mientras reía dentro de sí y noté además que se tocaba el cabello constantemente mientras lo atendía. Sentí muchos celos cada vez que ella se fijaba en él mientras relataba sus historias. Quién hubiera pensado que a tan corta edad ya había tenido tales experiencias. Era el único que había tenido relaciones sexuales de los demás compañeros, por eso se le hacía fácil seguir la conversación.


    Estaba sumamente interesada en las descripciones de mi compañero, puesto que lo atendía directamente mientras jugaba con un mechón de su cabello. El don natural para contar historias hizo que todos nosotros nos sumerjamos en su historia. Ella también le preguntaba, pero la conversación la dirigía él. Yo y mi envidia creciente estábamos allí, en un rincón extremo, mientras las observaba directamente. Miraba cómo sus piernas se movían constantemente, como tratando de encontrar una posición más cómoda. Y mientras el otro relataba cómo le hacía sexo oral a su enamorada, miré cómo Antonella trataba de encontrar aún la posición más cómoda para ella. Era evidente que estaba buscando un equilibrio, el cual no encontraba por la... ¿creciente excitación?


    Aunque ella no contó ninguna de sus experiencias sexuales, sí logró mostrarse sumamente curiosa por las historias del chico, quien no paraba de hablar. Pareciendo entrar en más comodidad, ella logró encontrar una posición interesante, ya que al momento de seguir atendiendo al muchacho, irguió su espalda, se inclinó hacia delante y separó ligeramente las piernas. Sí, estando ella en falda. Entonces las miradas de los más observadores, como yo, se separaron tanto del compañero contador de historias y del bello rostro de Antonella para bajar allí donde estaban sus rodillas, separadas. Y noté que de entre esas piernas cubiertas por una tela de pantys negras, estas acababan casi por la mitad del muslo, y si me fijaba más al centro y adentro, notaría una bellísima tela blanca que cubría su interior. Ella había descuidado su posición para darnos una vista libre a su prenda íntima. Yo como otros, notamos eso y mirábamos allí abajo, mientras ella seguía oyendo al muchacho, quien también no tardaba tanto en darse cuenta de aquel descuido. Y estuvo así Antonella quien nos dejó ver, hasta ese momento de forma casual, un pequeño trozo de su calzoncito blanco.

    ..... Continúa....
     
    Srdestroyer, 25 Feb 2017

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    Sueño


    Esa posición de ella sentada con las piernas ligeramente abiertas mostrándonos su ropa interior me llevó al cielo durante muchos años, y hasta ahora lo sigue haciendo. Llegó un punto en el que todos ya nos habíamos dado cuenta que lo hacía con frecuencia, pero habíamos acordado, gracias al compañero de las historias, que no le diríamos nada para que no pare de hacerlo. De esa forma, cuando ella no dictaba su clase parada y se sentaba, ubicaba su silla al centro y en ocasiones abría sus piernas para dejarnos ver su ropa interior. Era bellísimo, puesto que no solo veíamos sus pantimedias de lencería que acababan hasta el muslo, sino también sus trusas de varios colores: vimos en total una blanca, una negra, una media celeste, una roja, otra blanca con dibujos negros, una amarilla y una rosada, la cual discrepábamos del color, ya que otros decían que veían naranja. Sí, así de variadas eran las veces que nos mostraba sus prendas. ¿Era casual? No lo sabíamos. En los recreos nos juntábamos los 8 a conversar secretamente sobre lo que veíamos, así discutíamos los colores de sus calzones y sobre cómo serían estos. Nunca tuvimos la oportunidad de verla en clase sin trusa, siempre llevaba una. Pero al contrario de lo que pueden creer, no era que ella se sentaba y abría las piernas directamente; sino que una vez sentada, dictaba la clase o conversaba con nosotros y eventualmente separaba las rodillas discretamente mostrando a casi perfección lo que se escondía debajo de la falda.


    Gracias a esa muestra de generosidad mis habilidades el en inglés no mejoraron, al contrario, bajaron junto con todas mis asignaturas. Todo lo que pensaba durante el día, la tarde y la noche era en Antonella y sus poses generosas. Cada noche, antes de dormir, me satisfacía pensando en lo que veía e imaginando que lograba tocarle y besarle eso. No podría dejar de pensar en sus blancas piernas siendo apartadas y que mis manos frotaban la superficie de su piel, mientras que mi boca subía hacia esa tela hermosa y la separaba con mis labios, lentamente. Luego de varias frotaciones violentas, caía rendido del sueño hasta el día siguiente; y al despertar, casi toda mi cama y mi mano estaba pegajosa. Mi fascinación con ella y mi hábito por la masturbación hacía que mi mente siempre esté imaginando nuevas cosas. Cuando dejaba de pensar en la profesora, lo hacía con amigas o eventos que veía en la calle. Había entrado en una nueva etapa de adicción, el voyeurismo.


    Si bien la baja de notas me traería consecuencias desafortunadas para mí, también lograría lo opuesto, ya que gracias a eso fue que la profesora pueda fijarse en mí y preguntarme qué estaba pasando. Eso me tomó por completa sorpresa, ya que luego de acabada la clase, me llamó por mi nombre antes de salir del salón para conversar conmigo. Su frase de entrada fue "estoy preocupada", y no era que se interesaba en mi vida sexual, sino que mis notas eran las peores del salón. Al ver sus ojos penetrantes mientras me preguntaba, sentía de nuevo el nudo que se formaba en mi estómago y subía a la boca. Así, tímidamente respondía que no sabía qué me pasaba, tratando de esquivar esos ojos grandes que entraban dentro de mí y me desnudaban por completo. Tragaba saliva mientras tontamente pensaba en qué decir, al mismo tiempo que había un espacio de silencio que yo consideraba eterno e incómodo.


    Siéntate en esa silla y vamos a hablar un rato. Me hizo arrastrar una silla delante de ella, mientras que se sentaba en su sitio habitual. De esa forma estuvimos frente a frente. Era una situación que nunca había imaginado, por lo que no sabía cómo reaccionar. En ese entonces no sabía qué pasaba, había hecho tantas cosas que pensaba que aquella charla no solo era por mis notas. Así que mientras pensaba qué decir, ella tomó la iniciativa, retomando el rol de profesor. "Mira, estoy preocupada por tus notas, son las peores del salón. Necesito que me digas qué te pasa." Tímidamente le dije lo que me venía a la mente, rezagos de frases sin sentido que no hay necesidad de repetir. Lanzaba excusas y ellas las rompía constantemente, parecía que quería llegar al fondo de todo aquello. Y si trataba de hacerlo, iba a perder. Ante la negativa de ser descubierto con mi fascinación por la profesora, pronunciaba excusas baratas, prometiendo ser mejor y esforzarme. Pero eso no la satisfacía de alguna manera. Ella era una mujer mucho más experimentada e iba a llegar al meollo del asunto. Entonces en mi mente vino la idea de que la razón de mis notas era lo que menos importaba, ella estaba descubriendo cosas más ocultas. Hasta que me mencionó un descubrimiento.


    "Sé lo que has estado haciendo durante todo este tiempo." Me dijo seriamente. Si antes su rostro con los demás era jovial, ahora tenía una mirada oscura. Yo quedé en completo silencio paralizante. "Sabes de lo que hemos hablado con los demás, y me parece bien aprender de todo. Incluso de sexualidad, como (él), quien nos cuenta sus anécdotas y todos escuchamos. Se bien que lo hacen para saber más de mí, porque siento que les atraigo, y eso está bien. No tengo ningún problema con ello. Pero tú has llegado más allá. He sentido tus miradas desde los primeros días y no solo te has quedado en eso." Ya sabía a qué iba todo aquello. ¡Lo sabía! Ella lo sabía desde el inicio. Me sentí completamente despojado de toda seguridad, me había descubierto por completo. Mi mundo se vino abajo y el nudo de mi garganta comenzó a presionarme de tal forma que pensé que iba a estallar. "He sentido tus toqueteos constantemente. Cada vez que paso a tu lado y me agacho pasas tus dedos sobre mí. Los siento completamente. Pero lo que sentí con mayor claridad fue tu mano sobre mi glúteo. ¿Crees que por más suave que me toques no lo voy a sentir? De todos, eres el que ha ido más lejos. Y ni hablar que he notado que te fijas en mí siempre. ¿Qué tienes que decir al respecto?" Dijo ella, retándome a declarar mi punto de vista, a defenderme.


    Entonces con tantas cosas en mi mente que daban vueltas, solté una frase que me salvó de una vez por todas: "Si sintió mi mano, ¿por qué no dijo o hizo nada, profesora?" Luego de descargar algo evidente, ella me miró a los ojos y sonrió tranquilamente. Luego dijo. "No hice nada porque no sentí que fuera algo grave." Hizo un espacio de tiempo mientras daba una exhalación, como pensando en explicarse mejor. "Mira, lo que haces es muy morboso, enfermo para la mayoría. En una situación normal me enfadaría y te daría un golpe antes de gritar, pero eres solo un niño. Esto nunca me ha pasado, menos en un salón de clase.” Luego hubo otro momento de silencio. “Esto está completamente mal y nos podemos meter en problemas los dos, en especial yo. Pero hagamos un trato, ¿te parece? Esto va a ser solo entre los dos, nadie habla de esto con nadie, ya que me gusta lo que haces." Esa última frase me capturó mi completa atención, ¡Era casi exactamente como me lo imaginaba en mis sueños húmedos! Tímidamente comencé a darle rienda a la conversación: "¿Entonces lo puedo hacer otra vez?". Ella respondió finalmente: "Solo si me prometes dos cosas: que vas a subir tus notas y que nadie sepa de esto.”

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    Juegos


    Le prometí y le juré que iba a subir mis notas, se lo dije luego de pensar bien y evaluar la situación, ya que estaba en estado de shock inicial al recibir tal propuesta por parte de la bellísima profesora. Cuando por fin pude comprender que ella decía en serio cada palabra, abrí mis ojos y mi corazón aceleró a tal punto de casi darme un infarto, afirmando mismo esclavo cada una de sus condiciones. Entonces luego de asentir, observé sus bellos ojos y cómo ella me miraba fijamente; luego miré sus labios, carnosos y rojos. En ese momento de silencio no supe qué decir o hacer, aunque ya tenía claro en mi interior que podía hacer lo que casi desee con ella. Aun así, me mantuve quieto observando sus ojos esperando algo, lo cual no sabía qué era exactamente. Ese tiempo me pareció infinito, lo suficiente como para contemplar todo un universo en su mirada, y con cada milisegundo que pasaba, no solo mi corazón aceleraba, sino que me enamoraba de ella.


    De repente recibí una señal, ella hizo una rápida mirada hacia abajo, pero no para observar algo, sino para que yo me fijara. Sin entender, miré hacia abajo también, pero no vi nada más que el piso. No comprendí qué era lo que quería. Lo hizo otra vez y aún no sabía qué hacer. Comprendiendo mi estupidez, elegantemente sostuvo un lápiz y lo dejó caer delante de su silla, exactamente bajo sus pies. Entonces supe qué era lo que quería ella: darme una satisfacción inicial. “Devuélvelo”, me dijo. Yo afirmé al instante, luego salí de la silla y mientras me acercaba a la profesora, mis rodillas se iban flexionando hasta el punto de estar en cuclillas y con la mano en el lápiz. No le di el lápiz al instante, sino que me detuve para observar aquellas bellezas de piernas. Mientras tanto, ella comenzó a jugar con sus piernas cruzadas, acariciándolas una con la otra, la de arriba con la de abajo, muy sensualmente. Casi instintivamente alcé una mano y la acerqué a su canilla (o tibia), rozando levemente la tela de su pantimedia. Y cuando logré hacer el primer contacto físico, inmediatamente ella contrajo las piernas hacia un lado como diciendo “No”.


    Sabiendo, o suponiendo, que ella aún no quería ser tocada, alcé la mirada para verla y me dijo, directamente y con seguridad: “No se vale tocar, solo ver.” Asentí inmediatamente y bajé de nuevo mi mirada, pero esta vez acercando mi cara hacia sus piernas para tener una mayor cercanía. En el proceso, logré sentir su olor perfumado, el cual iba aumentando conforme me acercaba y me seducía. Cuando hube acercado mi rostro lo suficientemente cerca de ella, aspiré profundamente para llenarme de su olor corporal, el cual era lo suficientemente bueno como para que cerrara los ojos y la imaginara completamente desnuda. Luego ella comenzó a mover las piernas otra vez y mis manos estaban en el piso, sujetándome, para no caer en tentación y tocarla de nuevo.


    Entonces mientras sus piernas danzaban cerca de mí y su olor se esparcía por mis fosas nasales, con mi mirada observaba cada detalle que tenía cerca: desde la superficie de la tela hasta el color que se translucía de la misma. Y cuando creí que aquel regalo se quedaba allí, la seductora maestra abrió lentamente aquellas rodillas hasta tenerlas completamente separadas, dejando frente a mí un espectáculo de piernas que hasta ese entonces nunca había visto y disfrutado tanto. Me quedé absorto en la completa visión de su entrepierna. Las había abierto de tal forma que ya no se podían abrir y sostenía las mismas con las puntas de sus pies, los cuales había despojado de sus tacones, enfatizando con ello la musculatura de sus pantorrillas.


    Observé durante un largo instante desde las puntas de sus pies hasta donde acababan las pantimedias, para luego dar paso a esa tersa y clara piel que luego terminaría con los límites de otra delicada prenda que cubría su entrepierna: una deliciosa tanga de encaje muy elegante de color celeste, con bordes delicados y un curioso moñito del mismo color. Abrí la boca de la sorpresa por aquella maravillosa vista, mientras que lentamente me inclinaba hacia adentro, como para ver cada detalle con mayor minuciosidad. Era como una nave espacial que lentamente iba acercando su puente con el de la estación, para hacer contacto. Y mientras más me acercaba sentía el olor de su perfume, el cual también afectaba mi excitación. Aquel momento fue eterno, o así lo sentí, pero como supe que no podía tocar aún, detuve mi rostro a una distancia prudente, lo suficientemente buena como para observar ricos detalles pero sin rozar su entrepierna con mi nariz o boca.


    Ella parecía excitada con la situación, así que me dejó posar mis manos en sus piernas, debajo de sus rodillas, así como me pidió que masajee suavemente aquella zona con mis manos. Tomé sus canillas y pantorrillas y masajeé de arriba hacia abajo repetidas veces. Ella hacía su parte también, ya que empezaba a respirar hondo del placer de los masajes; y gracias a eso, mientras mi rostro se encontraba cerca y entre sus piernas, acercó una de ellas y la pegó al lado derecho de mi cara, como ofreciéndome un cojín para descansar. Eso fue lo que hice, apreté mi cachete a su pierna, como si posara mi cara en una almohada y la mantuve allí observando su entrepierna, mientras que mis otras manos tuvieron el derecho de tomar sus muslos y masajearlos también.


    Era la primera vez que hacía eso con una mujer y ciertamente con una que me llevaba muchos años encima, en la flor de su juventud. Aún recuerdo ese primer regalo, aún siento mis manos tocando su piel y jalando sus pantimedias; aún tengo en mi mente esa imagen de primera entrada a su entrepierna, ya que estudié cada detalle. Aún siento también el calor de su pierna rozando mi rostro. Mientras estuve en esa situación aproveché en darle un suave beso de moderada duración a esa pierna, mi lengua también jugó su papel. Era el momento preciso como para seguir con aquel beso e ir directamente a su sexo, pero ella no lo iba a permitir, ya que estábamos en un salón de clase mientras el resto estaba afuera. Luego del beso me dijo basta y me ordenó que me pare, sabía que se había acabado ese momento mágico; pero no, tomó mi rostro con sus manos y me ofreció un delicioso beso en la boca, de esos salvajes. Sentí su lengua en mi boca, y sentí nuestras lenguas tocarse también. Duró unos segundos luego de que me separe con fuerza y agitación, tratando de retomar la postura. Me hizo recordar que debía subir mis notas y prácticamente me obligó a jurarle por mi vida que nunca debía decir aquello. De cumplir con esas dos consideraciones, me iba a dar la posibilidad de hacer todo lo que desee en su casa. Sí, en su casa. Me invitó a su casa para seguir jugando sexualmente. Hasta ese momento no lo supe, pero detrás de aquella refinada profesora novata se escondía una peligrosa ninfómana.
     
    Srdestroyer, 27 Feb 2017

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    De a pocos fue mejorando el relato, felicitaciones jajaja. Esperando la continuación de tu relato.
    PD: recuerdo q en mi cole los chicos de mi salón nos gustó bastante nuestra profesora de ingles q llego en 4to de secundaria, era bien rica pero un poco mayor a la de tu relato, sus 35 casada y con hijo pero bien conservada y era genial jaja
     
    iwannasex, 27 Feb 2017

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    Excelente!! Siga con el resto cofrade. Felicitaciones!!!
     
    sic2005, 27 Feb 2017

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    Muy buena historia con la profe. Quien no se ha alucinado a levantarse a la profesora buena del cole hee
     
    miguel2020, 27 Feb 2017

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    La siempre querida profesora de ingles. En mi epoca de escolar tambien tuvimos a la deseada profesora de inglés, lamentablemente nadie llegó a segunda base. Me hizo recordar esas pajas a nombre de ...
     
    Juan Vergara, 27 Feb 2017

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    Gracias a todos por leerlo, de hecho, aún hay más y escribirlo de forma detallada me toma un poco de tiempo. De todas formas iré haciendo la continuación, saludos!
     
    Srdestroyer, 27 Feb 2017

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    Que buen relato estimado, quien no ha tenido una fantasía con una profe, siga con su relato que está muy bueno.

    Saludos
     
    Nando19, 27 Feb 2017

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    Que buena historia. Una de las mejores que he leido en el foro. Excelente sigue adelante.
     
    Principiante66, 27 Feb 2017

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    #9
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    Muy buena historia, me dejastes aluconando con la miss de mi cole jejeje, en fin, espero con gran emacion la seguna parte, no la hagas larga la espera
     
    djtavo222, 1 Mar 2017

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    #10
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    Comenzaré a escribir la continuación!
     
    Srdestroyer, 1 Mar 2017

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    si por favor cofra que el relato esta bueno........
     
    kinologo, 1 Mar 2017

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    #12

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    ke fue srdestroyer la continuancio......
     
    julio campos, 1 Mar 2017

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    #13

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    ya paso 1 hora que te fuiste adormir o ......
     
    julio campos, 1 Mar 2017

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    #14
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    Para escribir me tomo el tiempo de pensar cada palabra, por lo tanto demora un poco, de hecho. De todas formas ya empecé. Saludos
     
    Srdestroyer, 2 Mar 2017

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    #15
    A Aldo el apache le gusta esto.

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